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Una pequeña advertencia previa: se trata aquí exclusivamente de analizar el discurso de Milei para explicar su éxito en las PASO, las primarias abiertas, simultáneas y obligatorias celebradas en Argentina el pasado 13 de agosto. No se trata pues de definir qué es el fascismo o el liberalismo, o de abordar sus causas, sus políticas efectivas, etc, sino sólo del análisis de sus discursos.
Se viene explicando el éxito de Milei diciendo que el suyo es un “discurso del odio”, que capitaliza la bronca, etc. Para empezar hay que advertir que ésta es una explicación meramente formal. Pero el problema es que se prejuzga este “discurso del odio” para concluir que el discurso de Milei es fascista, y que su éxito se debe a que forma parte de una “ola reaccionaria”. Al menos desde Carl Schmitt sabemos que la distinción fundamental que define lo político es la distinción amigo/enemigo. El éxito de Milei se debe ante todo a que el suyo es un discurso político, con un claro enemigo: los políticos, la “clase política” o la “casta”, a los que insulta y llama “parásitos”.
El discurso de Milei es ultraliberal. Ahora bien, el liberalismo no es conservador sino revolucionario, y el ultraliberalismo de Milei es además utópico
“Pero es precisamente por eso, por ser antipolítico, por lo que el discurso de Milei es un discurso fascista”, se dirá. En primer lugar, el discurso de Milei es “antipolítico” en cuanto al contenido, pero no en cuanto a la forma, y la definición de lo político dada por Schmitt es por supuesto formal e independiente, por tanto, de quién sea el amigo y el enemigo en un discurso político concreto. Por ello, dice Schmitt en El concepto de lo político, “una manera particularmente típica e intensiva de hacer política consiste justamente en calificar al adversario de político y a uno mismo de apolítico”.
“Pero el discurso antipolítico es típicamente fascista”. Puede ser, pero no es el elemento esencial, definitorio, del discurso fascista; menos aún según lo articula Milei. El elemento definitorio (el amigo) del discurso fascista es el nacionalismo, llevado al extremo del racismo. En el fascismo clásico, el enemigo era lo contrario de la nación o de la “raza”: otras naciones u otras “razas” y, en último término, el bolchevismo y la “plutocracia” en el fascismo o, en la síntesis nazi, el “judío-bolchevique internacional”. En el fascismo actual, el amigo sigue siendo la nación o el “pueblo”, mientras que el “judío internacional” (aunque aún presente en la figura de George Soros) ha sido desplazado como enemigo por el “inmigrante ilegal”. El discurso del Frente Nacional es fascista; el discurso de Vox, AfD o Fratelli d’Italia es fascista. No el de Milei. Todos esos discursos tienen como enemigo principal al “inmigrante ilegal”. No parece que este sea el enemigo en el discurso de Milei.
Ni siquiera se puede decir que el discurso de Milei sea conservador, aunque incluya algún elemento conservador, como su posición contra el derecho al aborto. Por otro lado, tampoco parece que Milei esté en contra del matrimonio homosexual o de la legalización de las drogas.
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Elecciones primarias Argentina saca boleto para el desastre y el ultra Milei se impone en las primarias
El discurso de Milei es ultraliberal. Ahora bien, el liberalismo no es conservador sino revolucionario, y el ultraliberalismo de Milei es además utópico. Pero más importante que su elemento utópico es su elemento propiamente político, formal, marcado por una tajante distinción amigo/enemigo:
“La verdadera grieta es entre los que laburamos y nos rompemos el lomo generando riqueza, y los parásitos de la política”. “Si el país se separara entre los que producimos de un lado y del otro lado quedara la mierda de los políticos, los sindicalistas, todo este conjunto de parásitos, se hunden, se mueren”. “En realidad los que no pueden vivir sin nosotros son ellos, viven a costa de nuestro esfuerzo”. “El verdadero enemigo es el político”.
Estas frases de Milei contienen lo fundamental de su discurso político. Quitemos “laburantes” y “políticos” y pongamos “nación” o “raza” y “judíos” (a los cuales el nazismo calificaba también de “parásitos”) y tendremos lo fundamental del discurso nazi. Pero quitemos “parásitos de la política” y pongamos “parásitos capitalistas” y tendremos el discurso marxista. Con esto quiero decir que formalmente el discurso de Milei no es ni fascista ni marxista, pero comparte con estos discursos su carácter eminentemente político: la distinción clara, tajante, entre amigo y enemigo.
Un apunte de pasada: se puede pensar que el enemigo de Milei no es “el político” sino los “zurdos de mierda”. Sobre esto baste decir que el enemigo político es siempre simbólico, no real.
En el terreno económico la derecha ha continuado avanzando y es la izquierda la que se mantiene a la defensiva y perdiendo posiciones
Ahora bien, que los trabajadores se sientan atraídos por un discurso como el de Milei (puesto que sin los trabajadores no se gana una elección), es decir, por un discurso claramente político, y que además ese discurso ponga como amigos a “los laburantes” y “los que producimos”, y como enemigos a los “parásitos de la política” que “viven a costa de nuestro esfuerzo”, debería decirle algo a la izquierda.
Tras la caída de la URSS y ante el avance del neoliberalismo, la izquierda trasladó la disputa política al terreno “cultural”, obligando a la derecha a asumir una posición defensiva conservadora y reaccionaria en este terreno. Sin embargo, en el terreno económico la derecha ha continuado avanzando y es la izquierda la que se mantiene a la defensiva y perdiendo posiciones. Ahora bien, con su discurso ultraliberal Milei ha redirigido la lucha política al terreno económico, consiguiendo un avance extraordinario. La pregunta es: ¿está preparada la izquierda para aguantar semejante ofensiva en este terreno? Está visto que no. En este sentido, con su reacción la izquierda, llamando a Milei fascista (“que viene el fascismo”, la “ola reaccionaria”, etc), no sólo yerra el tiro, puesto que el discurso de Milei no es fascista, sino que se equivoca directamente de campo de batalla.
En el terreno económico, la izquierda no sólo carece de utopía, pues se encuentra en una posición defensiva, conservadora, sino que ante todo carece de enemigo. Sin enemigo, la izquierda carece de discurso político. Podrá tener un discurso moral, propio de su posición defensiva, pero no político.
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Pero, ¿qué mierda es ésta? ¿El liberalismo es un pensamiento "revolucionario"? ¡Amos, anda! ¡Que estamos en el siglo XXI y no en el XIX! Capitalismo, ultraliberalismo y fascismo van de la mano (ver Daniel Guerin: "Fascismo y gran Capital"). El llamado a los "laburantes" ha sido y es una constante del fascismo, así como la pretendida lucha contra la corrupción -luego resulta que estos elementos son los más corruptos en todos los ámbitos-. Milei no es un indigente -salvo en lo intelectual-, se ha aprovechado y se aprovecha del sistema que critíca y quiere sacar un buen provecho de su posible asalto al poder político. Uno se plantea, cuando El Salto publica estos alegatos absolutamente sesgados, indocumentados, superficiales y completamente prescindibles, si vale la pena seguir apoyando estas iniciativas o, por lo contrario, si no será mejor emplear esos pocos euros de la sbscripción a otras causas menos incoherentes.
Un rasgo decisivo del fascismo es su ataque a las instituciones democráticas.
El discurso de la corrupción política ya está pasado de moda, porque donde más corrupción hay y menos se ve es en el ámbito privado.
La corrupción se combate con transparencia y rendición de cuentas y sanciones y limitación de mandatos, etc. Cosas básicas de las que están lejos las prácticas jerárquicas de gobernanza empresarial capitalista.