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Esther Bejarano: “Los supervivientes de Auschwitz no éramos bien vistos en Israel”

Del campo de concentración de Auschwitz a la actual política europea con los refugiados sirios o el apartheid de Israel sobre la población palestina, Esther Bejarano lanza una lúcida mirada desde la experiencia en primera persona a sus 92 años.
Esther Bejarano
Esther Bejarano, superviviente de la Orquesta de Mujeres del campo de concentración de Auschwitz. / R-MEDIABASE.EU
17 ene 2016 11:17

Esther Bejarano tiene 92 años y es superviviente judía del holocausto nazi. Actualmente, entre otras muchas labores, ejerce de MC en la banda de rap alemana Microphone Mafia.

En estos días y cada vez con mayor frecuencia, los refugiados sufren en Alemania la violencia de la extrema derecha. El número de ataques motivados por cuestiones xenófobas contra solicitantes de asilo se ha multiplicado por cuatro desde 2010. El pasado año hubo 820 casos documentados. ¿Qué pensamientos le vienen a la mente cuando ve ante sus ojos cómo arden los albergues para refugiados?
Estoy indignada por los incendios. Lo que más me enfada de todo es que a estos crímenes se les quita importancia y se diga que son solo “provocadores” y no la derecha. Todavía no se ha prohibido el partido NPD y otras organizaciones fascistas. Los nazis atacan hoy de una forma mucho más brutal que hace unos pocos años. Y después está el proceso contra la organización de extrema derecha NSU: ¡es una farsa! Las autoridades no tienen ningún interés en clarificar los hechos. Y yo me pregunto: ¿dónde vivimos en realidad?

Los nazis pueden abrir incluso una escuela, en la cual enseñan su visión del mundo que desprecia la dignidad humana. Por parte del gobierno no se hace nada en absoluto en contra. Es lamentable. También opino lo mismo en relación a la ocultación de las causas de la violencia de derechas. Una parte de la población de Alemania del este está desempleada y no tiene perspectivas. En la RDA aún había asociaciones de jóvenes. Hoy los jóvenes están en las calles. Entonces vienen los nazis del oeste y los reclutan. Me parece atroz cuando se achaca la vuelta de la derecha a la RDA y no se tiene en cuenta la situación económica.

¿Qué se ha hecho mal en la República Alemana?
No ha tenido lugar una superación, no se ha acabado con los crímenes del nacionalsocialismo. Después de 1945 se calló, no hubo desnazificación, y solo unos pocos culpables fueron condenados. Muchos pudieron escapar, incluso se les ayudó a ello. De ese modo acabaron muchos nazis en América, donde pudieron seguir propagando su ideología y donde se usó de sus servicios con gusto. Pero no hace falta que miremos al exterior. Adenauer restauró a Hans Globke y a toda la alta sociedad nazi de nuevo: en el gobierno, en la justicia y en los servicios secretos. Todo siguió de forma ininterrumpida. No hemos de sorprendernos si uno de estos días estamos otra vez igual.

¿Qué quiere decir con “otra vez”? ¿Ve usted en Europa un desarrollo similar al que existió tras la crisis mundial de 1929 y cree que el fascismo puede llegar al poder?
Sí. Si seguimos así, si no hay un movimiento fuerte antifascista que se le oponga y el gobierno sigue sin hacer nada. Y hay paralelos históricos. Cuando veo las campañas en Francia hoy con las caricaturas de musulmanes, a raíz de las cuales aflora todo el odio al extranjero, me recuerdan al periódico Stürmer, que durante el periodo nazi incendió a la población contra los judíos. Es horrible.

La diferencia: entonces fue ordenado desde arriba, hoy el gobierno no toma parte... Pero el presidente de Hungría, Víctor Orbán, anunció que no quiere dejar entrar a musulmanes en su país cuando se debatió sobre la acogida de muchas personas que buscan protección en Europa. ¿Por qué ese alboroto por los refugiados? ¿Quién es el responsable? Somos nosotros, Occidente, que hemos destruido la base de la vida de esas personas. Esto me saca de quicio. No puedo soportarlo.

En su libro Recuerdos describe usted en una parte del mismo con insistencia su sentimiento vital en 1945. Usted simplemente “ya no quería ser alemana nunca más”. ¿Todavía se siente así hoy?
Siempre me hacen la misma pregunta: ¿es usted judía alemana o alemana judía? Y siempre contesto: soy una persona. Y soy antifascista. Y además lo soy porque he sentido el fascismo en mis propias carnes. A mí la nacionalidad alemana me da igual. La tengo, pero no puedo decir que me sienta ligada al pueblo alemán. Tengo mucho que criticar a este Estado. Aparte de que no se hace nada en contra de los nazis: el anticomunismo es en Alemania una catástrofe. Y de ese modo se habla solamente de la resistencia de los oficiales del 20 de julio, pero nunca de la de los comunistas. En mis charlas cuento también de qué forma se silencia eso. Y que los comunistas, así como los Sinti y Roma, a diferencia de nosotros los judíos, nunca recibieron compensaciones pagadas por los horrores que sufrieron. Eso no es aceptable. Pero en Alemania me siento en casa, porque aquí puedo influir en algo con mi trabajo de enseñanza.

Usted vivió 15 años en Israel. Su vuelta a Alemania la describió de la siguiente forma: “Cuando dejamos atrás la frontera de Suiza con Alemania me sentí de pronto muy extraña. Los primeros trabajadores del tren en uniforme, un policía que vi y mi corazón ya comenzó a latir muy fuerte. Me entró un ataque de pánico”. ¿Volverá ese miedo de nuevo?
No, tal como entonces ya no lo siento. He conocido alemanes de cuya existencia antes no sabía, personas que, como yo, son antifascistas o antiguos luchadores de la resistencia, que habían vivido experiencias similares a la mía aunque no eran judíos: comunistas, por ejemplo. Esas personas son mis amigos. Me han convencido de que puedo vivir aquí y son el motivo por el cual me siento bien en Alemania. No quiero vivir de nuevo en Israel porque sé qué política domina allí.

En Alemania quedaba una parte importante del “mundo del ayer” de la diáspora judía, como la llamó el escritor Stefan Zweig.
Sí, yo aún me siento unida a ese mundo cultural. También con las comunidades judías que había en aquel entonces, en las que llevábamos una vida verdaderamente bella y que eran muy diferentes a las de hoy día. Aunque mis padres eran muy liberales, mi educación fue judía y manteníamos una casa kosch. Las comunidades judías de hoy no quieren tener nada que ver con judías como yo, porque critico a Israel y canto en una banda de izquierdas.

Una vez fui invitada por miembros de una comunidad judía aquí en Hamburgo. Pero eran veteranos rusos de la segunda guerra mundial. Ellos están muy orgullosos de haber luchado en el ejército rojo que liberó a Auschwitz. Pero cuando pienso en el consejo central judío... No deja escapar ni una palabra crítica sobre las cosas horribles que ocurren en Israel. El que dice algo en contra es anulado de inmediato.

A la diáspora judía, en la cual usted hunde sus raíces, Max Nordau y otros precursores del Sionismo le atribuían una intelectualización sobremedida y a sus ciudadanos los denominaron “judíos nerviosos”. Ese judaísmo “débil” iba en contra del ideal sionista del “judío fuerte”, que en las nuevos hogares en Palestina en su mano izquierda mantiene el arma y con la derecha controla el terreno. Así de decidida, como usted hace frente a los nazis y a los otros derechistas, usted representa también el nuevo judaísmo. ¿Es usted una judía fuerte de la diáspora?
(Ríe) Yo soy judía y vivo como judía, porque nací judía. Pero no estoy orgullosa de ello ni me avergüenzo tampoco. Yo no escondo mi procedencia judía, al contrario: siempre digo con gusto que soy judía. La casa judía de mis padres me ha dado mucho, sobre todo en el sentido cultural. Mi padre era director de un coro. ¿Por qué si no amo la música tanto y me he convertido en cantante? Incluso en Auschwitz tocaba música. Aunque allí de forma obligada, por supuesto, y sin gusto.

Moshe Zuckermann, hijo de judíos polacos y sobreviviente de Auschwitz, que como usted vino en 1960 de Israel a Alemania, denomina a este país la “apatria confiable”. En este concepto hay una dialéctica muy trágica: por una parte expresa una ligazón de la historia vivida y de la cultura, por otra que los judíos fueron repudiados en Alemania; la experiencia de la persecución fulminadora que tuvo lugar durante el asesinato en masa nazi. Tampoco para Moshe Zuckermann pudo convertirse Israel en una patria. Él se llama “apátrida”. ¿Siente usted algo semejante?
No puedo soportar la palabra “patria”. Como alguien nacido aquí y que vivió su infancia en este país, echaba de menos en Israel la cultura alemana. Allí había sin embargo otras cosas que adoro: el espíritu abierto y la amabilidad. En Alemania, por el contrario, se es mas bien reservado. Podría haberme ido a América, pero yo quería por todos los medios que Israel se convirtiera en mi nuevo hogar. Yo pensaba que yo pertenecía a ese lugar. Entonces comenzaron las guerras. La primera contra el mandato británico me pareció aún justa, pero entonces llegó Ben-Gurion y las guerras de agresión se sucedieron.

Cuando mi marido volvió del frente en el monte Sinaí en 1956 me dijo: “Nunca más, no iré nunca más a la guerra”. Había visto cosas que no podía compaginar con su conciencia. No podíamos soportar más la situación en Israel ninguno de los dos. Tampoco las constantes difamaciones a los palestinos. Negarse a ir a la guerra no es posible en Israel. Mi marido habría ido a la cárcel. Así que tuvimos que irnos. No teníamos otra opción que ir a Alemania. Yo estaba muy pero que muy escéptica de poder aguantarlo. Mi condición era que nos fuéramos a una ciudad en la que yo no hubiera vivido con mis padres y hermanos. Varios amigos me aconsejaron ir a Hamburgo. Y así acabamos en el norte.

Usted se fue a Israel como sionista convencida. ¿Cuál era su relación con dicha ideología cuando abandonó el país? ¿Mantiene una calificación positiva con respecto a ella?
¡Por el amor de Dios! No, no puedo comprender de ninguna manera cómo es posible que antes fuese sionista, y de hecho una muy convencida, y era incluso miembro del Maccabi Hazair, que es una organización bastante a la derecha. En aquel momento no sabía lo que el sionismo en verdad significa. Nosotros sólo queríamos construir el país. Pero los supervivientes de Auschwitz no eran bien vistos allí. No nos recibieron bien. O más exactamente: no fuimos recibidos. Porque habíamos sobrevivido nos acusaron de haber colaborado con los nazis.

¿Se considera usted no sionista o antisionista? ¿Está usted a favor de la solución de un Estado en el conflicto de oriente medio?
Soy antisionista, por supuesto. Y sí, me gustaría que los palestinos y los judíos vivieran juntos en un Estado. El país en el cual se encuentra Israel hoy era desde tiempos inmemoriales el país de los palestinos. Ya que ambos no pueden vivir por el momento en paz juntos, los palestinos deberían tener su propio Estado y que Israel y Palestina primero construyan unas relaciones normales entre sí.

¿Hasta que los judíos y los palestinos lleguen a la conclusión un día de que no hay ningún motivo sensato para matarse entre sí?
Sí, exacto. La política del gobierno israelí hace imposible una convivencia juntos a día de hoy. La suposición de Benjamin Netanyahu de que los palestinos son culpables del holocausto es para mí una catástrofe. ¿Pretende con ello justificar sus acciones que desprecian a las personas en Gaza y en general contra los palestinos?

El conflicto entre judíos y árabes es motivo de conflictos aquí en Alemania. El presidente del consejo central de los judíos, Josef Schuster, pidió un cupo determinado para admitir a refugiados en Alemania con la explicación de que muchos de ellos vienen de culturas árabes, “en las cuales el odio a los judíos y la intolerancia suponen un fuerte componente cultural”.
Eso es asqueroso. Eso es racismo puro.

A usted la invitan en las escuelas a menudo para contar sus experiencias en Auschwitz. ¿Qué experiencias ha tenido con los jóvenes inmigrantes que sólo tienen una relación contada y distante con el pasado alemán?
Cuando comencé hace 20 años, la mayoría de los estudiantes eran muy cerrados. No podían hablar conmigo sobre el holocausto y se comportaban como si ello no tuviese nada que ver con ellos. Algunos no tenían la valentía de preguntarme nada. Pensaban que de esa forma podían herirme. Hoy, por el contrario, los jóvenes son increíblemente abiertos. También los inmigrantes quieren saber exactamente qué es lo que pasó en aquel entonces. A veces están mas interesados que los alemanes. A veces discuten conmigo durante horas. Es fantástico.

¿Alguna vez jóvenes musulmanes le han sorprendido con odio a los judíos o han negado la existencia del holocausto en las discusiones?
No, por ahora nunca. Una vez un palestino pidió que no fuese invitada a hablar en su escuela cuando se enteró de que era judía. La profesora por supuesto lo rechazó y conté mi historia y mi opinión sobre lo que ocurre en Israel. Al final de la charla vino el palestino a mí y quiso traerme comida y bebida. Más tarde la profesora me confió: “Ha cambiado algo en ese joven”.

Usted es considerada en Alemania una autoridad en cuestiones de educación sobre el pasado nazi, pero también como una instancia de la política por la paz, que con su existencia de sentido a la indivisibilidad entre los imperativos categóricos “¡Nunca más fascismo!” y “¡guerra nunca más!”. Mientras los gobiernos alemanes, hasta ahora, se han reconocido por el primero de dichos imperativos, del segundo hace tiempo que se despidieron. En este momento hay soldados alemanes tomando parte en todo el planeta en 16 guerras y misiones. Desde hace unos días además hay “tornados” alemanes volando sobre Siria.
Me parece horrible. Es una vergüenza para Alemania. También son horribles las exportaciones de armamento. A menudo se comercia con países en los cuales ya domina la guerra. Y no se desgasta ni un pensamiento sobre cuántas personas serán asesinadas por esas armas. “Guerra nunca más”, dijimos una vez. Y ahora Alemania quiere de nuevo tomar la dirección del mundo. Ya me lo temí cuando se anexionó la RDA. Aquellos que están en el poder quieren permanecer en él. Ahora se sienten de nuevo como la Gran Alemania.

Hoy lanzan bombas por los derechos humanos y por la liberación de la mujer...
Con ello consiguen exactamente lo contrario. Ninguna mujer va a acabar con su maltratador. Con las guerras no se puede conseguir paz alguna. Siempre ha sido así y no va a ser de otra forma jamás. Los conflictos sólo pueden resolverse mediante las negociaciones.

El presidente alemán, Joachim Gauck, pide a los alemanes que muestren más “disposición al dar” y más “amor a la patria” y con ello se refiere a una mayor aceptación con las intervenciones militares.
Ésta es la mayor estupidez que puede existir. Ya que se da el caso exactamente contrario: Quien ama a su país, no va a la guerra.

Desde el Euromaidan el gobierno alemán colabora con los nacionalistas militantes que se han aupado al poder en Kiev. El 2 de mayo de 2014 demostraron los fascistas ucranianos su ansia de asesinar en la ciudad de Odessa. ¿Esta rotura de tabúes y esta escalada de la violencia debe ser entendida como una señal de alarma de un cambio en los tiempos?
Yo creo que sí. Veo que en todas partes en Europa se está dando un giro a la derecha. Ello me asusta. Si de nuevo en Europa ocurre una tragedia no sé a dónde me iría con mi familia.

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