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Literatura
El mundo de fantasía de Gianni Rodari
Hablar de Gianni Rodari es hacerlo de una figura básica para comprender la evolución de la pedagogía infantil en la segunda mitad del siglo XX. Comunista convencido, sus primeras incursiones dentro de esta rama educativa comienzan en 1947 a través de L’Unitá, donde trabaja en la sección de cultura y crea la subsección “El Domingo de los pequeños”.
Estos fueron los orígenes de una trayectoria que despegó, en los años 50, bajo su propio nombre (antes firmaba como Francesco Aricocchi) por medio de libros tan célebres como La novela de Cebollino (1953) que, aparte de serie de dibujos animados, también fue adaptada como ballet en 1973.
En libros de cuentos como este, queda de manifiesto la ambición de Rodari por evitar la condescendencia habitual que suele conllevar el formato de cuento infantil. En definitiva, no caer en la trillada senda de la objetivación del niño enfocado como ser de inocencia vulnerable, y no como esponja de conocimientos.
No hay más que leer un cuento contra las dictaduras como “Jaime de cristal”, totalmente impregnado de ideología comunista. Esta pieza pertenece a Cuentos por teléfono (1962), una de sus obras más representativas, que funciona como fabulosa guía práctica de las inquietudes que siembran sus escritos, poblados de seres pequeños que nunca crecen, ciencia-ficción chipiritifláutica, como en “El pollito cósmico”, o un cuento tan triste, fantasmagórico y antibélico como “El albañil de Valtellina”.
En libros como este queda de manifiesto su postura contra las mentalidades aburguesadas y aristocráticas, sin olvidar los males de la gente de clase obrera que, de repente, sube de escalafón social hasta la tiranía, tal como queda de manifiesto en el “El pescador de Cefalú”, una de las lecturas más representativas en su forma de comunicarse con el público infantil.
Debido a sus historias con personajes como Cebollino o Stenderello, llegó a ser excomulgado por el Vaticano, acusado de adoctrinamiento a los niños
Esta clase de cuentos son un ejemplo de la capacidad de Rodari para jugar con el doble sentido y la crítica implícita, tanto que, debido a sus historias con personajes como Cebollino o Stenderello, llegó a ser excomulgado por el Vaticano, acusado de adoctrinamiento a los niños.
Más allá de los absurdos provenientes de instituciones ancladas en mentalidades inamovibles, lo que jamás se podrá poner en duda es la relevancia de Rodari como uno de los máximos exponentes a la hora de tratar a los más pequeños como seres portadores de masa gris en su cabeza.
Entre sus enseñanzas, no faltan lecciones sobre ironía o crueldad. Por momentos, no difiere en intenciones de las fábulas de Stanislaw Lem o los alucinógenos cuentos distópicos de Roland Topor. Eso sí, siempre bajo el halo subyacente de la mirada del autor preocupado por educar: justo, no moralizante; dulce pero cuestionador.
De países sin punta, caminos de chocolate y todas las aventuras habidas y por haber, Rodari asfaltó un camino que no entiende de evasiones sino que gusta de introducir la magia de las cosas pequeñas en nuestro día a día. De hecho, si para un niño sus cuentos son una llave para abrir de par en par las puertas de la imaginación, para un adulto resulta en evitar que muera el niño que todos llevamos dentro.
La suya es una forma de entender la narrativa donde la psicología aplicada dialoga de tú a tú con nuestro subconsciente, lo colorea y desprejuicia de pensamientos ajenos a nuestra realidad y obligaciones
En este sentido, es perfectamente abordable la cuestión de si la obra de Rodari es más beneficiosa para edades infantiles o como terapia para adultos que olvidaron que algún día fueron niños. En cualquier caso, estamos ante una forma de entender la narrativa donde la psicología aplicada dialoga de tú a tú con nuestro subconsciente, lo colorea y desprejuicia de pensamientos ajenos a nuestra realidad y obligaciones.
Desgraciadamente, el terreno abonado por Rodari a lo largo de su extensa obra ha sido saboteado en pleno siglo XXI; sobre todo, en lo que se refiere a la tendencia digital de los dibujos animados de hoy en día enfocados en terreno exclusivamente infantil. Ejemplos como Dora, la exploradora son perfectamente representativos de la idiotización generalizada con la que se intenta educar a través del tubo catódico. Dibujos monocromos, rasgos arquetípicos, diseños de ordenador plenos de colores epilépticos, diálogos pedagógicos terriblemente condescendientes, vivimos en una época donde, definitivamente, ha sido lastrada la metodología aplicada por Rodari en su labor pedagógica con el país de los enanos; labor que, en los años sesenta es oficializada.
“Rodari tiene esa capacidad tan suya de imaginar y contar mundos mejores para que también nosotros podamos imaginarlos”, dice Cris Barbeito, de la librería Berbiriana
En aquella época, Rodari comienza a ser reclamado para mostrar sus técnicas de enseñanza a los profesores de escuela, una situación que llega hasta nuestros días, hasta el punto de que sus libros son recomendados desde parajes tan extraordinarios de nuestro cinturón comercial como las librerías de barrio llevadas por libreras que predican la transmisión cultural como parte básica de su oficio. Tal es el caso de Cris Barbeito, codueña de Berbiriana, la librería con más solera de A Coruña, quien explica cómo suele ser una recomendación de un libro de Rodari: “Suelo decir que Rodari es un cuentista extraordinario, que nos hace disfrutar de la fantasía a los niños y a los adultos, y que tiene esa capacidad tan suya de imaginar y contar mundos mejores para que también nosotros podamos imaginarlos. Esto es necesario y urgente en la creación artística, pues imaginar que el futuro puede ser mejor es el primer paso para luchar por él. Y lo hace con un sentido del humor como pocos”.
Uno de los libros más solicitados del autor de Omegna es Libro de la fantasía, edición muy especial de 2010 que reúne cinco libros de cuentos que Rodari publicó en los años 60. Dicha recopilación funciona como radiografía exacta de la mente de un pedagogo que siempre entendió la literatura como una forma de jugar. Porque, al fin y al cabo, leer a Rodari es la excusa perfecta para poner alas a nuestras fantasías. Catarata de sueños suministrados para quebrar los eslabones que dictaminan nuestra secuencia vital de días-fotocopia.
Libro de la fantasía pertenece al catálogo de Blackie Books, que hace ya unos años tuvo la idea de comenzar a editar la obra de Gianni Rodari en castellano y que, además de otras editoriales tan míticas como Barco de Vapor, ya ha publicado libros imprescindibles como Escuela de fantasía (2017) o el más reciente El libro de Gianni Rodari (2020).
Maestro del relato corto, la fábula mínima y las piruetas con el vocabulario, Rodari tejió una trayectoria brillante que, más allá de sus indiscutibles valores educativos, quedó perfectamente condensada en Libro de la fantasía, cirugía ideal para un profundo lifting de espíritu y corazón.
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Me eduqué con Rodari en los 70, así he salido de rebelde y gracioso. En aquella época feliz había maestras libertarias de izquierda, que recomendaban lecturas y animaban al librepensamiento y a la creación artística. Cuentos para Jugar fue mi libro de referencia. En él, cada cuento tenía varios finales y se pedía al lector que eligiera uno. La Góndola Fantasma me encantó. ¡Qué sentido del humor, qué estilo de escritura, qué dulce irreverencia! Qué tiempos... Hoy nos toca hacer fila para vacunarnos si no queremos perder nuestro trabajo. Los jóvenes son forzados a jugar con mascarilla, por "el bien común", el bien del Estado-mercado totalitario. Se acabaron las risas, es el fin de la civilización. Gracias.