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Insólita Península
Caído en Antigüedad
Antigüedad, en la comarca del Cerrato palentino, conserva la virtud de los lugares regados con agua y bañados de luz en los que apetece quedarse a escuchar pasar el tiempo.
Fue una mañana cálida y silenciosa de uno de esos días de veraneo antiguo. Nadie parecía tener mucha prisa. El pueblo se despertaba con calma y las conversaciones eran breves intercambios sobre cuándo habéis venido y hasta cuándo os quedáis. El turista ocasional, en estos casos, actúa como un figurante sin guion que trata de pasar desapercibido. No suele lograrlo. Sus preguntas le delatan como un buscador de rasgos originales de la localidad, curiosidades leídas en una guía que muchas veces los lugareños solo conocen de oídas. Entonces puede surgir una conversación entre varios de los que por allí pasan y que se esfuerzan en recordar dónde está la escultura que interesa al turista y por qué camino puede llegarse con menos dificultad.
Antigüedad, en la comarca del Cerrato palentino, conserva la virtud de los lugares regados con agua y bañados de luz en los que apetece quedarse a escuchar pasar el tiempo. A eso me dediqué después de una breve incursión en el bar Pajares, donde me informaron de qué camino debía tomar para visitar ese extraño monumento al ciclista que se yergue en la planicie del municipio. Antes de ir al lugar previsto, me dediqué a contemplar los trigales desde un mirador en el que han colocado un avión del ejército a modo de homenaje a la aviación. Y, convencido ya de la calma de Antigüedad y de su inclinación por el monumentalismo atípico, seguí los consejos que me dieron para llegar hasta la escultura que rinde homenaje a Lance Armstrong.
La historia del ciclista estadounidense Lance Armstrong parecía concluida en 2005. Él mismo había escrito la palabra ‘fin’. Su historia quedaba jalonada por un cúmulo de datos apabullantes. Había superado un cáncer testicular cuando era un joven valor. En 1999, en su regreso a la competición, logró —contra cualquier pronóstico— la victoria en el Tour de Francia. Se convirtió entonces en un corredor metódico con un único objetivo: ganar cada año la carrera más importante del ciclismo. Lo consiguió en siete ocasiones entre 1999 y 2005: una cifra inimaginable que despertaba admiración y sospecha. Convertido en el ciclista más laureado de la historia del Tour, se retiró en la temporada 2005.
Pero, de nuevo contra cualquier pronóstico, en septiembre de 2008 anunció su intención de volver. Iba a cumplir 37 años. Quería regresar al Tour, quería ganarlo por octava vez. ¿Por qué volvió Armstrong al lugar de los hechos? Es difícil saberlo.
Lo único cierto es que regresó y entonces sobrevino el desastre que ya muchos intuían. No volvió a ganar el Tour ni ninguna carrera importante. En 2012 fue sancionado de por vida por dopaje y le fueron retirados sus siete Tours de Francia. En 2013 reconoció haberse dopado. Fin de su historia. Esta vez la última palabra la escribieron otros.
Pero volvamos al momento de la reaparición. En la primavera de 2009, Armstrong tomó la salida en la Vuelta a Castilla y León. El reaparecido decidió correr una competición que discurría por paisajes agrestes y carreteras de firme cambiante. Parecía el escenario propicio para reintegrarse en el pelotón europeo e ir cogiendo forma. Tras el infortunio de su enfermedad, la suerte jugaba siempre a su favor. Siempre… hasta que, en el municipio de Antigüedad (Palencia), se fue al suelo el 23 de marzo de 2009. Con una clavícula rota, tuvo que retirarse. No entraba en sus planes. Ni eso ni nada de lo que ocurrió después.
Quien esto firma había leído noticias sobre el monumento que en Antigüedad recordaba la caída. Pero los últimos textos al respecto tenían ya unos años y no quedaba muy claro si el monumento seguía en pie o había sido borrado del mapa. Para solventar la duda, fui a Antigüedad, paseé por sus calles y por fin tomé la carretera que va de Antigüedad a Cevico Navero.
Tan solitaria y mínima resulta la presencia del monumento al caído que la primera vez pasé de largo y tuve que volver —unos cuantos kilómetros— para darme de bruces, esta vez sí, con el homenaje a Lance Armstrong. Una bicicleta de carreras, de los tiempos en los que tener una bicicleta de carreras era celebrado, se alza sobre un pedestal a una altura suficiente como para evitar tentaciones. Como escueta presentación, un cartel indica: “En reconocimiento a la vida personal y deportiva de Lance Armstrong”. Para intentar describir el entorno que rodea el monumento, anoté las siguientes palabras: encinas, chaparros, monte bajo, piedras calizas, lentisco, amapolas. Y, para intentar dar cuenta del cielo inmenso que en aquel momento envolvía la escena, apunté: solo el sol y una luna desvaída y menguante.
Cerrato palentino.