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Hemeroteca Diagonal
La Banda Trapera: rock curriqui del extrarradio
La Banda Trapera del Río, nacida en Cornellá (Barcelona) a finales de los ‘70, combinó todos los elementos para obtener el éxito y para todo lo contrario. Sus experiencias vitales, sus letras y su actitud les hicieron distintos del resto, una banda salvaje y cruda que vivía en la calle y que no se cortó a la hora de hablar de lo que les rodeaba. Jaime Gonzalo, autor del libro, describe el contexto en el que surgió La Banda: “En Cornellá había gente trabajadora y de clase obrera. Siempre fue polémico porque era uno de esos experimentos sociales, una ciudad dormitorio donde hacinar la inmigración. Para nosotros era como Detroit, haciendo una analogía con The Stooges. Aunque no tuvieran mucho que ver musicalmente, la sensación que teníamos todos en aquella época era que La Trapera eran nuestros Stooges o MC5. Tampoco es que la carga ideológica fuera especialmente política; era su actitud en general y el contorno periférico suburbano. Por eso salió algo así, porque Cornellá era un laboratorio único”.
Su leyenda ha ido aumentando con el paso del tiempo. Para Gonzalo, “era un grupo único y lo sigue siendo ahora. Ha ido pasando por el boca a boca, de hermanos a hermanos, hasta el punto de que hay gente que sabe de La Trapera pero no los ha oído. Las letras fueron muy importantes, la actitud, los conciertos... Porque del disco se hicieron pocas copias, no estuvo mucho tiempo y no se hizo otra tirada, de ahí pasó a cintas. La especificidad de La Trapera es lo que ha perdurado a través de los años”. Quitándose algo de mérito, Morfi Grei, vocalista de La Banda, considera que “no es que fuéramos genios por escribir en castellano letras del entorno urbano, mezclarlas con hard rock y acelerarlo. Creo recordar que en la época no había ningún grupo que tratara tanto el tema urbano o social y de vivencias con el lenguaje normal de la calle. Ser de los primeros quizá marcó un poco”.
Su primer y homónimo disco supuso un revulsivo en esos años: era bastante difícil que alguna discográfica se arriesgara a editar canciones como La regla o Curriqui de barrio. Al final fue Belter, una de las compañías más importantes del momento, quien lo editó escondiéndose tras un subsello para que nadie les asociara con un grupo tan ‘problemático’. La mezcla de mensaje con provocación fue fundamental en el disco, como comenta Morfi: “Estaba el componente del valor de las letras por sí solas, de las composiciones de Tío Modes [guitarra del grupo], que yo creo que son muy potentes. Luego estaba el aderezo de mi actitud un poco egocentrista y de ‘estrella’ venida a menos, que cuaja toda la historia, pero creo que la provocación es un componente más, que ayuda. La provocación es importante: si no quieres provocar nada, ¿para qué haces las cosas?”.
Después de que no saliese a la calle el que iba a ser su segundo LP, se disolvieron como grupo y empezó la leyenda. Morfi cuenta que “teníamos depositadas ciertas esperanzas, costaba mucho grabar en la época y lo conseguimos. Yo creo que la misma actitud otra vez suicida del grupo con los ejecutivos discográficos de Discophon fue lo que hizo que plegáramos las velas y cada uno por su lado. La misma frustración de no poder salir adelante. Con una actitud algo más suave quizá hubiéramos podido aguantar”.
¿Punks?
Para muchos, La Banda Trapera fue la encargada de sentar las bases del punk en el Estado, aunque ellos mismos no se encontraran cómodos con la etiqueta punk. “Yo creo que punk era más la actitud que la música. A Juan y a Modes [integrantes del grupo] les daba mucha rabia eso no somos punks”, cuenta Morfi. Para Gonzalo, “ya eran mayores para ser punks, el sustrato de la Trapera era el rock. El hard rock por parte de Pulido [batería] y Modes (con algún ramalazo progresivo que otro) y el rock and roll por parte de Morfi. La mezcla y cómo ellos deciden tocarlo es lo que luego dices que es punk, pero en ese momento yo creo que ellos no pretendían serlo. Luego empezó a haber bandas con conciencia punk, pero ellos eran ‘rock curriqui’ y punto, sin ninguna necesidad de ser punks”.
Las drogas en general y la heroína en particular ejercieron un importante papel en la juventud de entonces, del que no estuvieron exentos los ‘traperos’. Para Morfi, “tuvieron un efecto demoledor, pero el mismo impacto que tuvieron en la sociedad de la época. No olvidemos que cuando empezó a entrar la heroína en España hubo un impacto brutal, desde el País Vasco a Asturias: estaba casi todo el mundo enganchado. Hubo un impacto social importantísimo en los barrios más industriales de Asturias, Galicia o Madrid. Nosotros éramos producto de esa época, sí que nos afectaron”.
Ya en los ‘90, y tras la reedición de su primer álbum y del inédito Guante de guillotina, La Banda decidió darse otra oportunidad con una gira y un disco nuevo de estudio, Mentemblanco. Morfi recuerda los últimos momentos del grupo: “Se produce un boom de ventas con la reedición del primer disco. Te animas, se te sube el ego: ‘por fin se ha hecho justicia’ y demás. Nos reunimos con Juan, hacemos cuatro conciertos... pero el fallo fue que acabamos haciendo 60. Mentemblanco es una obra que está ahí, y en la que puede haber algún tema aprovechable, pero yo creo que ya estábamos desinflados a nivel creativo”.
La Banda en primera persona
El libro, Escupidos de la boca de Dios, es prácticamente una autobiografía, ya que a base de entrevistas a los protagonistas (a excepción del Tío Modes, fallecido en 2004), la historia de La Trapera se desarrolla en primera persona, lo que le da un gran valor y credibilidad. “Lo complicado ha sido hacerles recordar, porque hay mucho agujero negro por parte de todos. Destaco que ellos fueron en todo momento abiertos, francos y sinceros”, relata Gonzalo. Para Morfi, una historia como la de La Trapera merecía la pena ser contada, ya que “es muy literaria, muy cinematográfica, hay mucho malditismo y leyenda negra, tiene todos los ingredientes perfectos para que sea de lectura interesante”.
Las fotos son un elemento imprescindible del libro; la mayoría son obra de Salvador Costa, testigo de excepción del momento. “En los ‘70 [Costa] sacó un libro de punk. Fue de los primeros que fue a Inglaterra, cuando John Lydon todavía iba de Teddy Boy. Con la Trapera tuvo una relación especial, fue testigo de mucho, estuvo con ellos en mil situaciones y fue su fotógrafo oficial”, apunta Gonzalo.
Si echamos la vista atrás y comparamos lo sucedido con la actualidad, tanto Morfi como Jaime Gonzalo creen que se trata de situaciones muy distintas. Para el primero, “había que escapar de la realidad o del futuro que se nos venía encima. Hace años solo había una tele, hoy día hay teles, radios y circuito de conciertos. Sin embargo, para los grupos que empiezan hoy, hay tanto de todo, está tan trillado y es todo tan fácil, que el poder salir adelante debe costar un poco más, precisamente por todo lo que hay. Antes no había nada, pero lo que hacías podía tener cierta repercusión si era interesante. Aunque no podías entrar en la tele, y en la radio apenas”. Jaime añade que “el futuro que tenías entonces era currar de 9 a 5 en la empresa y una vida con muy pocas aspiraciones, rodeado de cemento y de barro. Te juntas con los amigos, tienes cosas que decir inspiradas por lo que te rodea, y yo creo que hoy en día eso difícilmente volverá a pasar, la gente joven está de vacaciones en la vida. Tenías que currártelo para que la vida fuese un poco menos gris, y yo creo que La Trapera fue eso”.
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