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Movimiento vecinal
Nos vemos en las ondas
Cuando llegó el covid-19, el vecindario de esta parte del Casco Viejo de Iruñea se movilizó rápidamente para mantener su comunidad como hasta ahora y, al mismo tiempo, apoyarse mutuamente en tiempos difíciles. Con una parrilla de apenas una hora, Karrikaluze emite diariamente para todos los hogares de estas dos calles con pisos pequeños en su mayoría y perfil bastante ecléctico: parejas con críos, gente joven compartiendo piso, personas mayores de toda la vida y muy poca gente que vive sola, por el alto precio de los alquileres. Muchas vecinas y vecinos de Calderería y San Agustin han descubierto, gracias al confinamiento, las posibilidades —y las ventajas— de trabajar y divertirse en colectivo.
Pero el tejido social que ha hecho esto posible viene de lejos. “Todo empezó en 2004 después del desalojo del gaztetxe Euskal Jai, que estaba aquí mismo. Se dio un vacío social y cultural, y la calle se nos llenó de cosas que no queríamos —trapicheos, malos comportamientos—, así que teníamos que recuperarla”, comenta Paski, trabajador de la Volskwagen y vecino de San Agustín. “Empezamos a participar en actividades vecinales que ya se estaban organizando aquí al lado en Navarrería, donde también tenían problemas similares. A raíz de aquella experiencia empezamos a organizar nuestras propias actividades en estas dos calles, comenzando por una fiesta de primavera en la que participó mucha gente y ahí empezamos a conocernos. Se trataba de hacer algo diferente para hacer barrio”.
Los problemas serios desaparecieron pero las actividades de calle continuaron. Nerea, que regenta un bar en la calle Calderería, donde también vive, recuerda que “con el cambio municipal creamos un grupo de Washapp para organizarnos y llevar nuestras propias peticiones directamente al ayuntamiento (esta calle ha estado siempre una tanto olvidada). Empezamos unas 15 personas y ahora, con esto del confinamiento, ya somos más de cien”. “Aquí siempre hemos trabajado de manera diferente, sin necesidad de multas ni de Policía municipal, intentando siempre mediar y hablar entre todas las partes”, añade Kepa, vecino de Calderería y fontanero de profesión.
CONECTADAS A TRAVÉS DE UNA RADIO
Una de las primeras iniciativas para “pasar el confinamiento” fue montar un bingo comunitario cantando los números con un micro y un par de altavoces en dos balcones elegidos de forma estratégica. “La gente pedía por teléfono los cartones y yo me encargaba de enviar una foto por el móvil” —comenta Nerea, que ya contabiliza unos 100 cartones—. “En unos días ya jugaba un montón de gente y a algunos comerciantes se les ocurrió donar premios, entonces la cosa se animó”. Después vinieron las peticiones musicales por el móvil, los vídeos colectivos proyectados en una sábana y las quedadas, pero a muchas viviendas solo llegaba ruido. Viendo que la comunicación entre balcones se quedaba corta, surgió la idea de montar una radio como medio al que todo el mundo pudiese acceder de forma sencilla, incluyendo todos los pisos interiores o los áticos sin visión a la calle.
“Al principio hicimos pruebas de emisión en streaming pero nos retrasaba mucho la respuesta, nos dimos cuenta que tenemos a gente mayor o que apenas se mueve, que no tiene conexión, etcétera, y esa es una realidad que teníamos que salvar, así que optamos por emitir por las ondas de toda la vida. El objetivo era llegar a todos los puntos de las dos calles, y a todo tipo de gente”, recuerda Paski, que se encargó de toda la parte técnica del proyecto. Hicieron muy pocas pruebas y empezaron enseguida a emitir en el dial 90.1 de la FM, “buscando frecuencias que no estuvieran ocupadas, con la idea de emitir poco tiempo. Empezamos probando con una canción en bucle para que la gente nos llamara desde todos los puntos para confirmar que se oía. La respuesta fue muy bonita, y enseguida empezamos a emitir”. “El resultado es buenísimo tan solo con un móvil, un micrófono y un teléfono fijo”, añade Kepa, “con cuatro tonterías técnicas pero buscando la participación, y eso se ha conseguido. La gente lo que quiere en realidad es escuchar la voz de sus vecinas y vecinos, el contacto y la cercanía”.
APOYO Y SOLIDARIDAD
Pero no todo está siendo entretenimiento, también se han movilizado para crear una red de solidaridad con todas aquellas personas que lo están pasando mal. Personas sin papeles que ahora mismo no tienen ningún tipo de ingreso: “Algunos bares les ayudamos todo el año, pero ahora en hostelería estamos jodidos también, así que hicimos un llamamiento a la calle y organizamos una red de cestas básicas”. La implicación de tiendas de toda la vida ha sido clave también, como comenta Nerea: “Creo que hay una gran diferencia entre la gente que tiene un negocio y trabaja en él —y además vive en la zona— y la gente que invierte en un negocio para hacer dinero. A mí me interesa llevarme bien con el barrio, no tiene sentido llevarte mal”. Kepa, como vecino, habla de la importancia del respeto mutuo: “yo veo bares en otras calles que son como buitres, acaparan locales y solo miran el balance final del año y les da igual si molestan o no”.
“La gente ha respondido muy bien, y ahora les estamos pidiendo que aporten dinero porque estamos ya en mayo y estas personas tienen que pagar sus habitaciones, ni siquiera hablamos de vivienda. El problema se ha agravado, y además no pueden salir a la calle, a algunos los están deteniendo y ni nos enteramos”, añade Nerea.