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Guerra en Ucrania
En Kramatorsk, a 30 kilómetros del frente: “El miedo va y viene, depende del día”
Pocas personas pasean por uno de los sitios más simbólicos de la ciudad de Kramatorsk: la plaza de la paz, algo que anhela la sociedad ucraniana tras más de tres meses de guerra. Solo de vez en cuando algunos soldados y vecinos pasan por el que es el epicentro de esta localidad del Donbás, el principal baluarte del Ejército ucraniano en la región de Donetsk. Tampoco hay mucho flujo de coches, únicamente los de militares y los de ayuda humanitaria se dejan ver por este punto.
En la plaza se pueden observar enormes edificios públicos. Muchos de ellos están construidos al estilo soviético, como por ejemplo el del ayuntamiento, que ahora permanece cerrado al público y blindado. A tan solo unos metros se encuentra la estatua dedicada a uno de los poetas más importantes de Ucrania, Tarás Shevchenko, acompañado de dos banderas nacionales. En otras ciudades donde también hay monumentos dedicado a él, las tropas rusas ya los han destrozado.
El vacío de los puntos más turísticos de la localidad impresiona, refleja cómo la invasión está apagando la vitalidad de las ciudades especialmente del este del país, donde sigue centrada la ofensiva rusa. Ver calles y plazas llenas forma parte del pasado. Las alarmas antiaéreas, que suenan durante horas y horas, junto al ruido de las fuertes explosiones, que se han intensificado en los últimos días, recuerdan que aquí todavía lo peor está por venir.
“La gente, por desgracia, está acostumbrada a vivir con estas condiciones. Ya no les impacta escuchar explosiones”, explica el alcalde Oleksandr Goncharenko, quien libera unos minutos de su agenda para atender a la prensa en su despacho. El sonido de la artillería y de los misiles rusos ya estuvo muy presente en Kramatorsk durante la guerra del 2014. Esta fue una de las ciudades que las milicias de la autoproclamada República Popular de Donetsk, apoyados por las tropas rusas, ocuparon en ese año —del 12 de abril al 5 de junio— aunque después el ejército ucraniano la recuperó en una batalla en la que murieron 50 personas. En 2015, la ciudad fue bombardeada.
Los antecedentes hicieron que días antes del 24 de febrero —fecha del inicio de la invasión rusa— muchos vecinos de Kramatorsk se mudaran a otras partes del país como a la capital Kiev o a ciudades cercanas como Irpín pensando que allí estarían más seguros. “Todos pensábamos que, en caso de producirse otra guerra, nuestra ciudad sería una de las primeras atacadas. Nadie imaginó que el primer objetivo de Putin fuera Kiev”, explica el jefe del consistorio.
Los que no se quieren ir
Goncharenko cuenta que antes de la guerra más de 200.000 personas vivían en la capital del Donestk. Ahora quedan unas 60.000. “El 60% de las personas que se han quedado son personas mayores y pase lo que pase durante las próximas semanas, ellas ya han decidido que se van a quedar”, detalla. Este es el caso de un anciano de 83 años a quien no le importa atender a la prensa mientras pasea por la ciudad. Narra que, gracias a su pensión puede vivir y comprar la comida en los pocos supermercados que siguen abiertos, aunque muchos de ellos tienen estantes completamente vacíos. Su casa, por suerte, sigue en pie. Eso sí, este anciano, como el resto de sus vecinos, tienen que vivir sin gas y con el miedo a que vuelva a irse la electricidad como ocurrió el domingo después de unas semanas de estabilidad. La escasez de gasolina es otro de los problemas que preocupa a los residentes. “Aunque los rusos no estén ahora en nuestra ciudad, la atacan igualmente y eso me preocupa. Nuestros soldados están haciendo un enorme trabajo, los apoyo totalmente”, añade este anciano.
Este orgullo hacia el ejército nacional lo comparte un expiloto ucraniano que tras el inicio de la guerra decidió unirse a la Defensa Territorial. El entrevistado prefiere mantener su anonimato. “Tengo 56 años y no me veo luchando en el frente, aunque tengo experiencia militar. Pero quiero aportar mi grano de arena en esta guerra, por eso me uní a la Defensa Territorial. Ahora, yo me encargo de defender mi ciudad y proteger el ayuntamiento”. Sobre la situación actual que vive Kramatorsk se muestra tajante: “Estamos muy cerca del frente así que no hace falta decir nada más. Si los rusos vuelven a ocupar nuestra ciudad, la volveremos a liberar como ya hicimos en el 2014”, dice.
Lo cierto es que durante los primeros meses de guerra la ciudad no fue tan castigada como otras del este, como es el caso de Járkov, la segunda más grande del país. Allí la destrucción está presente en la mayoría de sus calles —incluso su centro histórico— y todavía sigue siendo atacada pese a que las tropas rusas fracasaron en su intento de tomarla.
Olena, de 46 años, es otra de las vecinas de Kramatorsk. Aquí sigue desde del inicio de la guerra y aquí se quedará con independencia de lo que ocurra en las próximas semanas: “Trabajo en la administración local y tengo que cumplir mis obligaciones. El miedo va y viene, depende del día”. Declara que no puede expresar con palabras lo que siente cuando piensa todo lo que está provocando el ejército ruso a su país. Y recuerda, que antes de la invasión esta ciudad tenía muchos planes y que estaba creciendo cada vez más económicamente. Ahora, sin embargo, todo “es un horror” en su ciudad natal.
Uno de los golpes más duros de esta guerra
El punto de inflexión para Kramatorsk en este guerra fue el pasado 8 de abril, cuando se produjo uno de los ataques más duros de este conflicto bélico y el más sangriento que ha vivido desde entonces. El Kremlin atacó con dos misiles la estación de trenes de la ciudad. El bombardeo acabó con la vida de 61 personas y 105 de ellas resultaron heridas, la mayoría de ellas eran mujeres y niños. Dos meses después de aquella tragedia la estación sigue sin funcionar y en una de las rejas hay peluches y banderas ucranianas recordando a las víctimas. Las que sobrevivieron siguen hospitalizadas en ciudades más seguras como Dnipro o Lviv. Desde aquel día los ataques del ejército ruso se han centrado en el Donbás.
El temor de que las tropas rusas lleguen a Kramatorsk es algo que está encima de la mesa y que el propio alcalde no esconde. “Nadie sabe que va a pasar. Pero sabemos que esta ciudad es objetivo de las tropas rusas y que no van a parar hasta conseguirlo. Poder frenarlos dependerá de la ayuda militar que sigamos recibiendo”, reclama.