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Italia
La Brecha euroescéptica en Italia
La historia de la Unión Europea está ligada a la república italiana desde sus inicios. Desde los tiempos en los que Alcide de Gasperi participara como uno de los impulsores del Tratado de París en 1951, tratado por el que se crea la Comunidad Económica del Carbón y del Acero (CECA), la esfera europea ha convivido de una forma u otra en el imaginario político de la sociedad italiana. Sin embargo, las actitudes hacia la Unión Europea son un factor cambiante entre la propia población y las organizaciones políticas.
La formación en 2018 del gobierno de coalición de carácter populista entre la Liga de Salvini y el Movimiento 5 Estrellas, situaba por primera vez en la historia política de Italia un contexto de mayoría parlamentaria euroescéptica. Si bien durante el transcurso de la coalición el gobierno mantuvo escenarios de tensión durante los contactos con las instituciones europeas, atrás quedaban las hiperbólicas propuestas de ambas formaciones enfocadas en plantear la salida de Italia de la Unión Europea. La tonalidad crispante del discurso del gobierno se ha podido ver expresada en conflictos como la disputa en torno a la línea de déficit propiciada por Salvini. Sin embargo, la crisis en el propio ejecutivo precipitó un nuevo pacto de coalición entre el Partido Democrático (PD) y los grillini (M5S) que restituyó una actitud colaborativa por parte del gobierno italiano.
Las últimas encuestas sobre la intención de voto en Italia auguran un parlamento donde las fuerzas que ocupan el marco de la extrema derecha populista, La Liga y Fratelli d’Italia, agruparían juntas en torno a un 40% de los votos
A las puertas de lo que se prevé como una nueva crisis generada por los efectos económicos de la pandemia, la respuesta por parte de las instituciones europeas ha sido percibida por una parte de la sociedad como demasiado tardía y en muchas zonas ha calado la impresión de que los italianos eran abandonados a su suerte. Los datos muestran cómo en abril, cuando aún no se había avanzado en la propuesta de reconstrucción, los italianos eran los que peor valoraban la solidaridad mostrada por los Estados miembros de la Unión. Si bien es cierto que esta valoración puede verse afectada por el hecho de que Italia ha sido el país que más ha sufrido los efectos del virus, se trata de un país cuya relación entre su población y las instituciones europeas sigue una tendencia negativa desde hace años, por lo que se torna necesario hacer un recorrido por la historia de la relación de los propios partidos para con el proyecto europeo.
A lo largo de la historia italiana, la importancia de la dimensión política europea ha cambiado conforme evolucionaba el sistema de partidos de la República. Al inicio de los años 50, la cuestión sobre el proceso de integración europea causaba una gran polarización entre los grandes partidos tradicionales que dominaban el arco parlamentario, situación que contrasta con la salud que adquiere la relación de los partidos italianos con la UE en los 90, donde la mayoría de estos —salvo los situados a ambos extremos del espectro ideológico, que habían quedado relegados a la subalternidad— no solo convergían en torno al apoyo al proceso de integración europeo sino que respaldaban ampliamente la trayectoria concreta de la Unión Europea.
Es necesario señalar que, a lo largo de este camino, el Partido Comunista Italiano adopta en los 70 la línea eurocomunista, lo que llevaría a la formación a apostar por una vía democrática al socialismo dentro del Estado de derecho liberal y dentro de los esquemas del proyecto europeo, distanciándose así de la Unión Soviética. La inclusión del Partito Democrático de la Sinistra (PDS), principal heredero del PCI tras su disolución, en el Partido Socialista Europeo simbolizaba una época donde la brecha euroescéptica no era capaz de permear el debate político desde ningún sector del espectro ideológico. La caída de la Democracia Cristiana a partir de mediados de los 90 abre una ventana de oportunidad para la proliferación de fuerzas a su derecha que marcarían la entrada en el debate público de discursos relacionados con el proteccionismo y el nacionalismo.
Hay ciertos datos que invitan a pensar que durante los próximos años pueden proliferar elementos discursivos de tensión soberanista hacia la Unión Europea. Las últimas encuestas sobre la intención de voto en Italia auguran un parlamento donde las fuerzas que ocupan el marco de la extrema derecha populista, La Liga y Fratelli d’Italia, agruparían juntas en torno a un 40% de los votos. Durante el transcurso de la pandemia, los de Salvini, que partían como primera fuerza con valores cercanos al 34% de los votos han descendido a una media del 26%-27%.
El principal beneficiario de esta caída ha sido Fratelli d’Italia, partido presidido por Georgia Meloni, que no ha dejado de subir en las encuestas en los últimos meses. Este partido de corte nacional conservador, situado en la extrema derecha, nace tras su escisión en 2012 del Popolo delle Libertad, unión entre la Forza Italia de Berlusconi y Alianza Nacional (AN), partido heredero del neofascista Movimiento Social Italiano. La mayor parte de los componentes del partido de Meloni provienen de un sector de AN que, tras la crisis, decide desligar su destino político del de Berlusconi. Ambas formaciones compiten por capitalizar el discurso antiélites, identificando las instituciones europeas como el enemigo exterior que coarta la soberanía italiana.
Frente al bloque de la derecha populista encontramos a un PD incapaz de cuestionar las contradicciones del proyecto de integración europeo, un M5S en decadencia, una hipotética “lista Conte”, que habría estado sonando tras conocerse los altos valores de popularidad que ha alcanzado el Primer Ministro; y a un Matteo Renzi que ante la crisis saca a pasear el fantasma de la tecnocracia, refiriéndonos a los guiños que el ex primer ministro ha dejado en relación a una posible candidatura del expresidente del BCE, Mario Draghi: “No estoy suplicando por la opción Draghi. No lo hago candidato a nada, pero digo que él ha sido el guardián de las reglas europeas y en el momento justo nos indica el camino justo diciendo qué necesitamos en una economía de guerra”.
La pulsión tecnócrata sigue siendo un rasgo potente de ciertos sectores eurófilos de la sociedad italiana, a pesar de que la literatura señale el gobierno de Monti como uno de los picos en torno a valores de euroescépticismo debido al carácter tecnocrático de este (Monti había sido un alto Comisario Europeo) y a las medidas de austeridad que marcaron su gobierno. El hecho de que unas medidas tan impopulares vinieran aplicadas por un gobierno con un premier cuya elección no nacía de las urnas, sino por los designios del presidente de la República, Giorgio Napolitano; unido a su vinculación con las instituciones europeas, permitió el crecimiento de fuerzas que se alimentaron del sentimiento de abandono que emergió en la sociedad italiana.
El segundo pico tras la crisis económica de 2008 llegó en 2015-2016 tras la crisis migratoria a la que Europa tuvo que hacer frente y que generó una gran repercusión política en la república italiana. Vemos cómo en la última década la relación entre la población y las instituciones europeas sigue una tendencia negativa. Si lo comparamos con valores aún más antiguos la diferencia es aún mas brutal, en 1991 el porcentaje de italianos que consideraban estar dentro de la Unión Europea como algo bueno rozaba el 80%.
Los últimos datos, tras el conocimiento del pacto franco-alemán en torno a la mutualización de la deuda a través del endeudamiento de la Comisión Europea y la inyección de fondos a los países más afectados por los efectos económicos del coronavirus, muestran un apoyo general a la medida planteada por las élites europeas. Si bien aún no se conoce el contenido completo del acuerdo, aún es pronto para saber los efectos reales de la crisis o su duración, aspectos que serán determinantes a la hora de conocer la profundidad y el calado del discurso euroescéptico entre la población y entre las distintas estrategias de los partidos políticos.
Lo relevante de esta encuesta es que muestra un consenso inter-partidista entre los votantes que trasciende los bloques: el 51% de los votantes de la Liga encuestados estarían a favor de las medidas propuestas frente al 71% de los votantes de Meloni. En el resto de fuerzas el apoyo es aún más mayoritario, el 93% de los votantes del PD encuestados se manifiestan a favor, al igual que el 87% de los votantes del Movimiento 5 Estrellas.
Europa vive un momento crucial para su supervivencia política. Las potencias centrales son conscientes de ello y podemos ver traducido en la respuesta a la crisis un intento de enmienda a los errores cometidos tras 2008. Sin embargo, corren tiempos donde las posiciones en torno a la integración europea pueden llegar a marcar patrones de competición política, e Italia puede ser uno de los escenarios donde veamos un aumento de la polarización política en torno posiciones relacionadas con la esfera de la política europea. En un contexto postbrexit, se torna de vital importancia estudiar el posible desarrollo de una brecha euroescéptica capaz de orientar el debate político y los propios sistemas de partidos.