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Israel
Los misiles israelíes en Teherán y Beirut aceleran la escalada en Oriente Medio
Fue la última fotografía pública de Ismail Haniyeh. Sonriente, el líder del Buró Político de Hamás miraba al frente mientras alzaba la mano con los dedos haciendo la señal de la victoria. Estaba en Teherán, asistiendo a la ceremonia que inauguraba la presidencia del iraní Masoud Pezeshkian. Los dirigentes iraníes que rodeaban a Haniye, claro protagonista del momento, agarraban la muñeca alzada del jefe de Hamás, como queriéndola llevarla más arriba, o levantaban sus propias manos en forma de V. Pero esa cuidada imagen de apoyo y resguardo alrededor del histórico dirigente palestino no representó lo que pasaría poco después, cuando un mísil israelí proyectado desde más allá de las fronteras de la República Islámica desnudaría la incapacidad de la Guardia Revolucionaria de proteger a Haniye.
La muerte de Haniye se produjo a las dos de la mañana en el corazón de la capital iraní, y a media tarde de ayer, jueves, todavía se estaba intentando recabar información sobre lo sucedido. Haniye residía en Doha, Qatar, desde el 2017, mismo año en el que fue elegido líder de Hamas. En el emirato, Haniye se había convertido en la cara más visible de Hamás a nivel internacional y, desde octubre de 2023, en el líder de la organización palestina más involucrado en las negociaciones por un alto el fuego.
Hijo de palestinos exiliados hacia la franja de Gaza tras su expulsión de la actual ciudad de Ashkelon durante la creación del estado de Israel, Haniye nació en el campo de refugiados de Shati, en el enclave palestino. Estudió en la Universidad Islámica de Gaza, donde lideró una asociación vinculada a los Hermanos Musulmanes. Cofundó Hamas en 1988, fue encarcelado varias veces por Israel y años después lideró la lista de Hamás que ganó las elecciones legislativas palestinas en 2006. Tras el conflicto con Fatah y la expulsión de los seculares de la franja, Haniye se erigió en el primer ministro de facto del enclave hasta 2017, cuando fue ascendido como presidente del Buró Político de Hamás y exiliado a Qatar.
El jefe político de Hamás parecía inclinarse por la negociación y la tregua. De ahí que ahora su asesinato sea leído por muchos como un estrangulamiento de las conversaciones por la paz
Su lugar como líder de Hamás en el enclave lo ocupó Yehya Sinwar, actual hombre más buscado de Israel en la franja de Gaza y una de las mentes pensantes del ataque que la milicia lanzó contra el sur de Israel el pasado 7 de octubre. De hecho, ni tan siquiera está confirmado que los líderes de Hamás en el extranjero, Haniye entre ellos, tuviera conocimiento de la ofensiva que los líderes en Gaza llevaban tiempo maquinando. Desde entonces, Haniye ha mantenido una pugna con Sinwar que el grupo no ha logrado mantener en secreto: mientras el líder en Gaza parece dispuesto a dejar que la guerra siga con su curso en pro de algún cálculo político desconocido, el jefe político de Hamás parecía inclinarse por la negociación y la tregua. De ahí que ahora su asesinato sea leído por muchos como un estrangulamiento de las conversaciones por la paz.
En abril, un bombardeo israelí mató a tres de sus hijos y tres de sus nietos en la ciudad de Gaza. “El enemigo cree que atacando las familias de los líderes hará que las demandas de nuestro pueblo sean menores”, dijo al respecto Haniye: “Quien crea que matando a mis hijos logrará cambiar la posición de Hamás, está delirando”.
Israel
Genocidio Hamás y Al Fatah pactan un Gobierno de unidad mientras la cifra de asesinados en Gaza se acerca a 40.000
Irán, humillado; EEUU, movilizado
Esmail Khatib, ministro saliente de Inteligencia del Gobierno de Irán, se desplazaba por la calle cuando el periodista de una televisión iraní le pidió hacerle unas preguntas. El ministro se detuvo dispuesto a defender su obra a cargo de una de las carteras más importantes del país. Orgulloso, Khatib alegó que su mayor logro durante su tiempo en el cargo había sido “destruir la red de infiltración” que el Mossad, la inteligencia israelí, tenía en Irán. Sólo seis días después de su declaración, un misil israelí lanzado desde miles de kilómetros de distancia penetraba el espacio aéreo de la nación persa y caía con exactitud sobre el edificio donde se alojaba Haniye en Teherán. Los chivatazos, a pesar de la labor del ministro Khatib, continúan teniendo lugar en la República Islámica.
Desde la perspectiva beligerante del Gobierno israelí, el ataque contra Haniye en suelo iraní es un doble golpe, puesto que supone una violación de la soberanía persa y dificulta el acercamiento con los EEUU que defendían algunos líderes iraníes, como el flamante presidente Pezeshkian. Varios dirigentes iraníes, incluidos el propio Pezeshkian, han prometido venganza, pero parece improbable que vayan más allá del simbolismo. Desde octubre, la Guardia Revolucionaria ha demostrado que no piensa ir a la guerra en nombre ni en defensa de Hamás.
Desde la perspectiva estadounidense, el ataque israelí en Irán pone a la Casa Blanca en un aprieto. Las autoridades israelíes, con Benyamin Netanyahu a la cabeza, quieren aprovechar el vacío que se intuye a los mandos de Washington. La baja no oficial de Joe Biden da al Gobierno más derechista en la historia de Israel una ventana de varios meses para cambiar el statu quo de la región a través de la fuerza. Y no solo eso. Israel aspira a arrastrar los EEUU a la guerra. Basta con ver el supuesto cambio de comportamiento de las autoridades estadounidenses en un solo día. Ayer, miércoles, informadores en EEUU y en Israel alegaban que la Casa Blanca desplegaba esfuerzos diplomáticos en un intento de convencer a Israel de que no atacara Beirut. Horas más tarde, Israel había bombardeado la ciudad y Washington —según algunas fuentes, como Charles Lister— movilizaba sus buques de guerra hacia las costas de Líbano.
Las autoridades israelíes, con Benyamin Netanyahu a la cabeza, quieren aprovechar el vacío que se intuye a los mandos de Washington
Líbano
Líbano aguantaba la respiración a la espera de la ofensiva prometida por Israel. El Gobierno de Netanyahu había anunciado que se vengaría por el ataque en Majdal Shams, el pueblo druso de los Altos del Golán ocupados donde murieron 12 personas, la mayoría niños. Entre tanto, los bombardeos israelíes en la mitad sur de Líbano continuaban como lo han hecho desde octubre, apuntando contra varios pueblos todos los días y causando bajas con frecuencia. La ofensiva israelí en Líbano ya sumaba más de 350 combatientes de Hezbollah eliminados y más de 100 civiles asesinados. Pero la población del país intuía que Israel preparaba algo mayor, y la actuación de las embajadas con sede en Beirut lo corroboraba: gobiernos de alrededor del mundo pedían a sus ciudadanos que abandonaran el país ante la amenaza israelí. El Gobierno de Chipre, a solo media hora en avión de suelo libanés, se ofrecía para recibir población evacuada tanto de Israel como de Líbano en caso de que el conflicto escalara a una guerra abierta.
El martes, a media tarde, varios pisos de un edificio en Beirut volaron por los aires. Fuad Shakar, alto comandante de Hezbollah, era el objetivo del ataque, que Israel reconoció poco después. El baile de informaciones dio comienzo. Kan, el medio de comunicación público israelí, afirmaba que Shakar había sido eliminado. Hezbollah, por lo contrario, aseguraba que Shakar seguía vivo y que el ataque israelí había sido un fracaso. El miércoles la milicia libanesa alteraba su versión oficial reconociendo que Shakar está desaparecido.
El atentado, sin embargo, sí mató a varios civiles sin vinculación alguna con actividades militantes. En la tarde del miércoles, la cifra de víctimas confirmadas ascendía a cuatro y hay 80 personas heridas, tres de ellas en estado crítico. Muchas horas después, los equipos de rescate seguían trabajando para encontrar personas con vida bajo los escombros, con la posición y la cantidad de edificios en la zona dificultando la labor de las grúas. En la madrugada del jueves localizaban finalmente el cuerpo del comandante de Hezbollah.
Amira y Hassan, dos de las víctimas mortales del ataque israelí en Beirut, tenían 6 y 10 años. Eran civiles que no encontraron escapatoria. Son de Aynata, un pueblo libanés cercano a la frontera con Israel. Desde octubre, las tropas israelíes bombardean a diario ese territorio fronterizo y más de 100.000 residentes de la zona han huido de sus casas buscando seguridad en otras zonas del país. En el caso de Amira y Hassan, se encontraban hospedados en la casa de sus abuelos en los suburbios de Beirut. Pero desplazarse a más de dos horas en coche de la frontera con Israel no les salvó la vida.
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