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Industria aeroespacial
Distopías para masas y utopías para élites
Los pinchazos de la carrera espacial de los visionarios de Silicon Valley no restan gravedad al pensamiento detrás de esos proyectos de conquista privada del espacio.
Este año iba a ser clave en la carrera espacial. En el mes de mayo, Jezz Bezos había presentado la maqueta de Blue Moon, la nave con la que planea llevar tripulación a la luna en 2024. La presentación, calentada desde hacía semanas con mensajes crípticos en las redes sociales, se desarrolló con la puesta en escena habitual de las grandes compañías tecnológicas. En un escenario oscuro y con escasa iluminación, Bezos dio paso a un vídeo en el que podía verse una simulación digital de la nave. En el vídeo no aparecía ningún prototipo real ni nada más allá de una mera animación hecha por ordenador, pero funcionó a la perfección como estrategia publicitaria de Blue Origin, la compañía aeroespacial del propietario de Amazon. Al fin y al cabo, esta segunda carrera espacial, como sucedió en gran medida en la primera, no depende solo de los logros técnicos efectivos, sino también del impacto que se consiga generar en la opinión pública.
El incumplimiento de los plazos anunciados ha sido una constante en esta carrera espacial privada
Consciente de la necesidad de ese impacto, Bezos vendía de nuevo el sueño de la llegada a la luna, íntimamente relacionada en el imaginario estadounidense con el momento de mayor esplendor del país y su victoria en la Guerra Fría. Como forma de dar credibilidad a esa promesa, anunció que para finales de año se producirían los primeros vuelos tripulados al espacio de Blue Origin. Cuatro años antes, a finales de 2015, la compañía había conseguido por primera vez lanzar cohetes que alcanzaron el espacio y aterrizaron de vuelta de forma controlada, lo que abría la posibilidad de que pudieran ser reutilizados y, por tanto, se abaratasen enormemente los costes. Desde entonces, ha realizado once lanzamientos, y se esperaba con expectación el vuelo tripulado para finales de 2019. Sin embargo, el año ha transcurrido sin que se produjese.
El incumplimiento de los plazos anunciados ha sido una constante en esta carrera espacial privada. En marzo de 2018, Elon Musk anunciaba en una conferencia que esperaba que SpaceX, la empresa aeronáutica que posee, comenzase a hacer viajes de ida y vuelta a Marte a principios de 2019. El plazo parecía a todas luces insuficiente, pero tuvo un enorme impacto en las redes sociales y la prensa. SpaceX también llevaba varios años desarrollando cohetes que permitían ser reutilizados, de hecho el primer lanzamiento de la compañía se había producido con solo un mes de diferencia respecto al de Blue Origin, y parecía estar cerca de lograr un viaje a Marte. Sin embargo, el año transcurrió sin que se produjese. De nuevo parecía que la necesidad de generar impacto en la opinión pública estaba muy por delante del desarrollo tecnológico efectivo de la compañía.
El año 2019 también ha supuesto el cierre de otra de las empresas que participaban en la carrera espacial, Stratolaunch Systems. Propiedad de uno de los fundadores de Microsoft, Paul Allen, se había centrado en el desarrollo de una nave capaz de lanzar satélites al espacio que después se adaptaría también al transporte de pasajeros. Sin embargo, la muerte de Allen en octubre de 2018 y los problemas que arrastraba la compañía, que había reducido a un tercio su plantilla original y no parecía capaz de competir con Bezos y Musk, precipitaron la decisión de cerrarla.
Por su parte, la cuarta empresa en participar en la carrera espacial, Virgin Galactic, tampoco parecía atravesar su mejor momento. La compañía, propiedad del magnate Richard Branson y centrada en el turismo espacial, atravesaba dificultades desde 2014, cuando la nave SpaceShipTwo se estrelló en un accidente que supuso la muerte del copiloto. En febrero había realizado el primer vuelo con pasajeros al espacio, aunque muchos expertos discutieron el logro, ya que según ellos no alcanzó la distancia que marca el límite del espacio exterior. Con el objetivo de conseguir financiación y mejorar su posición respecto a Blue Origin y SpaceX, Virgin Galactic salió a bolsa en julio de este año, convirtiéndose en la primera compañía espacial que cotizaba en Wall Street. Sin embargo, los planes de Branson de convertirse en el primer turista espacial tampoco se han cumplido por el momento.
Utopías para unos pocos
En la conferencia en la que anunciaba los planes de SpaceX para el futuro, Musk también respondió a varias preguntas sobre los objetivos de la compañía a largo plazo. Aunque en la actualidad está realizando tareas de abastecimiento de la Estación Espacial Internacional para la Nasa y el siguiente paso es transportar a los propios astronautas, que ahora mismo dependen de la Soyuz rusa, el objetivo de Musk a largo plazo es la colonización de Marte.Según lo que ha repetido en entrevistas y ruedas de prensa, SpaceX busca construir una base espacial en el planeta rojo que pueda acoger a un millón de personas. Según Musk, se trataría de una especie de plan alternativo ante una posible catástrofe en la Tierra: “Si hay una Tercera Guerra Mundial querremos asegurarnos de que haya suficientes semillas de civilización humana en otro lugar para recuperarla y quizás acortar el tiempo de oscuridad. Creo que por eso es importante disponer de una base autónoma, idealmente en Marte, porque es más probable que sobreviva frente a una base lunar”.
China consiguió a principios de año colocar un cohete en la cara oculta de la luna, adelantando así a Estados Unidos en el liderazgo de la carrera espacial
Musk también habló de la forma de organización y funcionamiento de la colonia, que según él debería gobernarse mediante un sistema de democracia directa y regirse por “leyes sencillas”, ya que la legislación compleja esconde “algo sospechoso”. Estas leyes deberían ser además fácilmente revocables, evitando así “que se acumulen las reglas arbitrarias y se restrinjan cada vez más libertades”.
Esta visión no se diferencia mucho de la de Bezos, que ha afirmado en varias ocasiones que el objetivo a largo plazo de Blue Origin es la conquista humana del espacio mediante el establecimiento de colonias permanentes en diferentes planetas, satélites y estaciones espaciales. Su compañía se ha centrado más en la vuelta a la luna que en la llegada a Marte, pero comparte con Musk la idea esencial del proyecto: la creación de lugares habitables fuera del planeta. La vida humana ya no estaría confinada únicamente en la Tierra, sino que podría expandirse y colonizar diferentes lugares del sistema solar.
Los dos magnates coinciden también en la forma de realizar su proyecto de colonización. Aunque ambas compañías han recibido financiación pública a través de la NASA, se trata de empresas privadas que tienen como objetivo la obtención de beneficios económicos y cuyas decisiones y forma de organización dependen de sus dueños y no de cargos políticos. A diferencia de la primera carrera espacial, el capital privado está jugando ahora un papel clave, lo que sin duda está determinando su desarrollo.
No obstante, si nos atenemos a lo sucedido en 2019, no parece que este capital privado esté cosechando tantos éxitos como los proyectos de carácter estatal. Frente a todos los plazos incumplidos de las compañías privadas estadounidenses, China consiguió a principios de año colocar un cohete en la cara oculta de la luna, adelantando así a Estados Unidos en el liderazgo de la carrera espacial.
La batalla por el futuro
A pesar de que los proyectos privados de colonizar el espacio están consiguiendo menos éxitos de los prometidos, el impacto de las declaraciones de sus dueños en la prensa y las redes sociales está contribuyendo a construir un relato concreto sobre el futuro de la humanidad en los próximos años. Ante la posibilidad de un fuerte deterioro de las condiciones de vida en la Tierra, algunos de los hombres más ricos del planeta apuestan por abandonarlo y vivir en colonias espaciales cuyo acceso depende de que se disponga del dinero suficiente para costear el billete, que en las estimaciones más optimistas de las propias compañías costaría alrededor del medio millón de dólares.Una buena parte de la comunidad científica ha cuestionado algunas de las previsiones lanzadas por Musk y Bezos. No parece viable que en un plazo de tiempo corto se pueda reducir el tiempo que llevaría un viaje a Marte o desarrollar la tecnología suficiente para vivir allí de forma permanente, pero eso no ha impedido que se establezcan límites de solo unos pocos años para lograrlo. Parece que son conscientes de que no puede hacerse, y de hecho los plazos se van incumpliendo de forma sistemática, pero eso no les impide dar por ciertas sus visiones sobre el futuro.
La repetición de esta visión permite asentar la idea en la opinión pública no solo de que es aceptable la existencia de una carrera espacial guiada por intereses de enriquecimiento privado, sino también de que, en caso de deterioro irreversible de las condiciones de vida en el planeta, es lícito que lo abandonen aquellos que puedan permitírselo. Esto es especialmente grave en un contexto como el actual, marcado por una crisis climática que se agrava por momentos y donde la inacción política y las presiones de las compañías privadas amenazan con llevarnos a un callejón sin salida.
Además, estas visiones de las élites se enmarcan en un contexto cultural dominado por una visión apocalíptica del provenir. Cientos de series, novelas, películas, cómics y videojuegos presentan un futuro distópico en el que la humanidad parece condenada a luchar por su supervivencia en un entorno devastado y dominado por regímenes políticos cercanos al fascismo.
De alguna manera, parece que la opinión pública tiene que aceptar una visión del futuro en la que la mayor parte de la población lucha por su supervivencia en medio de la escasez y la opresión mientras los ricos abandonan el planeta para vivir en democráticas comunidades espaciales. Distopías para las masas y utopías privadas para las élites.
Una encuesta realizada el año pasado arrojó el dato de que el 60% de los estadounidenses cree que la NASA debe centrarse en monitorizar el clima y detectar meteoritos que pudiesen impactar con la Tierra. Solo un 13 y un 18% respectivamente defendían que la prioridad debe ser llevar astronautas a la luna y a Marte. La opinión pública parece tener claro que es más importante salvar la vida en la Tierra que colonizar el espacio. La pregunta es entonces si es aceptable que se destinen una ingente cantidad de recursos a lo contrario y si debemos aceptar que las élites extiendan la idea de que el impacto de las consecuencias de la crisis climática dependan del dinero que se tenga, ya sea dentro o fuera de los límites de planeta.
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Naaa. Pasarán muchos años antes de que los ricos se largen de la Tierra. Tienen aún muchos paraisos q dirfeutar aqui, incluso con guerras mundiales. A las primeras colonias irán más bien los tipicos esclavos.
Para el capitalismo está claro, vive de expandir sus mercados. En un planeta que agoniza, la solución "lógica" del capital es comenzar a extraer las materias primas del espacio
todo esto me ha hecho recordar la trilogía de novelas de los años 80 de Stanley Robinson sobre la colonización de Marte (marte rojo, marte azul, marte verde), donde se contaba a escala épica y también individual todos los problemas que implicaba intentar terraformar Marte, pero a pesar de todo ello eran libros que destilaban una inquebrantable fe en el futuro, en la capacidad humana, en la tecnología. Eran lo que se suele decir tecno-optimistas, como la mayor parte de la ciencia ficción de esa época. Lo curioso es que este mismo autor, hace solo unos pocos años, publicó otra novela titulada Aurora en la que había desaparecido su optimismo y su fe en la tecnología. Aquí la tesis era que los problemas ecológicos, biológicos, microbiológicos, sociológicos y psicológicos de una empresa tan descomunal como la de colonizar otro planeta son en realidad tan enormes que es una aventura imposible, abocada al fracaso.
Por cierto, otro gran escritor de ciencia ficción, James Ballard, tiene varios cuentos sobre astronautas que acaban cayendo en una espiral de locura, psicosis y alcoholismo porque no pueden superar la alienación física y metafísica que implica abandonar la Tierra y explorar el espacio exterior, hecho básicamente de un inmenso vacío y silencio.
Robinson dice que las diferencias entre nuestro planeta y cualquier otro son enormes. Él dice que los demás planetas candidatos una de dos: o están vivos o están muertos. Si están vivos, su vida autóctona muy probablemente sea incompatible con la nuestra, u hostil, o tóxica, o infecciosa. Y si están muertos, es imposible terraformarlos lo bastante rápido como para que la población de colonos humanos sobreviva el tiempo suficiente. Los humanos no son extremófilos. Tanto el viaje a Marte como la estancia y colonización afrontan problemas descomunales para la delicada fisiología del ser humano (mantenimiento de un microbioma interior y excterior, alimentación, radiación cósmica, etc.). Él dice que solo podríamos colonizar un planeta que fuera idéntico a la Tierra pero que no tuviera vida, y que muy probablemente hay muchos planetas así en nuestra galaxia. El problema es que sencillamente están demasiado lejos, muy muy lejos. Y que esto explica el silencio que escuchamos cuando intentamos detectar otras inteligencias ahí afuera. Ellos no pueden abandonar sus planetas por las mismas razones por las que nosotros no podemos abandonar el nuestro. Robinson viene a decir que, al fin y al cabo, tenemos que resignarnos a la idea de que la vida tal y como la conocemos es un fenómeno planetario que no puede prosperar fuera de su planeta natal.
La colonización de otros planetas sería el colmo de la arrogancia humana. Es decir, no contentos con haber saqueado y terraformado este planeta Tierra, ya estamos planteándonos saquear y terraformar y colonizar otros planetas. Igual es posible enviar una misión tripulada que ponga un pie en Marte, pero eso es una cosa y otra muy distinta crear una base viable, establecerse allí, etc.
La idea optimista de un futuro en el que la tecnología nos salvará porque lo hará todo posible creo que es una idea que no estaría mal ir abandonando poco a poco, hemos sacrificado el presente por un futuro que nunca llega y que nunca llegará. No se trata de llegar al futuro, sino de averiguar cómo sobrevivir a este presente tan oscuro e incierto.
“Si hay algo que podemos afirmar con total seguridad respecto a nuestra civilización es que, cuando los primeros emisarios de la Tierra deambulen por la superficie de otros planetas, habrá otros hijos de nuestro globo terráqueo que estarán soñando no con ese tipo de expediciones, sino con un pedazo de pan”.
Stanislaw Lem, ‘La Voz del Amo’.