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Literatura
Abecedario de Virginia Woolf
Si nosotras las mujeres pudiéramos liberarnos de la esclavitud, podríamos liberar a los hombres de la tiranía, sostuvo Virginia Woolf. Seleccionamos aquí textos sobre su tiempo de esta conocida autora de ficción.
“¿Por qué la vida no ofrece una cosa sobre la que poner la mano y poder decir: ¿es eso?”, se preguntaba en 1926 Virginia Woolf, en las páginas de su diario. Quizás es porque se le ha quitado mucho, tanto en vida como después de su suicidio, con los bolsillos llenos de piedras en el río Ouse, en plena Segunda Guerra Mundial. Su padre, su madre y su hermano mayor mueren antes de sus 25 años; su matrimonio toma la forma de un pacto donde cada uno pierde tanto como gana. Figura del feminismo de la primera mitad del siglo XX, aquella que desfiló al lado de las sufragistas es hoy aplaudida por su aportación a la emancipación de las mujeres y, principalmente en Gran Bretaña y Estados Unidos, criticada por escritos confidenciales muy deplorables. “Si nosotras [las mujeres] pudiéramos liberarnos de la esclavitud, podríamos liberar a los hombres de la tiranía”, opuso a la progresión del fascismo en Europa. Seleccionamos aquí textos sobre su tiempo de esta conocida autora de ficción.
Animales: “Porque, si muchos instintos son comunes a los dos sexos, combatir ha sido siempre el patrimonio de los hombres, no el de las mujeres. Esta diferencia, ya sea natural o accidental, se ha alimentado de la ley y del uso. A lo largo de toda la historia, es raro que un ser humano caiga bajo las balas de una mujer; sois vosotros quienes habéis matado a la inmensa mayoría de los pájaros y de los animales, no nosotras; y es difícil pronunciarse sobre lo que se ignora”. (Tres Guineas, 1938).
Barco: “Quizás todos los escritores están en el mismo barco. Es el precio que pagamos por haber destruido la camisa de fuerza de la tradición; pero la soledad vuelve este trabajo de escritura aún más excitante, incluso si somos menos leídos que otros. Quizás deberíamos sumergirnos en lo más profundo del mar y nunca más movernos de ahí, con nuestras propias palabras como compañeras”. (Diario, 14 de junio de 1925).
Cerebro: “Mi cerebro es una máquina que no domino —siempre al acecho, en efervescencia, inspirado, activo, comprometido, y después de repente derrumbado en el fango”. (Diario, 28 de diciembre de 1932)
Cuestión: “¿Cómo podemos ayudar a impedir la guerra? Supongamos que en el curso de esta conversación privada, mixta, a propósito de la política y de la gente, de la guerra y de la paz, de la barbarie y de la civilización, surgiese una cuestión, relativa a la admisión de hijas de hombres cultivados en el clero, por ejemplo, o en la Bolsa o en la diplomacia. La cuestión está apenas esbozada; pero nosotras, desde nuestro lado de la mesa, nos volvemos inmediatamente sensibles a una cierta ‘emoción poderosa’ que viene de vuestro lado y ‘surgida de alguna motivación situada por debajo del nivel del pensamiento consciente’, una cierta señal de alarma resuena entonces en nosotras; un rumor confuso, pero tumultuoso; escuchamos: ‘No debéis, no debéis, no debéis…’”.
(Tres guineas, 1938)
Diversidad: “Sería infinitamente lamentable que las mujeres escribiesen como hombres o viviesen como hombres, porque si dos sexos son totalmente insuficientes cuando pensamos en el alcance y la diversidad del mundo, ¿cómo haríamos con uno solo?”.
(Una habitación propia, 1929)
Ebullición: “Los espíritus de las mujeres obreras estaban en ebullición y su imaginación despierta. Pero ¿cómo hacer para concretar sus ideales? ¿Cómo hacer para expresar sus necesidades? La clase media tenía sus asociaciones. Las mujeres habían fundado escuelas y comenzaban, incluso, a abrirse camino en las profesiones liberales. […] Es en ese momento, imagino, al principio de los años 1880, que la cooperativa de mujeres hizo su aparición, tímidamente […]”.
(“Recuerdos de una cooperativa de obreras”, de Ensayos escogidos, Gallimard, 2015)
Guerra: “Las mujeres inglesas han sido muy criticadas por haber recurrido a la fuerza en su lucha por el sufragio. […] Estas críticas, aparentemente, no se aplicaban a la fuerza utilizada en la guerra europea. El voto ha sido de hecho otorgado a las mujeres inglesas en gran parte por la ayuda que ellas han aportado a los hombres ingleses en su uso de la fuerza en esta guerra”.
(Tres Guineas, 1938)
Hombre: “[…] nos acercamos a este interesante y oscuro complejo masculino, que tuvo tanta influencia sobre la evolución de las mujeres, el deseo profundamente arraigado en el hombre, no tanto de que ella sea inferior, sino más bien de ser él superior, deseo que le incita a situarse de forma que atraiga todas las miradas, no solamente en el dominio del arte, y a transformar la política en un coto vedado, incluso cuando el riesgo que corre parece ínfimo y la peticionaria humilde y fiel”.
(Una habitación propia, 1929)
Ideas: “Para tener ideas eficaces, debemos poder lanzarlas con fuerza. Debemos ponerlas en acción. Y el avispón en el cielo hace surgir otro avispón en el espíritu. Había un silbido en el Times esta mañana, una voz de mujer diciendo: ‘Las mujeres no tienen una palabra que decir en política’. No hay ninguna mujer en el gabinete; ni en ningún puesto de responsable. Todos los pensadores que están en posición de poner sus ideas en práctica son hombres. Es un pensamiento que debilita la reflexión, y fomenta la irresponsabilidad. ¿Por qué no hundir la cabeza en la almohada, taparse los oídos, y cesar en esta inútil actividad de reflexión? Porque hay otras mesas fuera de las mesas de los funcionarios y de las mesas de conferencias. ¿No estamos privando al joven inglés de un arma que podría serle preciosa, si renunciamos a la reflexión privada, reflexión de mesa de té, porque parece inútil? ¿No resaltamos nuestra incapacidad porque nuestras capacidades nos exponen quizás al abuso, incluso al desprecio? ‘Yo no dejaré nunca el combate mental’, escribió Blake. El combate mental significa pensar contra la corriente, no junto a ella”.
(Pensamientos sobre la paz en un ataque aéreo, 1940).
Judíos: “Esta mañana, hemos discutido sobre el suicidio si Hitler desembarca. Golpean a los judíos. Más vale cerrar la puerta del garaje”.
(Diario, 15 de mayo de 1940).
Kensington Gardens: “Así, antes incluso de poner su pluma sobre el papel, el escritor conmovido al ver una flor de azafrán apenas brotado en Kensington Gardens debe elegir, entre una multitud de candidatos, el lector que le va a convenir. Es inútil decir ‘ignoradlos a todos; no penséis más que en vuestra flor de azafrán’, porque escribir es un medio de comunicación, y la flor de azafrán permanece imperfecta en tanto que no es compartida. El primer o el último hombre puede escribir para él solamente, pero ésa es una excepción, no verdaderamente envidiable por cierto, solo las gaviotas tendrán acceso a su obra si saben leer”.
(El cliente y el azafrán de primavera, 1924).
Libros: “Los libros deberían ser baratos hasta el punto de que pudiéramos tirarlos si no nos gustan o prestarlos si nos gustan”.
(“¿Se escriben y publican demasiados libros”, diálogo en la BBC, 1927).
Líneas: “Rápidamente, como si algo se lo hubiera recordado, se volvió hacia el lienzo. Sí, ahí estaba su cuadro. Estaba ahí con todos sus verdes y sus azules, sus líneas perpendiculares y laterales, su esfuerzo para realizar algo. Miró a los peldaños: estaban vacíos; miró hacia su lienzo: estaba borroso. Con repentina intensidad, como si durante el espacio de un segundo viera con claridad, trazó una línea, ahí, en el centro. Estaba hecho; estaba terminado. ‘Sí —piensa, dejando su pincel con una fatiga extrema—, he tenido mi visión”.
(Al faro, 1927).
Mujeres: “¿Tenéis alguna idea del número de libros dedicados a las mujeres durante un año? ¿Tenéis alguna idea del número de estos libros que son escritos por hombres? ¿Os dais cuenta de que sois quizás el animal más discutido del universo? […] pero lo que es sorprendente y difícil de explicar es que el sexo —es decir las mujeres— interesa […] a hombres sin más calificación aparente que la de no ser mujeres”. (Una habitación propia, 1929).
Muerte: “Las principales acusaciones formuladas contra ella [Orlando] eran en primer lugar que estaba muerta y no podía entonces pretender la menor propiedad, en segundo lugar que era una mujer, lo que viene a ser lo mismo”.
(Orlando, 1928).
Nefasto: “[…] es nefasto para quien quiere escribir pensar en su sexo. Es nefasto ser puramente un hombre o una mujer; hay que ser mujer-masculina u hombre-femenino”.
(Una habitación propia, 1929).
Obras: “Verdaderamente, si la mujer no existiera más que en las obras literarias masculinas, nos la imaginaríamos como una criatura de la más alta importancia, diversa, heroica y mediocre, magnífica y vil, infinitamente bella y extremadamente espantosa, con tanta grandeza como el hombre, por delante incluso, a juicio de algunos. Pero se trata de la mujer a través de la ficción. En realidad, […] la mujer estaba encerrada, golpeada y arrastrada a su habitación”.
(Una habitación propia, 1929).
Ojos: “En este lugar, abajo, mis ojos son los ojos sin párpados de una figura de piedra en un desierto del Nilo”.
(Las olas, 1931).
Polilla: “Un instante todo vacila y se curva en la incertidumbre y en la ambigüedad, como si una gran polilla atravesando la habitación a toda vela hubiera dado sombra a la solidez inmensa de las sillas y las mesas con sus alas flotantes”.
(Las olas, 1931)
Ritmo: “[…] por lo que se dice, no puede haber ninguna relación entre el poeta y la época actual. Pero todo eso es evidentemente absurdo. Esos accidentes son superficiales, están lejos de ser bastante profundos como para destruir nuestro instinto más fundamental y primario, el instinto del ritmo”. (Carta a un joven poeta, Rivage poche, 2013).
Siglo XVI: “[…] cualquier mujer nacida en el siglo XVI con un gran talento se habría vuelto loca, se habría suicidado o habría acabado sus días en alguna choza alejada de todo pueblo, medio bruja, medio hechicera, objeto de temor y burlas. Porque no se necesita ser un gran psicólogo para estar seguro de de que una muchacha muy dotada, que hubiera tratado de usar su talento para la poesía, habría sido frustrada por los demás, torturada y discutida en todos los sentidos por sus propios sentidos, que habría perdido la salud y la razón”.
(Una habitación propia, 1929)
Snob: “El esnob es un ser aturdido y de escasa capacidad mental, tan poco contento de sí mismo que, a fin de consolidar su personalidad, no hace más que pasar un título o algo que suponga un honor por la cara del prójimo a fin de que el prójimo le crea y ayude al esnob a creer lo que realmente no cree –que él o ella es una persona importante”.
(“¿Soy una esnob?”, Instants de vie, 1988)
Times: “Pretencioso, dicen ellos; y una mujer que escribe bien, y que además escribe en el Times, no hay más que hablar”.
(Diario, 15 de abril de 1920).
Universo: “[…] el irrealizable deseo de abrazar el universo en un solo acto de comprensión”.
(Las olas, 1931).
Vino: “¿Por qué los hombres beben vino y las mujeres agua? ¿Por qué un sexo es tan pobre y el otro tan próspero? ¿Cuál es la consecuencia de la pobreza en la ficción?”.
(Una habitación propia, 1929).
Whitehall [calle céntrica de Londres, que se usa como sinónimo del Gobierno británico]: “[…] hay excelentes razones para pensar que la palabra “señorita”, aunque propaga un perfume delicioso en los hogares adquiere cierto olor (ligado a esa palabra), un olor repugnante para la nariz de aquellos que se encuentran al otro lado de la pared; convendréis también en que con toda probabilidad, un nombre al que esté unido el término de “señorita” gravitará, por su olor mismo, en las esferas más inferiores donde los salarios son menos sustanciales. Cuanto menos digamos sobre esta palabra, mejor. Propaga tal olor, apesta de tal manera a las fosas nasales de Whitehall que Whitehall lo excluye totalmente”.
(Tres guineas, 1938).