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Memoria histórica
Nuestra primera sufragista hubo de pedir misericordia a un tribunal franquista
Cuenta el profesor Manuel Almisas que consultando para un trabajo de investigación sobre milicianas la colección del diario republicano El Pueblo (1891-1939), fundado por el escritor Blasco Ibáñez, se topó en la portada del periódico con un artículo publicado el 18 de julio de 1936, firmado por una mujer y que trataba del movimiento pacifista.
Es de suponer que un texto de esas características en fecha tan señalada y firmado por una mujer en la portada de un periódico, consten en el libro como circunstancias impulsoras de la biografía que Almisas Albéndiz decidió escribir en ese momento sobre la autora del artículo. Es algo que debemos agradecerle por tratarse de una personalidad importante y olvidada en la historia de la lucha por los derechos de la mujer. El libro se titula Paso a la mujer. Biografía de Amalia Carvia y fue publicado hace unos años, rompiendo el silencio que pesaba sobre la primera sufragista de España (junto a Rosario de Acuña) y fundadora, en compañía su hermana Ana, de la primera asociación de carácter feminista que hubo en este país: La Liga para el Progreso de la Mujer.
Esta entidad fue creada en 1918 con un llamamiento a modo de manifiesto en el que se puede leer: “A la mujer de España no le falta inteligencia ni corazón para seguir el derrotero marcado por sus hermanas de otros pueblos; solo la detiene el formidable obstáculo de la rutina, y este obstáculo será prontamente vencido si uniendo nuestras manos en la promesa de un noble pacto, arremetemos con decisión contra todos los prejuicios del pasado. Créanlo así nuestras compañeras de sexo, y sin temor de ninguna clase vengan con nosotras, desde las más timoratas a las más valientes. Católicas, protestantes, racionalistas, cualesquiera que sean vuestras tendencias, todas lleváis en vuestras almas femeninas las indescriptibles ansias de una verdadera liberación, y por lo tanto todas estáis interesadas en la conquista de un nuevo destino”.
Ana y Amelia Carvia Bernal eran la presidenta y la secretaria, respectivamente, de la citada asociación, que ese mismo año llevó a las Cortes Generales una reclamación para que fueran eliminados determinados artículos del Código Civil que “colocaban a la mujer en un nivel inferior al del hombre”. También mostraba la Liga para el Progreso de la Mujer su interés por asuntos tales como la investigación de la paternidad, la condición de la mujer casada, la participación de la mujer en los jurados y la urgencia por lograr el voto femenino y el divorcio.
Sobre el sufragio universal integral volvería a insistir la citada asociación dos años más tarde, registrando por vez primera en el Congreso de los Diputados una solicitud en tal sentido, sin que el gobierno diera entonces ninguna respuesta, lo que da idea de lo peregrino que era por entonces hacer semejantes reivindicaciones. Tendría que pasar más de un decenio para que el voto de la mujer se hiciera realidad durante la primera legislatura de la segunda República, gracias sobre todo a la figura de Clara Campoamor.
Además de estas iniciativas, Amalia Carvia Bernal se destacó en su tiempo por haber sido la fundadora en 1895 de la primera logia de mujeres en Cádiz (Hijas de la Regeneración), ciudad en la que nació en la primavera de 1861. Su nombre simbólico fue Piedad, alcanzando el tercer grado masónico, aunque bien podría haber elegido el nombre de Fermín Salvochea, por la admiración que le profesaba al anarquista gaditano, fruto de su formación en el Círculo de Librepensadores Rafael Guillén Martínez, fundado por el anarquista gaditano a su regreso del exilio.
Tanto Ana como Amalia residieron en Cádiz hasta 1890, desde donde la segunda colabora en la revista publicada en Barcelona La Conciencia Libre, una de las más leídas en los círculos obreros y librepensadores de Andalucía. Se trataba de la primera revista feminista creada por la vallisoletana Belén Sárraga, presidenta de la Asociación de Mujeres Librepensadoras de Barcelona en 1896 y luego, tras su traslado a Valencia, de la Asociación General Femenina en 1897. Por entonces también colabora Amalia Carvia en El Pueblo, periódico político y literario, defensor de las clases jornaleras. Es en el Círculo de Librepensadores gaditano donde la primera sufragista se da a conocer como impulsiva y original oradora, hasta el punto de recriminar a los hombres asistentes a los actos que se celebran es esa entidad por no hacer partícipes a su madres, hermanas e hijas de las ideas emancipadoras que profesaban, instándoles a que dejaran el salón libre para que hubiese mayor participación femenina. Les recriminaba con ello que las mujeres no pudieran sumarse a la vida social y política, en pro de las libertades comunes a todos y todas, fuera del ámbito del hogar y el confesionario. El discurso debió de impactar a Fermín Salvochea, que lo publicó íntegramente su periódico El Socialista.
Con el nuevo siglo, el año de la muerte de su madre (1900), las dos hermanas se trasladaron a Valencia para fundar allí, en 1915 las revista mensual feminista Redención, en donde no cejaron en la necesidad del voto femenino a lo largo de los siete años que se mantuvo esa publicación en la calle, hasta la dictadura de Primo de Rivera. Fue en Valencia también donde Amalia Carvia colaboró con centenares de artículos, a partir de 1930, en el diario republicano El Pueblo, y donde Amalia y Ana crearon además una escuela laica con la proclamación de la segunda República en 1931. El laicismo, el republicanismo, el pacifismo, la reivindicación del voto femenino, la defensa de la naturaleza y el respeto a los animales forman parte de los asuntos que están presentes en los escritos de Amalia Carvia Bernal, con una radical oposición a la tauromaquia en algunos de ellos.
A esta mujer olvidada y adelantada a su tiempo le abrió un expediente durante los primeros años de la dictadura franquista el Tribunal Especial para la Represión de la Masonería y el Comunismo Sometida a arresto domiciliario por haber pertenecido a la Liga de los Derechos del Hombre, Amalia Carvia era ya una mujer octogenaria y enferma que fallecería pocos años después (1949). En ese expediente, que tuve la oportunidad de consultar en el Centro Documental de la Memoria Histórica de Salamanca, Amalia Carvia solicita al citado tribunal en nombre de Dios que sea misericordioso con ella en estos términos:
Señor Secretario General del Tribunal Especial de Represión de la Masonería y el Comunismo: Como avisé en telegrama, voy a dar mis motivos de no haber cumplido la orden dada por ese Tribunal.
Al recibo de la orden, me encontraba fuera de Valencia por mandato médico, por encontrarme muy mal del reuma. Hoy aprovecho un poco de alivio para escribir.
En junio recibí otro telegrama igual, al que contesté enviando certificado médico, haciendo ver mi mal estado de salud, el cual ha empeorado a causa de los fríos.
Por esto, y por encontrarme sin recursos para tal viaje, me veo imposibilitada de obedecer tal orden y ruego a ese respetable Tribunal, se compadezca de la situación de esta pobre anciana de 82 años, que solo piensa en la hora de poder descansar de los sufrimientos de esta triste vida.
Mi pobre cabeza funciona mal por los ataques de neuralgia y no puedo coordinar lo que quisiera decir para inspirar alguna compasión.
En nombre de Dios, sed misericordiosos conmigo, que si he cometido algunos errores ha sido en la creencia de que eran en bien de mis semejantes. Amalia Carvia, Valencia 6 de diciembre de 1942.