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Operaciones urbanísticas
Un problema urbano
La infeliz idea de centralizar todos los servicios de la Diputación de Bizkaia en una torre se recicla ahora en una nueva operación inmobiliaria.
La operación de la Torre Bizkaia es principalmente urbanística. Pocas veces explicitado, las administraciones se toparon con el problema de tener un gigantesco y caduco edificio en desuso en la zona más importante de la ciudad. Pese a que, desde mayo del año pasado, el emblema de la Diputación Foral de Bizkaia engalana lo más alto del viejo gigante, el propietario del edificio es en realidad el fondo de inversión norteamericano Angelo Gordon, que lo adquirió hace dos veranos por una cifra cercana a los 100 millones de euros. La transacción se completó tras dos años de arduas negociaciones desde que el BBVA, anterior propietario y promotor en 1969, anunciase su intención de vender el inmueble.
La Diputación tuvo que mediar recuperando una vieja idea, la centralización de todos sus servicios en un gran rascacielos. Gestada en los tiempos del Diputado General José Luís Bilbao y bautizada entonces como Torre Foral, trajo al renombrado arquitecto César Pelli a Abandoibarra. La obra fue iniciada y pese ser desechada por su elevado coste, despertó la voracidad de la élite vizcaína que quiso un rascacielos a la altura del nuevo Bilbao. En 2007 se iniciaron las obras de la Torre Iberdrola, de gestión íntegramente privada.
“A la garantía de la Diputación al propietario de ocupar al menos 12 pisos de la Torre Bizkaia hay que sumarle la modificación urbanística a la carta del Ayuntamiento de Bilbao”Aquel infeliz plan se recicla ahora en otra operación inmobiliaria. Al compromiso foral de ocupar al menos 12 de sus 21 pisos —garantía para el propietario Angelo Gordon— hay que sumarle una modificación urbanística a la carta que el Ayuntamiento de Bilbao concedió en 2014 al entonces todavía propietario, el banco BBVA. Esta modificación ha permitido ampliar la planta baja adecuándola a su futuro uso comercial ocupando la parte de la Plaza Circular que tiene a sus pies. Gracias a esa cesión de espacio público, el proyecto conseguía recibir a bordo a la multinacional textil Primark, que ocupará la ampliada planta baja y las cinco siguientes.
A pesar de la ferrea voluntad institucional de “encender la torre”, este ha sido un camino lleno de obstáculos. A la importante inversión que requirió el inmueble para su adaptación a futuros inquilinos, se le sumaban los costes de retirar la gran cantidad de amianto que contenía el edificio a lo largo de sus 88 metros de altura. Tres de los antiguos trabajadores del equipo de mantenimiento fallecieron por dolencias relacionadas con la exposición al amianto.
Ahora, tras el compromiso de la Diputación de ocupar buena parte de la torre, la modificación del ordenamiento concedida por el Ayuntamiento y una obra de adecuación de, al menos, 35 millones de euros, el renacer del viejo símbolo del extinto poder financiero vizcaíno parece estar más cerca. La negociación con el futuro gestor del Centro de Emprendimiento es el último obstáculo para alumbrar el faro que, dicen, guiará el incierto futuro de Bizkaia.
Operaciones urbanísticas
Un faro sin luz para Bizkaia
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