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Antiespecismo
Acuerdo basado en plantas: hacia un futuro vegetal
Seguro que muchas personas animalistas que actúan por los derechos de todos los animales y que rechazan su explotación y abuso han imaginado este momento muchas veces: ver cómo varias ciudades en el mundo se comprometen a hacer una transición vegetal. Pues ya es una realidad. De momento, son un total de 18 ciudades, varias en India, una en EEUU y dos en Argentina, siendo una de ellas su capital, Buenos Aires, con más de dos millones de habitantes.
Ahora, en Europa da el paso Haywards Heath. Una ciudad de 34.000 habitantes al sur de Inglaterra se va a convertir en el primer lugar enteramente vegano de Europa. Hace poco anunciaron su plan para llevar a cabo una transición hacia una dieta 100% vegetal. Esta apuesta por el cambio viene dada por el llamado Acuerdo basado en plantas (Plant Based Treaty). La aceptación de este tratado implica situar los sistemas alimentarios en el centro de la lucha contra la crisis climática. El Acuerdo pretende “detener la degradación generalizada de ecosistemas críticos causada por la agricultura animal, promover un cambio hacia dietas más saludables y sostenibles basadas en plantas y revertir activamente el daño causado a las funciones planetarias, los servicios de los ecosistemas y la biodiversidad”. Aseguran que la seguridad alimentaria debería ser una prioridad para todas las naciones. Manifiestan que debemos centrarnos en acabar con la pobreza y el hambre facilitando el acceso a comida para todo el mundo.
Entre las medidas diseñadas para una transición efectiva en Haywards Heath está diseñar campañas para informar a la sociedad sobre el calentamiento global y los beneficios para la salud de una dieta vegetal. Se trata de reducir la ingesta de productos de origen animal mediante la educación en las escuelas. Se pasará a menús vegetales en colegios, hospitales, residencias, prisiones e instituciones gubernamentales.
También se impondrá un impuesto por la carne y pescado cuya recaudación irá destinada a restaurar tierras destruidas por la ganadería. Dejarán de subvencionar al sector ganadero, los mataderos y la pesca industrial y financiarán la producción que menos perjudique el medio ambiente, una producción basada en plantas.
No menos importante es que se dejará de subvencionar la publicidad para la industria de la carne, los lácteos y el huevo. De hecho, sin ser parte de este Acuerdo, la ciudad holandesa de Haarlem, de 160.000 habitantes, ha anunciado recientemente la prohibición de anuncios de productos cárnicos a partir del año 2024, cuando venzan los contratos vigentes. A pesar de haber sido tachados de paternalistas por querer proteger la salud de los ciudadanos y las ciudadanas, el partido que elaboró la moción afirma que no pueden hablar sobre la gravedad de la crisis climática que atravesamos y, al mismo tiempo, animar a la gente a comprar productos que en parte la causan.
La verdad es que ver un solo debate sobre ecologismo, calentamiento global o crisis climática sin que se hable de la posibilidad y los beneficios de dejar de explotar animales debería inquietarnos. La necesidad de reducir el consumo de productos de origen animal se ha vuelto urgente, ya que es la medida que aportaría los resultados más inmediatos y efectivos. Teniendo en cuenta que es una sencilla acción que la mayoría de seres humanos del hemisferio norte podemos realizar, es incomprensible que no se normalice y se informe al respecto.
Afortunadamente, hay grupos y cada vez son más las personas que han entendido esta urgencia. Futuro vegetal detuvo un instante la vuelta ciclista a España este año para manifestarse en contra del patrocinador, El Pozo, por ser parte de la industria que más pérdida de biodiversidad ocasiona y una de las que más contamina agua, aire y tierra. En Francia, el director de cine Cyril Dion dijo este mes, en una entrevista en televisión, que necesitamos reducir el consumo de carne, de 90kg por persona al año actualmente en Francia a 25kg por persona al año.
La autora Nora Bouazzouni hablaba hace unos días, también en televisión, sobre la necesidad de consumir menos carne y señalaba la relación que existe entre comer carne y los rasgos de virilidad como una de las razones que entorpece la tarea de interesarse en comer de otra manera.
Sandrine Rousseau, diputada ecologista en Francia, recordó también recientemente en una entrevista en televisión, que reducir el consumo de carne es el gesto individual más efectivo para frenar el calentamiento global. Más eficaz incluso que disminuir el tráfico. Añadió que, pasado un verano de temperaturas, inundaciones y sequías extremas, la población debería estar más dispuesta a cambiar de hábitos en referencia a estos dos factores, ya que nuestras acciones son decisivas para evitar empeorar un futuro inmediato.
Por otro lado, activistas de Animal Rebellion están realizando una campaña para concienciar a la gente sobre lo que implica el consumo de leche para animales y medio ambiente. Exigen al gobierno de Reino Unido una transición para dejar atrás la explotación animal. Solicitan ayudas al sector para su transformación e inversiones en la recuperación de la tierra que hoy se destina a la actividad cuyo cese reivindican.
En Hayward Heath se proveerá ayuda financiera y formación a personas granjeras, ganaderas y pescadoras para su reconversión profesional. Suiza tampoco se ha sumado al Acuerdo basado en plantas todavía, pero, en los últimos años, más de 70 personas granjeras ya han dejado de explotar animales y apuestan por la agricultura. Cultivan la tierra y promueven apadrinar a los animales que siguen teniendo a su cargo en lugar de llevarlos al matadero.
Sin duda esto es una muestra de que las cosas están cambiando. Aparte del motivo central de frenar el calentamiento global, las ciudades comprometidas con el Acuerdo basado en plantas (o algunas de las medidas que propone) son un modelo a seguir para impulsarnos hacia otra transición histórica: del individualismo egoísta a la empatía. Una evolución hacia una sociedad que rechaza cualquier tipo de violencia animal nos conduce directamente al fin del maltrato entre seres humanos.
Dejar de explotar animales supone un cambio de relación con el resto de especies. Es dar un paso hacia una ética basada en la consideración y el respeto por la vida del resto de animales, sean humanos o no. Imaginar un mundo sin mataderos es considerar que nada vale el sufrimiento de otros seres diferentes a nosotros y a nosotras.
Aceptar la diferencia desde la equidad y no desde la dominación nos lleva a deshacernos de un concepto de supremacía humana equivocado que nunca debió existir. Tal vez no sea demasiado tarde para aplicar el remedio para mitigar la mayor destrucción de ecosistemas y extinción de especies a los que nos enfrentamos sin precedentes ni escapatoria.