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“Eh, esos de ahí seguro que saben”. Os hablo de cuando no había internet. Seguramente ni móvil. En una ciudad que no era la tuya y con ganas de tomar algo, Google Maps podía fácilmente ser un tío con una camiseta de Berri Txarrak. Ese y su panda te llevaban fijo a un bar potable y seguro. Muchas noches han dependido siempre de avistamientos así.
No ha habido nunca muchas camisetas de Berri Txarrak por la calle, también es verdad. A ver, más que de Zanussi pero menos que de Lendakaris Muertos o Zoo. Hoy, cuando anuncian su parón indefinido y la perspectiva se impone, se hace evidentísimo que tras esa apariencia de trayectoria de perfil medio-bajo lo que hay es una animalada de cuidado.
Agosto de 1994, primer concierto en fiestas de Lekunberri, de su pueblo, aprovechando el descanso de la verbena. Febrero de 2018, concierto número 1.000 en Auckland, Nueva Zelanda. En medio, nada parecido a la magia.
Curro. Mucho curro, puto curro. Desgaste físico, emocional. Escribir, discutir, grabar, repetir, cargar, furgoneta, llegar, probar, tensión, catarsis, vacío. Vuelta. Tratar de mantener a tu banda, tu vida pero también un producto, en el punto más aproximado al que sea tu ideal. Desgaste emocional y físico, como dice Gorka en el comunicado. “Berri Txarrak lega nueve álbumes de estudio, un documental y un recopilatorio. Más de 100 canciones que seguirán vivas cada vez que alguien las escuche o cante, que al fin y al cabo es de lo que se trata”, decía también.
En el bar al que iba habitualmente volaban los minis cuando sonaba “Denak ez du balio”. Quién no se ha cagado en dios con “Zirkua” de fondo. O llorado de rabia con “Maravillas”. O cambiado “Breaking the law” por “Véndemelo”.
Eso por fuera, porque a nivel interno Berri Txarrak simbolizaban el cambio de época sin solución de la música. De la ilusión a grabar discos, a salir de tu geografía a base de cedés originales pero también de muchos Verbatim tostados, a tocar mucho —para mucha gente, como me recuerda la periodista Analía Plaza que le pasa, es el grupo visto más veces en directo—, a encarar cada concierto como si fuera el último —sea para una sola persona como el año pasado en Francia o metiendo 10.000 en el flamante BEC—, a grabar con Albini, a la autoedición. A terminar.
Berri Txarrak termina y lo hace por respeto a sí mismos y a quienes les seguíamos. Dicen también, literalmente, que quieren “evitar la nostalgia y el drama”. Yo, de momento, creo que cumplo, pero no prometo lo inaguantable que puedo ponerme cuando en la gira de despedida empiece a sonar “Denak ez du balio”.
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Grandes Berri ....menudo viaje mas intenso.
La vida ha sido salvaje y cruda como el grito de la furia.
Gora Berri Txarrak.
Siempre vuestros.