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Movimientos sociales
Repensar las movilizaciones. El ejemplo de la Red de Autodefensa Laboral
Frente a las carencias de muchas movilizaciones actuales, la Red de Autodefensa Laboral actúa en Iruñerria mediante una red tejida desde el anonimato donde no cabe el proselitismo ni la búsqueda de intereses más allá de solucionar el problema abordado, donde las formas de denuncia empleadas no tienen como fin el eco mediático sino el reconocimiento del derecho vulnerado.
La derecha nos señala el camino. Algo de razón tiene cuando dice que la calle, las concentraciones o manifestaciones por más que numerosas, no otorgan un plus de derechos ni capacidad de decisión en democracia. En democracia la decisión circula por otros cauces, la calle se va asimilando a una suerte de machismo y, como todo él, afán de supremacía y de imposición. Pero afán que se va incapacitando. Quizá valió pero ya no vale, no porque lo diga la derecha sino por sus propias carencias, por sus demostradas debilidades.
El poder viene desarrollando antídotos que nos están dejando las movilizaciones hechas una pena. Lo mediático, la conversión de los hechos en noticia, la velocidad en que éstas se suceden, ha contribuido a que la actualidad lo devore todo y todo pase rápidamente al olvido, dejando de tener peso nada más acabar de producirse. Una foto o una noticia en la prensa del día siguiente, con el tratamiento y la importancia que ella considere oportuno, y hasta luego.
En buena medida la capacidad de una movilización para incidir en la realidad depende hoy de la importancia que le otorgue la prensa, lo cual es ya una debilidad, mayor todavía cuando hemos reconducido nuestras formas de movilización a la búsqueda de ese conveniente eco mediático, abandonando la búsqueda de una eficacia propia, de una capacidad propia de influir sobre los acontecimientos y las decisiones, sin por ello incurrir en ninguna forma de imposición. Medir el éxito de una movilización por el eco alcanzado en la prensa es reconocer esa incapacidad.
Si no buscamos ninguna imposición y no nos basta con alcanzar ruido mediático, ¿para qué nos movilizamos?
Puede haber por lo menos dos razones. Una sería la de ganar adeptos para la causa por la que nos movilizamos, pero es dudoso que una movilización consiga hoy ese resultado. Para las personas a quienes deberíamos intentar ganarnos casi todas las movilizaciones acarrean alguna incomodidad —la comodidad ha pasado a ser valor de primer orden— con lo que más que ganar adeptos los repelemos. Pero por nuestra parte tampoco parecemos buscar demasiado ese objetivo, no intentamos hacer de nuestra movilización algo atractivo, y tampoco estamos atentos a quien está fuera, repartiendo una hoja por ejemplo, y convirtiendo ese reparto en ocasión para hablar. Además, buena parte de esas movilizaciones están apropiadas por las organizaciones convocantes, lo que indica que apoyar la causa implica respaldar a quienes la convocan, y no siempre ambas cosas son deseadas; el que la movilización vaya fuertemente adornada de simbología ayuda todavía más a encerrarla, a crear un adentro y un afuera netos y diferenciados.
La otra gran razón para mantener las movilizaciones sería el fortalecer la voluntad de quienes participan en ellas. De cualquier movilización tendríamos que salir con una voluntad más decidida a poner más de nuestra parte para conseguir lo que en ella hemos estado pidiendo. Hoy, nuestras movilizaciones vienen quedando reducidas a dejar constancia de nuestros desacuerdos respecto a determinadas situaciones, pero tienen poca voluntad de revertirlas; como si el objetivo fuera salvaguardarnos a nosotras más que tratar de cambiar la realidad. También aquí la comodidad funciona amortiguando, es la forma de actuar de voluntades debilitadas, propia de quienes actuamos socialmente, pero nuestras vidas no dependen de los resultados de esa actuación y funcionan en otras claves, voluntades más próximas al me gustaría que al querer. Además, como son muchas las cosas que nos gustarían, nuestras movilizaciones acaban pareciéndose a un muestrario que invita al picoteo, pero solo al picoteo.
Si bien éste es el escenario en el que nos movemos generalmente, es de destacar un tipo de movilización que viene practicando la RAL (Red de autodefensa Laboral) en la comarca de Iruña, por, precisamente, orientarse en otro sentido, más fresco, con más empuje y con más posibilidades. Se trata de acciones en red ante situaciones de precariedad laboral y vulneración de derechos en contextos de desprotección sindical. Dicha red se teje desde el anonimato por lo que no cabe proselitismo alguno ni búsqueda de intereses más allá de solucionar el problema abordado. Las concentraciones y otras formas de denuncia empleadas no tienen como fin el eco mediático sino el reconocimiento del derecho vulnerado. Paralelamente se hace un trabajo de difusión, explicación del conflicto al vecindario en el que se encuentra el centro de trabajo, etc
Dejemos que esta experiencia nos influya y pensemos en cómo lograr que nuestras movilizaciones no se queden en protestas y pugnen realmente por la capacidad de decisión. Se trata, para empezar, de buscar alguna forma de continuidad, de ir logrando que aquello que hacemos y decimos pesen en el mismo plato de la balanza, de ser más capaces de atraer y contagiar. Se trata de repensar las movilizaciones