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Filas de cajas con suministros de alimentos, medicamentos y ropa listas para ser transportadas a Gaza reposan formando altas columnas en un garaje de oficinas en las afueras de El Cairo.
Ahmed Gebrel, jefe de los convoyes de ayuda en la organización benéfica egipcia Mersal, comprueba si se encuentran en buen estado tras su regreso de El Arish hace alrededor de dos semanas: el cierre del paso de Rafah desde el 6 de mayo ha hecho que ONG humanitarias como la suya vean cómo sus recursos son devueltos y puestos en espera de manera indefinida.
Y es que el comienzo de los ataques israelíes a principios de mayo sobre la ciudad fronteriza de Rafah, el último trozo de tierra en el que alrededor de un millón de desplazados de toda Gaza se refugian en aglomeradas tiendas de campaña, ha llevado al parón de los ya escasos camiones suministrando ayuda a la Franja. Mientras, organismos internacionales para la seguridad alimentaria advierten de que el riesgo de hambruna es inminente.
Hace ocho meses, al principio de la ofensiva, el bullicio de los voluntarios transportando donaciones de un estrecho al otro llenaban la actual tensa calma del garaje. “Tan pronto como empezó la guerra, empezamos a enviar ayuda,” asegura Ahmed con orgullo. “En un fin de semana recolectamos 830 bolsas de apoyo, esos días trabajamos hasta las dos o tres de la mañana sin descanso.”
El joven de 31 años ya no pasa mucho tiempo aquí. Explica que después de haber organizado una de las campañas de ayuda más grandes de Egipto, debido a la escala del conflicto y gracias al aumento de contribuciones, decidieron trasladarse a una nave industrial con mayor capacidad de suministros. Sin embargo, hoy, después de más de tres semanas desde que se detuvo el transporte de camiones, ni siquiera el nuevo espacio de 1.100 metros cuadrados es suficiente para cubrir la cantidad de ayuda humanitaria que espera ser entregada.
“Todo el mundo intenta ayudar: el que puede dona con dinero; y el que no puede, dona su ropa, su mercancía, o viene a ayudar a cargar cajas,” explica Ahmed
Debido a la saturación de la nave, el antiguo garaje acoge de nuevo algunas de esas cajas que deberían haberse abierto hace semanas. Desde su entrada, un aire acerbo ha recubierto el espacio, volviendo aún más amarga la taza de café turco del señor Gamal, quien vigila los suministros desde su humilde despacho formado por una mesa, unas sillas medio rotas y un sofá.
Mientras que las negociaciones entre el presidente estadounidense Joe Biden y su homólogo egipcio Abdel Fatah El-Sisi parecieron haber resultado en la habilitación del cruce israelí de Kerem Shalom el pasado viernes 25 de mayo, escasos camiones han sido vistos entrando en la Franja en los últimos días. El paso de Rafah sigue cerrado desde el lado Egipcio hasta que Israel retire sus tropas y vuelva a entregar el control a los Palestinos.
Ahmed y sus compañeros del almacén —Gumua y Mostafa— intentan anticiparse a la llegada de cualquier nueva orden y reorganizan cajas en el almacén. La mayoría de ellas, ya precintadas, contienen alimentos envasados básicos para alimentar a una familia de manera modesta durante dos semanas. No obstante, la nave también alberga colchones y mantas donadas, así como dátiles que agricultores egipcios de la zona han regalado a la organización. “Todo el mundo intenta ayudar: el que puede dona con dinero; y el que no puede, dona su ropa, su mercancía, o viene a ayudar a cargar cajas,” explica Ahmed. “Si se trata de Gaza, cualquier persona, cualquier ser humano corriente, quiere ayudar como sea posible”.
Hace dos semanas agencias de Naciones Unidas repetían que se necesitan al menos unos 500 camiones de suministros al día para cubrir las necesidades de la Franja
Habiendo trabajado como voluntario en organizaciones benéficas desde que estudiaba en la universidad, Ahmed sabe que la situación económica y social en Egipto no es nada fácil. En agosto de 2023, la inflación anual alcanzó la cifra récord del 39,7%, y el acuerdo con el Fondo Monetario Internacional el pasado marzo llevó a devaluar la moneda local de 30 libras egipcias a casi 50 respecto al valor del dólar: una pérdida de valor de casi el 70 por ciento. Es por eso que Mersal también se dedica a realizar campañas de ayuda en pueblos del Egipto rural, así como a apoyar a hospitales y a pacientes con dificultades para acceder a atención médica dada la grave crisis económica. Son estos proyectos locales los que Ahmed también supervisa desde el teléfono mientras se pasea por el mar de cajas.
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Cada llamada entrante que suena desde su bolsillo rompe el silencio del gran almacén: “¿Serán por fin las autoridades egipcias dándonos la autorización de seguridad necesaria para volver a ponernos en marcha?” De momento nada, esa llamada aún no ha llegado; las declaraciones institucionales se quedaron en meras palabras. El viernes 31 de mayo por la noche, Joe Biden anunció un nuevo posible pacto para el cese total de las hostilidades, asegurando que “es hora de que la guerra acabe”. El plan propuesto empezaría por una retirada del ejército israelí de las zonas ocupadas en Gaza y por el arranque efectivo de la ayuda humanitaria.
Hace dos semanas agencias de Naciones Unidas repetían que se necesitan al menos unos 500 camiones de suministros al día para cubrir las necesidades de la Franja, deplorando que desde que comenzaron los ataques israelíes sobre Rafah tan sólo 906 habían llegado a su destino. A día de hoy, la institución intergubernamental sigue pidiendo un acceso humanitario total sin trabas para proteger las vidas de la población de Gaza.
Pese a los tira y afloja que escuchan cada mañana desde la radio, Ahmed y sus compañeros no creerán ninguna palabra hasta que no reciban esa confirmación por parte de las fuerzas egipcias ni hasta que sus camiones se encuentren recorriendo esos 350 kilómetros de carretera que separan El Cairo de Gaza. Mientras tanto, la esperanza no les abandona. Las hojas con aleyas del Corán y hadíces escritos por los primeros voluntarios que participaron en la campaña de ayuda siguen colgando en las paredes de los almacenes como un recordatorio constante de que la solidaridad no puede parar.
“Los creyentes son como una sólida construcción de ladrillos; se apoyan y se sostienen los unos en los otros,” dice uno de ellos, evocando —en un momento en el que los propios gobiernos árabes restringen las muestras de apoyo a Palestina— la inmortal idea de que sólo el pueblo salva al pueblo.
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