Feminismos
Gloria Anzaldúa: la frontera hecha cuerpo

El pasado lunes se cumplian 80 años del nacimiento de la pensadora y poeta chicana Gloria Anzaldúa, un referente para el feminismo y la literatura decolonial.
Gloria Anzaldúa 2
Gloria Anzaldúa en 1980. Foto: K. Kendall
Teórica Feminista y escritora. Autora del libro Encarnando el territorio: Feminismo(S) Andaluz(ES)
28 sep 2022 06:00

El lunes hizo 80 años que Gloria Anzaldúa vino al mundo, una mujer chicana, bollera y mestiza que ha creado una forma propia de escribir y entender el feminismo desde la frontera y la decolonialidad. Esta escritora, a la cual amo y admiro, me ha enseñado que es legítimo escribir desde un lugar situado, desde un cuerpo vivo, desde una subjetividad que habita un territorio.

Esta autora escribe de forma híbrida donde muestra su intimidad, sus heridas y su forma de sanar. En su libro cuenta como lleva a cabo rituales para encarnar la escritura, de una forma intuitiva. Sentí que no era la única que, desde el inconsciente, enciende velas delante de las fotos de sus muertas, de las mujeres que han habitado el territorio antes para conectar con estelas de memoria, de presente y de futuro. Dice Gloria: “hago mi ofrenda de incienso (…) y prendo mi vela. En mi mente digo una plegaria (…) lavo los platos o mi ropa interior, me doy un baño o friego el piso”. Revelándonos lo sanador y revolucionario que es limpiar la casa y a una misma. Leí entre sus páginas que la espiritualidad es política. Dice Gloria que sus textos están conectados a la presencia de personas, las encarnaciones de los dioses o de los ancestros. Desde que conocía Gloria la invoco desde mis adentros con una letanía para inspirarme como hacen las mujeres de mi pueblo cuando invocan a sus muertas delante de las vírgenes que han velado por todas.

Cuando cayeron en mis manos los textos de Anzaldúa hace casi 10 años, vivía en un barrio periférico de Barcelona lleno de migrantes e hijos de migrantes. Migrantes de los sures, también de Andalucía. Conocí a esta escritora mientras descubría lo que era ser charnego. Significa ser “mitad y mitad”. Sentí como ser andaluza era ser de un sitio, mitad europea, mitad de otro sitio: el sur. Así es como la gente se refieren a Andalucía cuando viajan aquí: me voy al sur. Un sur que sigue siendo exotizado y expropiado, que sigue empobrecido por el expolio histórico y por las dinámicas Norte-Sur dentro del estado español. Un territorio que es culpado de esa dependencia económica, que es considerado cateto, pero que sigue siendo lugar de destino para vacaciones como territorio paradisiaco y barato. Un lugar donde se siguen explotando los recursos naturales y culturales para el consumo de todo el estado español a costa de migajas y pan duro.

Andalucía es un Sur dentro de un Norte. Es una frontera. Gloria me enseñó que una frontera es algo político. Va más allá de un límite entre dos territorios. Es un cruce de caminos culturales, subjetivos, políticos y de control. Los cuerpos que habitan un lado de no pueden pasar al otro debido unas normas que impiden el tránsito. Se desechan subjetividades y conocimientos de los sures y “la tensión se apodera de los habitantes de las tierras fronterizas como un virus. La ambivalencia y el malestar residen allí y la muerte no es una extraña”. El norte legitima qué cosas son válidas, que cosas no lo son.

Europa, con sus necropolíticas de frontera, reproduce violencias sobre unos cuerpos que considera que no tienen derecho a la vida. La violencia se vuelve cotidiana en los campos de Huelva y Almería, en los límites físicos de Ceuta y Melilla, en las fronteras externalizadas en Marruecos. Formas racista para mantener la supremacía euroblanca, el extractivismo y la dominación cultural y económica de los sures. Estrategias para hacernos creer que existe un otro que no sabe, que no puede y que no es. Lo triste es que Andalucía es vista como algo desechable para Europa, pero se intenta parecer al norte y asume y reproduce las violencias para subsistir en esta jerarquía racista y clasista. Invito a dejar de señalar a las personas que habitan Andalucía como catetas que vota a la derecha y que no saben gobernarse a si mismas. Invito a los nortes a dinamitar el eurocentrismo, a resquebrajar la supremacía blanca y reventar las políticas de frontera.

Anzaldúa invitan a cuestionar este sistema de opresión y crear fisuras para fragmentarlo todo. Muestra formas habitar los límites en resistencia. Dice Gloria que “el español chicano es un idioma fronterizo que se desarrolló de manera natural. (…) Un lenguaje que corresponde a un modo de vivir, el español chicano no es incorrecto, es una lengua viva.” Esto me ha llevado a pensar el andaluz no como un acento cateto e inculto sino una lengua hibrida que construye pensamiento en resistencia a la homogeneización del estado-nación español.

“El etnocentrismo es la tiranía de la estética occidental.” El flamenco es una epistemología que resquebraja esa tiranía. Es un cuerpo negro, gitano, morisco, pobre y bárbaro. Es un pensamiento híbrido, mestizo y fronterizo que encarna el territorio. Es una forma de crear conocimiento orgánica y profunda. Es un ritual político que habita los bordes con irreverencia y escupe un sujeto político que se ríe de las normas eurocéntricas.

Anzaldúa cuestiona el feminismo académico que silencia a mujeres diversas con otras formas de hacer. Encarna el feminismo decolonial abriendo camino a cuestionar la objetividad para dar cabida a subjetividad. Escribe un texto encarnado que hace presente al sujeto situado como forma de crear pensamiento legítimo. Esto me ha llevado a entender que las mujeres que me han criado, aunque no hayan leído sobre género ni hayan estado en una asamblea, han creado epistemologías y metodologías feministas comadres en la frontera, que son revolucionarias y están en resistencia de este sistema-mundo patriarcal, capitalista y racista.

“Este libro me hizo pensar la responsabilidad política de habitar un sur dentro de un norte. A día de hoy me pregunto ¿Qué está haciendo el feminismo andaluz con esta responsabilidad? Quizá el feminismo andaluz tenga que ser nombrado como un feminismo de los sures fronterizo para habitar los bordes y hacerse cargo de los privilegios. Posibilitar un cruce de caminos en el borde como forma de dinamitarlas normatividades, las hegemonías de las historias, un lugar para pensar desde la frontera.

Hemeroteca Diagonal
Antoinette Torres: “El enfoque decolonial en el feminismo es una cuestión de primer orden”
En el borrador del II Plan de Igualdad de Zaragoza sólo aparece la palabra 'etnia' en un apartado, el dedicado a “visibilizar mujeres destacadas científica, cultural y socialmente”.

Este pensamiento fronterizo de Anzaldúa se entiende poniendo en el centro su disidencia de género, su sensibilidad machorra, lesbiana, ilegítima, infiel a cualquier cultura. Quizá por eso de su escritura hibrida y deseante se me agarró por dentro y no me ha soltado hasta ahora. Pude poner nombre a cosas que se habían quedado difusas. “El secreto que procuraba esconder era que yo no era normal, que yo no era como las demás personas, me sentía ajena. Era la mutante a la que se expulsa del rebaño a pedradas, un ser deformado con el mal en su interior.”

Esta autora me abrió los intersticios y los huecos desde donde pensarme en mi propia frontera y crear puentes con el mundo. Pude mirar a los ojos a “Bestia-Sombra” no con odio sino con ternura y decirme a mí misma: eres bollera, deja de hacer lo que la cultura espera de ti. Y cuestione mi cultura y las demás culturas donde se espera “las mujeres muestren mayor aceptación del sistema de valores que los hombres y mayor compromiso con él(…). Si una mujer se revela es una mujer mala. Su una mujer no renuncia a sí misma en favor del hombre, es una egoísta.” Gracias Gloria por darme los lugares para pensarme como una bollera andaluza deslengüada y flamenca que le grita bendita a la Virgen del Carmen y llora cuando su amiga canta una saeta en mitad de una calle de Sevilla en Semana Santa.

Notas: Los textos entre comillas son frases extraídas del Libro “Borderlans”. Anzaldúa acompaña la posibilidad de pensar Andalucía como una frontera desde un intento de aprendizaje sin caer en extractivismo.





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