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Chile
Ignacio Silva: “La nueva Constitución nos desamarrará definitivamente del general Pinochet”
Ignacio Silva (Santiago de Chile, 1989) es una de esas nuevas voces que irrumpió en la política chilena institucional al calor de las movilizaciones del otoño caliente de 2019. Psicólogo de formación y activista social de convicción, su salto del trabajo comunitario en Huechuraba (municipalidad de la Región Metropolitana de Santiago) a las instituciones ofrece un testimonio esclarecedor sobre el terremoto político que vive el país latinoamericano desde que los jóvenes tomaron las calles hace dos años. Su vídeo de campaña, en el que aparecían sus vecinos y amigos simplemente silvando, corrió como la pólvora por las redes sociales, desbordando la gramática política de los actores tradicionales. Una certera metáfora, a pequeña escala, para expresar que bastaba con un humilde soplido para hacer tambalear todo el castillo de naipes heredado de la dictadura pinochetista.
Esta entrevista se realizó durante los espesos días veraniegos del hemisferio norte, justo en el momento en que Chile hervía de esperanza ante los primeros pasos de la Convención que parirá la nueva Constitución. Un rumor de multitudes se colaba por el micrófono de Ignacio Silva durante nuestra conversación a través de Zoom. Eran los pueblos originarios marchando desde la Plaza Dignidad hasta la sede del nuevo poder constituyente.
En paralelo, el día 12 de septiembre arranca la carrera electoral de las elecciones presidenciales, unas elecciones que, a nadie se le escapa, serán determinantes para el devenir de la nueva Constitución. Un día antes, pero de 1973, un golpe de Estado encabezado por el general Pinochet ponía fin al gobierno de la Unidad Popular liderado por Salvador Allende. Casi 50 años después, los mismos anhelos siguen vivos, mientras los miedos parecen haberse disipado.
¿Cómo te encuentras? ¿Qué es lo primero que se te pasa por la cabeza en este momento?
Para mí es un honor conversar sobre el momento que estamos viviendo como país. La verdad es que es un momento único, no hay otro ejemplo en el mundo que viva ahora mismo un proceso constituyente como el que se está dando en Chile. La convención está inaugurándose en este momento (4 de julio). Ahora mismo, los pueblos originarios, para que ustedes se hagan una idea, que tenían escaños reservados, hicieron una ceremonia religiosa antes de ingresar. La Lista del Pueblo hizo una caminata desde Plaza Dignidad (oficialmente Plaza Baquedano). En estos instantes se están instalando en la Asamblea, algo muy emocionante porque no lo habíamos tenido jamás. No hay una institución en Chile que sea más representativa del pueblo chileno que la Convención. En ella están presentes las mujeres, las disidencias sexuales, los pueblos originarios, los partidos políticos, personas independientes. Por primera vez, siento que pudimos mirar este país a la cara y decir: esto es Chile. Chile no es lo que nos quisieron hacer creer.
No hay una institución en Chile que sea más representativa del pueblo chileno que la Convención. En ella están presentes las mujeres, las disidencias sexuales, los pueblos originarios, los partidos políticos, personas independientes
Queríamos preguntarte por tu trabajo comunitario antes y después de las movilizaciones de 2019. ¿En qué medida se han incorporado nuevos actores, nuevos sujetos, nuevos perfiles de activista social a raíz de las movilizaciones sociales y en qué medida eso ha potenciado ese mismo trabajo comunitario?
Yo me formé trabajando, durante toda mi adolescencia y etapa universitaria, para Techo para Chile, que era una institución que construía viviendas para personas humildes. Yo trabajaba en un campamento en Pudahuel, frente al aeropuerto, montado sobre un basural. Hacíamos trabajo de educación, de salud, y formamos un comité que, posteriormente, llevó a sus viviendas definitivas.
El 90% de los dirigentes en los comités son mujeres, las que sacan adelante sus villas, sus poblaciones. Yo lo que vi, de un tiempo a esta parte, es mucho más interés de gente joven por la política, mucha más impugnación de las vecinas y vecinos, mucha más información. Cuando nosotros, en Huechuraba, realizamos un conversatorio sobre la Constitución, antes no hubiera ido nadie y, hoy día, se llenó de gente, hacían preguntas, llevábamos expertos en constitucionalismo que conversaban, una población muy movilizada.
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Esto termina con la mayor participación en las urnas, con un 80% de apruebo, y reactivando el interés. Lo que pasó es que también los actores sociales en el territorio se diversificaron. Entraron más jóvenes, entraron más activistas a poner su nicho y a organizarse. Como te digo, hubo un golpe de energía en donde yo creo que estamos entendiendo que, si no estamos juntos, no nos vamos a salvar de esta. Hoy día, un municipio que no responde o que no es transparente es inmediatamente impugnado por sus organizaciones. Entonces, con las redes sociales, con el movimiento que estamos viviendo, estamos totalmente en un proceso de horizontalidad respecto al diálogo con la comunidad.
¿Cuáles son las demandas de estos nuevos actores y que se van a intentar plasmar en esta nueva Convención Constitucional? Y, con respecto a los pueblos originarios, ¿coinciden las demandas de estos últimos con el resto de los sectores sociales presentes en el diálogo? ¿Cómo puede esto cambiar la política en Chile?
Yo creo que las principales demandas que estamos valorando hoy día en Chile tienen que ver primero con el sistema de pensiones, de poder pensionarte con dignidad, y que ahí se instruyan mecanismos de solidaridad. Aquí no sirve el “ráscate con tus propias uñas”. Ya se ha demostrado que eso constituye un fracaso. Sí o sí, vamos a sacar al sector privado, o restarle protagonismo, del negocio de las pensiones. Acá debe de haber un ente estatal también, con sus propias regulaciones, con mecanismos de solidaridad. Tenemos que subir los puntos que todos aportan, tanto el empleado como el empleador. Estamos dándonos esa conversación y yo creo que esa es la primera gran reforma estructural que debemos hacer, que supone una reforma en términos de impuestos: si los ricos van a pagar más impuestos o no y de qué forma se los vamos a cobrar. Porque hay que pagar esta reforma.
“Vamos a optar por un Estado plurinacional, vamos a reconocer la autonomía de los pueblos, como el pueblo Mapuche”
El tema de la vivienda está cada día más presente en Chile. Se están levantando como nunca antes muchísimos campamentos de gente que no puede pagar y se toman terrenos. Hay muchas tomas de terrenos actualmente en Chile, por un sistema de vivienda que es lento en comprar terrenos, es lento en los subsidios, es lento en operar por burocracia, pero también por falta de empatía, porque si ellos conocieran a los comités de vivienda que trabajan y viven en Huechuraba, que llevan 13 años esperando su casa...
Entonces, reforma de las pensiones, reforma de la salud (volver a lo que teníamos antes, un seguro nacional de salud), el derecho a la vivienda es algo que tiene que estar garantizado, un nuevo trato con el pueblo Mapuche. Hay que devolver autonomía. Ellos estuvieron mucho antes que nosotros acá. Vamos a optar por un Estado plurinacional, vamos a reconocer la autonomía de los pueblos, como el pueblo Mapuche. Los sectores progresistas están pujando por lo mismo.
Y yo te agregaría que vamos a tener un gran desafío con la educación. En Chile, la brecha de educación era muy grande entre los colegios privados y los públicos y, hoy día, no vamos a ser capaces de cerrarla. En los sectores populares no existe la conexión a internet. Entonces, les dicen a los padres que se conecten pero, a lo mejor, en 47m2 viven con un celular, el de la madre, y se tienen que conectar tres niños a clase. O sea, es imposible. Si un Estado conoce verdaderamente el territorio, antes de echar a andar esto, tenemos que asegurarnos que todos los niños de las escuelas públicas cuenten con una tablet e internet. Les exigimos a los niños algo que no pueden hacer, la brecha se va a aumentar y tenemos que saber cómo abordarla. Hoy, más que nunca, el privado va a tener que jugar un rol sumamente disminuido, porque no está funcionando. Salud, educación, pensiones... son las preocupaciones principales de los chilenos, y la seguridad.
La seguridad es un tema transversal, tanto de los sectores más pudientes como de los sectores populares. El narcotráfico avanza y coopta ciertas instituciones. En este momento, en San Ramón, que es una comuna del sur de la Región Metropolitana, se está repitiendo una elección con un alcalde con reconocidos vínculos con la narco-política. Chile todavía está a tiempo. Chile no había visto esto. Chile no era Méjico. Pero quizás estén más adentro de lo que nosotros quisiéramos. Los policías no entran en ciertos sectores.
Hablemos sobre la cuestión generacional. ¿En qué medida los jóvenes que formáis parte de partidos próximos a la social-democracia tradicional estáis empujando desde dentro a ese actor tradicional hacia posiciones más progresistas?
Yo creo que la única posibilidad de que Chile avance es un gran pacto de la izquierda con el centro-izquierda, lo que necesita de mínimos comunes de diálogo y de civilización, digamos, en la conversación. Pero yo veo a sectores que están más preocupados de reforzar su identidad a cualquier costo, más que ver cómo llevar a esta socialdemocracia a correr el cerco.
¿Hay disposición? Sí. Lo que falta es que ese proceso identitario termine en algún momento. Si no, no se puede conversar. Que yo pueda diferir contigo en ciertas posiciones no me hace ni más ni menos neoliberal, sino que en un marco de centro-izquierda e izquierda tenemos que generar las condiciones que, hoy día, no se dan en Chile. Vamos a ver qué va a pasar en la primera vuelta presidencial. Pero veo poca capacidad de salir de uno mismo para poner por delante al pueblo chileno. En política, no puedo hacer todo lo que yo quiero. Pero tengo que avanzar en las cosas estructurales, y los jóvenes ahí han tenido un doble rol: porque han pujado ese proceso identitario, pero no se están preocupando lo suficiente de construir los puentes con quienes piensan distinto y que son de una generación distinta.
Yo recojo las luchas anteriores. Somos parte de procesos muy largos para llegar donde estamos. No me siento poseedor de la verdad, más bien, muy al estilo de Camus, permanentemente dudo de mí mismo y de mis convicciones, para poder entrar en un diálogo con personas distintas. Yo veo que ese proceso no está madurado en Chile. Veo un poco de intolerancia a poder construir un proyecto que rompa los estereotipos.
¿Y cuál va a ser el papel de las mujeres?
La lucha feminista en Chile permitió que haya una Constituyente paritaria. Eso es lo primero que os puedo decir. O sea, no fueron los políticos, fueron los movimientos feministas quienes pusieron esa condición. Siempre me pareció a mí, en Chile, una cosa muy rara. Yo decía: “¿por qué si el 90% de las dirigencias barriales son mujeres, cuando tú vas a la Cámara ves una desproporción absoluta?”. Algo está pasando en ese tránsito que la representación de las mujeres no llega a donde tiene que llegar. No basta con decir las cosas, sino que tengo que generar las condiciones para que esas mujeres puedan asumir puestos de liderazgo. Eso significa, primero, igualación de sueldos, segundo, romper la lógica patriarcal, que se trasunta a la política pública. La lógica patriarcal del poder vertical, del no dialogar, del no escuchar, el de imponer, está en todas nuestras dimensiones de la vida. Tengo que generar las condiciones para que a igual trabajo, igual remuneración; para que el cuidado no recaiga exclusivamente en las mujeres.
“Las mujeres están tomando una predominancia, porque yo siento que dirigen mejor las organizaciones”
Yo tengo amigas, que son concejalas conmigo en el Concejo, con las que me topaba en la feria [el mercadillo]. Una estaba con el bebé en brazos, tenía que correrse a un lado para dar leche, y, mientras, yo estaba comprando. ¿Cómo va a ser justo eso? No puede ser. Yo siempre le digo que la admiro mucho.
Volviendo a la pregunta, las mujeres, hoy día, están tomando una predominancia, porque yo siento que dirigen mejor las organizaciones. Las dirigen mejor, con otros estilos, entienden más. Y yo, sin duda, voy a luchar para que la presidenta sea una mujer en Chile. Paulatinamente, con el proceso constituyente y con la fuerza de los movimientos feministas, estamos avanzando hacia feminizar mucho más las cúpulas partidarias, sobre todo, las lógicas patriarcales que están enquistadas en cada una de las cosas que tú veas. Yo lo veo con mucha emoción. Hay que avanzar definitivamente hacia allá. Los hombres tenemos que saber restarnos de ciertos espacios para que cambien las cosas.
Queríamos preguntarte por el choque entre la política tradicional, representada por el Gobierno de Piñera, pero también por el parlamento bipartidista —hay elecciones presidenciales a finales de este mismo año—, y esa nueva política que se encarna en la Convención Constitucional, pero también en los movimientos sociales, que solo volvieron a casa como consecuencia del estallido de la pandemia.
Yo, es evidente, no lo niego, me considero una persona de centro-izquierdas, y hay que tener en cuenta que hubo treinta años, del 90 en adelante, de gobiernos de centro-izquierda, de los cuales yo me siento particularmente orgulloso en algunos aspectos, en concreto, en la reducción de la pobreza, que fue muy significativa. Sin embargo, los partidos políticos dejaron de representar a las personas porque se dejaron de preocupar por las personas. Es decir, funcionaron como instituciones más preocupadas de hablarse a sí mismas que de salir a entender lo que le está pasando a las personas en los distintos territorios. ¿Qué es lo que pasó? Que había una pugna latente, digamos, por una expresión social, o expresiones sociales, de grupos diversos que estaban pujando por ser escuchados. Me remito aquí a mi frase de campaña: “Hablar menos, escuchar más”. Porque, justamente, lo que nos pedían, lo que nosotros identificamos es que teníamos un caparazón comunitario, un tejido social resquebrajado, no lo suficientemente robusto para poder representar las demandas ciudadanas y, por otra parte, no existían tampoco los mecanismos para que la voz de las personas pudiera estar representada. Teníamos un sistema político que era el sistema binominal de partidos, que básicamente lo que hizo, al estilo estadounidense, es armar dos bloques, y eso erosionó la posibilidad de que fuerzas diversas emergentes, disidencias u otros sectores sociales pudieran alcanzar la representación. Eso cambia en el segundo gobierno de Bachelet. Se rompe el sistema binominal, emerge el Frente Amplio —muy parecido a Podemos en España—, y ya eso que nosotros conocemos como dos grandes bloques comienza a tener un tercer espacio que tensiona las lógicas clásicas de la política chilena.
El 18 de octubre de 2019 fue el momento del quiebre absoluto. Nosotros, que trabajamos en los sectores populares, sabíamos que la realidad que se estaba viviendo ahí tarde o temprano iba a estallar, era cuestión de tiempo porque no tenían mecanismos de participación. La única preocupación oficial era la macroeconomía, los datos macroeconómicos y tal. Pero nosotros veíamos que había una creciente y grosera desigualdad. La desigualdad chilena es grosera. La concentración de la riqueza es grosera.
El segundo gobierno de Bachelet, antes del gobierno actual de Piñera, fue el primer gobierno que planteó la necesidad de una nueva Constitución, que fue boicoteada sin parar por los sectores conservadores. Todas las reformas que propuso para paliar la desigualdad fueron boicoteadas. Cuando llega Piñera, desestima todo ese diagnóstico y empieza a operar con su lógica de libremercado, teleempleo... Y pasa el 18 de octubre. El 18 de octubre fue un momento muy crítico en nuestro país pero, al mismo tiempo, es el momento más importante de la política chilena, en el sentido que da paso a la nueva Constitución chilena, la Constitución que nos desamarra definitivamente del general Pinochet. Y eso provocó que los políticos tradicionales, a partir de ese momento, cuando se empiezan a abrir espacios, se dan cuenta de que Chile es otro muy diferente del que ellos creen. Esto es algo que viene de muy atrás, pero el 18 de octubre es el momento crucial.
Piñera es consciente de la repercusión de lo que está pasando. Por eso reacciona proponiendo una nueva agenda social y, entre otras cosas, abre la posibilidad a un nuevo proceso constituyente que, probablemente, se lo acabe llevando por delante. La pregunta es: ¿qué fallo estratégico hay ahí? ¿Por qué Piñera se abre a esta posibilidad?
Fíjate que hubo al menos tres momentos muy humillantes para el pueblo chileno durante el gobierno de Piñera, donde sus ministros, que normalmente son hombres blancos de negocios, provenientes de colegios de élite, fueron diciendo algunas cosas tremendas. Cosas del tipo: “el que quiera pagar menos en el transporte público, que se levante más temprano”. Nosotros sabemos que el pueblo chileno se levanta a diario a las cinco de las mañana porque tiene que cruzar Santiago, por ejemplo, para acudir a sus trabajos. Otro dijo: “regalen flores y agradezcan que bajamos su precio”. Después se produce el alza del trasporte público y ahí comienza a saltarse el torniquete que da lugar al estallido social.
“Piñera escogió el camino democrático por la presión de la oposición y, sobre todo, de la ciudadanía”
Es decir, lo que vivimos en esos momentos es una situación de tremenda fragilidad democrática. Los militares otra vez en la calle, cada vez más personas marchando, gente de distintos colores políticos, una marcha transversal. Hubo un momento que juntó a más de un millón y medio de personas en las calles, acá, a cuatro cuadras de donde estoy. Lo que te quiero decir es que no fue Piñera, sino, primero, la presión social que ejercieron los grupos que estaban demandando y reconociendo la herida profunda que tiene Chile respecto de su desigualdad, y luego, trasversalmente, los partidos políticos entendieron que era el momento de hacer el cambio. Pero, sobre todo, es el fruto de una ciudadanía que se moviliza, que se politiza y que corre el velo para mirar a la cara del Chile real, el Chile de una clase media sumamente endeudada, donde no hay garantía de derechos sociales básicos, donde todo pende de un hilo.
Desde el 18 de octubre, tuvieron tres semanas para hacer reformas estructurales al sistema chileno, pero los sectores conservadores que predominan en el gobierno se resistieron permanentemente. Ellos apostaban a la tesis del desgaste, y cuando él (el presidente Piñera) tiene que tomar la decisión de si sacar a los militares a la calle, ese fue el momento clave: o los militares a la calle, es decir, lógica de guerra, o apertura de un proceso constituyente. En definitiva, represión o nueva Constitución. Él escogió el camino democrático por la presión de la oposición y, sobre todo, de la ciudadanía.
¿Qué más nos puedes decir de ese “Chile real” del que hablas? El pueblo chileno, digamos, no se sitúa en coordenadas muy distantes de procesos que se están dando en otros lugares de un tiempo a esta parte. Esa crisis de las élites es una constante a escala global a lo largo de la última década larga.
Puedo remitirme a lo estructural. El ministro de Salud dijo que no tenía ni idea de los niveles de hacinamiento (habitacional) de Chile. En los sectores populares, la gente vive en 35m2. Incluso en pandemia en estos bloques no entraban los ataúdes cuando se morían por la Covid. Yo he visto eso, he estado ahí. A las personas las sacan con sábanas. O sea, de mi casa no me pueden ni sacar con un ataúd, porque no entra. Por otra parte, lo que desencadenó el salto de los torniquetes de los estudiantes fue el alza del precio del transporte público, que ya era muy alto. La respuesta de los ministros fue decir que iban a establecer una franja horaria para mantener el precio de cinco a seis de la mañana, y así, los que quieran pagar menos, que se levanten más temprano. Todo esto entronca con la “Revolución Pingüina (revuelta estudiantil de 2006), que empieza a poner en el tapete que el lucro estaba presente en la educación. A partir de ahí, se suman los estudiantes universitarios pidiendo la gratuidad de la educación, un compromiso de los gobiernos de Bachelet. Esto es el estallido de la dignidad, la respuesta ante la fragilidad de un país inventado.
Sorprendentemente, hay un acuerdo transversal en la mayoría de los constituyentes de que tenemos que dejar atrás este modelo neoliberal extremo chileno. No se olviden que los “Chicago Boys” implementaron acá el sistema capitalista más salvaje. Transversalmente, hay un movimiento hacia un Estado Social de Derecho. Te pongo un ejemplo: la salud. Nosotros tenemos ahora un sistema de salud de provisión mixta, pero cuando se creó la NHS (National Health System) en Reino Unido, en Chile también teníamos un sistema de ese orden. Todos contribuíamos de la misma manera a ese sistema. Eso quiere decir que la lógica que está detrás de eso es que ricos financian a pobres, sanos financian a enfermos y jóvenes financian a viejos. En Chile, lo que estaba pasando es que el 80% de los chilenos y chilenas están en el sistema público, pero resulta que tenemos un sistema privado con cuatro veces más presupuesto que el público, atendiendo a cuatro veces manos personas. Entonces, el milagro chileno es que tenemos un sistema de salud bien robusto. Por ejemplo, el sistema materno infantil chileno es líder en América Latina, comparable a los europeos, pero las listas de espera para operarse... En Huechuraba, conozco a varias personas con una hernia gigantesca que llevan ocho años esperando para ser operados.
“La novedad es que parece que hasta la gente más conservadora ha entendido que esto no da para más”
Cuando fracasa el modelo, lo hace por la situación de esas personas. Ahora estamos discutiendo la reforma del sistema de pensiones, que trata de superar el modelo de capitalización individual de Pinochet. Bachelet trató de avanzar hacia un sistema de pensiones redistributivo, pero este es un país que no se construye de manera solidaria, los que tienen más no están poniendo lo que deben poner. El reto es avanzar hacia un sistema social de derecho, y la novedad es que parece que hasta la gente más conservadora ha entendido que esto no da para más.
Pero no es solamente esa materia. En Chile, el agua está privatizada, o sea, hay pueblos en donde los viñedos tienen toda el agua y las personas tienen que abastecerse a través de camiones cisterna. Un tercio de las comunidades Mapuches, que son nuestros pueblos originarios, no tienen agua. Ellos nacieron en el agua y no la tienen, porque las forestales se llevan el agua. Es una violencia a mi juicio sistemática, en particular, para el pueblo Mapuche, de 500 años. Ahora tenemos que garantizar que el agua llega a las personas e impedir que el que tiene plata se quede con los recursos de todos. Entonces: salud, educación, pensiones, son tres temas en que la mayoría de los candidatos a las presidenciales están de acuerdo. Ahora mismo en Chile el cerco de lo posible se ha desplazado hacia la izquierda.
¿En qué medida sectores que históricamente han estado del lado del consenso neoliberal, y que han caído en una profunda crisis de legitimidad por ello, han ido virando en los últimos tiempos hacia posiciones más progresistas? ¿No cuestiona lo que ha pasado en estos últimos años esa idea de la sociedad chilena como una sociedad muy conservadora?
El pueblo chileno siempre ha sido un pueblo mayoritariamente de centro-izquierda. Recuerden que tuvimos muchos gobiernos de centro-izquierda, con la excepción de los dos gobiernos no consecutivos de Piñera. Desde el retorno a la democracia siempre ha habido una mayoría que se expresa en la centro-izquierda, y yo siempre tengo la sensación de que el pueblo chileno no es conservador. Lo que pasa es que no estaba la mirada puesta en reconocer la diversidad, las disidencias, los grupos más de izquierdas, los estudiantes. Faltaban los mecanismos para que emergieran. También nosotros tenemos medios de comunicación bastante concentrados, que monopolizan, de alguna manera, la conversación. Pero luego, como te digo, cuando empiezan a emerger grupos más jóvenes, nuevos perfiles, es innegable que emerge un sujeto distinto. En Chile, a mi juicio, el sistema político empieza a cambiar con la ruptura del sistema binominal, con la emergencia del Frente Amplio, que tiene una lógica muy identitaria todavía, poco madura, pero que emerge representando algo distinto.
Daniel Jadue, del Partido Comunista, llegó a liderar las encuestas de las presidenciales hasta hace nada. ¿Y por qué? Porque él es alcalde de la comuna de Recoleta, donde implementó proyectos populares de mucho éxito. Él identificó cuál era el mayor problema de la chilena y el chileno: el gasto excesivo para la salud, ya sea en la previsión o en los medicamentos. Creó las farmacias populares, que tenían los medicamentos a precio-costo. Esa idea se replicó en muchísimas ciudades de Chile, después de que lo hiciera él. Incluso gobiernos de derechas. Eso llevó a farmacia popular, disquería popular, óptica popular... Él [Daniel] corrió el cerco de lo que era posible y, hoy día, también hace inmobiliarias populares. Se construyó un edificio, recién, en Recoleta, en donde las personas pagan 50.000 pesos [54 euros] al mes. Antes, una familia se gastaba, por lo menos, por esos metros cuadrados, 300 o 400 euros.
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Hoy día, en Chile, los candidatos que tienen las principales opciones son los progresistas, sea el centro-izquierda o la izquierda. Se van a encontrar en segunda vuelta y yo creo que la derecha, como te digo, para que ustedes se hagan una idea, no ganó ningún gobierno regional. Uno, ¡perdón! Araucanía, uno de quince. Eso no se había visto nunca. Perdieron muchísimas alcaldías a manos de gente joven del Frente Amplio.
En cuanto existieron los mecanismos para que el pueblo chileno se representara a sí mismo en su total diversidad, emergió. Pero siempre ha estado. Hay gente en esta Constituyente que gastó algo del orden de 100.000 o 200.000 euros en sus campañas, y no salieron. Y entre la gente de la Lista del Pueblo, hubo quien se gastó 400 euros, y salió. Eso te habla de que ya el dinero no está siendo lo que siempre ha sido en la política chilena. Ahora la gente va y vota por lo que más le representa, por ejemplo, por causas medioambientales, por el candidato que habla de salud mental, etc.
Estamos orgullosos, nunca habíamos llegado con los pueblos Aimara, con los pueblos Mapuche, con el pueblo Rapanui, con las mujeres. Hay una constituyente que es la “Tía Pikachu” [Giovanna Jazmín Grandón Caro], que se vestía de Pickachu en las manifestaciones. La Tía Pikachu es una transportista escolar. Los sectores conservadores y de las clases altas se burlan de ella, y yo les digo: ¿de qué se burlan? Hay 500.000 transportistas escolares en este país, y ellos saben muy bien cómo salir adelante, cómo organizarse... Cada uno va a tener su presupuesto, va a tener asesores... entonces, esa misma burla fue la que nos llevó a ese 18 de octubre, no reconocer la validez del pueblo chileno de los sectores emergentes, los sectores populares, y ahora lo importantes es que tengamos la conversación (en la Constituyente) de que podamos llevar también la fiesta en paz. O sea, que nos dediquemos también a construir una buena Constitución y no puramente a generar identidad, porque la identidad no te permite dialogar, ni trazar, porque no todo se basa en la pinta de uno, ¿no? Y por eso es muy interesante, porque necesitas dos tercios de la Constituyente para cambiar algo y ningún grupo tiene poder de veto. Ni la derecha, ni la centro-izquierda, ni la Lista del Pueblo, ni la lista del Frente Amplio. No, no hay poder de veto porque la diversidad fue tal que van a tener que ponerse de acuerdo.