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El mundo rural se muere y, hoy, el problema de la España vaciada aparece como uno de los mayores retos a afrontar. Pero no es algo nuevo, el medio rural llevaba muchos años herido de muerte, el desarrollo capitalista del país llevó al hacinamiento de las personas en grandes núcleos de población de dudosa sostenibilidad y a la destrucción del entorno campesino como medio de vida.
Hoy, todas las personas tenemos claro que vivir fuera de un gran centro urbano es muy duro; es endémica la falta de servicios básicos, si no hay suficientes niños y niñas para mantener un colegio éste se cierra y los pocos que hay tienen hacer varios kilometros diarios para asistir a clases; los centros de salud, en caso de no haber sido cerrados han sido degradados a casa de socorro y, hasta algo tan elemental como cobrar la pensión después de toda una vida de trabajo de sol a sol, se convierte en una entelequia para los mayores porque han clausurado los oficinas de la cajas de ahorro. Así estamos.
Puerto Hurraco es una pedanía del municipio español de Benquerencia de la Serena, y ahora nadie dudaría en situarla dentro de la España vaciada. Hace 30 años, cuando Extremadura se conmovió con los sucesos que asolaron la localidad, también lo era y seguramente éste fuese uno de los factores determinantes que motivaron lo que hoy se conoce como la Matanza de Puerto Hurraco.
FAMILIA IZQUIERDO / FAMILIA CABANILLAS. la tierra y el odio
En 1990, en Extremadura todavía la agricultura tenía un peso fundamental en la economía regional. Pese a que la entrada en el Mercado Común había supuesto un empobrecimiento generalizado de las familias que se dedicaban al campo a pequeña escala, en Puerto Hurraco los 135 habitantes censados en la década de los 90 tenían una actividad económica centrada en la aceituna, el grano, el cerdo y la oveja.
En este contexto, la supervivencia de una familia en el entorno rural de la región se basaba en la defensa de su medio de vida. En este caso, las tierras que ambas familias trabajaban. Así, las rencillas entre las familias Cabanillas y la familia Izquierdo se remontaban a una disputa de lindes en 1967, cuando un Cabanillas entró con el arado en una finca de los Izquierdo. También hubo, por aquel entonces, una historia de amor no correspondido entre un Cabanillas y una Izquierdo; ambos se enamoraron, pero finalmente éste rechazó casarse con ella. Pocos días después de este rechazo amoroso, el 22 de enero de 1967, Amadeo Cabanillas fue asesinado a manos de Jerónimo Izquierdo, el mayor de los hermanos Izquierdo, quien ingresó en prisión por su crimen y cumplió condena durante catorce años.
Las rencillas entre las familias Cabanillas y la familia Izquierdo se remontaban a una disputa de lindes en 1967, cuando un Cabanillas entró con el arado en una finca de los Izquierdo
Nada más cumplir Jerónimo Izquierdo su condena, en 1986, regresó a Puerto Hurraco para vengar la muerte de su anciana madre, Isabel Izquierdo Caballero, fallecida en un incendio en su vivienda de la calle Carrera nº 9 dos años antes, el 18 de octubre de 1984, y de cuya autoría la familia Izquierdo culpaba a Antonio Cabanillas, hermano de Amadeo, a pesar de que la investigación policial no halló culpables, por lo que Jerónimo intentó asesinar a Antonio con un cuchillo, hiriéndole de gravedad, aunque éste consiguió sobrevivir. Por este hecho, Jerónimo Izquierdo ingresó en el psiquiátrico el 8 de agosto de 1986, muriendo nueve días después.
LA MASACRE
El domingo 26 de agosto de 1990, seis años después del incendio y cuatro del apuñalamiento de Antonio Cabanillas a manos de Jerónimo Izquierdo, los dos hermanos varones de éste, Emilio y Antonio, de cincuenta y seis y cincuenta y dos años respectivamente, tras despedirse de sus hermanas Ángela y Luciana de su casa de Monterrubio de la Serena, afirmando que iban “a cazar tórtolas”, vestidos de cazadores y armados con escopetas repetidoras del calibre 12, se escondieron al anochecer en un callejón del pueblo de Puerto Hurraco para, después, salir y disparar en una plaza numerosos cartuchos contra miembros de la familia Cabanillas que allí se encontraban; en especial buscaban a Antonio Cabanillas Rivera.
El tiroteo se extendió contra cualquiera que se cruzase accidentalmente por la calle con ellos. Los hermanos Izquierdo dejaron nueve muertos, entre los cuales se encontraban dos niñas hermanas de la familia Cabanillas, Encarnación y Antonia (hijas de Antonio), de trece y catorce años respectivamente, que jugaban en la plaza y a las que los hermanos Izquierdo dispararon sin miramientos a corta distancia, y en torno a una docena de heridos de diversa gravedad.
La respuesta de Ibarra no se hizó esperar. Gobernaba como si fuera el amo de un cortijo que era toda la Comunidad Autónoma y determinó que la pelicula no le hacía bien a Extremadura y, por lo tanto, llamó al boicot a la misma
Se consumaba un crimen que quedaría impreso en la retina de los extremeños y las extremeñas. 4 años más tarde se celebra el juicio y los Izquierdo son condenados a 688 años de cárcel. En los fundamentos de derecho se afirma que Emilio y Antonio “no son enfermos mentales” y que “su inteligencia está dentro de lo normal”. Los magistrados ponen como referencia que ambos hermanos “eran capaces de manejar un rebaño de ovejas de unas 1.000 cabezas” y que tenían fincas arrendadas, “consiguiendo, a pesar de la crisis por la que atraviesa el campo, poseer una cartilla de ahorros con unos diez millones pesetas”.
CENSURA IBARRISTA
Estos dolorosos hechos, que ya forman parte de la historia del pueblo extremeño, fueron llevados al cine de la mano de Carlos Saura en la pelicula “El séptimo día”. La respuesta de Ibarra no se hizó esperar. Gobernaba como si fuera el amo de un cortijo que era toda la Comunidad Autónoma y determinó que la pelicula no le hacía bien a Extremadura y, por lo tanto, llamó al boicot a la misma.
Eran dos caras de una misma moneda; por un lado un crimen motivado por las condiciones de atraso que sufren los pueblos de Extremadura y, por el otro, el gobernante responsable en parte de esta situación, cuya preocupación no eran las condiciones que habían llevado a una matanza en una localidad extremeña, sino “el que dirán” de una región que comenzaba a situarse a la cola del Estado debido a las nefastas políticas neoliberales aplicadas por el PSOE.
Carlos Saura (...) realizó un pase privado de la película en Mérida antes de que recorriera las salas de cine. Pese a las multiples invitaciones, el miedo que infundía Ibarra y los prejuicios que había fabricado hicieron que sólo fueran 7 personas
En su Historia de Extremadura cuenta Víctor Chamorro, una de esas inteligencias diseminadas fuera de la región que aún purgan en el ostracismo institucional la osadía de llamarle pan al pan y cacique al cacique, que en los años 60 “los niños de las Hurdes apedrearon en una alquería a unos fotógrafos desaprensivos al grito de comunistas, comunistas, comunistas”. Ibarra ahora era el que tiraba la irracional piedra.
“La reacción de la Junta y de algunos de los popes del mundo de la cultura nos recuerda cuál es el tejido del poder en Extremadura, la persistencia, más allá de los años y de los regímenes políticos, de un poder visceralmente alérgico a cualquier discurso que no controle, que no emita, que no manufacture, que no responda a la imagen oficial ”. Así reflexionaba los sucesos el Conciencias, el boletín que por esa época editaba Izquierda Unida en Extremadura.
Carlos Saura, que no entendía la polémica esteril, más propia de un censor franquista que de un Presidente autonómico, realizó un pase privado de la película en Mérida antes de que recorriera las salas de cine. Pese a las multiples invitaciones, el miedo que infundía Ibarra y los prejuicios que había fabricado hicieron que sólo fueran 7 personas a la proyección. Una de ellas, Manuel Cañada, por entonces diputado de IU en la Asamblea, recuerda: “Carlos Saura no hizo una película sobre Extremadura. Pero aunque fuese así no tendría porqué pedirle un salvoconducto ideológico al gobierno regional. ¿Por qué entonces la histeria, el toque de rebato, ese argumentario reaccionario mezcla de victimismo y de insufrible patriotismo? ¿Por qué este coro provinciano, palurdo, abochornante, cuando se trata además de un director de cine, que es por otra parte un sello de garantía cultural, de rigor y de ausencia de oportunismo?”.
30 años despues, los mismos males que el capitalismo había impuesto en los pueblos de Extremadura continúan. Hoy, sigue siendo tan duro vivir en un pueblo como Puerto Hurraco como lo era antes. La Junta de Extremadura ha dejado morir el entorno rural para concentrar a la población en poblaciones grandes donde poder ofrecerles servicios públicos sin calidad, pero cumpliendo un dudoso expediente de opinable desarrollo. Todo permanece, hasta los muertos.
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Ibarra S.A. hasta que "se largó", quedó otros intentos caciquiles como: intentar montarle una refinería en Tierra de Barros y un oleoducto hasta Huelva a su amigo Alfonso Gallardo, que no consiguió gracias a la Plataforma Ciudadana Refinería No, que sufrió toda clase de atropellos institucionales, aunque si alcanzó montarle una cementera en la Alconera y una Siderurgia en Jerez de los Caballeros. Ibarra impulsó el complejo Isla de Valdecañas, que su pupilo Vara y su antagonista Monago se empeñaron en cumplir para que unas cuantas fortunas madrileñas tuvieran su particular Marina d' Or extremeño. Ibarra que se opuso (había que conseguir el voto verde) a la central nuclear de Valdecaballeros, si que apoyó la continuidad de la de Almaraz. Hay más, pero aburre tanta corrupción institucional consentida. Por otro lado, todavía hay gente en Extremadura que considera a Ibarra como un Mesías enviado por el Dios Felipe González para salvar la Tierra Extrema-prometida.