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Industria alimentaria
Riqueza privada, financiación pública: los problemas en el modelo de innovación del Basque Culinary Center
Los responsables institucionales vascos consideran que el turismo gastronómico tiene “potencial para la generación de riqueza”, aunque no existen datos empíricos para comprobarlo, y ya no digamos para juzgar los costes ambientales, sociales y culturales que tendrá para el territorio la concentración de capital en manos de grandes propietarios.
De lo que sí existe conocimiento es del gasto público que ha tenido la implantación de este discurso postindustrial cada vez más atado a la economía de servicios. Y también de que hasta sus estrategias de propaganda se ven empañadas por el clientelismo: el servicio de marketing del Basque Culinary Center fue externalizado a una empresa acusada por “delito de falsificación documental y tentativa de estafa”.
Para más contexto, de acuerdo con una investigación publicada en Hordago el modelo de colaboración público privado liderado por la fundación culinaria para sostener la estrategia de turistificación gastronómica ha tenido como consecuencia que más de 1.100 millones de euros se destinen a distintos macroproyectos con distintas ramificaciones locales. Proceden principalmente de las arcas de las administraciones estatal y vasca, o de los fondos europeos contemplados bajo el programa Euskadi Next 2021-2026. Por ponerlo en contexto, atender las necesidades básicas de 42.241 personas en 2023 supuso en ayudas económicas menos de 7 millones de euros, según Caritas Euskadi.
La diferencia casi está siempre en lo que las élites políticas vascas entienden como un problema y una solución: repartir comida a los hambrientos es un “coste”, supone un “gasto”, pero en cambio dopar de subvenciones a los grandes capitales representa una “inversión estratégica”, mirar hacia “el futuro”. Se puede criminalizar la pobreza, pero no se pueden tocar los beneficios de los grandes capitales vascos, quienes han visto en la fundación un horizonte para seguir acumulando dinero a expensas de explotar la marca Euskadi.
“La fusión entre salud y digitalización”, entre “ciencia y gastronomía” del Basque Culinary Center significa alimentar la expansión de las grandes distribuidoras de comida y alimentos que forman parte de su patronato.
Hasta el momento, todos los proyectos del Basque Culinary Center han sido –y serán– mimados con fondos públicos, de los que se benefician principalmente las empresas que integran su patronato, entre ellas el catering del grupo Mondragon, como la firma Ausolan, sancionada por pertenecer al cártel de los comedores escolares que generó un sobrecoste de 40 millones de euros a la Consejería de Educación del Gobierno Vasco, o a “una minoría de chefs” que figuran en el proyecto universitario de modernización de la sociedad vasca. “La fusión entre salud y digitalización”, entre “ciencia y gastronomía”, le llaman a la estrategia para alimentar la expansión de las grandes distribuidoras de comida y alimentos.
La especialista en agroecología Mirene Begiristain señala algunas de las que se podrán ver beneficiadas: Eroski, Mahou San Miguel y Heineken (miembros del patronato del Basque Culinary Center), Kaiku (aliado estratégico del Basque Culinary Center), Coca Cola (promotor del Basque Culinary Center Bartalent Lab), Danone (participa en el programa europeo FAN de aceleración de startups gastronómicas con la colaboración del Basque Culinary Center), así como patrocinadores del congreso Food 4 Future en Bilbao (Carrefour, Lidl, Pascual, Pescanova, Campofrío o Pepsico).
Industria alimentaria
MERCADOS ALIMENTARIOS La cara oculta del turismo gastronómico: 1.100 millones públicos para el modelo Basque Culinary
La Culinary Nation y los acuerdos con Israel
El discurso de la innovación en la industria alimentaria promovido por el Basque Culinary Center se encuentra muy extendido gracias al apoyo europeo. La fundación colabora en cinco consorcios, recibiendo por ello 1.045.294 euros en concepto de ayudas públicas. Ahora bien, los posos más profundos de esta ideología, la Culinary Nation, proceden del llamado Estado emprendedor israelí, o genocida, pues testa en Gaza muchas de las armas de combate que después exporta al mundo.
Además, se dice, el complejo militar industrial sionista aporta dinamismo a otras áreas de desarrollo tecnológico nacional, como las food tech, deep tech o patentes del sector agrícola. En muchos casos lo hace gracias a sus propias firmas de capital riesgo, que luego expanden sus inversiones a otros países.
Ciertamente, la expansión del Basque Culinary Center depende de este know how israelí, como lo muestra el convenio de colaboración entre la fundación culinaria vasca y un fondo de inversión muy activo en Israel, Cardumen Capital. En el marco de los proyectos europeos también se ha dado la colaboración entre la fundación culinaria y la firma israelí Kinoko, dedicada al desarrollo de “un superalimento a base de hongos y plantas”, ha dado lugar al Like A Pro, una estrategia “de la granja a la mesa” para “fomentar el consumo de proteínas alternativas”. El problema es precisamente ese: ¿Quién diseña el futuro de la comida y quién lo financian?
Los posos más profundos de la ideología 'Culinary Nation' proceden del llamado Estado emprendedor israelí, que amplia los desarrollos tecnológicos del complejo militar industrial a otros sectores, como el gastronómico, o el de las foodtech
Otra relación del Basque Culinary Center con Israel puede servir para ensayar una respuesta. The Kitchen Foodtech Hub, definido como el “principal inversor de capital semilla y soporte incubador foodtech del país israelí”, apoya desde 2022 a la entidad vasca en el marco del proyecto Culinary Action! On the Road, un programa internacional de emprendimiento dirigido a startups foodtech de Culinary Action!, enmarcado dentro de GOe–Gastronomy Open Ecosystem, la principal iniciativa estratégica de Basque Culinary Center.
La final de la segunda edición de este evento “orientado a descubrir a las startups más innovadoras a nivel internacional” se celebró en Donostia tras una sesión previa en Tel-Aviv. A la final, ganada por una startup danesa, llegó la israelí Anina Culinary Art, firma que elabora “platos preparados de forma rápida a partir de vegetales poco agraciados”. No cuesta imaginar un futuro donde empresas israelís ayuden a los cocineros vascos y a los grandes negocios gastronómicos a innovar con la escasez en un territorio donde se produce solo el 10% de lo que se consume.
Mientras tanto, más allá de la retórica sobre el futuro de la tecnología de comida que se sostiene sobre las innovaciones y las ferias pseudogastronómicas israelíes, y en palabras del periodista Anjel Ordoñez, estamos ante “la tensa competición globalizada que libra la gastronomía vasca en el siglo XXI”, lo que ha provocado una “gastrificación aguda”, es decir, una suerte de “inflamación digestiva, pero que en realidad describe ese cúmulo de agresiones que sufren las gastronomías locales en favor de vistosas y vacías propuestas ajenas, como consecuencia de las modas, el turismo, las franquicias y el postureo en las redes sociales”.
Entre los ingredientes tóxicos de la gastrificación se encuentran la gentrificación, la turistificación o algunos planteamientos urbanísticos que están convirtiendo las grandes ciudades de Euskadi en lo que, citando al periodista Fernando Caballero, es “un parque de atracciones”. Sobre la nueva sede donostiarra del Basque Culinary Center, Caballero considera que “este edificio representa bien el giro hacia la globalización financiera de la ciudad”. Y es cierto.
Ahora bien, nadie sabe si este viaje llegará a buen puerto. De momento, los recursos que tendrían que ir a parar a reforzar la sanidad y la educación pública, los circuitos alimentarios locales y los esfuerzos autogestionados, a la soberanía alimentaria y la innovación local en definitiva, se están marchando por el sumidero para llegar a la pila de rentabilidad que acumulan, cada vez más, las grandes empresas del sector. Y no lo olvidemos: esta estrategia es solo una burda copia de la concepción más amplia que tiene Israel sobre el Estado emprendedor, quien ha usado el modelo público privado en el sector militar para engrasar la industria del genocidio.