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Colombia
Ser líder social en Colombia: resistir ante las amenazas
Entre 300 y 400 líderes y lideresas sociales han sido asesinados en dos años en Colombia, un país que se dice, o se quiere decir, en postconflicto.
Optimismo, pragmatismo, determinación. Características que se antojan indispensables para ejercer la que, vistas las cifras, puede que hoy sea una de las actividades más peligrosas del mundo. Aún sin unos datos asumidos por todas las organizaciones que trabajan por eliminar esta lacra (la invisibilización y la impunidad en la que se comenten los crímenes es parte de ese riesgo), hablar de entre 300 y 400 líderes y lideresas sociales asesinados en Colombia es, en cualquier caso, un número inasumible para un país que se dice, o se quiere decir, en postconflicto. Dos años desde la firma de los Acuerdos de Paz, en los que cada dos días un hombre o una mujer ha muerto por intentar mejorar algún aspecto de su vida, por reclamar un derecho que el Estado no ha sido capaz de garantizar. Y así se mostraban Juan Carlos Quintero y Oneida Giraldo a su paso por Barcelona, en medio de la visita europea en la que están inmersos intentando trasladarnos parte de esa realidad tan cruda en la que desempeñan su labor.
“El proceso de paz no ha fracasado, pero afronta importantes dificultades”
Optimismo. Mostrar confianza de cara al futuro, aún siendo conscientes de la dureza del presente. Juan Carlos Quintero, uno de los fundadores de ASCAMCAT, la Asociación Campesina del Catatumbo —una de las regiones más golpeadas por la violencia post acuerdo— incide en que ya sabían “que lo que se firmó era un solo un punto de partida. Cerrar una etapa que dejó más de ocho millones de víctimas, en la que ninguna de las partes se logró imponer militarmente, para comenzar a hablar de cómo solucionar los verdaderos conflictos sociales y el problema de la tenencia de la tierra, que son los que generan las guerras. El Estado tiene que llegar a los territorios, no con militares sino con infraestructuras e inversión”.Según el instituto KROC, responsable de monitorear el cumplimiento de lo pactado en La Habana, sólo el 2% del punto 1 de los Acuerdos, el que implica la Reforma Rural Integral, se ha completado, y el 95% no ha avanzado en absoluto o tiene avances mínimos.
“De momento, nuestra decisión es preservar la vida. Mientras haya vida, las aguas terminarán volviendo a su cauce. Cuando ellos se hacen fuertes en el poder, nos toca esto, resistir”Oneida Giraldo trabaja en el fortalecimiento de la sociedad civil y movimientos sociales a través de la organización Alterpaz. A pesar de mostrar la “extrema preocupación” que siente por la persecución a la protesta y la oposición —el movimiento social y político de izquierda Marcha Patriótica tiene a 389 integrantes con medidas cautelares, ya que 170 de sus miembros han sido asesinados desde su creación en 2005—, quiere poner el acento en algunos de los aspectos positivos. Entre ellos, destaca las experiencias de empoderamiento colectivo como el que han llevado a cabo las mujeres, los jóvenes y el sector estudiantil —“hacía tiempo que no se veían huelgas tan grandes en educación; paró el alumnado, el profesorado, las universidades, el bachillerato, todos y todas”— o la comunidad LGBTI: “Es un escenario súper importante en Marcha, no sólo en cuanto a reivindicación de identidad sino como clase política”.
El contexto en Latinoamérica
Pragmatismo. Saber muy bien cuál es la coyuntura política en la que se mueven. De nuevo tonos oscuros, aunque con algunos claros. Ambos muestran su intranquilidad ante el nuevo Gobierno de Iván Duque —“en Colombia decimos que nos gobierna un títere, cuyo titiritero se llama Álvaro Uribe Vélez”— y ante los sectores que siguen con su “mezquino propósito de saborear la reconciliación del pueblo colombiano. Están dejando el proceso sin financiación, lo que es otra forma agazapada de hacerlo trizas”, comenta Quintero, lo que corrobora Giraldo. “El gobierno se posicionó, y ha aumentado espectacularmente el gasto militar, armas largas, aviones, como si siguiéramos en guerra, como si no hubiera habido proceso de paz. Mientras, la educación pública está desfinanciada”. Para ella, la voluntad de diálogo del Gobierno es “nula. Aplazan constantemente las mesas de concertación, los espacios que habíamos ganado mediante la movilización, cambian a los funcionarios por otros que están en su lógica”. Todo esto lo enmarcan en el “giro hacia la ultraderecha” que va extendiéndose por el continente, en especial tras la victoria de Bolsonaro en Brasil.“En agosto hubo una consulta anticorrupción que sacó más de 11 millones de votos, a tan sólo 200.000 de los necesarios para haber sido considerada vinculante. Es un escenario inédito”, analiza Quintero
A su vez, valoran las oportunidades que se abre en este nuevo escenario: “La Colombia Humana —el movimiento amplio progresista que llegó a la segunda vuelta de las presidenciales en junio— no hubiera sido posible sin el proceso de paz, con el aparato militar de las FARC en funcionamiento. Hoy hay una bancada amplia por la paz, con congresistas de las diferentes de fuerzas democráticas, lo que antes era impensable. En las últimas elecciones votaron más de tres millones de personas por primera vez, que antes no se habían sentido representadas. El campo salió a las urnas como nunca lo había hecho. En agosto hubo una consulta anticorrupción que sacó más de 11 millones de votos, a tan sólo 200.000 de los necesarios para haber sido considerada vinculante. No debemos conformarmos con esto, pero es un escenario inédito”, analiza Quintero.
Sobre esta Europa a la que han venido tejiendo alianzas de solidaridad internacional, Giraldo destaca su “importante papel en el proceso de diálogo”, y la necesidad de que la sociedad civil tome conciencia y presione para que sus gobernantes asuman sus responsabilidades. “Hay algunas personas muy concienciadas sobre la realidad colombiana; activistas y gente de la cooperación, pero hay mucha otra gente que les dijeron que en Colombia ya se había firmado el acuerdo, que ya había paz, y desconocen nuestra situación.
La Unión Europea ha destinado y sigue destinando una importante cantidad de recursos para lo que llaman el postconflicto, pero, por ejemplo, de los 14.000 excombatientes que dejaron las armas, solo 80 tienen proyectos productivos financiados por el Gobierno colombiano. Hay que mirar muy bien a dónde va ese dinero, hay que hacerle veeduría y vigilancia para que realmente cumpla su función”.
“Nuestra decisión: preservar la vida”
Determinación. La que muestra Oneida al hablar de cómo, a pesar de haber sido golpeados y golpeadas —“los asesinatos y persecución a las mujeres líderes también han aumentado”—, Marcha Patriótica se retifica en su papel de trabajar como impulsores de la construcción de paz y de la implementación de los acuerdos. “Seguiremos haciendo pedagogía de paz, trabajando con los sectores marginados y populares, con los campesinos y campesinas, los indígenas, los afrodescendientes. Desde Alterpaz continuaremos aportando a los liderazgos comunitarios, a los procesos de mujeres, favoreciendo la reconciliación nacional y trabajando en proyectos productivos junto a las organizaciones de base”.La que muestra Juan Carlos trabajando en el terreno, en medio de las amenazas y la violencia, viendo caer a sus compañeros —ASCAMCAT ha sufrido este año el asesinato de cuatro de sus líderes, el último de ellos, apenas unos días después de esta entrevista— y aún así, reclamando, denunciando la situación en el Catatumbo. “La militarización tiene que ver con los recursos. Duque ha enviado a la región un pie de fuerza de 5.000 efectivos de la Fuerza de Despliegue Rápido, que las organizaciones sociales sabemos que van a traer un aumento de las violaciones de los derechos humanos y el derecho internacional humanitario. Supuestamente hay una guerra contra el narcotráfico y los grupos armados ilegales, pero el ejército realmente está para consolidar los proyectos extractivos extranjeros”. Esta región de Colombia fronteriza con Venezuela también soporta los embates de la confrontación armada entre las guerrillas aún activas del ELN y el EPL, que se disputan territorios que antes controlaban las FARC, y la actuación de los grupos paramilitares de extrema derecha ligados al narcotráfico.
En el Catatumbo, y en Colombia, tras muchos años de masacres, desapariciones, desplazamientos y terror han aprendido a las malas que la unión hace la fuerza. Por eso los líderes y lideresas sociales saben que no les queda otra opción que seguir organizándose. Mantenerse unidos para no dejarse doblegar. “Sabemos que viene un camino de resistencia muy fuerte. Al fin y al cabo, ese es el papel y el deber que siempre hemos cumplido. De momento, nuestra decisión es preservar la vida. Mientras haya vida, las aguas terminarán volviendo a su cauce. Cuando ellos se hacen fuertes en el poder, nos toca esto, resistir”.