Extremadura
Una victoria convertida en derrota

La patronal consigue lo que llevaba buscando desde el año 2018 y la primera subida del SMI a cambio de nada. Pero no es la hora de la frustración. Es el momento de aprovechar el salto en la conciencia de los trabajadores/as.
5 jul 2022 07:30

El trabajo en el campo es un trabajo duro. Las pieles curtidas por el sol, los huesos por el frío y los músculos de las espaldas doloridas de agacharse y cargar peso no mienten, tienen memoria. Pero también tienen memoria de los jornales de miseria y de la lucha descarnada de generaciones y generaciones de jornaleros y jornaleras que además de dejarse la salud en el tajo, se dejaron hasta la vida por unos derechos laborales que compensaran y dignificaran esta tarea.

Extremadura ocupa un lugar destacado en esas páginas. Desde las revueltas espontáneas del siglo XIX a las luchas por los primeros convenios en los setenta y los ochenta, pasando por el hito del 25 de marzo de 1936, los jornaleros extremeños se bregaron en huelgas y manifestaciones de todo tipo hasta conseguir unas condiciones dignas de trabajo.

Desde las revueltas espontáneas del siglo XIX a las luchas por los primeros convenios en los setenta y los ochenta, pasando por el hito del 25 de marzo de 1936, los jornaleros extremeños se bregaron en huelgas y manifestaciones de todo tipo hasta conseguir unas condiciones dignas de trabajo

Sin embargo, el sector se ha transformado de forma importante en los últimos veinte años y los derechos históricos y la propia fuerza de los trabajadores del campo se han ido perdiendo progresivamente a manos de una patronal, como siempre insaciable, y unos sindicatos influidos de lo que llaman el “diálogo social” y el mantenimiento de sus estructuras.

La evolución de los salarios en relación al coste de la vida en estas últimas décadas da buena cuenta de esta precarización del sector. Por eso, cuando el Gobierno ha decidido subir el Salario Mínimo Interprofesional —ya es grave que este sector no esté por encima del mismo— se ha roto esa tendencia por fin de pérdida de poder adquisitivo.

Pero la patronal, representada en su mayoría por los terratenientes en ASAJA y los magnates de AFRUEX, y acostumbrada a imponer sus condiciones, ha decidido rebelarse y, sin cortarse lo más mínimo, ha incumplido con estas subidas salariales, y para evitar tener que cumplir en adelante ha exigido la pérdida de otros derechos para su aceptación. Su planteamiento ha sido claro: aumentar la jornada para absorber la subida. Pero el descaro no queda ahí, y nada menos que el mismo Presidente la Junta de Extremadura, Fernández Vara, salió pidiendo un SMI diferenciado por regiones y avalando en definitiva la postura de los terratenientes. Uña y carne.

El mismo Presidente la Junta de Extremadura, Fernández Vara, salió pidiendo un SMI diferenciado por regiones y avalando en definitiva la postura de los terratenientes

En este contexto, con un convenio caducado desde hace 3 años, CCOO y UGT convocan tres días de huelga. Ante la incredulidad de algunos, el hartazgo y la evidente justicia de las reivindicaciones, hicieron que ya el primer día la huelga fuera un masiva. Todo apuntaba a una extensión aún mayor en las siguientes jornadas. Desde el Sindicato 25 de marzo lo teníamos claro, esa era la clave: la extensión de la huelga, los piquetes y las movilizaciones.

Huelga
Sindicato 25 de marzo: “Hay posibilidad de ganar la huelga”
Primer día de huelga. Ante la voluntad por parte de la patronal agraria de cercenar derechos laborales, los trabajadores y trabajadoras del campo se rebelan.

Pero el poder económico y político de esta región no se podía permitir semejante desafío. Quienes conocen los procesos dialécticos de la sociedad —y ellos los conocen bien— saben que en las huelgas los trabajadores toman conciencia de su propio poder y esto les podría acarrear que perdieran el control del conflicto. De ahí la intervención de Fernández Vara y la rápida conclusión de la huelga. La patronal y los sindicatos llegan a un acuerdo y estos ponen fin a la huelga sin ningún tipo de consulta a los trabajadores. En eso consiste la “paz social” y “diálogo social” de la burocracia sindical y el PSOE, en la domesticación de las organizaciones sindicales y la complicidad con la patronal en un juego en el que siempre pierde la clase trabajadora.

Quienes conocen los procesos dialécticos de la sociedad —y ellos los conocen bien— saben que en las huelgas los trabajadores toman conciencia de su propio poder y esto les podría acarrear que perdieran el control del conflicto

Tan solo una semana después se firmaba el acuerdo y se confirmaban los rumores más pesimistas: la patronal cumplirá la ley y pagará el SMI pero a cambio los trabajadores trabajarán más tiempo y pierden otros derechos históricos. Se acaba con el plus de desplazamiento a cambio de un complemento menor, se acaba con el descanso remunerado del bocadillo —¡cuántas veces nos dijeron que estábamos locos y que eso jamás sucedería! —, el plus de antigüedad se pierde a corto plazo ya que pasa a ser absorbible, y se acaba en la práctica con las horas extras al permitir una gran flexibilidad en la distribución de la jornada. En resumen: la patronal consigue lo que llevaba buscando desde el año 2018 y la primera subida del SMI a cambio de nada.

Evidentemente, la reacción de los jornaleros y las jornaleras al acuerdo no es buena. Pero no es la hora de la frustración, y eso es además lo que percibimos. Es el momento de aprovechar el salto en la conciencia de los trabajadores para profundizar en su organización a través de herramientas que sólo se deban al interés de la clase trabajadora, independientes y valientes, como honestamente pensamos que es el Sindicato 25 de marzo. La huelga ha sido una victoria convertida en derrota, pero una derrota puntual. Por eso hay que reconvertirla en el primer paso de una nueva organización de los jornaleros y las jornaleras que recupere el poder que conquistaron nuestros antepasados y se enfrente a los nuevos desafíos. Y no sólo en este sector, también en el resto de los sectores. Nos va el pan en ello.

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