Memoria histórica
‘El 47’ y los nadie de la Historia

La película retrata la lucha vecinal y obrera, pero olvida los motivos de la diáspora extremeña, causada por la brutal represión de militares, fascistas y terratenientes sobre una población jornalera que luchó por sus derechos.
El 47 Manuel Vital
El autobús, acompañado por vecinos y vecinas. Fotografía de Noubarris.info.
Dr. Historia Comparada Política y Social (UAB)
1 oct 2024 07:11

La película El 47 está impregnada de mensajes explícitos e implícitos, y de determinadas formas narrativas, que se concretan en una crítica amable, épica y sentimental de la lucha contra la dictadura. Como cualquier producto cultural, contiene un discurso ideológico, unos valores y una forma de entender y presentarnos el mundo. La clase dominante ha utilizado siempre todos los medios a su alcance para defender sus intereses; como decía Malcolm X, “…os harán amar al opresor y odiar al oprimido”. Basta con recordar las películas del Oeste de Hollywood, donde los indios, que son las víctimas de los colonizadores blancos, siempre aparecen como los malos, como después lo serían los vietnamitas. Por eso, a pesar de sus carencias históricas, la película nos ofrece la oportunidad de ver a los eternos perdedores, los trabajadores y, en especial, los trabajadores inmigrantes, disfrutar de una pequeña victoria. Por eso y por su calidad artística, merece la pena verla.

La película dirigida por Manuel Barrera cumple con creces su objetivo: mostrarnos a un superhéroe de barrio –que cantaba Kiko Veneno–, que lucha por sobrevivir en una Barcelona sometida a la dictadura franquista y al capitalismo salvaje. La película es una crítica amable, apta para todos los públicos, de la dictadura franquista, un régimen que se apoyó en la tortura, la prisión y la muerte hasta el último día de su existencia y que todavía alargó su naturaleza criminal durante la Transición.

La película es una crítica amable, apta para todos los públicos, de la dictadura franquista, un régimen que se apoyó en la tortura, la prisión y la muerte hasta el último día de su existencia y que todavía alargó su naturaleza criminal durante la Transición

El 47 es una historia de acción en la cual se echa en falta el héroe colectivo y sus organizaciones, que fueron claves en estas luchas sociales de los años sesenta y setenta de la dictadura franquista: el sindicato de las CC OO y el PSUC, el partido de los comunistas catalanes donde Manuel Vital militaba y luchaba contra la dictadura. Los actores sobre todo Eduard Fernández –Manuel en la ficción– consiguen el objetivo marcado por el director, emocionar al espectador y meterlo en una historia novelada, pero llena de momentos épicos, pero también divertidos, donde incluso aparece, como un humilde empleado municipal, el futuro alcalde de Barcelona, el socialista Pasqual Maragall.

La película es un producto comercial honesto, de calidad y muy acertado, no un documental o cine político, por lo cual, presenta limitaciones en los contenidos y en el análisis, porque el director, no buscaba eso; no le podemos pedir que haga el cine que nosotros queremos. La película buscaba la épica de la lucha vecinal y obrera, pero también sus miserias, dificultades y derrotas, pero para llegar a un punto final esperanzador. David derrota a Goliat.

Torre Baró consiguió tener su línea de autobús, una victoria pírrica, dirán algunos, pero quien subía y bajaba cada día con sus hijos o con sus padres ancianos o ellos mismos después de trabajar no lo consideraban así, eso lo supo entender Manuel Vital y todo el movimiento vecinal de Barcelona y Catalunya, como hemos explicado en el caso del barrio de Ca n’Anglada de Terrassa.[1]

Manuel Vital, la forja de un rebelde

Manuel Vital Velo era un trabajador inmigrado que llegó a Barcelona –en el barrio del Clot, el 1947 y que, el 1951, se instala a Torre Baró– proveniente de Valencia de Alcántara –donde nació, el 2 de octubre de 1923–, la capital de una comarca de la provincia de Cáceres (Extremadura), que sufrió, como toda Extremadura, una dura represión a manos de los falangistas y los militares golpistas –10.594 republicanos extremeños fueron asesinados: un 9‰ de la población frente a un 3‰ de Catalunya (Andalucía 10‰)–; así, su padre, Diego Vital fue asesinado en 1941, por los falangistas de su pueblo y enterrado en la fosa común de la mina de Terría, en la misma localidad.

Vital no es un héroe individual, sino que forma parte de una lucha colectiva, el movimiento obrero y más después del movimiento vecinal, siempre militando en las CC OO. En 1949, dos años después de llegar de Extremadura, entró como conductor de autobuses y trolebuses en Tranvías de Barcelona. Llevaba en la sangre la rebeldía de los jornaleros extremeños, aprendida en las luchas por la tierra y la dignidad. Su voluntad de lucha y su carácter combativo le llevaron a formar parte de la lucha obrera en las clandestinas Comisiones Obreras, convirtiéndose en un líder sindical jurado de empresa, siendo despedido en la huelga de noviembre de 1971.[2]

Vital no es un héroe individual, sino que forma parte de una lucha colectiva, el movimiento obrero y más después del movimiento vecinal, siempre militando en las CC OO

La acción de Vital, no es un caso excepcional, ya antes hubo diversos secuestros de autobuses –Can Franquesa (Santa Coloma de Gramenet), el 2 de agosto de 1973; Nou Barris (Verdum y Roquetes), tres secuestros entre mayo y julio de 1974 o Nou Barris (La Prosperidad) en 1977–, lo que demuestra la coordinación de la lucha vecinal y su organización a finales de la dictadura en toda el área metropolitana. También es imprescindible valorar la participación de las mujeres en el movimiento vecinal –en la película aparecen como subalternas–, así que habría que recordar a Maruja Ruiz o María Ángeles Ribas Ureña del barrio de Canyelles. Pero, es más, donde no se secuestraron autobuses, se realizaron otras acciones de protesta, siempre dirigidas por los vecinos de esos nuevos barrios dormitorios de la periferia urbana creados por la dictadura, barrios donde vivían “els altres catalans” los inmigrantes de la España meridional. Entre ellos siempre destacaron en volumen durante los años del desarrollismo (1960-1975) los andaluces y extremeños, pero no fueron los únicos.

Una cuestión fundamental, para entender todas la formas de lucha que se desarrollaron contra la dictadura, es ver cómo Manuel Vital, igual que ocurrió en otros lugares de Catalunya (Terrassa es un ejemplo paradigmático),[3] practicó la lucha clandestina, pero también el “entrismo” –aprovechar las reglas y leyes de régimen franquista para combatirlo–, siendo a finales de los sesenta, presidente de la Asociación de Cabezas de Familia de Torre Baró (organismo del régimen) –o jurado de empresa en el sindicato franquista–; en 1970 fundó y fue el primer presidente de Nou Barris (Sección Vallbona-Torre Baró-Trinitat) y, a partir de 1978 ocupó el cargo de presidente de la Asociación de Vecinos Torre Baró.

Una cuestión fundamental, para entender todas la formas de lucha que se desarrollaron contra la dictadura, es ver cómo Manuel Vital, igual que ocurrió en otros lugares de Catalunya, practicó la lucha clandestina, pero también el “entrismo”

Manuel Vital Velo, no lo olvidemos, en Extremadura era un rojo, pues era hijo de un “rojo” –asesinado por los falangistas– y al llegar a Catalunya, tanto él, como también su hijo, Manuel Ángel Vital Carballo, seguían siendo “rojos” y comunistas. Padre e hijo fueron procesados por el Tribunal de Orden Público franquista –como ha explicado, el historiador, Marc Andreu Acebal–, el hijo fue condenado a año y medio de prisión, por propaganda ilegal y por formar parte de una célula de CC OO, en 1969; y el padre, acusado de la colocación de una bandera roja con una hoz y un martillo, en el castillo de Torre Baró, en 1974, fue absuelto por falta de pruebas.

Los rojos de Torre Baró y Barcelona, como miles de rojos que llegaron de todo el Estado español a Catalunya, a unirse a los rojos autóctonos, que aquí vivían y luchaban, fueron la base social sobre la que se construyó la lucha contra la dictadura franquista y la identidad catalana. No se pueden individualizar las luchas de los inmigrantes extremeños, pues nosotros, no éramos más que otra fracción más de la clase obrera catalana, es más, ni siquiera la mayoritaria. Este hecho no nos debe llevar a pensar que no se deban investigar y divulgar las biografías de los antifranquistas extremeños –escribimos sobre Manuel Fernández Márquez asesinado por la policía nacional en Sant Adrià de Besòs, en 1974, que nos recordó aquella frase que engloba lo colectivo: “Yo soy yo y mis compañeros”–, todo lo contrario, pero solo, una visión colectiva de las luchas nos permitirá entender lo que sucedió en Catalunya durante el franquismo y la transición,

Extremadura tierra de lucha y emigración

De todas las críticas publicadas sobre la excelente película El 47, en ninguna se han preguntado los autores –no es un reproche– por la razón de la emigración extremeña a Catalunya, Madrid o el País Vasco –también a Terrassa– durante los años 1940-50, esa que llevó a Manuel Vital Veló a Barcelona; la respuesta no es el hambre, que también –pues esa era una de las armas que los terratenientes y caciques utilizaban contra los jornaleros extremeños, la inmensa mayoría de la población–, sino el señalamiento y la humillación continua que sufrieron los hijos y los familiares de los derrotados por el franquismo, jornaleros derrotados, pero no sin luchar, como demostraron durante todo el periodo republicano y antes de este. Esa gran demostración de fuerza se produjo, el 25 de marzo de 1936, cuando miles de jornaleros y yunteros se levantaron contra los terratenientes y caciques, ocupando las tierras de forma pacífica, exigiendo tierra y libertad. Su osadía, su rebeldía, no sería olvidada por los terratenientes, iglesia, militares y fascistas, así que meses después, el agosto de 1936, fueron brutalmente asesinados unos cuatro mil extremeños en la plaza de toros de Badajoz y siete mil más en otras tantas cunetas de toda Extremadura.

Memoria histórica
Memoria histórica El secreto girasol del 25 de Marzo
El 25 de marzo de 1936 un ejército de parias, con yunta o sin yunta, puso en pie la revolución silenciada de Extremadura. ¿Cómo es posible que un acontecimiento de esa trascendencia esté ausente de los programas de estudio y de la “memoria democrática” institucional en Extremadura?

Manolo Vital es el hijo de la identidad extremeña, una identidad de lucha, de sacrificio y de compromiso colectivo, que aprendió en Extremadura durante los años de la Segunda República y que continuó mostrando en Catalunya.[4]

Pero no se rindieron los extremeños sin luchar, a pesar de ser una batalla desigual. Hay que recordar que, en la comarca de Valencia de Alcántara, como explica Julián Chávez Palacios,[5] dos pueblos –de habla galaico-portuguesa– Herrera de Alcántara y Cedillo, resistieron con las armas a los golpistas, lo que les costó exilio, prisión y muerte.[6] Diego, el padre de Manuel, en la capital de la comarca, tuvo poca defensa, los golpistas triunfaron y pasaron por las armas a los dirigentes republicanos y socialistas de la localidad.[7] Tras la guerra, en Valencia de Alcántara, las minas supusieron un cierto alivio para las economías domésticas, pero finalizada la Segunda Guerra Mundial (1945), se produce una angustiosa depresión económica por el declive minero, el cierra de la frontera lusa y la presión fiscal fronteriza que ahoga el comercio y la pequeña industria local.[8] Es justamente por ese motivo, que en 1947, sale de Valencia de Alcántara Manuel Vital y otros valencianos y valencianas, unas mil personas, entre 1945 y 1950.

Manolo Vital es el hijo de la identidad extremeña, una identidad de lucha, de sacrificio y de compromiso colectivo, que aprendió en Extremadura durante los años de la Segunda República y que continuó mostrando en Catalunya

La gran debacle se producirá, entre 1961-1975, cuando casi la mitad de la población se irá de la capital y de la comarca. Esa misma situación se produce en toda Extremadura. En ese mismo periodo, casi medio millón de personas abandonan la región (496.642 es el saldo migratorio). En todo el siglo XX, 833.394 personas emigran; la diáspora extremeña reúne más población que la propia Extremadura.[9]  Estas emigraciones posteriores, pueden parecer solo económicas, pero los que se fueron –y también hoy, en el año 2024, se van– son gente joven, preparada, básicamente trabajadores, que ya no están dispuestos a aceptar el yugo de los terratenientes, ni sus normas ni la falta de libertad que se respira en esos pueblos anclados en el franquismo –o las redes clientelares creadas en democracia por partidos y empresas–. Es evidente que la lucha de los años de la República, la resistencia armada (maquis) y la reorganización de los antifranquistas, consiguió romper el modelo de dominación extremeño, en esos años, pero sobre todo en el final de la dictadura y durante la transición, como reconocía, “el señorito Iván” en la película: “Los Santos inocentes” de Mario Camus: “Los jóvenes, Ministro, no saben ni lo que quieren, que en esta bendita paz que disfrutamos les ha resultado todo demasiado fácil, una guerra les daba yo”.[10]

Tribuna
En respuesta a Rodríguez Ibarra Buena emigrante, mala emigrante
Una reflexión en respuesta a las palabras de Rodríguez Ibarra sobre la emigración extremeña y sobre Álvaro Martín, medallista olímpico que reclamó para la región su festividad en el 25 de marzo, aniversario del levantamiento campesino de 1936.

Esta historia de los inmigrantes, que contribuyeron, como el resto de los trabajadores catalanes, a hacer la Catalunya de hoy, está todavía pendiente y sería de justicia que se hiciera recogiendo también las vivencias de los trabajadores que han llegado aquí en el siglo XXI, de todos los lugares del mundo. La riqueza de una nación son las personas, sea cual sea su origen, pero eso para el capitalismo senil, pero igualmente salvaje, poco importa.

Referencias bibliográficas

[1] BALLARÍN ELCACHO, César; CASAS SORIANO, Just; MÁRQUEZ BERROCAL, Manuel. Ca n'Anglada. Lluita d'un barri: Història Social de ca n'Anglada: el moviment veïnal, 1950-1995. Terrassa: Associació de Veïns de Ca n'Anglada de Terrassa, 1996.

[2] Una explicación del conflicto en autobuses de Barcelona (1970-1973) en: Organo de los Trabajadores de Transportes y Comunicaciones de Barcelona. Enero de 1973. https://cgtcatalunya.cat/memoriahistorica/cataleg/pdf/ccoo/ccoo_rams/transports/transportes_ccoo-1970-74/1973/transport_sn_01-73_co.pdf

[3] LUIS LACUEVA, José Luis; MÁRQUEZ BERROCAL, Manuel; PLANS i CAMPDERRÓS, Lourdes. Combat per la llibertat. Memòria de la lluita antifranquista a Terrassa (1939-1979). Terrassa: Fundació Torre del Palau, 2007.

[4] CHAMORRO, Víctor. Extremadura, afán de Miseria. Cáceres: Jaramplas, 2022.

[5] CHAVES PALACIOS, Julián. Violencia política y conflictividad social en Extremadura: Cáceres en 1936. Badajoz: Diputación de Badajoz y de Cáceres, 2000.

[6] MÁRQUEZ BERROCAL, Manuel. “Herrera de Alcántara: de la esperanza republicana a la negra noche franquista (1931-1936)”. Revista de estudios extremeños, Vol. 71, numero extra, 2015. Ejemplar dedicado a: X Encuentro Historiográfico del GEHCEX: “Extremadura durante la II República (1931-1936)”. Actas del Congreso), págs. 501-528.

[7] El 10 de julio de 2022, fueron sepultados en un mausoleo común del cementerio de Valencia de Alcántara, los 49 asesinados por los franquistas y falangista durante de la Guerra Civil, rescatados de la mina Terría en 2018. Entre ellos, Diego Vital Díaz, el padre de Manuel Vital.

[8] ROCH BUENO, José. Notas para la historia de Valencia de Alcántara. Cáceres: El Brocense y Diputación provincial de Cáceres, 2000.

[9] CAYETANO ROSADO, Moisés.  Emigración extremeña en el siglo XX. Del subdesarrollo heredado a los retos del futuro transfronterizo. Badajoz: Junta de Extremadura, 2007.

[10] CAÑADA PORRAS, Manuel. Otra Extremadura. Materiales para una historia alternativa. Cáceres: Jarramplas, 2020.

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