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Okupación
Aritzkuren, 25 años repoblando la esperanza
La “segunda historia de Aritzkuren” se remonta a la acampada por la Insumisión Total (Insumisioa Osoa) que se celebra en Ondarru (Bizkaia) en agosto de 1994. En aquellas jornadas coinciden miembros del Centro Social Minuesa de Madrid, desalojado cuatro meses antes, junto con gentes que habían estado en el gaztetxe Lore Etxea de Iruñea. De ese encuentro fértil, se pasa rápidamente a buscar un lugar en el mundo.
El pasado 8 de abril se cumplieron los primeros 25 años de la segunda historia de Aritzkuren. Entonces era un pequeño pueblo en ruinas situado en las laderas del pico Araxamedi de la sierra de Zarikieta, en el valle de Artze, con apenas 4 ó 5 caseríos y una iglesia. De la primera historia tenemos documentada su existencia ya en el siglo XIV, alcanzando su máximo de población —en torno a 40 almas— entre finales del siglo XIX y principios del siglo XX. Como en tantos otros pueblos del Prepirineo, sus habitantes habían logrado un alto grado de soberanía alimentaria y energética. Una mezcla de actividades ganaderas y forestales, combinadas con la agricultura de autoabastecimiento (cereal, huerta, viña y algunas frutas) se abrió paso entre terrenos escarpados y mucha pendiente, y constituyó la base de su economía campesina.
El proceso de modernización capitalista y de inserción en la economía-mundo, acelerado a lo largo de la segunda mitad pasado siglo, provocó el declive demográfico, económico y cultural del valle de Artze. Una larga agonía jalonada por el progresivo abandono de los núcleos de población más pobres y aislados orográficamente, como Aritzkuren que, a finales de los años cuarenta, fue vendido a la Diputación de Navarra por el entonces único propietario. A partir de entonces, las políticas forestales del ICONA franquista supusieron el penúltimo asalto destructivo a estas poblaciones de la montaña. Sus terrenos de cultivo y baldíos fueron repoblados masivamente con los mismos pinos de rápido crecimiento que destruyen las bases de la economía campesina y expulsan a sus pobladores.
Para completar la destrucción, la Diputación regala las tejas de los caseríos propiciando, en pocos años, el estado de ruina de un patrimonio arquitectónico levantado con el trabajo de siglos.
A principios de los sesenta, la práctica totalidad de las 700 hectáreas del municipio que no estaban cubiertas de bosque autóctono, es reforestada con una densidad asfixiante de coníferas. Para completar la destrucción, la Diputación regala las tejas de los caseríos propiciando, en pocos años, el estado de ruina de un patrimonio arquitectónico levantado con el trabajo de siglos. La historia de este pueblo parecía haber llegado a su final. Como dice el sociólogo Jesús Ibáñez, a propósito del intento de anegar el valle del Pas en Cantabria, del que era natural, con un embalse: “La guerra es de la ciudad contra el campo: los campesinos son un engorro, pues tienen memoria, resisten”. Esta guerra parecía acabada y la derrota campesina definitiva.
ERASE UNA VEZ
En 1980, un grupo de jóvenes que participaba en el movimiento antimilitarista de Bilbo okupa Lakabe, un pequeño pueblo a orillas del río Irati. Con el tiempo, consiguen establecer un próspero proyecto de ecoaldea autogestionaria, que se convierte en ejemplo para una larga serie de experimentos de okupación rural que le seguirán en la propia Navarra y en otros puntos de la península (Guadalajara, León, o Huelva, entre otros). Es un momento de retorno al campo por parte de personas que pululan por los movimientos alternativos urbanos y también de intensa experimentación social. Se producen intentos de agrupación y de colaboración en red, como el que representó el Movimiento Alternativo Rural. En Navarra, el ejemplo de Lakabe es seguido de una ola de okupaciones en otros pueblos como Galdúroz, Javerri o Uliberria. Algunos son abandonados por completo, otros vuelven a ser reokupados después del primer fracaso, y Lakabe es el que mejor logra consolidarse humana y económicamente.
Los antecedentes de la que hemos llamado “segunda historia de Aritzkuren” se remontan a la acampada por la Insumisión Total (Insumisioa Osoa) que se celebra en Ondarru (Bizkaia) en agosto de 1994. En aquellas jornadas coinciden miembros del Centro Social Minuesa de Madrid, desalojado cuatro meses antes, junto con gentes que habían estado en el gaztetxe Lore Etxea de Iruñea. De ese encuentro fértil, se pasa rápidamente a buscar un lugar en el mundo. Se encuentra Aritzkuren, se corre la voz entre personas de Donostia, Iruñea y Ondarru, se celebran reuniones en el Gaztetxe Euskal-Jai de Iruñea y en Lakabe, y se organizan conciertos en Madrid y en Nafarroa para conseguir fondos y herramientas con los que arrancar. Y el 8 de abril de 1995, un grupo de cerca de treinta personas parte del Gaztetxe Euskal-Jai de Iruñea, por los intransitables caminos de la sierra de Zarikieta, para reiniciar la historia de Aritzkuren allí dónde los desarrollistas pretendían haberla acabado.
Y así, nada más renacer Aritzkuren, el pueblo a la orilla izquierda del río Irati, se vuelca en esta lucha. Varios de sus habitantes participan en la más famosa y efectiva de las acciones: el corte de los cables de abril de 1996Más o menos por estas fechas se intensifica la fase más dura de otro capítulo de esa guerra de la ciudad contra el campo de la que hablábamos antes: la oposición al embalse de Itoitz entra en una nueva etapa. Las movilizaciones masivas de la Coordinadora de Itoitz y la pelea jurídica no logran parar el proyecto, y nace Solidari@s con Itoitz, que con la acción directa noviolenta y la desobediencia civil como herramientas, opone una resistencia numantina al inminente anegamiento del valle y a la destrucción de sus pueblos. Y así, nada más renacer Aritzkuren, el pueblo a la orilla izquierda del río Irati, se vuelca en esta lucha. Varios de sus habitantes participan en la más famosa y efectiva de las acciones: el corte de los cables de abril de 1996, y pagan un alto precio por ello: torturas, exilio, cárcel y, sobretodo la derrota. La acción directa no consigue parar el despropósito de la presa ni la destrucción de los siete pueblos (Artozki, Itoitz, Muniain, Gorriz, Ezkai, Nagore y Orbaitz).
LA VIDA SIGUE
Se levantan los primeros tejados, se abren huertos en medio del “desierto” del monocultivo de pinos, nacen los primeros niños y niñas después de un siglo de regresión demográfica, se inaugura una escuelita alternativa, se va consolidando una economía del bien común, de caja única, una especie de comunismo campesino que exige romper muchos moldes mentales y mucha superación personal.
Pasa mucha gente por allí, a veces durante meses o años, y que después se va, pero se va consolidando un número estable de habitantes, con un grupo motor muy compacto y acogedor que da estabilidad y continuidad al proyecto. Con la llegada del siglo XXI, el ejemplo cunde y se produce otra oleada de okupaciones: Rala, Artanga, Aizkurgi, Ulozi, Urniza, o Uliberri (reokupado), entre otros. Se despliegan redes de cooperación informal y apoyo mutuo, y hay intentos de formalizarlas. Surge la Red de Pueblos Okupados, en la actualidad poco operativa, aunque no por ello han desaparecido la cooperación y la solidaridad.
En la actualidad, unas 20 personas viven de manera continua en Aritzkuren. A lo largo del año se organizan cursos, talleres y encuentros. Sus edificios, calles y caminos acogen a visitantes que acuden a actividades en torno a la autogestión, la construcción tradicional y la bioconstrucción, el manejo de huertas, el cuidado de semillas tradicionales, el empleo de plantas medicionales, o la salud corporal y mental. Desde hace más de quince años, se celebra anualmente el Encuentro de Txikis, una suerte de campamento infantil-familiar autogestionado, orientado a la educación ambiental con niños y niñas. Las jornadas han ido sedimentando una comunidad infantil y juvenil entusiasta de la vida común y rural en este bello rincón del mundo.
La pandemia también ha hecho que se aplacen las fiestas del pueblo en este vigésimo quinto aniversario.
En el plano económico, además de los huertos, los animales y las actividades de construcción tradicional, hay dos iniciativas que sustentan la caja común del pueblo. Por un lado, la Tienduka, que produce y comercializa cosmética natural y plantas silvestres y aromáticas... en medio de las dificultades que el actual marco jurídico pone a estas actividades y a la venta directa de los productores. Por otra parte, Aritzkuren Bidezain, que organiza cursos y actividades de autocuidado y salud integral. Esta última iniciativa participa en la plataforma Bizilur de EHNE Nafarroa. Dicha red agrupa a tres decenas de productores ecológicos que trabajan por la soberanía alimentaria, el comercio de cercanía y el apoyo a la producción local y respetuosa con la tierra. En estos momentos, ambas vías de financiación están suspendidas por la actual crisis sanitaria. La pandemia también ha hecho que se aplacen las fiestas del pueblo en este vigésimo quinto aniversario. La celebración ha quedado suspendida a la espera de que finalice la restricción de movimientos.
HOY ES EL FUTURO
La incertidumbre en la que vivimos buena parte de la humanidad también afecta a las personas que habitan los pueblos okupados. Sin embargo, es posible que estén mejor preparadas para afrontar el cambio de paradigma económico, político y mental que vamos a necesitar en los tiempos venideros. La vida comunitaria enraizada en la tierra, la economía común, la sobriedad material, la riqueza de los vínculos sociales, o la solidaridad y la autogestión, son valores que dan resiliencia a estas comunidades, Por eso, son ensayos que muestran el camino hacia un mundo alejado del consumismo y del individualismom y de la competencia darwinista y despiadada del capitalismo catastrófico que nos domina. Semillas de esperanza en la oscuridad.
Es previsible que en el futuro más inmediato haya otra oleada de retorno al campo, al sector primario. Llegan rumores de que ya hay proyectos en marcha en estos valles que la historia del capitalismo pretendió sepultar.
Es previsible que en el futuro más inmediato haya otra oleada de retorno al campo, al sector primario. Llegan rumores de que ya hay proyectos en marcha en estos valles que la historia del capitalismo pretendió sepultar.
Mientas tanto, no podemos sino felicitar a Aritzkuren por haber llegado al primer cuarto de siglo de su “segunda historia”. Y no queremos olvidar en esta celebración a Jonfox y a Iñaki, que nos dejaron huérfan@s demasiado pronto. Sin lo que ellos nos brindaron todo habría sido mucho más difícil o, directamente, no hubiera sucedido. Siguen vivos en nuestro recuerdo y en el paisaje.
Con la certeza de que vendrán más aniversarios y de que juntas danzaremos, con la seguridad de que nacerán nuevos proyectos, convencid@s de que el futuro corre a favor de las pequeñas gentes y de que en los pequeños pueblos se hacen cosas muy grandes... sólo nos resta gritar a los cuatro vientos: zorionak Aritzkuren!