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Marruecos
Derrota histórica en las urnas de los islamistas en Marruecos
El islamismo perdió ayer en Marruecos el último vestigio del poder que había conquistado a través de las urnas en varios países al rebufo de las llamadas “Primaveras Árabes”. Tras un inesperado seísmo electoral, el Partido de la Justicia y el Desarrollo (PJD), islamista moderado, pasó de ser el ganador de los últimos dos comicios y liderar el Gobierno desde 2011, a quedar el octavo, en una posición marginal. La caída de su popularidad era evidente, pero nadie esperaba que pasara de 125 escaños a sólo 13. Su debacle histórica se produjo en una triple cita electoral, pues además de legislativas hubo también municipales y regionales .
Los ganadores son dos partidos salidos de un mismo molde: de ideología liberal, cercanos al makhzen —el Estado profundo que rodea el Palacio Real—, y fundados por empresarios con una buena amistad con el rey. Se trata de Reagrupamiento Nacional de los Independientes (RNI), el más votado con 102 escaños, y el Partido de la Autenticidad y la Modernidad (PAM), con 87. Sumando fuerzas, se quedarían muy cerca de la mayoría absoluta en un hemiciclo de 395 escaños, un gran éxito del régimen.
El makhzen ha logrado una casi completa desideologización de la política marroquí. La percepción, en buena parte cierta, de que no hay grandes diferencias entre los partidos, lleva a muchos electores a elegir los mejores gestores
Durante la noche electoral, antes de conocerse los resultados provisionales, en la sede del PJD se palpaba el nerviosismo. Algunos de sus dirigentes salieron a hacer declaraciones en las que acusaban a otros partidos de haber utilizado “dinero sucio” en la campaña. “Nosotros hemos hecho una campaña honorable, pero hemos visto muchas infracciones, se han comprado votos y se ha utilizado una cantidad de dinero enorme en propaganda en las redes. Estudiaremos impugnar los resultados de algunos colegios”, declaró Azami al-Idrissi, presidente del Consejo Nacional del partido. No lo decía directamente, pero sus dardos se dirigían sobre todo hacia el RNI.
Ciertamente, el gasto del partido liderado por Aziz Akhannouch, el hombre más rico del país después del rey, ha sido enorme. “Cada vez que entraba en Youtube, me encontraba el Akhannouch!”, comentaba Samy Souhali, un joven periodista. Algunas estimaciones sitúan en 300.000 dólares el gasto en publicidad del RNI sólo en una red social, Facebook, una cifra que multiplicaría por diez la desembolsada por algunos de sus adversarios directos.
Ahora bien, una derrota como la del PJD no puede sólo explicarse por un tsunami publicitario o la compra de votos a los pueblos de Marruecos más atrasados socialmente. “Los islamistas han pagado el desgaste por el deterioro de la situación socioeconómica por la pandemia. También les ha pasado factura el hecho de haberse tragado muchos sapos servidos por makhzen, como la legalización del cannabis, o sobre todo la normalización con Israel. La foto del [Primer Ministro] Othmani firmando el acuerdo fue muy humillante”, sostiene Irene Fernández-Molina, profesora de la Universidad de Exeter y especializada en Marruecos.
El makhzen ha logrado una casi completa desideologización de la política marroquí. La percepción, en buena parte cierta, de que no hay grandes diferencias entre los partidos, lleva a muchos electores a elegir los mejores gestores. Esto puede explicar el traspaso de voto entre partidos que pueden parecer antagónicos, como los islamistas del PJD y los liberales laicos del RNI. “Lo más importante es que la economía funcione. Cuando lo hace, todo va bien. He votado Akhannouch, porque antes había votado el PJD pero no ha cumplido su programa”, explicaba Cherkaui, un autónomo de 50 años que votó en un colegio de Salé, la ciudad contigua a la capital, Rabat.
Aunque la nueva Constitución, aprobada en 2011 para desinflar las protestas de la Primavera Árabe, otorgue más poderes al Parlamento y al Primer Ministro, el verdadero centro de poder sigue siendo el Palacio Real, y el makhzen que lo rodea. Su estrategia pasa por cooptar y domesticar a la oposición. Esto es lo que ocurrió hace dos décadas con el USFP, la histórica oposición de izquierdas al trono. Después de asumir el gobierno, y renunciar a hacer cambios profundos para aplicar las decisiones de Palacio, perdieron su identidad. Hoy, son un partido secundario, con sólo 38 escaños, lejos de su antigua hegemonía. Lo mismo le podría pasar al PJD
Ahora bien, el PJD aún tiene un as en la manga: el carismático ex primer ministro, Abdelila Benkirane. A pesar de haber ganado las elecciones de 2016, el makhzen y los otros principales partidos lo apartaron del poder para sustituirlo por Saad Eddine al-Othmani, mucho más servil. En estas elecciones, Benkirane no estaba ni en las listas del partido islamista, es decir, el PJD ha jugado esta partida con su principal crack al que el entrenador ha sentado en el banquillo.
Aunque la nueva Constitución, aprobada en 2011 para desinflar las protestas de la Primavera Árabe, otorgue más poderes al Parlamento y al Primer Ministro, el verdadero centro de poder sigue siendo el Palacio Real, y el makhzen que lo rodea
La reacción del PJD ha sido fulminante: dimisión de al-Othmani como Secretario General y de todo el Comité Ejecutivo. Además, ha convocado una Asamblea Nacional para el próximo 18 de septiembre, en la que se volverán a enfrentar las dos almas del partido islamista: la más monárquica, y la que todavía insiste en impulsar una mayor democratización del país. A pesar del varapalo, todavía es temprano para escribir el obituario del PJD. Entre otras cosas porque Benkirane continúa siendo uno del los políticos más populares del país, y si decidiera regresar, podría hacer renacer al PJD de sus cenizas.
“El PJD ha cumplido la función subalterna de legitimación del régimen que le asignaron y asumió el 2011. Se cierra una etapa … Este resultado consolida un proyecto autoritario en línea con los vientos que soplan a nivel internacional, y que no son favorables a la democracia”, apunta Fernández-Molina.
De hecho, no hay que perder de vista que aunque la participación ha sido del 50% de los ciudadanos inscritos en el censo electoral, en línea con anteriores comicios, no es un resultado tan positivo como parece. Había 19 millones de inscritos sobre 25 millones de adultos, y votaron unos 8,5 millones de personas. “Yo no he votado. ¿Para qué? En este país hay mucha desigualdad y algun día todo puede estallar”, comenta un taxista de Rabat, expresión del otro Marruecos que no se ve para nada reflejado en Akhannouch.