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Es cierto que Badajoz ha tenido durante mucho tiempo una relación de amor-odio con su historia y su patrimonio. Pero también lo es que desde hace unas décadas un sinfín de ciudadanos y asociaciones locales han bregado contra viento y marea para concienciar, restaurar, recuperar y valorar el relevante legado patrimonial que atesora la ciudad, a pesar de las guerras y del tradicional abandono. Monumentos, conmemoraciones, recreaciones, renombramiento de calles y plazas o colocación de estatuas por doquier han servido para maquillar últimamente tal desidia histórica.
La inauguración de un bonito mural cerámico en recuerdo de la toma cristiana de la ciudad por Alfonso IX de León (nada original, todo sea dicho, por reproducir el de la Plaza de España de Sevilla) ha vuelto a poner sobre la tarima badajocense la cuestión de las remembranzas –o memorias– históricas. El discurso imperante aboga hoy por ensalzar la figura de aquel rey leonés con proyectos conmemorativos del 19 de marzo de 1230, con la creación de asociaciones que llevan su nombre o con declaraciones políticas que hablan del –imaginado– papel alfonsino en el devenir de Badajoz. No me parecen mal estas iniciativas siempre y cuando gocen de un fundamento historiográfico, amparado por la opinión de los expertos. Sin embargo, lamentablemente, no parece ser este el caso cuando se trata del momento “reconquistador” de la ciudad.
No está de más recordar (...) que la ciudad badajocense, entendida como entidad urbana y militar de cierta consideración, se debe a un musulmán (no árabe, sino muladí) llamado Ibn Marwan
Alfonso IX fue, en efecto, un rey importante en su contexto histórico. León era entre finales del siglo XII y comienzos del XIII un poderoso reino peninsular que buscaba expandirse hacia el sur aprovechando la decadencia andalusí y rivalizando a este y oeste con Castilla y Portugal. Un rey al que se deben acontecimientos de calado tal como la reunión de las Cortes de 1188 con representación de los tres estamentos (hablar parlamento supuestamente democrático en la Edad Media es una frivolidad) o la creación del Estudio salmantino en torno a 1218 (por el concepto actual de universidad no podríamos considerar a Salamanca hasta la obtención de la bula papal de 1254). En la actual Extremadura, incorporó a su reino cristiano Alcántara, Cáceres, Mérida o Badajoz. Pero su repentina muerte poco tiempo después de la toma de esta última ciudad, en camino hacia Compostela, le impidió “poner en valor” sus conquistas extremeñas. Y aquí radica la cuestión fundamental.
A Alfonso IX no deben los badajocenses –tampoco el resto de extremeños– ninguna universidad ni ningún proyecto arquitectónico. Únicamente los fueros locales de Coria y de Cáceres son proyectos que podemos atribuir al leonés en tierra extremeña. Hubieron de ser los reyes sucesores, decididamente castellanos (y no tanto exclusivamente leoneses) los encomendados al gobierno de Extremadura, aunque tampoco se esmeraron demasiado y donaron gran parte del territorio a las Órdenes Militares, pero esa es otra historia. No es baladí, ni mucho menos, que Alfonso IX incorporara Badajoz y las citadas plazas extremeñas al Reino de León pero, insistimos, no le dio tiempo a hacer mucho más por la ciudad.
El rey de León conquistó Badajoz, no la reconquistó. Si se quiere hablar de reconquista entiéndase ésta como el proceso así llamado por la historiografía desde el siglo XIX, no como concepto equivalente a “recuperación cristiana”, puesto que Batalyaws fue una fundación islámica
No está de más recordar, y tal vez aquí viene el motivo de crítica para algunos sectores de la sociedad local, que la ciudad badajocense, entendida como entidad urbana y militar de cierta consideración, se debe a un musulmán (no árabe, sino muladí) llamado Ibn Marwan. Tampoco está de más insistir en que el periodo de esplendor cultural se dio con una dinastía bereber, los aftásidas, cuyos nombres deberían formar parte inherente de la realidad cultural de Badajoz: los reyes al-Muzaffar o al-Mutawakkil o los literatos Ibn ‘Abdun, Ibn al-Sid y otros muchos. Por último, recordemos también que el monumento principal badajocense se lo debemos a otra dinastía de origen norteafricano, los almohades. Tres siglos y medio que no son un paréntesis en la historia de la ciudad.
El rey de León conquistó Badajoz, no la reconquistó. Si se quiere hablar de reconquista entiéndase ésta como el proceso así llamado por la historiografía desde el siglo XIX, no como concepto equivalente a “recuperación cristiana”, puesto que Batalyaws fue una fundación islámica (los restos de asentamientos anteriores no presentan entidad suficiente para poder considerarlos precedentes de una plaza militar como la que se origina a finales del siglo IX por Ibn Marwan). Tampoco está documentado que la ocupación cristiana tuviera lugar un 19 de marzo. Tal fecha se la debemos a la tradición sobre el origen de la otrora iglesia de San José, con esa advocación por la supuesta relación con el día de la conquista. Establecer ahora el día de San José como día de Badajoz –suponemos que como contrapeso a la celebración de Almossassa– responde más a una cuestión política que estrictamente histórica.
Establecer ahora el día de San José como día de Badajoz –suponemos que como contrapeso a la celebración de Almossassa– responde más a una cuestión política que estrictamente histórica
El acuerdo establecido estos últimos días para la creación del esperado consorcio que rehabilite el casco antiguo badajocense es una reivindicación social que hunde sus raíces en los años finales del siglo XX. Ya era hora de ponerse de acuerdo. Pero si su conformación resulta un compendio de intereses políticos que no sirva más que para ponerse las medallitas de turno, estaremos de nuevo ante otro fracaso para con la Historia de Badajoz. Tampoco puede aspirar solamente a lavar la cara al barrio histórico –que falta hace– puesto que entonces no tardarán en crecer de nuevo las malas hierbas, como ha ocurrido en el yacimiento de la Puerta del Alpéndiz. Por último, que la obcecación actual por la historia militar cristianísima y españolísima de la ciudad no apisone los trazos culturales andalusíes, portugueses o liberales. Para ello es necesario contar con un equipo de arqueólogos, historiadores y arquitectos de reconocido prestigio y seguir el modelo de consorcio emeritense que tan buenos resultados ha dado en las últimas décadas. Que la ideología y los intereses de la política no difuminen y tergiversen la realidad histórica de Badajoz.
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Han reventado el mural, probablemente con motivos políticos, pero los medios de desinformación extremeños están intentando tapar eso y etiquetar simplemente el destrozo como acto vandálico
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