Historia
Ramón Martínez: “Cuando cuentas que La Sirenita es una historia de amor entre dos hombres enseñas a leer a otro nivel”

La democracia tiene su origen en una historia de amor entre dos hombres, la iglesia bendijo en la Edad Media las parejas de personas del mismo sexo y la heterosexualidad de Miguel de Cervantes es, como poco, cuestionable. Ramón Martínez recoge estas y otras historias en Maricones de antaño, una obra que contribuye a reconstruir la historia LGTBIQ+.

Ramón Martínez retrato
Ramón Martínez retratado tras la entrevista en El Salto. Laura Carrasco Ortíz

La democracia tiene su origen en una historia de amor entre dos hombres, la iglesia bendijo en la Edad Media las parejas de personas del mismo sexo y la heterosexualidad de Miguel de Cervantes es, como poco, cuestionable. Son algunas de las historias que recoge Maricones de antaño (Editorial Egales, 2020), de Ramón Martínez. El libro, ilustrado y diseñado por Juanma Samusenko, pone nombres a una Historia LGTBIQ+ que investigadores como él o Cristina Domenech, autora de Señoras que se empotraron hace tiempo, y a quien Martínez cita varias veces como referencia, tratan de recuperar. 

Se trata, dice, de cuestionar las asunciones en las que se basa una historia que sabemos escrita con unos intereses ajenos a la preocupación por promover el respeto a la libertad y pluralidad de todas las personas. Martínez, que es profesor de Secundaria, cree que su trabajo responde no solo al compromiso con el movimiento LGTBIQ+, sino a su compromiso con la enseñanza de la asignatura que imparte, Lengua y Literatura. Porque sin esa parte de la historia, su alumnado no podrá comprender las metáforas de La Sirenita ni profundizar en los poemas de amor de Lorca.

Maricones de antaño nace en Twitter, donde empezaste a hacer hilos sobre figuras no heterosexuales a lo largo de la historia. ¿Cuál fue la primera anécdota que recuperaste en tus hilos y qué te empujó a hacerlo?
La primera historia de todas es una totalmente arbitraria y fortuita. Quieres nos dedicamos a investigar, siempre solemos dejar fuera unas historias que no nos parecen académicas para contar chascarrillos en conferencias, en cenas de amigos. Un día, cenando en un restaurante, les conté a unos amigos una anécdota sobre Lorca, Cernuda y un periodista. A mi amigo Ángel le hizo mucha gracia y me dijo: “Estas cosas tienes que contarlas en Twitter”. Durante la cena me enseñó cómo se hacía un hilo de Twitter, porque yo nunca había hecho uno. Y en ese primer hilo conté la historia de Lorca, Cernuda y la “gimnasia revolcatoria”.

Curiosamente, ese mismo día Cristina Domenech hizo también su primer hilo, se conjugaron los astros. Yo estaba estudiando la oposición de Secundaria y esto de los hilos me sirvieron sacar la creatividad mientras me adocenaba en el estudio, y fui publicando información que yo sacaba de lecturas a lo largo de los años. Son esas historias marginadas, dejadas fuera de lo puramente académico, pero que sí se consideran académicas cuando se refieren a personajes heterosexuales. Se habla de lo mujeriego que era Lope de Vega, pero si el personaje no es heterosexual eso entra en la esfera de lo privado.

Por el currículum de Secundaria, el alumnado sí sabe que Federico García Lorca y Luis Cernuda fueron homosexuales. ¿Qué historias se obvian?
Cuando somos adultos y hemos salido del instituto los tenemos como referencias visibles, pero en realidad no lo son. Hace dos años, en un libro de la ESO, me encontré con que no se hacía ninguna referencia a la sexualidad de Lorca: había un apartado específico para hablar del amor en Lorca, en 4º de la ESO —donde ya tienen 16 años— y no se mencionaba para nada su homosexualidad. Este año, en el libro que estamos usando en Bachillerato, sí se habla de la homosexualidad de Lorca: tienen 18 años, ya es imperativo.

Las editoriales son inteligentes y saben que sus libros tienen que valer para un colegio público muy comprometido y para un concertado religioso

Se supone que el currículum educativo te obliga a hablar de diversidad, pero no te dice cómo y tienes que buscarle las vueltas. Los profesores de Historia o de Literatura tenemos el recurso de que hablamos de seres humanos, en Física o Química es más complicado, pero puedes hablar por ejemplo de Alan Turing. Hay muchas anécdotas: el marido de Isabel II, las dudas sobre Cervantes o sobre Góngora... Pero los libros de texto no están preparados para eso. Las editoriales son inteligentes y saben que sus libros tienen que valer para un colegio público muy comprometido y para un concertado religioso. Es casi siempre trabajo de la persona que imparte la asignatura: si el libro tienen contenido, perfecto pero, si no, depende del profe. Y hay muchos momentos que dan lugar para hablar de estos temas pero a veces no se comentan o se hace en forma de chascarrillos, sin detenerse en las implicaciones que pueda tener este suceso.

Por ejemplo, La Sirenita, de Andersen, es un cuento que todo el mundo conoce. Cuando te pones a investigar, descubres que es una historia de amor entre dos hombres: de un hombre que quiere expresar su amor a otro hombre y utiliza la metáfora de la sirena. Eso, incluso en una clase de primaria, puede ser muy útil para entender todo lo que puede haber detrás de un cuento, no solo porque hablas de diversidad sino porque enseñas a leer a otro nivel.

Ramón Martínez entrevista
Ramón Martínez: "Las leyes educativas desde la LOE hablan de diversidad, pero sigue siendo una asignatura pendiente". Laura Carrasco Ortíz

Tras una lectura de tu libro se acaba pensando que hay que actualizar todo el currículum de Secundaria...
Las leyes educativas desde la LOE hablan de diversidad, pero de eso hace diez años y sigue siendo una asignatura pendiente. Tanto en la LOE, como en la LOMCE del PP, como en la nueva, se habla de eso. El problema es que no solo hay que dejarlo apuntado en una ley, sino que hay que procurar que se desarrolle. ¿Hay que revisar todo? Pues deberíamos haberlo hecho ya. Hay plantear que la historia que nos han contado siempre tiene unos parámetros muy determinados: la historia la escribió un grupo de personas muy determinadas con unos intereses muy determinados, que tenían que ver adocenar a la población, hacerla uniforme. En ese momento en el que somos muchas las personas que estamos trabajando en que la población sea tan plural como sea posible, tenemos este problema. ¿Cómo podemos formar a la gente en el respeto pluralidad con unos curriculums que no responden a esa realidad?

No se habla de personas LGTB como tampoco de mujeres. En aquel libro de 4º de la ESO, un libro sobre literatura de los siglos XVIII, XIX y XX, la única mujer a la que se mencionaba era Emilia Pardo Bazán. ¿De toda la literatura de la que puedes hablar en la historia contemporánea —no de la Edad Media, donde es más difícil encontrar autoras— Pardo Bazán es la única a la que puedes dedicar una líneas? Hay muchísimo que trabajar para que las niñas sepan que hay autoras, y los niños gays sepan que hay autores gays, y las personas trans sepan que existieron personas trans que escribieron, que vivieron. 

Haces varias alusiones al lenguaje que existe en torno a la sexualidad no heterosexual. “Sarasa”, “golfillo”, “uranista” son algunas de los términos que se han usado. ¿Con qué otras palabras se ha nombrado la diversidad sexual a lo largo de la historia? ¿Cuál es tu favorita?
Cuando haces una investigación histórica tienes que tener en cuenta que no todo momento histórico ha tenido una forma de conceptualizar la realidad igual a la que tenemos ahora. Hoy tenemos muy clara la diversidad LGTBIQ+ y sabemos darle una etiqueta a cada persona en función de sus intereses, de sus deseos, de sus identidades… Pero es es algo muy reciente. Hasta hace 20 años, las etiquetas eran “gay” o “lesbiana”, y ya está. Luego se articuló la identidad bisexual, la identidad trans… Y justo antes de gay y lesbiana hay un marasmo. Algún intento de hablar de “homosexualidad”, algún intento de hablar de “uranismo”. Antes del siglo XIX, la “sodomía” era un cajón de sastre donde cabía cualquier cosa.

La “sodomía perfecta” era aquella que incluía el error en la persona, es decir, te acostabas con quien no debías. La “sodomía imperfecta” no equivocaba la persona pero había un error en el “vaso”. Con esas categorías intentaban taxonomizar la sexualidad para diferenciar una sexualidad correcta de una heterodoxa. Antes de “sodomía” tenemos el florilegio de terminología grecolatina.

Hasta el siglo XIX no pasamos del concepto de estar incurriendo en una práctica incorrecta a conceptualizar una identidad diferenciada: es cuando nace el “homosexual”, el “uranista”, que es la palabra que eligieron los alemanes para hablar de esas otras personas a las que no sabían como llamar. 

Lorca habló de la diversidad sexual y de género a partir del término “epéntico”, que es una forma muy interesante porque no viene de la terminología científica, ni de una adaptación del inglés, ni es un insulto apropiado

La gracia es que ningún término ha sido propio, casi todos nos vienen dados por el discurso religioso o del científico, como es “homosexual”. “Uranista” sí lo inventó un activista, Karl-Heinrich Ulrichs, que partió de la mitología griega. Así, existirían dos tipos de amor: uno representado en Afrodita, hija de Dione y Zeus, y otro representado por la venus Urania, nacida de la espuma del mar tras la castración de Urano, una venus que no se reproduce, y de ahí viene lo de “uranistas”. Es una creación léxica fantástica, pero a día de hoy un poco extraña. 

Y a mí la que más me gusta es la que inventó Lorca. Creo que es la primera vez que alguien ha hablado de la diversidad sexual y de género a partir del término “epéntico”. Por un lado, hace referencia a la apéntesis, que es la aparición de una palabra en una vocal que nadie esperaba. Lorca con Aleixandre y Cernuda crean este concepto: el “epentismo”. Es una forma muy interesante porque no viene de la terminología científica, ni de una adaptación del inglés, ni es un insulto apropiado, sino que es una palabra nueva y limpia de referencias previas.

Explicas que eras reticente a usar la palabra “marica”, que finalmente está presente en el título del libro. ¿De dónde viene y por qué decides usarla?
“Marica” y “maricón” nacen en el siglo XVI. Maricón está registrado en 1517 por primera vez, ha cumplido medio milenio hace poco, y es una derivación del diminutivo del nombre de María. Hoy a las marías las llamamos Mari, pero entonces se las llamaba Marica. Como era el nombre más frecuente en España, una marica era una mujer cualquiera en todos los sentidos. Y un marica era aquel hombre que se comportaba como una mujer. Al principio tenía el sentido de “afeminado”, se empezó a mezclar con otro término que sí hacía referencia al sodomita: el puto. Y llega un momento que se crea el aumentativo maricón, y llega hasta el siglo XIX donde se funden las dos cosa y hay una mezcla en su significado, habla de género y de sexualidad. 

A día de hoy es despectivo y hay mucha gente que trata de reapropiárselo. Cuando yo usé el hashtag #mariconesdeantaño no lo pensé dos veces. Quería una etiqueta que vinculase los hilos y me acordé del capítulo de Friends donde Rachel compra una mesa y dice que es “de la época de antaño”.

Luego sí pensé que a mí no me gusta la reapropiación, el término no es útil para cambiar mentalidades porque lo que hace es afianzarlas. Pero de alguna manera el poder utilizar los códigos comunes, aunque sean heredados, entre quienes nos vemos afectados por ellos, es una forma de comunicación. A falta de una lengua epéntica, tenemos que manejar lo que tenemos, que es el mariconismo ilustrado.

Según cuentas en el libro, la mismísima democracia debe su nacimiento a una relación entre dos hombres. ¿Quienes son Harmodio y Aristogitón?
Lo bueno de este libro es haber podido caminar en el difícil sendero entre la historia y la leyenda. Hay muchas historias que en realidad son casi más legendarias que ciertas. Y que a pesar de estar fundamentadas en un hecho histórico, han ido construyendo en su transmisión una historia que se articula por encima y adorna de un modo muy especial ese suceso. La historia del nacimiento de la democracia es bonita: sabemos que Hiparco e Hipias fueron dos tiranos hermanos que vivían en Grecia y que hubo una revuelta contra ellos. Murió Hiparco, quedó Hipias y el régimen duró un tiempo hasta que se derrocó y nace lo que conocemos como democracia griega. 

Ilustración Maricones de Antaño
Una de las ilustraciones de Juanma Samusenko para el libro.

La historia que se ha ido contando desde entonces es que detrás de estos hechos están los amantes Harmodio y Aristogitón. Hiparco insistía en quitarle el novio a Aristogitón, por lo que al final los amantes decidieron cargarse a Hiparco para quitarse de enmedio a esa persona que estaba acosando a uno de ellos. Mataron a uno de los tiranos durante las Panateneas, y al final fueron traicionados, murieron al momento. Y ese ajusticiamiento se viene utilizando como el inicio de la tradición democrática en la Grecia clásica.

Es una historia preciosa y en gran parte legendaria, pero no deja de ser interesante es este momento, cuando vemos cómo unos supuestos demócratas que no lo son dicen defender una democracia en la que quizá no crean. Para esta gente, una pareja de hombres es algo abyecto. Pues bien, según la tradición clásica son precisamente dos hombres, dos amantes, los padres de esa democracia que tanto defienden.

Durante la Edad Media, la Iglesia reconoció una institución, la adelfopoiesis, que bendecía una unión muy particular entre dos personas del mismo sexo

España se felicita de haber sido un país pionero en aprobar el matrimonio igualitario, pero en tu libro se habla de algunos precedentes… 
La unión entre dos personas del mismo sexo con un reconocimiento legal mayor o menor es una tradición milenaria. Siempre ha habido parejas del mismo sexo. No solo en la antigüedad Nerón se pudo casar con varios hombres y Calígula también. No solo el emperador Adriano pudo obviar a su mujer, con quien se casó por intereses mutuos, y vivió durante varios años con Antinoo, sino que la propia iglesia católica durante la Edad Media reconoció una institución, la adelfopoiesis, que bendecía una unión muy particular entre dos personas del mismo sexo. Se le llamaba “hermanamiento”, o así se ha traducido, y se ponían bienes en común. Al fin y al cabo, se vinculaba a gente entre sí con una bendición canónica bendecida y firmada por la iglesia católica. Ahora que el papa nos quiere hacer pensar que duda sobre si hay que regular o no estas uniones, puede recurrir a la tradición milenaria y recuperar algo que se olvidó hace años. 

En tu libro hay muchas historias de hombres, pero recuperar historias de mujeres resulta más complicado. ¿Cómo se reescribe la historia de ellas cuando apenas hay referencias?
Hablo menos de mujeres porque soy varón y porque hay mujeres que lo están haciendo muy bien. En la cuestión de la diversidad sexual, los hombres han tenido siempre la espada de Damocles de la persecución, y gracias —aunque eso es mucho decir— a esa persecución tenemos documentos legales de juicios, de condenas. Y gracias a que hemos tenido un acceso a las letras más fácil tenemos información en cartas, libros… El apartamiento total de las mujeres de la vida pública hace que el 50% de la población no haya tenido historia hasta hace poco. No había cartas porque muchas mujeres no sabían escribir, no había procesos porque las mujeres no importaban. Recuperarlas es muy difícil, pero hay mucha gente indagando, suponiendo, planteando dudas.

Lo más interesante cuando haces una historia alternativa no es tanto poder afirmar tajantemente un dato sino plantear una duda razonable sobre qué pasó. En el caso de las santas y los santos es evidente: siempre hemos tenido a Santa Teresa por una mujer heterosexual y a San juan por un hombre heterosexual. Pero cuando investigas la vida de Santa Teresa ves indicios de un afecto muy importante hacia mujeres en sus cartas, y no hay indicios de un afecto hacia varones, sino al revés. Hemos presupuesto sin datos una heterosexualidad a muchas mujeres cuando los pocos datos que tenemos indican lo contrario. El trabajo es plantear la duda. 

Teatro
‘Tránsitos’, una obra sobre el espacio entre la salud y la enfermedad

‘Tránsitos’ une las vivencias reales de una mujer trans, una persona de género no binario, un joven marika y dos drag queens que transitan por cinco procesos de extrema urgencia en la actualidad, entre los que se cuentan el VIH, el cáncer, la vejez y las heridas de la resiliencia.

De todas las historias que reseñas, ¿hay alguna que puedas destacar por ayudarnos a entender en qué momento nos encontramos hoy?
Tengo una debilidad lógica por Lorca, cuya historia nos dice que todo puede terminase de golpe. Lorca pudo vivir con unos índices de libertad casi insospechados, pudo viajar, ir a Nueva York, divertirse, tener varias relaciones tranquilas públicas... era una persona más o menos feliz. Entonces vuelve a Granada para despedirse de sus padres y lo matan. En el momento actual nos felicitamos mucho de nuestro matrimonio igualitario, del trabajo contra la LGTBfobia, pero tenemos una amenaza que está al pie de la calle y en el Congreso de los diputados. Es un error darlo todo por ganarlo y echarse a dormir, porque en cualquier momento puede volver a aparecer un Lorca o un Wilde. Es trabajo de esta generación afianzar lo poquito que hemos conseguido.

Luego hay otra historia trágica y preciosa que es la de Adriano y Antinoo. Adriano, emperador de Roma, se enamoró locamente de Antinoo, quien se supone que se suicidó como sacrificio para garantizar una larga vida al emperador. Tras el sacrificio, Adriano hizo el mayor gesto de amor: deificó a Antinoo, fundó un templo y una ciudad en su nombre, se extendieron estatuas de Antinoo por todo el imperio. Se montó toda una religión en torno a su pareja muerta y le dio su nombre a una constelación. Los chavales de instituto tienen referentes heterosexuales para aprender a amar: Garcilaso, Lope. Pero es importante que tengan un modelo de amor no heterosexual que sea igualmente inspirador, un amor que cuando termina alcanza las estrellas.

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