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La conveniencia de la carne y otros productos de origen animal en nuestras dietas es un tema que está saltando a las tribunas de actualidad de forma recurrente y no exenta de polémica. Algunas instituciones internacionales advierten de los riesgos para la salud derivados de su consumo excesivo, diversas organizaciones ecologistas abogan por reducirlo drásticamente e incluso el diario The Guardian, citando a la revista Science, afirmaba que dejar de comer carne sería la acción individual más eficaz para defender el medio ambiente.
Comer carne barata producida de forma intensiva está provocando deforestación y especulación con la tierra cultivable, contaminación de aguas y la emisión de enormes cantidades de gases de efecto invernadero. El movimiento animalista, con cada vez más influencia social, trabaja para eliminar completamente estos productos de nuestra alimentación por motivos éticos. Más pragmáticos, los grandes inversores hacen cábalas sobre la llamada “carne de laboratorio” con el objetivo de aprovechar tendencias de mercado. Aunque el reciente informe de Greenpeace La insostenible huella de la carne en España, indica que nuestro consumo de carne está disminuyendo desde 2002, las estadísticas globales muestran la tendencia contraria. En los próximos años se espera un incremento muy elevado de consumo de carne industrial tanto en África como en Asia y Latinoamérica, lo que está generando una expectativa de incremento de las exportaciones en países productores como el nuestro. Por ello, la producción industrial cárnica está actualmente tratando de implantar grandes explotaciones intensivas de vacas, cerdos o pollos en algunas de las zonas más despobladas de nuestra geografía. El sector de la carne representa el 2,2% de nuestro PIB y está liderado por el porcino, del cual el Estado español es el cuarto productor mundial, por detrás de China, EE UU y Alemania. Según el sector, en 2017 la carne de porcino española alcanzó los 4,25 millones de toneladas, lo que supone el sacrificio de casi 50 millones de cerdos anuales, de los cuales una tercera parte van a la exportación.
“Dejar de aprovechar los pastos supone perder uno de los ecosistemas más diversos del mundo”, afirma Garzón
A partir de estas dimensiones productivas, las expectativas de crecimiento, la volatilidad de los precios de los piensos y la necesidad de producir a bajo coste, puede deducirse que las macrogranjas provocan, allí donde se establecen, graves impactos económicos, sociales y ambientales, lo que ha generado una contestación social sin precedentes y la creación de la Coordinadora Estatal Stop Ganadería Industrial.
Entonces, ¿hay que comer menos carne? ¿Toda la carne es igual?
la Ganadería extensiva no está reñida con la sostenibilidad
Muchas de las organizaciones y personas que se oponen a las macrogranjas participan o simpatizan con la Plataforma por la Ganadería Extensiva y el Pastoralismo, que defiende “un modelo de producción de alimentos seguros y de calidad que aprovecha, de forma sostenible, los pastos y recursos naturales, incluso en los lugares más hostiles y complicados de la tierra: desiertos, montañas, tundras. El pastoralismo, es decir, el modelo de ganadería que se apoya exclusivamente en el territorio para conseguir sus recursos, genera culturas vibrantes y únicas, aunque a menudo, incomprendidas y marginalizadas”. La propia FAO proclama su apoyo a esta modalidad ganadera como aporte imprescindible en la seguridad alimentaria, la resiliencia de las comunidades locales, la economía y la salud de nuestro entorno.
Suso Garzón es pastor trashumante y ecologista. Recorre cada año cientos de kilómetros de cañadas con su ganado, de Extremadura a Cantabria, y cuenta que, año tras año, observa una situación de colapso. “El pastoreo de ganado menor, ovejas y cabras, ha manejado pastos durante cientos de generaciones, ha reparado paredes de piedra, setos, abrevaderos, y mantenido limpias las fuentes. Que todo esto se esté perdiendo es algo terrible. Solo dejar de aprovechar los pastos supone perder uno de los ecosistemas más diversos del mundo, con más de 40 especies por metro cuadrado”. Suso cuenta que se trata de plantas que han resisitido glaciaciones y que, en el momento actual de crisis climática, son clave en la adaptación de los ecosistemas y como reservorio de carbono. Los prados que no se siegan, se llenan de matorral, lo que incrementa notablemente el riesgo de incendio. Sonia Roig, presidenta de la Sociedad Española de Pastos y profesora de Sistemas y Recursos Naturales en la Universidad Politécnica de Madrid, resalta la capacidad del ganado para eliminar ese material combustible: “Es una ventaja económica enorme para la gestión de los incendios”.
Para Sonia, la ganadería extensiva no es solo una actividad sostenible medioambientalmente sino también económicamente, ya que demanda un bajo nivel de insumos externos, se adapta a la capacidad de acogida del propio territorio y fija población en las zonas de montaña. “La ganadería extensiva es imprescindible para la conservación de prácticamente el 100% de nuestros paisajes: dehesas, prados, setos, valles, montañas… un enorme mosaico con sus riquísimas culturas de gestión de agua y de diversidad”. Explica que el ganado cumple una función fundamental de transporte de fertilidad a través de sus deyecciones ayudando además a la dispersión de semillas.
no comer carne no siempre es sinónimo de saludable
“Desde el ecologismo no hemos sabido explicar que la ganadería que históricamente hemos criticado es la intensiva e industrializada, quizá por eso se mete toda en el mismo saco. Mil ovejas en una cuadra no es lo mismo que mil ovejas en campo con un manejo de pastoreo”, reconoce Suso. Y esta diferencia también se refleja en la calidad nutricional de la carne, como explica Alma Palau, nutricionista y presidenta del Consejo General de Colegios Oficiales de Dietistas Nutricionistas. “Parece que hay estudios suficientes para decir que la carne procedente de ganadería extensiva tiene un perfil lipídico mucho más adecuado que la intensiva: los omega 3, omega 6 y las grasas monoinsaturadas presentan proporciones y calidades suficientemente mejores como para decir que su consumo mejora la calidad de la alimentación”, afirma Alma.
El auge actual de los hábitos veganos está haciendo que muchas empresas alimentarias inventen productos que imitan los procesados de origen animal en su presentación, sabor y textura, como ciertos embutidos, quesos, etc. Alma señala que la industria va buscando cualquier filón y alerta del peligro de confundir dieta vegana con dieta sana. “Es un tema que nos preocupa bastante ya que se asume que quienes no comen carne intentan llevar un estilo de vida muy saludable y defienden el planeta, pero no siempre lo están consiguiendo. Por ejemplo, el veganismo puede depender de una alimentación totalmente insana a base de procesados con mucho azúcar, por ejemplo la repostería industrial o los alimentos procesados”.
Enrique Nafría es activista animalista y vegano. “Este movimiento recorre posiciones sociopolíticas que van desde una reivindicación en la mejora de las condiciones de vida de los animales, hasta el antiespecismo. El especismo es la discriminación por razón de especie”, explica. A pesar de que sus posicionamientos le alejan de simpatizar con cualquier práctica ganadera, que considera explotación, reconoce que no es lo mismo ganadería industrial y extensiva. “Desde un punto de vista que atienda a los intereses de los individuos explotados en la ganadería, la diferencia fundamental entre un tipo de explotación y otro es precisamente de grado. El objetivo del antiespecismo es acabar con la discriminación de cualquier tipo, pero sería idealista pensar que esto se va a lograr de un día para otro”.
agroecología, economía social y ética
Habiendo reflexionado sobre las preguntas iniciales, ahora la pregunta clave podría ser: ¿cuánta carne se puede producir en la tierra de forma sostenible? Según Elisa Oteros, del área de agroecología de Ecologistas en Acción, “el problema de alimentar al ganado con la soja y los cereales de los piensos es que la huella ambiental se multiplica al unir el impacto asociado a su producción en terceros países con las emisiones del transporte y de la propia ganadería industrial”. Elisa se pregunta si es ético destinar casi la tercera parte de la producción agrícola a alimentar a los animales de granjas intensivas, cuando aún hay cientos de millones de personas que pasan hambre. “Con las prácticas tradicionales de las culturas pastoriles, la tierra es capaz de sostener una producción animal bastante elevada utilizando recursos locales y reduciendo a la vez los insumos energéticos y de materiales”, explica.
Parece entonces que podría existir una posición unánime en combatir la ganadería industrial por la amplitud de sus impactos, y también en la urgencia de reducir el consumo de productos animales y optar por aquellos procedentes de ganadería extensiva. “Es importante ser conscientes de que los productos de la ganadería intensiva son más baratos que los de la extensiva, porque su precio no incorpora los costes ambientales y sociales de su producción —señala Elisa—, mientras que los de ganadería extensiva remuneran de forma digna el cuidado exquisito que requiere la crianza en condiciones de máximo bienestar animal y respeto de los ecosistemas, a la vez que sostiene la labor de personas que cumplen funciones en el mundo rural, que van mucho más allá de la producción”.
Enrique es escéptico respecto al encuentro ético-teórico entre ecologismo y antiespecismo, sin embargo, atendiendo al contexto actual, piensa que es necesario un esfuerzo táctico que identifique un enemigo común para “derribar un modo de producción que explota todo aquello susceptible de ser explotado”. Para eso, explica, estos movimientos han de ser contestatarios, solidarios, feministas e interculturalistas y, fundamentalmente, desarrollar una acción política para sentar las bases de una democracia participativa contra la democracia de las multinacionales. “Solo en un contexto de autoorganización y construcción desde abajo, donde las voces de todas sean escuchadas, podremos empezar a caminar hacia una sociedad que atienda a los intereses de todos los habitantes del Planeta, pertenezcan a la especie que pertenezcan”, afirma convencido.
Alimentación
¿Alimentación vegana para perros y gatos?
Cada vez más personas vegetarianas y veganas, por cuestiones éticas, ambientales o de salud, alimentan a los perros y gatos con los que conviven del mismo modo que lo hacen ellos: sin consumir carne u otros productos de origen animal. ¿Es saludable y/o ético darles una dieta 100% vegetal a animales que en su estado natural no se alimentan así?
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No se que pinta el feminismo con ser vegano o vegetariano. Hablais de 7000 sociAs. Es exclusivo para mujeres. Perdonad, pero aqui no hay quien escriva
Primero aprenda a escriBir, y a leer , para informarse , digo..
El feminismo es un movimiento que promueve la equidad de generos. La relación que tiene con ser vegano o vegetariano es la interseccionalidad de las luchas. No se puede comprender una lucha como algo aislado, sino que la base de toda lucha es la equidad y estan relacionadas entre ellas ya que todas luchan contra una explotacion.
En el caso de las sociAs, no es exclusivo de mujeres sino que se emplea el generico femenino para hablar de las PERSONAS sociAs. Supongo que en el caso de que se hable de socios nadie entenderia el generico masculino sociOs como hombres socios (incluyendo hombres y mujeres), sino como HUMANOS sociOs. Sino seria una contradiccion que pretendieras que el masculino generico incluya hombres y mujeres pero te sintieras discriminado cuando el femenino generico pretende hacer lo mismo.
En esta última mutación del capitalismo se busca concentrar y maximizar beneficios.
Pero la historia no se para y la calidad de una carne de pastoreo comparado con esos nidos de enfermedades, llevará a una carne de baja calidad para esa denominada clase "media".
De todas formas, plantear que esta deriva suicida es imparable, es una contradicción en sus propios terminos.
Totalmente de acuerdo con el enfoque, aunque iría màs allá en la exposició de las plataformas que estamos luchando en los territorios despoblados, en los que promotores han puesto la mira despues de saturar Lleida. En Cuenca la Plataforma Serranía limpia y viva y Pueblos vivos Cuenca está haciendo frente a decenas de proyectos de macrogranjas presentando estudios de impacto ambiental de vergüenza, sin evaluaciones de paisaje, ruido, olores o impacto socioeconòmic sobre el turismo rural o la ganaderia extensiva en la región. Necesitamos visibilidad y apoyo mediático para proteger nuestro patrimonio. El modelo de las macrogranjas es de acumulacion por desposesion, y no podemos permitir que asolen pueblos ya de por si tocados por la emigración
A ver que haremos las veterinarias que nos dedicamos a este sector.
Creo que ya es un camino de no retorno, todas estas medidas son pequeños parches ante la máquina imparable, de todas formas,.otro problema es el encarecimiento de los productos y por lo tanto su inaccesibilidad para las rentas bajas, lo que implicará que unoa coman mejor y otros peor, igual que en la película Soylent Green.
Estoy de acuerdo con el no retorno...Solo nos queda disfrutar e intentar de salvar lo que nos queda, la humanidad en general es muy egoísta y no parará hasta que no quede recurso ni naturaleza, por eso les urge tanto encontrar un planeta donde habitar por qué saben el ritmo de destrucción que lleva este, espero que en mi retina quede lo hermoso y no llegue a ver lo que nos espera...
Pues en mi zona, donde trabajo como ganadera de extensivo en ovino y bovino, nos las vemos y nos las deseamos para encontrar veterinario que atienda nuestros animales. Trabajo hay
Necesitamos a los animales y necesitamos a las veterinarias. No os preocpéis que siempre habrá un sitio para las que cuidáis de ellos.
No todo es clínica de animales de compañía, ni obligar a un profesional a trabajar donde no quiere.