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LGTBIAQ+
Relaciones sexuales y escarnio público, ¿hasta cuándo?
-“¿Relaciones sexuales últimamente?. Uy, ahí estoy jodida, tío”
-“¿Algún melón?”
-“No, no, literalmente (hace el signo del cero con la mano)”.
Entonces empieza a escucharse música triste y el presentador exclama “la primera vez, quizás, en seis temporadas que alguien dice 'vengo con el depósito vacío'”. Otra persona del programa añade: “es que ni mi abuela dio esa respuesta”.
Esta conversación ocurrió el pasado 29 de marzo en el programa La Resistencia presentado por David Broncano. Al día siguiente, el propio programa compartió este intercambio en Twitter añadiendo “Hasta María Teresa Campos dijo que no tenía el marcador a cero. Tenía que pasar y no pasa nada”.
No pasa nada. ¿Seguro? Si no pasara nada, este tuit tendría que borrarse, es más, nunca se hubiese escrito. Si no pasara nada, el presentador no hubiera exclamado con sorpresa que en seis años nadie nunca le había dado una respuesta igual. Si no pasara nada, las relaciones sexuales no se tratarían como una competición en la que, parece ser, las mujeres de avanzada edad suelen situarse en los peores puestos. Por supuesto que pasa, pasa y mucho, y además tiene nombre: la sexualidad obligatoria, es decir, la obligatoriedad de toda persona de querer y tener relaciones sexuales que precisamente por su absoluto predominio pasa totalmente inadvertida, o casi, pues existe un pequeño colectivo que resiste a esta imposición: el colectivo asexual.
La sexualidad obligatoria (compulsory sexuality), desarrollada por la académica Elizabeth F. Emens, se refiere a la suposición generalizada de que todas las personas se definen por algún tipo de atracción sexual, y está inspirada en el concepto de heterosexualidad obligatoria de Adrienne Rich. Y no es algo que afecte únicamente a la gente asexual, el colectivo alosexual (personas no asexuales) también sufre de esta obligatoriedad y de las específicas condiciones que conlleva, por ejemplo, si no has tenido relaciones sexuales en un periodo de 30 días, eres una rara avis y mereces un puesto de honor en las redes sociales. Por el momento, el tuit mencionado lleva 5.000 me gusta y 5,8 millones de visualizaciones.
Aunque hay algo a destacar en este caso, algunos de los comentarios al tuit señalan que esta no se trata de la primera vez en la que alguien dice que no ha follado en un mes; al menos dos deportistas –una mujer y un hombre— y un cantante respondieron de manera negativa. ¿Y por qué no hubo entonces tanto revuelo al respecto?
Y es que la sexualidad obligatoria se basa en regular la sexualidad de aquellas personas consideradas “follables” y marginar a quienes no entran en los estándares normativos
Para ello hay que volver a examinar el concepto de sexualidad obligatoria con las variables de aspecto (mujer joven con cuerpo normativo) y de profesión (cantante exitosa), y si estas responden a la idea de “persona follable” entonces esta transgresión es todavía más evidente. De esto sabe mucho la modelo Yasmin Benoit quien lleva a cabo un destacado activismo desde su posición de mujer negra asexual y ha denunciado los comentarios de incredulidad respecto a su sexualidad que recibe cuando comparte fotos posando con ropa interior. Según estos usuarios “si fuera asexual no mostraría tanta piel”. Y es que la sexualidad obligatoria se basa en regular la sexualidad de aquellas personas consideradas “follables” y marginar a quienes no entran en los estándares normativos, por ejemplo, las personas de avanzada edad –sobre todo las mujeres pues el heteropatriarcado tiene mucho que decir al respecto —o las personas con discapacidades— en especial si estas son visibles ya que el capacitismo está también muy presente.
Sin embargo, lo más relevante de todo es que la pregunta en cuestión, “¿cuánto has follado en el último mes?”, parece ser algo que el presentador hace con todes sus invitades. Lo privado es político una vez más. La sexualidad se encuentra tan regulada que es necesario dar cuenta pública de la misma, algo que les asexuales conocemos muy bien pues la pregunta más frecuente que recibimos es “¿eres virgen?”, somos un desafío tan grande al alosexismo (la idea de que todas las personas deben sentir atracción sexual) que debemos justificar continuamente nuestra sexualidad.
Porque sí, les asexuales tenemos sexualidad, una sexualidad disidente que desconcierta y por ello la siguiente pregunta que nos hacen es “¿y te masturbas?”, suponiendo que si una persona no experimenta atracción sexual (o solo en circunstancias muy concretas) entonces debe carecer de sexualidad. Una visión extremadamente limitada de la misma en la que solo importa el número —recuerdo, número bajo igual a música triste— y los esquemas heteropatriarcales.
Mientras el poder del relato sobre la sexualidad siga recayendo en tan pocas manos, las oportunidades que ofrece la asexualidad quedarán desaprovechadas
La casualidad ha hecho coincidir esta lección de alosexismo televisivo con el día internacional de la asexualidad, celebrado el pasado 6 de abril, la segunda vez en la historia que se conmemora y que ha pasado desapercibido para la mayor parte del público pues la asexualidad es una disidencia sexual continuamente olvidada. Aunque es la única con el potencial necesario para exponer al alosexismo como opresión, y revelar las normas y prácticas que obligan al ejercicio de un único tipo de sexualidad, la del sistema dominante. Pero mientras el poder del relato sobre la sexualidad siga recayendo en tan pocas manos, las oportunidades que ofrece la asexualidad quedarán desaprovechadas y nada podrá frenar a les alosexuales de hacer el ridículo en prime time.