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Literatura
“Es señora”
Cuando escribí este artículo, eran las dos de la tarde y el calor parisino abrasaba como el barcelonés. Hoy ya casi es otoño y Alana S. Portero se encuentra en la capital gala para presentar su primera novela, La mala costumbre. Una lectura programada en la Casa de la Poesía y una nominación al Premio literario de la revista Les Inrockuptibles en la sección de literatura extranjera, son las puertas de entrada de la autora a la metrópoli gala.
Es mi amiga M. quien me envía el libro en un paquete amarillo. En la portada, dos líneas, un nombre, el título del libro. En la ilustración, las palabras “amor” y “vida” separadas por una calavera. Flores blancas, pájaros, “una niña atrapada en un cuerpo que no sabe habitar”, unos tacones, un corazón. Abro la primera página y encuentro una dedicatoria: !con el amor y la complicidad de las brujas del barrio". El barrio, en singular, ese lugar universal reconocible por todas las que hemos habitado la periferia.
Es difícil leer La mala costumbre, y accidentado. Como resbalarse por unas escaleras de un edificio antiguo, ya tan gastadas. Es duro el golpe y el tiempo que ha de pasar hasta reconstruirse. Esta novela es la historia de ese tiempo, un tiempo de armarios, de entradas y salidas, de mucho dolor y de mucho silencio.
Dios mío, qué me estaba haciendo, qué me había hecho todos estos años, qué fórmula del silencio había inventado que me había podrido las entrañas así.
Es, sobre todo, la historia de una liberación. De más de treinta años de liberación. Pequeños ramalazos de luz y de conexiones, espacios cerrados donde reinventarse. Pero también tiene la opresión muchas páginas en este libro. Una opresión proteiforme y multidireccional, que hace de la vida (la verdadera) una sucesión de renuncias: a la libertad, a la expresión, a las redes sororas. El miedo adquiere un monopolio y su mejor aliado es el silencio. El silencio de los hombres. Acabar transformándose en el arquetipo del hombrecillo cobarde, antes que en un macho.
La violencia había sido real y comprendía mis motivaciones, pero el miedo me había dado la vuelta al tablero y todo lo había hecho al revés.
Y después, renacer a través de una muerte cercana. Todo cobra sentido en esta novela que es también una reconciliación con el pasado, con sus atisbos de resistencias y sus lugares emocionales. ¿Qué nos salva, además de la escritura? Pues ya saben: los cuidados y los alimentos. Como resume la autora en una entrevista, “esta es la historia de alguien que lo tiene bastante difícil pero tira para adelante”. Que así siga siendo.