Opinión
El feminismo y los permisos igualitarios

Si queremos que los hombres cuiden igual que las mujeres, debe concedérseles el mismo permiso para hacerlo. Si queremos que las mujeres estemos en pie de igualdad en el empleo, deben ponerse los medios para ello.
PPiiNAA Congreso 2018
Integrantes de la PPiiNAA con miembros de Podemos en junio de 2018, cuando el Pleno aprobó tramitar los permisos iguales.
Investigadora sobre economía feminista
4 mar 2021 06:00

El 1 de enero se completó el calendario de equiparación a 16 semanas de los permisos por nacimiento para cada persona progenitora, de tal manera que ya son iguales, intransferibles y pagados al 100%. Esta reforma responde a una lógica elemental e inapelable: si queremos que los hombres cuiden igual que las mujeres, debe concedérseles el mismo permiso para hacerlo; y, si queremos que las mujeres estemos en pie de igualdad en el empleo, deben ponerse los medios para que no seamos la mano de obra con mayor riesgo de ausentarse.

Sin embargo, la lógica no suele dar sus frutos por sí sola. ¿Cómo es que ha sido España el país que ha hecho esta reforma, y no otros más adelantados en igualdad de género? En primer lugar porque aquí hay una plataforma feminista que ha trabajado incansablemente por esta reivindicación desde 2005: la Plataforma por Permisos Iguales e Intransferibles de Nacimiento y Adopción (PPiiNA); y además porque han confluido factores sociales y políticos favorables Precisamente porque nuestro país tenía aún un permiso excesivamente corto para la criatura —16 semanas de permiso de maternidad—, teníamos la oportunidad de extenderlo concediendo a los otros progenitores/as el mismo permiso que ya tenían las madres. Como señalaba la PPiiNA, eso significaría casi doblar el tiempo de cuidado del bebé en casa. Por tanto, la cuestión que se nos planteaba como sociedad era si de verdad pensábamos que los hombres deben tener el mismo derecho a cumplir con sus mismas obligaciones de cuidar a sus criaturas. Por eso, decíamos, también el permiso tiene que ser tan intransferible como la obligación de cuidar, y si los hombres no quieren cumplirla que no la descarguen sobre las mujeres. 
La posibilidad de transferir un derecho social fue introducida en Suecia en 1974 con el resultado esperado: la inmensa mayoría de los padres se lo cedían a las madres, no al revés.
Así quedaron invalidadas las dos trampas más usadas hasta entonces: los permisos más largos para las madres y la transferibilidad. Esta posibilidad de transferir un derecho social —nunca antes vista— fue introducida en Suecia en 1974, justamente en la reforma para equiparar los permisos, con el resultado esperado: la inmensa mayoría de los padres se lo cedían a las madres, no al revés. “Para la igualdad, permisos iguales e intransferibles”, repetíamos. Para cuando Ciudadanos llegó con la “novedosa” propuesta de los permisos transferibles, la sociedad ya había comprendido que esa era una trampa para alargar el permiso de la madre bajo cuerda.  A la vez que seguíamos avanzando en el debate y contradiciendo los argumentos de que la equiparación sería demasiado cara, advertíamos también contra otras trampas que se habían ido introduciendo en diversas reformas anteriores en otros países, todas en el sentido de que desactivar los permisos para su uso corresponsable: permisos mal pagados que generalmente solo se toman las mujeres; posibilidad de reducir el pago alargando el tiempo; permisos a utilizar hasta por días sueltos a lo largo de varios años, etc. Seguíamos repitiendo algo elemental: para superar el modelo del hombre ayudante, los hombres tienen que quedarse al cargo de sus bebés en solitario a tiempo completo durante un tiempo sustancial (3 meses y medio serían según la propuesta de la PPiiNA), y que ese tiempo sea el mismo que el que se quedan las mujeres. Desmontadas las viejas trampas, desde la PPiiNA también estábamos advirtiendo sobre otras nuevas que se estaban introduciendo calladamente en la reforma que se preparaba en España, aunque esta se anunciaba como la victoria de los permisos iguales e intransferibles que reclamábamos. El 14 de diciembre pasado, 86 organizaciones —entre ellas las principales asociaciones feministas— entregamos una petición al Gobierno para que se eliminaran esas trampas antes de que la reforma se completara este 1 de enero.  Pero el Gobierno, en lugar de escuchar el clamor feminista, ha dado la espalda a la igualdad para ceder ante las presiones empresariales, dejándonos a las puertas de un paso que hubiera sido histórico si esas trampas no lo hubieran desactivado. Hay que comprender que la paridad en el cuidado es la gran asignatura pendiente del siglo XXI, y el patriarcado se resiste.
A las resistencias soterradas contra los permisos iguales e intransferibles se unen ahora voces con el objetivo explícito de desacreditar los permisos iguales e intransferibles, acusando a la PPiiNA de ir contra las madres
A estas resistencias soterradas se unen ahora voces e incluso asociaciones creadas recientemente con el objetivo explícito de desacreditar los permisos iguales e intransferibles, acusando a la PPiiNA de ir contra las madres. Este es un fenómeno que se produce sistemáticamente ante cualquier avance que trastoque el estatus quo patriarcal. De hecho, una de las más dañinas formas de resistencia a las conquistas feministas es la que dice oponerse a ellas precisamente en nombre de las mujeres y del feminismo.  Así, Victoria Kent, Margarita Nelken y otras que se declaraban feministas se opusieron al voto femenino en 1931, lo que sistemáticamente fue aprovechado por la reacción. Así, cuando luchábamos por la paridad de género en los puestos de responsabilidad y representación política, el llamado “feminismo de la diferencia” defendía que las mujeres debíamos mantenernos alejadas de la política. Así, también, muchas mujeres se opusieron a la eliminación de las prohibiciones del trabajo nocturno femenino; otras acusaron a quienes queríamos romper con la familia tradicional de estar en contra de las amas de casa. A quienes luchamos contra el techo de cristal nos acusan de ser burguesas elitistas, a quienes queremos igualdad en el empleo de ser responsables de la infelicidad de las mujeres, a quienes queremos abolir la prostitución de estar en contra de las mujeres víctimas de esa situación, y un largo etcétera.
Todas esas mujeres que dicen ser feministas lo serán en su corazón, sin duda, pero otra cosa muy distinta es que sea feminista su postura de oponerse a una conquista feminista. Hay que comprender que muchas no conciban que los hombres pueden cuidar, pero el caso es que ya lo están haciendo aunque en mucha menor medida. No se imaginan que las mujeres puedan querer incorporarse a sus puestos de trabajo dejando a sus criaturas en manos de los padres, pero el hecho es que muchas lo hacen y otras muchas lo reivindican. En definitiva, ellas no se imaginan un mundo igualitario, pero la mayoría de las mujeres sí han roto ya con la trampa de la mística de la maternidad.
Dicen que no es lo mismo ser madre que ser padre. Pero la cuestión es: ¿Madres y padres deben cuidar igual? ¿O creen que deben cuidar más las madres que los padres?
Dicen que no es lo mismo ser madre que ser padre. Pero la cuestión es: ¿Madres y padres deben cuidar igual? ¿O creen que deben cuidar más las madres que los padres? En este último caso, ¿por qué algunas de ellas defienden los permisos transferibles, en lugar de defender directamente un permiso de maternidad mucho más largo que el de paternidad, o incluso la eliminación de este último, de tal manera que todo sea para las madres sin peligro de que nadie se lo arrebate? ¿Y en qué se diferencia eso de la ancestral idea según la cuál, como formulaba Rousseau, el papel de las mujeres no es ser ciudadanos sino criarlos, porque eso es lo que se nos da tan bien? Quizás no se atreven a sacar conclusiones de sus asunciones porque también ellas atisban las terribles consecuencias que la mística de la maternidad acarrea a las mujeres.  Dicen que por qué darles a los hombres ese que llaman “privilegio”, si ellos mismos no lo han reivindicado. Pero, precisamente, es que la mayoría de los hombres parecen no estar tan convencidos como ellas de que sea un privilegio cuidar a sus bebés tanto como las mujeres. Sin embargo, lo maravilloso es que cuando se les da el derecho lo ejercen. y luego se sienten orgullosos de ello.  Una última observación: las posturas antifeministas son especialmente amplificadas por algunos medios de comunicación, siempre dispuestos a poner al mismo nivel la igualdad que la desigualdad. Incluso los medios progresistas, cuando se trata de temas feministas, olvidan el concepto de “línea editorial” que sí sirve para filtrar posturas contrarias a otras reivindicaciones sociales —imaginemos asuntos como la sanidad o la educación pública, la pena de muerte, la ley mordaza, etcétera—. En conclusión, nos encontramos ante una nueva fase en la que el feminismo tiene que seguir luchando por los permisos igualitarios. Ahora la disyuntiva es: ¿Aceptamos unos permisos que no podrán tomarse cuando los bebés los necesitan sino cuando a la empresa le convenga? ¿Aceptamos que se prohíba a los progenitores turnarse? O, por el contrario, denunciamos la traición del Gobierno y exigimos que rectifique? Porque el peligro ahora ya no es el retroceso hacia los permisos desiguales y/o transferibles, sino que esta reforma se dé por terminada. Si eso sucede, será muy difícil revertirla; los hombres seguirán siendo ayudantes en los cuidados y las mujeres seguiremos siendo las cuidadoras principales y la mano de obra  precaria. Para ello necesitamos que siga actuando la PPiiNA más que nunca si cabe. Y necesitamos que los medios de comunicación con una línea editorial feminista apoyen este camino en lugar de establecer esa simetría perversa entre reivindicaciones feministas y resistencias patriarcales.

Sobre la autora
María Pazos es Investigadora sobre economía feminista. Su último libro publicado es Contra el Patriarcado. Economía feminista para una sociedad justa y sosteniblewww.mariapazos.com 
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Pelusa
5/3/2021 7:20

Muchas gracias, María.

Los hombres debemos incorporarnos a las tareas de cuidados, y para ello es preciso romper con esa mística de la maternidad que señalas y establecer las medidas que lo hagan materialmente posible. Los hombres necesitamos un proceso de inmersión, una "incorporación forzada", si es necesario, a los trabajos de cuidados, proceso de inmersión que es también de emersión y toma de conciencia de nosotros mismos en plenitud como seres humanos.

Los hombres somos capaces de ejercer la crianza y, como también señalas, cuidar de nuestros hijos nos hace sentirnos orgullosos. No es por ningún influjo natural o sobrenatural, sino por saber que tomamos parte en el cambio social que ha de terminar con el patriarcado.

Salud!

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1
#84509
8/3/2021 14:00

"Hay que..." Debemos hacer..." Tenemos que obligar...". Totalitarismo.

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