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Una ficción es una herramienta antropológica de fuerza subversiva. Ayuda a situar movimientos sociales en otros contextos posibles, a investigar desde las emociones o las experiencias imaginadas, que también son emociones encapsuladas en otras vivencias. La escritora y periodista Laia Viñas (Cherta, 1997) es una maestra en esta labor. Ganadora del Premio Documenta 2020 con su debut novelístico Les closques (L’Altra Editorial, 2021) y codirectora del diario digital A Prop, donde pone en relevancia la actualidad de las Tierras del Ebro, algo a lo que también contribuye con su potente obra literaria.
Con su segunda novela, Aquí baix (L’Altra Editorial, 2024), contextualiza la influencia de la Ruta del Bacalao en este territorio liminar que vincula Catalunya con el País Valencià. Una conexión invisibilizada que le llega desde la narrativa personal de su propia familia, agentes activos de su disfrute, y que ha convertido en un relato sobre las potencias del hedonismo y la amistad, en un entorno tan estigmatizado, uno de los focos de expansión de la música electrónica en nuestra península.
¿Quién es la pareja que aparece en portada y qué te contaron sobre el relato que aparece en este libro? ¿Cuándo y cómo se destapa en vuestra relación su participación en esta ruta de ocio secreto entre la zona del Ebro y el País Valencià? Y, por ambas partes, ¿con qué sentimientos vivís este relato?
Las personas que hay en la portada son mis padres a principios de los años 90 en la discoteca Plató, en Alcanar Platja. Mis padres siempre han vivido la fiesta con mucha naturalidad, como una forma de ocio más, así que yo nunca identifiqué salir como algo demonizable, sino que lo asocié enseguida a la diversión, al buen rollo. La relación que tuvieron ellos con la ruta fue la de muchos jóvenes catalanes y de la zona del Ebro que bajaban a veces a València, se divertían el fin de semana y volvían a casa para empezar a trabajar el lunes a las seis o las siete de la mañana. En mi casa había CD grabados con música de la ruta y se escuchaban a menudo, así que han vivido la escritura de esta novela con ilusión y, supongo, con nostalgia, porque hemos hablado bastante del tema y me he servido de muchos de esos recuerdos para después deformarlos y convertirlos en ficción.
¿Cómo se vive esta conexión entre València y las Tierras del Ebro en el presente? ¿Hay también un deseo de la reivindicación/desestigmatización de estas formas de ocio y una respuesta al sensacionalismo de los medios de comunicación?
Creo que la ruta no se ha ido del todo en algunas zonas. Supongo que pasa en València y desde luego pasa en Terres de l’Ebre. Hay fiestas en honor a la ruta que se llenan de gente de todas las generaciones, la gente joven sigue prendada de la música. Desde que somos niños y empezamos a asistir al baile de las fiestas del pueblo oímos sus temas míticos, seguramente los más comerciales y tardíos, pero nos han llegado desde siempre. Las noches siempre acaban con temas remember, que en mi zona es algo casi sagrado y no sé si en otras partes se venera tanto. Pero luego te pones a hablar de la ruta y sale lo de siempre: parquineo, pastillas y Chimo Bayo.
No me interesaba tanto reivindicar los aspectos artísticos del movimiento porque hay gente que lo vivió y ya lo ha hecho perfectamente, como Joan M. Oleaque o Luis Costa. El hecho de no haberlo vivido, nací en 1997, pero sentirlo cercano me hizo interesarme por él. Pero sobre todo me pregunté: ¿Por qué alguien necesita estar de fiesta tres días seguidos? ¿Qué nos lleva a ello?
Música
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¿Le ves equivalentes actuales? Por ejemplo, las raves del tekno vs breakbeat, el auge de los festivales rurales, viajes a mecas del clubbing como Londres o Berlín, etc.
No sé si hay equivalentes hoy en día ni si volverá a haber algo parecido. Creo que fue una corriente única en muchos aspectos, empezando por su origen, València, que en aquellos años no era un referente cultural, y acabando por el contexto histórico. Eran los 80 y empezaban a salir los primeros nacidos en democracia, se dejaba atrás la Transición y ya se intuía el nuevo milenio, y habían de venir las Olimpiadas del 92. Globalización, apertura. Y a la vez ese desasosiego de una generación que veía que acabaría en el mismo punto que sus padres, con trabajos sin interés pero que les permitían comprarse un apartamento para empezar una vida como todas las demás. Entonces aparecieron treinta kilómetros de discotecas y la oportunidad de despejar la cabeza durante 72 horas o más, las que pudieras aguantar. Fue un momento en la historia muy concreto, y, además, nadie tenía acceso a internet ni había teléfonos móviles, lo que aumentaba esa sensación de libertad. Los jóvenes salían de casa el viernes y hasta el domingo nadie sabía nada de ellos. Fiesta sin preocupaciones ni interrupciones.
No podemos decir que fue un espacio libre de agresiones, pero en la ruta, las mujeres dejaron de ser un trozo de carne para convertirse en agentes activos del meollo, en participantes de pleno derecho
La nocturnidad es el espacio donde se permite transgredir la norma y habitar los cuerpos y las actitudes con les que muches soñamos. Como vaticina la protagonista, ¿de la ruta ha salido la sociedad del futuro? ¿el salir y conectarnos puede volvernos mejores personas?
Hay una parte del ocio nocturno que, al menos para mí, es todo eso, sí, reunión, estrechar vínculos, crear comunidad y mantenerla. La ruta subió como la espuma porque fue un movimiento contracultural que te permitía conocer a iguales, a gente que tenía ganas de experimentar realidades distintas en un entorno singular. La protagonista está convencida que la ruta cambiará la sociedad, la hará más igualitaria, menos machista, menos rancia. A lo mejor se equivoca, pero lo que ella experimenta es una apertura en muchos sentidos, y como mujer vemos que se siente segura en una discoteca, algo que en años anteriores seguramente no le pasaba. Oleaque lo explica en En éxtasis y fue de las cosas que más me llamó la atención del libro. No podemos decir que fue un espacio libre de agresiones, pero en la ruta, las mujeres dejaron de ser un trozo de carne para convertirse en agentes activos del meollo, en participantes de pleno derecho. Eso le da a la protagonista una falsa sensación de que el mundo cambia ante ella y que seguirá siempre así, para bien.
¿Por qué es importante que este relato se viviera a través de esta protagonista que lo toma todo —en un sentido amplio— de las ganas de vivir? ¿El hecho de que su nombre no aparezca hasta bien avanzado el relato es una forma de que podamos ser ella mientras lo leemos?
Sí, todos somos ella, un poco. Sabemos su nombre solo al final porque no es importante, igual como no son importantes ni existen los nombres de los otros personajes que no pertenecen a la pandilla. Quería escribir una novela de amistad por encima de todo, y cuando tienes buenos amigos, las otras personas dan un poco igual. Sus amigos son lo principal y el amor que siente por ellos es el motor de la novela. No es para nada perfecta, le vemos los defectos en seguida y ella no se esfuerza en aparentar lo que no es, pero espero que los lectores la quieran por lo mucho que ama a su grupo.
Frente a la presencia de relatos periodísticos y musicales en torno a la ruta del bacalao, reivindicar no lo musical, lo sensacionalista, ni los grandes nombres de clubes y de artífices, sino lo anónimo y experiencial, ¿es una forma de relato feminista? En el sentido de que da valor a lo que se escribe entre las grietas de lo ficcionado, lo (inter)personal, desde las pequeñas cosas que, según algunas de tus entrevistas, son donde reside lo importante para ti como escritora.
No quería escribir un libro donde la gente pudiera reconocer del todo los lugares, ni las canciones, ni los DJ, ni los bares. Los protagonistas del libro, un grupo de seis amigos, son jóvenes que viven una ruta ya masificada. Seguramente asistimos a sus últimas excursiones desde el Delta de l’Ebre hacia València, porque están en un momento vital en el que la adultez les obliga a tomar determinadas decisiones. Para mí lo importante era contar esa época de sus vidas, y situarlos en un escenario tan apasionante como la ruta, claro, pero también quería evitar que el movimiento se comiera la historia. En el momento de escribir me divertían mucho los pasajes en los que están en las discotecas, haciendo parquineo o comiendo en algún bar de subida a casa. Pero creo que hubiera aborrecido tener que documentarme hasta el extremo para describir al dedillo cada discoteca, por ejemplo. En el libro no cuento la historia de la Ruta del bacalao, sino la de un puñado de amigos que la vivieron.
Tu escritura rebosa placer tanto en la temática central del libro —ocio y relaciones—, como en otros aspectos como la gastronomía, los paisajes, el interiorismo, la estética y el vestuario, ¿hasta qué punto es intencionado y cómo sirve al texto? ¿Quizás el tema del sexo ha quedado un poco relegado por algún motivo en concreto?
Me lo paso genial simplemente describiendo, y también lo disfruto cuando leo. Si algo importante de la trama pasa en una habitación, me gusta saber cómo es la estancia, qué objetos hay, qué están comiendo los personajes y qué ambiente se respira. Hay mucho placer en esta novela, predomina una actitud hedonista, quería que el lector se lo pasara igual de bien como los personajes, que son felices no solo bailando, también cuando pasean por su pueblo o se bañan en el mar. La protagonista es muy crítica con lo que la rodea, y es cínica a veces, pero es muy observadora y tiene capacidad para emocionarse con cosas pequeñas. Le gusta mucho su vida. Sí que es verdad que el sexo no tiene una gran importancia en la trama, precisamente por lo dicho anteriormente sobre las prioridades que se establecieron en la ruta. Salir de fiesta estaba más ligado a la reunión y a la comunidad, y no es que en la ruta no se ligara, pero entiendo que hubo un cambio respecto a épocas anteriores donde los bailes y estos espacios servían, principalmente, para crear parejas.
La imagen de gente volviendo de fiesta y los creyentes entrando o saliendo de misa me encanta. Es algo que suele suceder y es muy gracioso, y más en un pueblo pequeño como el de la novela
¿Y qué usos literarios le das a los ritos y a la religión en esta novela? Pienso, por ejemplo, en el momento en el que la protagonista vive un viaje de éxtasis parejo al religioso o en la relación de otra de las protagonistas con el cristianismo y en cómo convergen físicamente fiesteros y creyentes en el momento en que despunta la mañana.
La imagen de gente volviendo de fiesta y los creyentes entrando o saliendo de misa me encanta. Es algo que suele suceder y es muy gracioso, y más en un pueblo pequeño como el de la novela. En las fiestas del mío, las pubilles tienen que asistir a misa el día después de salir de fiesta y se crean situaciones cómicas. El sábado teteo, el domingo misa, lo dice Quevedo, las referencias religiosas están en todas partes. Hay muchos símbolos católicos en el libro e incluso hay un trapi dentro de una iglesia, y me parecía bueno el contraste entre dos mundos que parecen tan opuestos. No creo en dios y nunca lo he hecho, pero fui a catequesis de los seis a los 16 y, igual que salir de noche, era un espacio donde socializar con mis amigos y me lo pasaba genial. Así que, de alguna manera, el catolicismo no me es ajeno del todo. Me ha servido también como paralelismo, los excesos de los jóvenes se complementan con la opulencia y la falta de humildad de la Iglesia.
Quería crear ficción pura, quería evitar que todo lo que aprendía corrompiera el texto y que este se convirtiera solo en un escaparate de lo que sabía
¿Qué otros referentes o trabajos te han inspirado o servido para documentarte? ¿Tuviste una banda sonora antes, durante o después de su escritura?
Leí En éxtasis de Joan M. Oleaque y ¡Bacalao! Historia de baile en Valencia, 1980-1995 de Luis Costa, miré los documentales que pude encontrar, hablé con gente y también me documenté sobre las diferentes sustancias que se consumían, porque las drogas variaron a medida que cambiaba la ruta y era algo que no me planteé al principio. Intenté tener toda la información necesaria para no sentirme perdida mientras escribía, pero no quería que lo que había encontrado me condicionara. Quería crear ficción pura, quería evitar que todo lo que aprendía corrompiera el texto y que este se convirtiera solo en un escaparate de lo que sabía, así que el proceso de documentación no fue excesivamente largo ni vital para el desarrollo de la novela. En todo momento supe de qué iba mi historia y qué quería contar.
¿Qué límites o a qué nuevos territorios te interesaba abordar en la escritura de esta segunda novela? ¿Y con cuáles has continuado? Por ejemplo, las otras formas de maternidad y vínculos afectivos más complejos, menos estereotipados.
Escribir sobre la amistad era mi mayor aspiración en este proyecto. Escribir sobre la fiesta también me apetecía muchísimo, aunque me costó un poco ver cómo lo encaraba y qué forma le daba a las noches y a los días que pasan metidos en las discotecas. He usado una primera persona acelerada, un presente muy rápido, el ritmo es, a veces, vertiginoso. Sigue habiendo temas que toqué en Les closques que también aparecen en Aquí baix, como esa maternidad poco tradicional, las relaciones familiares, la muerte, que veo que siempre está ahí en todo lo que escribo, o por qué somos como somos. Es decir, cómo nos afectan ciertos acontecimientos de la vida y cómo influyen a posteriori en nuestro carácter. Tengo curiosidad por las personas, me interesan mucho, y cuando escribo quiero conocer a mis personajes y que muestren de dónde vienen y qué les mueve.
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a mi el bacalao me producía un fuerte dolor de cabeza, no tanto como el reguetón es verdad!!, de hecho toda la música que se hizo desde principios de los ochenta hasta la actualidad, salvo el grunge, me daba bastante, bastante igual: era la versión musical del Neoliberalismo hipercapitalista triunfante: que le den a la"música moderna" moderna"1
Si y también donde se movían cómodamente ciertos sectores del fascismo de la época, se de lo que hablo a la perfección.
El "techno", como su propio nombre indica, es uno de los síntomas más evidentes del enfermizo mundo en que vivimos.
Hay quien no lo quiere entender, pero los espacios que se crean alrededor del techno y el baile, sin ser perfectos, vienen a ser lo más avanzado a lo que hemos llegado como especie. Espacios donde la dualidad entre lo que es ser yo y nosotros se reduce radicalmente y, sobretodo, donde el “otros” casi no existe.
Techno para cambiar el mundo.