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Feminismos
El ritmo de las mujeres en lucha
La batucada Bembé no es solo un medio de expresión artística, sino un espacio de lucha y sororidad.
Tan solo han pasado unos minutos desde que han dejado las baquetas del último bolo de Bembé, en la zona norte de Granada, y esta batucada de mujeres ya está cargando en sus coches los tambores para preparar la siguiente actuación. Con las manos todavía encendidas, comienzan a charlar de lo que, para ellas, no solo es un modo de expresión artística, sino un espacio de sororidad en el que reivindicar su papel como mujeres creadoras y luchadoras.
Cuenta Lorena, una de sus integrantes desde hace dos años, que el significado de Bembé varía según quién te lo cuente, aunque ella tiene clara cuál es su referencia favorita: “Bembé es un ritmo que estaba prohibido para las mujeres”. Y no resulta extraño que sea esta, pues es el hombre —una vez más— el dueño y señor del universo batucada. Pero no de este espacio, no del mundo Bembé. Esta agrupación, que ya lleva diez años de ritmos y lucha a sus espaldas, surge “con la finalidad de feminizar la música y las batucadas”. Marina, otra integrante, puntualiza que “es un espacio no mixto, asambleario, de autoaprendizaje y autogestión”.
Dicen estas compañeras que nadie ha dudado de su profesionalidad y valía por el hecho de ser mujeres, pero sí existe el comentario generalizado cuando van tocando por la calle en plena actuación: “¿No hay hombres en esta batucada? ¡Son todo chicas!”. “La gente se sorprende cuando ve que no hay hombres”, dice una de ellas, que ha vivido esta situación infinidad de veces. Pero lejos de empequeñecerse, ellas siguen pisando fuerte —y a tempo—. Por eso su sensación final, cuando llega la enhorabuena del público, es la de que “estamos transgrediendo”, como sentencia Lorena.
¿Y a qué se debe esta sorpresa? Muy sencillo: el machismo y la feminidad normativa campan a sus anchas en el mundo de la batucada. En él, por norma general, son los hombres quienes dirigen estas agrupaciones de percusión y quienes generan los ritmos que el grupo interpreta. Así lo explica una de las Bembé, que ha estado en numerosas convivencias de batucadas, en las que ver a una mujer dirigiendo es prácticamente imposible, haciendo evidente —como apunta una de ellas— el machismo intrínseco que acompaña al género masculino, “por muy trabajado que uno crea que lo tenga”.
Esto no sucede en Bembé, ni tampoco sucede en Somsó —una spin off de la batucada granadina situada en Barcelona—. Aquí son ellas las que dirigen, enseñan a sus compañeras y crean los ritmos que después suenan en las calles, siempre en una relación de igualdad. Y es que solo así, haciendo visible que siguen siendo menos, estas poderosas agrupaciones de percusión, como pueden ser también Yemanya o La Batu que Entiende, ponen de manifiesto que la desigualdad es latente en todos los caminos del arte. Por ejemplo, cuando hacen memoria hablando del Trebufest, donde consiguieron el primer premio del concurso de batucadas, no dudan en reivindicar y recordar que Bembé era la única con mujeres al frente.
Dueñas de sí mismas
Dice Rocío —una de las últimas en incorporarse a la batucada— que a ella le convenció verlas en la calle. Ya había visto otras batucadas, pero la energía que sintió fue diferente. Algo parecido le pasó a Julia, que hasta ahora ha vivido el 8 de marzo como espectadora de esta batucada, que celebra uno de sus días grandes en esta fecha y añade que el hecho de que Bembé esté ahí le da “muchísima fuerza, aporta una sensación de unidad”.
Dos palabras se repiten en boca de todas ellas durante la charla: cuidado emocional. Porque al final, en este espacio, tanto como la música importa el amor, la sororidad y la libertad que les otorga sentirse dueñas de sí mismas. Algo que, según dice Julia, “te hace salir cargada de cada ensayo”. Estos cuidados son los que se van a poner de manifiesto el 8 de marzo, “como crítica a otro medio de control que ejerce el heteropatriarcado sobre la mujer, relegándola al ámbito privado”, afirma Inma. “De ahí la necesidad de empoderarse desde el cuidado, revalorizándolo” y haciendo visible —al igual que hacen “las Bembé”— la desigualdad implícita en todas las esferas de nuestra sociedad.