Huelga general
Decálogo para quien no participe en una huelga

La exitosa jornada del 8-M ha vuelto a poner en el foco el tema de la huelga. El éxito de movilización alcanzado no puede ocultar el hecho de que muchas de las personas que fueron a las manifestaciones no participaron en el paro. El siguiente decálogo está dedicado a estas, y en general a todas aquellas que, sintiendo empatía con la causas de una huelga, continúan trabajando.

Aleix Romero Peña
21 mar 2019 09:00

Cuando se declara un paro laboral generalmente las exposiciones y los argumentos se dirigen a incrementar su apoyo activo; pocas veces veremos que el comité de huelga destine energías a hablar con quienes ya tienen firmemente decidido que no van a cesar en su actividad, o bien con que por más respeto que manifiesten hacia las reivindicaciones del sector huelguista, su debilidad, su indecisión o su notable hipocresía les conducirán a no sumarse.

Hasta cierto punto resulta lógico creer que cualquier esfuerzo en dicho sentido es malgastar los recursos, pero esta conclusión es un error. Al preparar una huelga ha de partirse de la presunción de que un porcentaje significativo no secundará el llamamiento –y que en muchas más ocasiones de las que nos gustaría admitir será mayoritario–, pero ese planteamiento no debe impedir la comunicación con el conjunto de la población, lo que viene a ser el propósito final de cualquier reivindicación.

En este sentido, a los esquiroles, los indecisos, los egoístas, los temerosos o los simples espectadores –como se ve, un abanico lo suficientemente amplio como para que, en un momento dado, cualquiera pueda en la nómina– cabe dirigirles un decálogo en previsión de que su no apoyo termine convirtiéndose en un auténtico obstáculo para la protesta, sin miedo por otro lado de caer en una llamada a la desmovilización. Sirvan como sugerencia abierta a matizaciones, aclaraciones e incorporaciones.

1º) El derecho legal al trabajo no confiere por sí mismo legitimidad a trabajar durante una huelga
Que las leyes y, más concretamente sus intérpretes, los jueces, avalen que se pueda ejercer la actividad laboral durante el periodo una huelga, no implica que dicha posibilidad sea moralmente legítima, especialmente considerando el hecho que esta aparece como consecuencia de la defensa de derechos colectivos. Lejos de encontrarse en códigos o jurisprudencias, la decisión de parar o no interpela por tanto a nuestra propia conciencia.
2º) Continuar con la rutina diaria no implica ser impasible quienes participan en una huelga
No ser convocado a una huelga, o bien poseer razones individuales de peso para no secundarla, no supone en ningún caso que quede desactivada la capacidad empática hacia las motivaciones de quienes apoyan las movilizaciones, más allá de las dudas personales sobre su justicia y/o oportunidad.
3º) Continuar con la rutina diaria tampoco implica entorpecer los actos de quienes participan una huelga.
Es conocido de sobra que toda reivindicación pública desafía la comprensión y la paciencia de quienes están implicados en ella, apelando a la empatía de quienes sufren las consecuencias y que, en cualquier caso, tampoco pueden hacer nada por revertirlas.

4º) En algunos casos será inevitable alterar la rutina diaria.
Hay que tener siempre presente que una jornada de huelga no es un día más. Cambiar nuestros hábitos durante un periodo de tiempo normalmente corto por causas de fuerza mayor tampoco es un sacrificio excesivo..

5º) Participar en una huelga significa asumir riesgos.
Por supuesto que mostrar una actitud pasiva durante una huelga es muy diferente a intervenir en ella, debido a que la implicación tiene sus consecuencias para la persona que la realiza. De ahí que colaborar con un determinado sector o empresa en lucha no signifique tampoco estar en huelga, sino realizar un gesto solidario.
 

6º) Una huelga no necesita excusas.
Si de manera voluntaria se decide no participar o colaborar con una huelga, no hay que llenar los oídos de quienes sí están implicados con razones que sonarán a justificaciones. Eso es algo que debe ser aclarado con la propia conciencia sin mediación de terceros.

 

7º) Los frutos de una huelga revierten en toda la sociedad
Para bien o para mal las huelgas traspasan su ámbito de incidencia. Lo vemos más claro en las convocatorias generales que reclaman derechos también generales, pero afecta incluso a los paros sectoriales ligados a reivindicaciones concretas y limitadas, cuyo éxito o fracaso puede condicionar la visión sobre la capacidad de poder echar un pulso, animando o desincentivando futuras convocatorias.

El invocar en toda huelga un principio moral universal, el de la justicia, convierte en imposible cualquier actitud de indiferencia. Pero media más de un matiz entre no participar en una huelga y mostrarse impasible con las denuncias de sus protagonistas. El decálogo puede resumirse en que cuando falla el aliento de la adhesión todavía queda abierta la puerta a la humanidad, una humanidad que se revela en gestos, a veces pequeños pero muy significativos.

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