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No existe el cuanto peor mejor si tu vida depende de que no te golpeen, que no te insulten, que no te esclavicen o te maten por lo que eres, por lo que quieres ser.
Así que las noticias que vienen de Italia son nefastas, sin matices posibles.
La llegada del fascismo a Italia no sirve para enmendar al neoliberalismo y su lógica de exclusión y desigualdad es, por el contrario, una extensión de ese programa hacia su lógica más cruel.
Los poderosos de Italia no perdieron ayer, la bolsa de Milán ha saludado con subidas la victoria de Giorgia Meloni en las elecciones generales del 25 de septiembre. Como hace cien años, una parte de la oligarquía se abraza al fascismo. Hoy, la periodista de RTVE Anna Bosch refería un comentario escuchado en la radio pública italiana: “Soy hombre y estoy bien integrado, no temo que volvamos al fascismo. Sí tendría miedo, si fuera mujer, homosexual, negro o inmigrante”.
La historia no se repite, es cierto. Las circunstancias han cambiado desde la Marcha sobre Roma. Meloni encuentra una sociedad más disciplinada allí donde Mussolini encontró un país dominado por el movimiento obrero. Encuentra también un Estado más fuerte, aunque su rumbo sea errático y convulso. Hoy es más difícil asaltar el poder como hicieron las milicias fascistas en 1922. Pero el sentido común de la extrema derecha sigue filtrándose en la conversación política europea y sigue amenazando a quienes no son sus sujetos privilegiados.
Extrema derecha
Opinión Italia, año cero
El retroceso que ha vivido Italia en las últimas décadas en materia de derechos sociales, la persecución del movimiento LGTBIQ+, la cruzada contra el feminismo que ha encarnado la candidata de Fratelli d’Italia, el odio volcado hacia la población migrante, son nuevas encarnaciones de la violencia con la que los fascios impusieron la dictadura de Mussolini.
La incapacidad de los partidos de la izquierda, especialmente el Partido Democrático, para confrontar esos discursos de odio, contemporizar con la expansión del racismo y entender que el antifascismo en el siglo XXI debe partir desde la diversidad y nutrirse de las experiencias postcoloniales para ser realmente útil, ha llevado a ese espacio a perder siete millones de votos.
Pero la victoria de los herederos del Movimiento Social Italiano ayer no es una consecuencia de los errores de la izquierda, es una victoria de los discursos de odio. La victoria de Giorgia Meloni es la victoria del odio, que se ha extendido en toda Europa como una falsa solución a la incertidumbre, a la crisis de época en la que están inmersas las sociedades europeas.
La realidad es que el espacio de la derecha se ha radicalizado pero no ha crecido. Giorgia Meloni ha vencido en el norte, se ha comido los votos de la Lega de Salvini. Ha acabado también con Forza Italia, el partido de Berlusconi. Pero Meloni ya formó parte de un Gobierno con el propio Berlusconi, y lo que fue un día su partido, llamado entonces Alianza Nacional, formó parte del Gobierno con el que el dueño de Telecinco y Cuatro —del imperio mediático de Mediaset— comenzó a desmantelar la cultura democrática antifascista italiana.
Lamentablemente, seguiremos escuchando que se requieren más poderes para una figura fuerte que dirija a las poblaciones a través de la espesura del cambio de época en el que estamos. Tras unas elecciones con la menor participación en siete décadas, los discursos que pretenden incrementar las potestades de líderes cada vez menos legitimados, acarrean el peligro, intencionadamente o no, de allanar los pasos para el derrumbe de las democracias liberales. Que no son perfectas, pero son preferibles a todos los gobiernos despóticos.
Es un día de noticias nefastas, también un día para seguir trabajando en los movimientos, sindicatos y organizaciones que confrontan al fascismo en la calle, durante todos los periodos entre elecciones. Que son conscientes del peligro que tiene su asimilación, los discursos que lo relativizan, los medios de comunicación que los amparan. Por eso, es importante seguir construyendo el antifascismo del siglo XXI, que será sin fronteras o no será.
Hoy las compañeras de la Librería Mujeres y Compañía de Madrid, extraían una cita de Tres Guineas, de Virginia Woolf, que dice ¿Qué derecho tenemos a vociferar nuestros ideales de libertad y justicia ante otros países, cuando en nuestros periódicos más respetables encontramos cada día de la semana los huevos de esa misma serpiente?
Evitemos, pues, enmendar la plana al pueblo, a la izquierda italiana, y pongámonos a su lado en esta jornada triste. No hay tiempo que perder para la construcción de una Europa antifascista, democrática y libre.
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