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Música
Diez años sin Poly Styrene, el retrato definitivo del punk
Ninguna figura encarna mejor el estallido del punk que Poly Styrene, fallecida hace diez años. Ni Joe Strummer, vagabundo romántico con ideales socialistas, ni Johnny Rotten, profeta del “no hay futuro” que ha acabado caricaturizado como bufón repetidor de proclamas de la extrema derecha. Tampoco, si miramos al otro lado del charco, el precursor Iggy Pop, con sus insaciables ansias de exceso alimentadas por el hambre pasada. No, el fresco más realista del punk lo pintó una adolescente mulata, con aparato en los dientes, que gritaba contra la obligación de consumir, las imposiciones absurdas y la hipocresía. Como el propio punk, ella se apagó tras dos años de fulgor, dejando para la posteridad uno de los mejores discos de ese huracán que arrasó la música a finales de los años 70: Germfree adolescents, de X-Ray Spex, la banda de Poly Styrene.
Adolescentes sin gérmenes
“Algunas personas dicen que las chicas deben ser vistas pero no escuchadas”, susurra Poly Styrene en la primera frase de “Oh bondage up yours!”, la primera canción de su grupo, antes de gritar “pero yo creo que... oh, ataduras, ¡que os den!”. Luego entran como una locomotora sin maquinista la batería de B.P. Harding, la guitarra de Jak Airport y el saxo frenético de Lora Logic para dar forma a uno de los himnos de la época, a la altura de “Anarchy in the U.K.” de los Pistols, “London’s burning” de los Clash y “Orgasm addict” de Buzzcocks. Publicado en septiembre de 1977, el primer single de X-Ray Spex fue la página inicial del diario que Poly Styrene pretendía escribir mediante las canciones que iba componiendo durante ese verano en el que Londres se llenó de crestas e imperdibles. En su letra habla de “estar esclavizada por la vida material, era un llamamiento por la liberación. Decía: ‘¿Sumisión? ¡Olvídalo! No me dejaré atar por las leyes del consumismo ni por mis propios sentidos’”, explicó la creadora al escritor y periodista Jon Savage en el fundamental ensayo England’s dreaming, publicado en 1991 y con edición española en 2009 a cargo de Reservoir Books. Poly Styrene cuenta que en sus canciones trataba el consumismo, la vida de plástico, artificial, porque “había tanta basura entonces… La idea era hacer una parodia, berrear sobre todo aquello, decir: ‘Mirad, esto es lo que habéis hecho conmigo, me habéis convertido en un pedazo de poliestireno, soy vuestro producto, esto es lo que habéis creado, ¿os gusta?’”.
“Ella fue a la vez un cliché y la cosa más alejada posible de un cliché. Esa contradicción conforma gran parte del arte y la música de mi madre”, dice Celeste Bell, la hija de Poly Styrene
Celeste Bell, la hija de Poly Styrene, opina que “Oh bondage up yours!” fue su himno al mundo, “con el que desafiaba al oyente a reconsiderar lo que significa ser verdaderamente libre”. Bell estrenó en marzo el documental Poly Styrene: I am a cliché, en el que ha querido contar un par de historias: la de la vida y obra de su madre, y la de la relación entre ellas dos. Para titular la película recurrió a la canción que ocupaba la cara b de ese primer sencillo de X-Ray Spex. “Hasta cierto punto, todas las personas somos clichés —dice a El Salto—, mi madre apuntaba hacia esto en esa canción. Ella fue a la vez un cliché y la cosa más alejada posible de un cliché. Esa contradicción conforma gran parte del arte y la música de mi madre”.
En ese retrato de Poly Styrene esbozado con trazos antitéticos, Bell reconoce que el punk no fue algo “característico” de su infancia, pese a ser hija de uno de los nombres importantes del género: “Mi madre mostraba muy poco interés por el punk, nunca ponía música punk, ni siquiera la suya”. Poly Styrene le habló, según recuerda, de lo mucho que le inspiraba el punk, pero también de la violencia en los conciertos, los escupitajos o la escasez de mujeres entre el público y cómo eso le hacía sentir ansiedad cuando iban a actuar.
Unos meses antes del lanzamiento del single, “Oh bondage up yours!” apareció en un disco grabado en directo, un recopilatorio que documentaba lo que estaba sucediendo aquel 1977 en la londinense sala Roxy: un pandemonio en el que muchos grupos punk daban sus primeros pasos. X-Ray Spex tocaron allí en marzo y repitieron el 16 de abril, en una velada que incluía a Wire, Buzzcocks y Johnny Moped. El cronista Jon Savage escribió sobre aquel concierto que “X-Ray Spex son los que parecen tener más posibilidades de gustar. Su sonido es elemental pero compacto y emotivo, y, lo más importante, está bien conjuntado. Poly revolotea por el escenario, sin hacer caso de los pelmas que no paran de interrumpir. La mayor parte del público se queda fascinada, incluso Ari, de las Slits, que había venido a reventar el concierto”.
La venganza de las punks
Tras más de cuatro décadas dedicada profesionalmente a la música y sus entornos —periodista, relaciones públicas, documentalista, música ocasional—, Vivien Goldman contó en 2019 el motivo por el que comenzó su carrera como comunicadora a finales de los años 70. “Quería compartir el asombro y la pura satisfacción de sentirme identificada que me invadieron la primera vez que oí a Poly Styrene de X-Ray Spex gritar: ‘Oh, ataduras, ¡que os den!’”, se lee en La venganza de las punks (Contra, 2020), un libro en el que Goldman teje una historia feminista de la música. Ella supo de inmediato que “esas ataduras” de las que hablaba la canción no tenían “nada que ver con el sadomasoquismo” sino que se trataba del patriarcado, “del que había oído hablar desde que el feminismo se empezó a filtrar unos años antes”.
Goldman sostiene que Poly Styrene era “perfecta para el punk, que giraba en torno a la incomodidad que producía el statu quo y cómo ponerlo contra las cuerdas” y también confiesa que resultó una “aparición liberadora inmediata” para ella. Con una bolsa de basura negra por vestido y un colador por sombrero, le estaba gritando que “podía formar parte de una comunidad de chicas creativas y músicas”. Con esas palabras alude a las numerosas mujeres que integraron la galaxia punk. Grupos como las Slits, The Raincoats, Delta 5, The Au Pairs o personalidades como la icónica Siouxsie Sioux; Chrissie Hynde, la estadounidense afincada en Londres que haría carrera con Pretenders; Fay Fife cantando con los escoceses Rezillos; Pauline Murray al frente de Penetration; la bajista de The Adverts, Gaye Black, o una jovencísima Neneh Cherry en Rip Rig + Panic son nombres imprescindibles para entender el terremoto que experimentó la música durante esos años.
“Para la industria musical de la vieja escuela —desarrolla Goldman en el libro—, artistas como Poly Styrene, la primera punk de raza mixta, con su pelo encrespado y aparato dental, probablemente habrían sido consideradas infollables y, por tanto, no comercializables”. Sin embargo, señala, “con su oído para lo pegadizo, ingenio mordaz y extensa conciencia política y espiritual, Styrene se convirtió en una de las mayores heroínas del punk y su aullido liberado hizo añicos la idea de que las chicas tenían que cantar bonito para que alguien las escuchase”.
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El 30 de abril de 1978, la Anti-Nazi League y el movimiento Rock Against Racism convocaron una manifestación en Londres desde Trafalgar Square hasta Victoria Park, donde se celebraría un festival contra el racismo con algunos de los mejores grupos punk del momento, como los Clash, Tom Robinson Band, The Ruts o X-Ray Spex, un año después de aquellas actuaciones en el Roxy, y otros de reggae como Steel Pulse. Con más de 100.000 asistentes, la marcha y los conciertos fueron una demostración de fuerza y un freno a la infiltración de la extrema derecha, que ya intentaba aprovechar el tirón del punk entre la juventud. Poly Styrene apareció sobre el escenario con un tocado que se quitó para mostrar su cabeza afeitada. La imagen empezaba a convertirse en una obsesión recurrente para ella.
A la manifestación y al festival acudió otro veinteañero como Poly Styrene, aunque en su caso en calidad de público. Para Billy Bragg, que más tarde se convertiría en el cantautor político más influyente en Reino Unido, asistir a los dos actos fue un punto de inflexión. “Cuando fui al concierto de Rock Against Racism a ver a los Clash, después de una gran manifestación contra el racismo, había miles de chavales como yo, había muchas mujeres, muchos chicos gays. Ese día me di cuenta de que mi generación se definía en oposición a la discriminación de cualquier tipo, ya fuese sobre las mujeres o los homosexuales. La cosa no iba solo de manifestarse contra el racismo, que era lo que yo esperaba. Esto me hizo darme cuenta de que era mucho más grande, iba más allá de eso”, contaba Bragg a El Salto en una entrevista en 2017.
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Según recordaba el músico, lo importante no fueron los Clash, que no le dieron “el coraje para defender mis convicciones”, sino que lo hizo “ser parte de la audiencia que compartía valores aquella noche. Me di cuenta de que no estaba solo”.
Mi cabeza es una bolsa de plástico
Hija de la diáspora y con una familia a distancia —madre soltera británica, padre somalí ausente—, Poly Styrene lidió toda la vida con dualidades que afectaban a su percepción de sí misma y en las que no terminaba de encajar: blanca o negra, islam o cristianismo, Oriente u Occidente. Ahora se añadía una más: anonimato o fama. Quizá sin quererlo, seguro sin buscarlo, en el verano de 1978 ya era casi una estrella, con su particular estética y apenas seis canciones publicadas en las que describía ese proceso de consumo y comercialización que ella celebraba y superaba a la vez. En julio llegó a las tiendas el tercer single de X-Ray Spex, ya bajo contrato con la multinacional EMI y sin Lora Logic —que había vuelto al instituto, posteriormente formaría el grupo Essential Logic—, una canción en la que Poly Styrene daba rienda suelta a sus preocupaciones sobre la identidad personal. Escrita a partir de un suceso que podría haber acabado mal —la autolesión, presenciada por ella, que una dependienta de Sex se infligió en el baño del Roxy—, en “Identity” le canta a los límites que imponen las etiquetas con versos como “la identidad es la crisis, ¿no lo ves?, ¿te ves cuando te miras en el espejo?, ¿te ves en la pantalla de la televisión?”.
Vivien Goldman entiende que Poly Styrene se convirtió con esta canción en una visionaria “a la hora de articular la búsqueda de la identidad de una forma tan específica que expresaba la ansiedad de su generación y las venideras, pues nació en un momento crucial de cambios sociales”. Jon Savage, sin embargo, divisa en ella algunas cuestiones que estallarían poco después: “Frustrada por las exigencias de imagen que la industria musical esperaba de una intérprete femenina, las exigencias de un público que esperaba ramalama cuando lo que ella quería era progresar, y empujada por su incapacidad de alcanzar cierta trascendencia, Poly lo puso todo en la grabación de aquella canción, que, más que una reflexión sobre la identidad, acaba siendo una desesperada llamada de socorro de una identidad al borde de la desintegración”.
Germfree adolescents, el primer disco largo de X-Ray Spex, se publicó en noviembre de 1978 y confirmó lo que habían anticipado los sencillos previos: se trataba de un grupo punk cuya originalidad iba más allá de incluir un saxofón, lo suyo era una semilla que germinó algún tiempo después. Celeste Bell recuerda que empezó a escuchar el disco con 15 años y se hizo fan de inmediato. Hoy lo sitúa entre los 50 mejores álbumes de la historia, “y lo digo objetivamente”. Para ella, Germfree adolescents es “genial” porque hace dos cosas muy difíciles: decir algo importante y decirlo de una manera melódica, pegadiza. “Las canciones son esencialmente canciones pop, pero canciones pop con profundidad y significado”, evalúa.
“Su escasa discografía está congelada en el tiempo, como si fuera un fósil que descubres intacto con toda su magia años después”, apunta la periodista Laura Pardo, quien a mediados de los años 90 cantaba en Aerobitch, un grupo de punk rabioso, muy inspirado en el hardcore estadounidense, que escupió bilis y paseó su poderío por media Europa.
Ella opina que no se valora suficientemente a X-Ray Spex, pese a que abundan los motivos para recordar al grupo: “No suele ser de los primeros que se mencionan cuando se habla de punk británico, ni tampoco cuando se piensa en punk fundado por mujeres. No sé si es por la carrera tan corta que tuvieron o porque eran tan genuinamente diferentes que no es fácil agruparlos, pero se habla muy poco de ellos, cuando en realidad dejaron un LP absolutamente imprescindible”. Pardo destaca tres cuestiones que conceden al grupo de Poly Styrene un estatuto propio dentro del maremágnum que resultó el punk, como fueron “no dejarse llevar por las tendencias mayoritarias en un movimiento en el que lo que debía primar era el ser tú mismo”; sus letras, “que hablaban de la alienación en el mundo moderno desde una perspectiva que no era tan común”; y su adiós, “tan pronto que no tuvieron tiempo de evolucionar y decepcionarnos (o no)”.
Desde lo personal, recuerda que en su forma de cantar en Aerobitch —grabaron cuatro álbumes y numerosos singles compartidos con otros grupos— había al principio un poso de Poly Styrene, “lo que pasa es que tengo la voz tan grave que me acabé sintiendo más cómoda con una manera de cantar menos aguda”, y que una postal de X-Ray Spex enmarcada ocupa un sitio preferente en el salón de su casa desde que vive sola hace 25 años. “Así que creo que, en mi subconsciente, siempre han estado ahí”, concluye.
Una cinta de casete que escuchaban a menudo en el coche, el espacio donde el trío Hello Cuca compartía música, fue el primer contacto con X-Ray Spex de Mabel Damunt, la bajista del fantástico grupo de rocanrol con toques de surf y garage que, a principios de siglo, se convirtió en leyenda en la escena musical subterránea en España. Aunque admite que estilísticamente no les influyó demasiado, Damunt asegura que Germfree adolescents encarna algo que le interesa mucho de la época, “ese momento en el que empiezan a surgir grupos en los que las mujeres son más visibles y tenían una imagen y hacían una música que era muy original y atractiva y acabaron siendo referentes para otras que vinieron después”.
De hecho, antes de escuchar aquella cinta, el nombre del grupo de Poly Styrene ya le sonaba, por ese eco que amplifica la genealogía feminista. “La primera vez que supe del grupo seguramente fue en alguna entrevista o artículo en el que grupos como Bikini Kill o Bratmobile las citaban como influencia junto a The Slits o The Raincoats. Los grupos riot grrrl siempre hacían listados de grupos que les habían inspirado, referencias a seguir o investigar, y así fue como conocimos de la existencia de esos grupos del punk británico antes de oír su música. Era muy emocionante descubrir no solo lo que estaba pasando con el riot grrrl sino saber que esos grupos no habían surgido de un vacío y te daban pistas para conocer a las que habían estado antes”, rememora la bajista de Hello Cuca.
En uno de los temas de Germfree adolescents, Poly Styrene canta que su mente es como una bolsa de plástico y que en 1977 la gente se había vuelto loca por ver demasiados anuncios. Al igual que “Identity”, “Plastic bag” se puede interpretar como un aviso de que las cosas no iban bien para la cantante. Algo en su cabeza hizo crac durante los meses anteriores a la salida del disco. En la posterior gira de promoción sufrió episodios de visiones, como en Doncaster, cuando de madrugada vio desde la habitación del hotel un disco de color rosa que se movía muy rápido. Poly Styrene entró en crisis, decidió dejar la música, descansar y replantearse lo que hacía y todo lo que la rodeaba. A los 21 años, abandonó su identidad punk. Fue ingresada en un hospital psiquiátrico, diagnosticada erróneamente de esquizofrenia cuando lo que padecía era un trastorno bipolar. En 1980 grabó un disco en solitario, muy alejado del ruido, y unos años después se convirtió al Hare Krishna, de donde saldría en 1988.
“Me aconsejó que siempre tuviera algo en lo que apoyarme, como los estudios, porque la industria de la música es una industria cruel y veleidosa que mastica y escupe a los artistas”, recuerda Celeste Bell
Celeste Bell, que en 2019 publicó la biografía Day Glo!: The Poly Styrene Story, se pregunta si la vida de su madre habría sido más feliz sin la fama. Ella cree que las experiencias y exigencias de la música probablemente desencadenaron desórdenes mentales que estaban latentes. “Me aconsejó que siempre tuviera algo en lo que apoyarme, como los estudios, porque la industria de la música es una industria cruel y veleidosa que mastica y escupe a los artistas, y no una carrera que aporte estabilidad económica para la inmensa mayoría de quienes trabajan en ella”, comenta a El Salto. En La venganza de las punks, Vivien Goldman lo resume diciendo que “para una pensadora original como Styrene, la trayectoria oficial de la industria resultaba una tortura”, y también destaca que, a pesar de todo, “su creatividad efervescente persistió, siempre avanzando y tratando con ingenio cuestiones como la automatización y la ecología antes de que fueran un debate de masas”.
El reencuentro de dos supervivientes
Un mes antes de morir, Poly Styrene firmó su testamento artístico. El 27 de marzo de 2011 vio la luz Generation Indigo, un notable disco de regreso —personal, contemporáneo, variado— de una mujer madura que, durante su composición, afrontaba las últimas fases de una enfermedad terminal. En él abordó asuntos como las relaciones personales mediadas por internet. En los meses previos a la grabación, Poly Styrene se reencontró con una mujer de biografía similar a la suya: Viv Albertine, la que fuera guitarrista de las Slits. Otra superviviente al punk y, en su caso, también a un cáncer. Quedaban semanalmente para tomar café y hablar de música. “Nuestra situación era bastante parecida, las dos intentábamos volver después de muchos años de silencio, solo que algunos de sus temas tuvieron mucho éxito y era más conocida que yo”, cuenta Albertine en Ropa, música, chicos (Anagrama, 2017), la estupenda autobiografía en la que asegura que esas conversaciones ayudaron a Poly Styrene a dar forma al disco.
“Ella no había querido retomar la música porque sentía que ya había superado la etapa punk, pero cuando oyó mis canciones se dio cuenta de que existía un modo de hacer música, grabada o en vivo, compatible con nuestra vida adulta”, revela la guitarrista, quien entiende que, de alguna forma, su cercanía fue un incentivo. “Estoy contenta de que Poly recuperase su fuerza y grabase otro disco antes de morir. Se puso a ello de inmediato y lo terminó mucho antes de que yo concluyera el mío, era una persona realmente dinámica”, se lee en el libro, junto a una confesión de lo que pensó en el funeral de su amiga: “Intentaré ser tan buena como lo era Poly, eso es lo que más echaré de menos de ella”. Poly Styrene es uno de los nombres que Viv Albertine menciona en “Still England”, la canción que cierra su disco The vermillion border, publicado en 2012, en la que enumera artistas y movimientos culturales del siglo XX importantes para ella.
“Hay muchas Poly Styrene por ahí ahora mismo”, concluye Celeste Bell, quien sostiene que la muerte de la industria musical tradicional “ha obligado a los artistas jóvenes a hacer las cosas por sí mismos”. Ahí encuentra una conexión con la obra de su madre: “El hazlo tú misma es uno de sus legados más duraderos, hoy muchos artistas siguen llevando sus propios sellos, diseñando y vendiendo su propia ropa, creando arte visual. Eso es lo que mi madre hizo mejor”.