Historia
Ian Kershaw, una vida estudiando monstruos: de la peste negra a Hitler

Tajante, el historiador Ian Kershaw opina que no se volverán a dar unas circunstancias parecidas a las que llevaron al poder a Hitler, Mussolini o Franco, aunque advierte que siempre existirá la amenaza del autoritarismo. Su último trabajo es un ensayo en el que analiza a 12 dirigentes políticos que cambiaron la Europa del siglo XX.
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El historiador británico Ian Kershaw, en Madrid. David F. Sabadell

Aunque no quiere reconocerlo, por modestia o pudor, el historiador británico Ian Kershaw será recordado por la exhaustiva biografía de Adolf Hitler a la que dedicó varias décadas de su trabajo. Publicada en dos tomos que sumaban más de dos mil páginas, está considerada la mayor fuente bibliográfica sobre el líder del Tercer Reich y situó a Kershaw como el investigador de referencia en la materia, aunque sus comienzos profesionales se orientaron hacia la historia medieval.

Ahora, a sus 79 años, Kershaw parece despedirse del estudio de la convulsa Europa del siglo XX con Personalidad y poder (Crítica, 2022), una obra en la que repasa la trayectoria de 12 dirigentes políticos que “transformaron” el viejo continente. Forjadores y destructores de la Europa moderna es el subtítulo de un volumen en el que el historiador analiza cómo esos gobernantes —de Lenin a Helmut Kohl pasando por Mussolini, Hitler, Stalin, Adenauer, Tito, Gorbachov, Franco o Thatcher— llegaron al poder y cómo sus decisiones marcaron el camino de Europa. ¿Y cómo lo hicieron? Kershaw resta importancia a los individuos y se centra en el contexto, asegurando que, en todos los casos que estudia, el líder fue fruto de una serie única de circunstancias que posibilitaron su ascenso al poder y su ejercicio. “Fuera de este contexto concreto —se lee en sus páginas— cabe sugerir que no habrían dejado en la historia ninguna huella especial. Gracias a su habilidad para aprovecharse de la situación en la que poco o nada habían tenido que ver, destacaron y fueron capaces de encabezar, a veces de manera destructiva, cambios fundamentales”.

Así, Kershaw especula con qué hubiera pasado con estos personajes en otras situaciones, plantea que “si Alemania no hubiera invadido Francia, probablemente De Gaulle habría seguido su carrera como oficial de alto rango en el ejército francés, desconocido para el público”; y pronostica que, sin la Segunda Guerra Mundial, Churchill habría podido “permanecer en lo que él consideraba el páramo político”. También recuerda que la crisis política y económica del momento en Reino Unido propició que Margaret Thatcher —la única mujer incluida en la selección, lo que refleja según Kershaw que la política en el siglo XX era mayoritariamente un mundo de hombres— “adquiriese relevancia cuando, en otras circunstancias, su género y su clase social quizá habrían resultado obstáculos insuperables”.

Sobre Franco, el historiador apunta que de no haberse visto empujado al liderazgo político por la guerra civil, “habría seguido siendo simplemente una figura militar destacada”. Para Kershaw, Franco ejemplifica el caso de un individuo “con reconocidas cualidades como comandante militar, pero sin experiencia como líder político, que saca provecho de las circunstancias históricas que le permitieron primero tomar el poder y luego seguir adelante para ‘hacer su propia historia’”.

¿Qué características comparten los 12 líderes políticos que ha estudiado?
Un número corto de rasgos del carácter. Eran muy ambiciosos, tenían sed de poder, eran egocéntricos, despiadados, determinados y no se dejaban alterar por la oposición. La mayoría de ellos tenían objetivos muy claros que querían perseguir. Pero las características personales, aunque las compartieran, no explican realmente la raíz del poder de estos individuos ni cómo lo ejercieron.

¿No hay riesgo de caer en la idea de que todos los dirigentes políticos son iguales?
No. Aunque hay rasgos similares del poder, eso no explica ni las raíces ni los caminos de ese poder ni cómo lo ejercían. Se pueden sumar otras características: todos tenían la habilidad de inspirar a quienes les rodeaban, como en el caso de Margaret Thatcher; también tenían un atractivo popular, aunque en ocasiones fuera fabricado, forjado cuando llegaron al poder. Pero no, nunca podría reducirlos a todos a lo mismo.

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Kershaw, durante la entrevista con El Salto. David F. Sabadell

Habla de estas autoridades como figuras carismáticas, en el sentido que dio Max Weber a ese concepto. ¿Puede explicar ese enfoque?
Hablo de figuras carismáticas solo en ese sentido [risas]. Weber utiliza el carisma en un sentido técnico, para diferenciarlo del liderazgo burocrático y tradicional. Es una forma de liderazgo muy poco habitual que a menudo surge en épocas de crisis. Weber no pensaba en figuras como Hitler o Mussolini, sino que pensaba más en líderes religiosos que eran capaces de conseguir seguidores que ven determinadas cualidades o las proyectan en el líder. Que este las tenga o no es otro tema, pero los seguidores generan ese carisma. No todos los políticos que trato en el libro pueden ser vistos como seres carismáticos en este sentido de Weber. Franco, por ejemplo, fue un líder que accedió al poder a través de sus habilidades militares, no tenía el atractivo natural para el público que podían tener Hitler o Mussolini como políticos.

El carisma en sí mismo es un concepto limitado. Una vez que estas personas accedieron al poder se convirtieron en productos fabricados. Puede llevar a malentendidos hablar de carisma natural cuando este es un producto de la manipulación de los medios.

El legado político es indirecto, se desvanece después de un tiempo, fracasa más rápida o lentamente; el legado moral es diferente, este sí puede existir durante muchos años

¿Hasta qué punto la Europa que vivimos en 2022 es heredera de aquella en la que mandaron estos 12 dirigentes?
Cada uno de ellos ha tenido un impacto en la historia, un legado que ha ido cambiando con los años. El legado actual de Lenin en la Rusia de hoy en día no es tan fuerte como podríamos llegar a pensar. En Italia hay un movimiento que puede hacerse con el poder este fin de semana [la entrevista se realizó antes de las elecciones italianas] pero no está intentando recrear la Italia de Mussolini. El legado político es indirecto, se desvanece después de un tiempo, fracasa más rápida o lentamente; el legado moral es diferente, este sí puede existir durante muchos años. Estamos viviendo con el legado moral de estos individuos y sus reminiscencias: el terror de Stalin en la Unión Soviética, la conquista de Hitler de parte de Europa, el Holocausto, la guerra civil en España. En el caso de Tito, vemos que su legado fue muy corto porque ese sistema estaba tan construido en torno a su persona que, una vez que murió, en apenas diez años Yugoslavia se vio sumergida en una gran guerra.

La crisis de la democracia liberal occidental produce un tipo de líder y la crisis de las sociedades que nunca han conocido una tradición democrática produce otro tipo de líder autoritario

¿Se puede establecer una relación de espejo con el siglo XXI y figuras como Donald Trump, Bolsonaro, Boris Johnson, Vladimir Putin, Erdogan, Kim Jong Un o Volodimir Zelensky?
No estoy seguro de a qué te refieres con una relación de espejo. Creo que nuestra época es tremendamente diferente a la que aupó a estas personas al poder en el siglo XX. Los nombres que has citado han llegado al poder en circunstancias muy diferentes los unos de los otros. Es difícil generalizar con esa lista, se podría decir que ciertas formas actuales de autoritarismo de Estado, como lo que ocurre en Rusia con Putin, Erdogan en Turquía o Xi Jinping en China, presentan claramente una historia de autoritarismo previo, no tanto de democracia. En cuanto a Bolsonaro, no conozco en profundidad la historia de Brasil, pero ha sido muy fragmentada, con cambios abruptos y autoritarismo en un pasado no muy lejano. Boris Johnson es, en gran parte, una creación de las circunstancias del Brexit y de la crisis política interna en Reino Unido que duró desde 2015 hasta nuestros días. Donald Trump ha supuesto algo que ahora es más común en Europa, esta diferencia entre la élite y la población que piensa que las élites les han abandonado y que la brecha entre los ricos y los pobres, además con el ingrediente especial de la raza en Estados Unidos, son componentes de la coctelera que produjo un presidente como Trump. En el tiempo, las raíces del nombramiento de Trump en 2016 iban más allá de Obama, había una visión de que la democracia liberal era una gran promesa que no se cumplió y que Trump iba a acabar con todo eso.

Los casos a los que aludes son todos productos de una sociedad en crisis, pero la crisis de la democracia liberal occidental produce un tipo de líder y la crisis de las sociedades que nunca han conocido una tradición democrática produce otro tipo de líder autoritario.

¿Hay posibilidad de que se vuelvan a repetir figuras como aquellas que ha estudiado en el libro?
No creo que exista el riesgo. La historia no se repite, no de manera directa. No se darán unas circunstancias parecidas a las que llevaron al poder a Hitler, Mussolini o Franco, aunque siempre existirá la amenaza del autoritarismo en cualquier sociedad liberal. Ya tenemos a Orbán en Hungría. Puede pasar, pero no será una réplica de lo que sucedió en los años 20 y 30.

Los movimientos populistas de derechas tienen mucho cuidado para no apegarse al legado de los dictadores históricos, apuestan por políticas antiliberales pero no promulgan abiertamente un regreso a la era de Franco o Mussolini, por ejemplo

En España, desde posiciones de extrema derecha que justifican la dictadura de Franco se defiende que el levantamiento y esta fueron inevitables. ¿Hasta qué punto se presentan este tipo de figuras como salvadores que tienen que arreglar las cosas?
Sí, eran vistos y se representaban a sí mismos como salvadores nacionales. El sentimiento de nostalgia por el pasado, por los dictadores, existe en todos los países. La cuestión es cómo de grande es ese porcentaje de la población. Si es un 2-3%, es insignificante políticamente. Muchos de los movimientos populistas de derechas tienen mucho cuidado para no apegarse al legado de los dictadores históricos, apuestan por políticas antiliberales pero no promulgan abiertamente un regreso a la era de Franco o Mussolini, por ejemplo. Si lo hicieran, rápidamente se verían abocados al colapso de su popularidad.

También en España se suele decir que aquí se sabe más del nazismo que del franquismo. ¿Cómo es posible?
Hay bibliotecas enteras de libros sobre la Alemania nazi, yo mismo he contribuido a eso [risas]. Imagino que un país que ha experimentado la dictadura en sus propias carnes tiene hasta cierto punto una fascinación o un interés por la historia de otros países que han vivido experiencias con el fascismo. Mucho tiempo después de la muerte de Franco, la tendencia era no hablar demasiado de la guerra civil o la posguerra, la terrible persecución a los represaliados por el franquismo. En cierto modo, es como un sustitutivo, fijarse en países cercanos que han vivido un trauma similar porque por un motivo u otro no puedes explorar tu propia dictadura. Puedo imaginar que eso es una parte de la explicación.

Una cosa que hacían siempre los dictadores era asegurarse de que los servicios de seguridad estaban bien cuidados, bien pagados, tenían todo tipo de beneficios y ventajas

¿Qué tipo de resistencias ofrecieron las sociedades a las decisiones políticas de estos dirigentes?, ¿hay resistencias más aceptables que otras?
Si hablamos de dictaduras, porque la resistencia en democracia es la oposición, casi por definición es una pequeña minoría la que se involucra. Con la excepción de la URSS a finales de los años 80, cuando ya no era una dictadura, la resistencia en las dictaduras no tenía poder ni capacidad para hacer nada —existía y había individuos muy valientes que actuaban, sí— porque el grado de represión era tal que no podías esperar ningún tipo de agitación social o revuelta en estos países. Una cosa que hacían siempre los dictadores era asegurarse de que los servicios de seguridad estaban bien cuidados, bien pagados, tenían todo tipo de beneficios y ventajas. En una sociedad en la que el régimen controla cada forma de expresión pública es muy difícil organizar cualquier tipo de resistencia dentro de las pequeñas grietas que quedan. El complot para matar a Hitler en 1944 fue algo tremendamente peligroso, no se podían reunir, se conectaban a través de otras personas.

¿Hasta qué punto se puede considerar democrática a una figura como Margaret Thatcher, con unas políticas tan dañinas para la clase trabajadora?
Ella fue elegida democráticamente tres veces. Cuando abandonó el poder no quería irse pero acabó dejándolo y hubo una transición pacífica. A mí no me gustaba especialmente pero era una política democrática, no una dictadora.

¿Podría haber sido Fidel Castro uno de los políticos incluidos en el libro?
Si lo hubiera ampliado al resto del mundo, sí. Aunque no sé hasta qué punto jugó Castro un papel mundial muy importante fuera de las fronteras de Cuba. Indirectamente, estuvo obviamente involucrado en la crisis de los misiles y en ese sentido sí fue un jugador a nivel mundial. Hay muchos políticos que me hubiera gustado incluir, no solo políticos democráticos sino también dictadores o personas que influyeron. Pero mi decisión fue que era un proyecto poco realista intentar incluir al mundo entero.

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Hay otro nombre interesante del cambio de siglo que no aparece en el libro, Silvio Berlusconi. ¿Hasta qué punto su populismo guarda relación con los líderes que analiza en el libro?
Berlusconi fue, ante todo, un gigante de los medios de comunicación que controlaba canales de televisión. En este sentido se parece más a Donald Trump que a cualquiera de estos personajes. Fue capaz de comprar su prominencia política de modo que era muy difícil deshacerse de él, de hecho ahí sigue en la política italiana. Era atractivo para un público que aprecia esa política teatral, de showman. Es difícil estimar su relevancia y lo que ha sido su propio legado, él llegó en un momento en que la política italiana estaba sumida en tal grado de crisis, con el desmoronamiento de los partidos de posguerra, y fue capaz de manipular su camino hacia el poder controlando los medios de comunicación, pero no ha sido capaz de sostener el poder. Es verdad que siempre vuelve, pero no ha sido capaz de sostener una gobernanza. En cierto modo es un líder populista débil.

Merecía más la pena estudiar a estos monstruos de lo que lo habría hecho si me hubiese quedado en la historia medieval

¿Será recordado Ian Kershaw como el autor de la biografía definitiva de Hitler?
No puedo decirlo, la gente suele decir eso de manera muy amable. Estaría bien, pero creo que eso les corresponde a las futuras generaciones.

¿Tiene la sensación de haber pasado gran parte de su vida estudiando a un monstruo?
Sí, a más de un monstruo. Pero estos monstruos, como intento mostrar en este libro, no han sido poco importantes histórica y políticamente. Me ha parecido que merecía más la pena estudiar a estos monstruos de lo que lo habría hecho si me hubiese quedado en la historia medieval.

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