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La empresa de transportes Galicia fue otra de las creaciones del inigualable Laureano Cerrada. Mientras él, en Francia se dedicaba a la falsificación de todo tipo de documentos y monedas, sobre todo pesetas españolas, su imaginación no paraba, y visto, que la confrontación frontal contra el franquismo dejaba más malas noticias que buenas, se decidió a ir por lo legal. ¡¡Esperar un poco, no os alarméis!!. Ni Laureano se había vuelto loco ni había abandonado la actuación conspirativa, simplemente probaba formulas nuevas, pero sin desistir ni de su estilo, ni de sus fines.
Para ello, primero se envió a España a Luis Robla quien sería el testaferro de la empresa en cuestión, con la intención de reconstituir el Comité Regional de la CNT de Aragón, y ya puestos, crear una red de pasos y bases para la guerrilla libertaria. Junto a Robla viajó Manuel Rodríguez Ureña como delegado de la FAI, además, su profesión era la de mecánico, cosa que venía como anillo al dedo. Una vez el leonés estuvo afincado en la capital maña, no había mejor manera de pasar desapercibido por el país que montando una agencia de transportes. Y a ello que se puso. Lo primero era adquirir unos camiones, y una subasta del ejercito era un buen lugar para hacerlo, de allí salieron los dos Studebaker de 10 toneladas* (Un breve vistazo en internet para conseguir una imagen de los mismos me hace descubrir camiones Studebaker fabricados para el uso del ejército durante la 2ª Guerra Mundial de 2´5, 3´2, 3´6 y 4´6 toneladas, no encuentro de 10, o quizás simplemente no busqué lo suficiente) con los que empezar el trabajo, costaron 400.000 pesetas, que por supuesto pagó la Sección Fomento. Lo siguiente fue contratar a un compañero transportista que viviera en la zona, que resulto ser el gallego José González Feijóo “el Americano”, a quien pronto pusieron al tanto del asunto que Cerrada y Robla se traían entre manos. El tercer paso fue la compra de una sede, consistente en un garaje, su pertinente taller y una vivienda encima para no llamar la atención.
Una vez constituida legalmente la empresa, adquiridos sede y camiones, se acudió a la organización confederal aragonesa para contratar chóferes y mecánicos. Y empezaron los movimientos, se transportaba estiercol a Valencia, o bien frutas con destino Zaragoza, o maquinaria dirección Bilbao. El negocio iba viento en popa, era legal y daba beneficios. Pronto se pasó a las cosas serias, se modificaron las cajas de los camiones para que tuvieran un doble fondo, en las cuales pasar documentos, moneda falsa, propaganda, armamento e incluso personas, ya fuese para el transito de las mismas o como para vigilancia de objetivos. Pronto algunos compañeros venidos de Francia sustituyeron a parte del equipo zaragozano. Además se iban tejiendo redes y puntos seguros para su futuro uso por parte de los grupos que irían pasando desde Francia.
Otra de las finalidades de Robla en la capital maña era la preparación de la “Operación Pánico”, consistente en la eliminación física tanto del gobernador de la capital como del arzobispo de Zaragoza, este elemento en cuestión se llamaba Rigoberto Domenech Valls y entre otras joyitas tenía como condecoración la gran cruz de la orden imperial del yugo y las flechas, efectivamente, otro personaje completamente apolítico de aquella iglesia de los pobres. El grupo ejecutor usaría los camiones como medio de evacuación segura tras el atentado, escondidos en el doble fondo, bajo una capa de sirrio que ya había sido contratada. Mientras se iba trazando el plan, comentar que los camiones fueron usados para el transporte de las pesetas falsas de Cerrada, la mayor parte de las veces para su cambio, pero en alguna ocasión para ir inundando de papel moneda ciertas zonas y crear desconcierto en las autoridades. Y cuando todo parecía funcionar a la perfección, se torció el asunto.
En mayo de 1948 había convocado un pleno informativo en Madrid, al que acudieron Robla y Rodríguez Ureña, al parecer, la represión motivada contra el movimiento libertario tras la fuga de Ocaña del 8 de ese mismo mes, alcanzó a parte de los asistentes al mismo. Robla pasó desapercibido gracias a ir vestido como un empresario y al aviso recibido por medio de Baltasar Hernando. Le faltó tiempo para poner pies en polvorosa. Tras las detenciones de la capital y la información que sacó la BPS tras los sutiles interrogatorios, la represión se extendió tanto a Barcelona como a Zaragoza, y en la capital maña, uno de los lugares visitados por las huestes de la político social, no podía ser otro que la sede de la empresa de transportes. En agosto una redada acabó con la detención de 27 libertarios, entre ellos, “el Americano” y dos de los mecánicos de la empresa, el venido de Francia Manuel Rodríguez Ureña y el riojano José Medina Royo. El consejo de guerra se celebró el 15 de junio de 1949 y los tres implicados de la empresa fueron condenados a 12 años y un día de reclusión. Luis Robla consiguió esquivar la represión y gracias a la documentación falsa creada por Cerrada, primero tomó un tren a Pamplona y desde allí por medio de guías de la organización, cruzó la muga salvadora. Reproducimos aquí un extracto de lo publicado por la prensa al respecto de las detenciones:
“Lo ocurrido fue que la acción tenaz de vigilancia activa que llevo a cabo la Brigada Político Social de Madrid, llevo a esta al conocimiento de que elementos entrados clandestinamente de Francia pretendían producir actos de sabotaje para intentar deslucir los que tuvieron lugar el pasado 19 de julio en conmemoración de la victoria. Una atenta observación situó en Zaragoza el lugar elegido para tales fechorías y dicha brigada destacó a la indicada capital un grupo de agentes que, actuando con fortuna, logró detener al llamado comité de la CNT clandestina en el número de 27 individuos procedentes de Toulose incautándose de dos cajones con diverso material explosivo y algunas armas.”
Fuentes: La CNT en la encrucijada. Aventuras de un heterodoxo (Luis Andrés Edo), Facerías. Guerrilla urbana 1939-1957 (Antonio Téllez), Los atentados contra Franco (Eliseo Bayo) y archivo personal.