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Estados Unidos
Los vendedores ambulantes de Nueva York se organizan para sobrevivir
Cuando la pandemia obligó a cerrar la ciudad de Nueva York el año pasado, los vendedores ambulantes fueron designados como trabajadores esenciales. Mientras las tiendas tradicionales y los restaurantes cerraban, los vendedores siguieron prestando dos servicios esenciales: hacer comidas y vender mascarillas. Ahora, con la reapertura de la ciudad, se enfrentan a mayores retos relacionados con las licencias y los permisos.
“Somos parte de la economía de Estados Unidos. Somos los que proveemos comida a bajo precio y los que estamos las 24 horas. Siempre hay un vendedor en la calle o en la salida del metro, vendiendo tamales o algo caliente durante el frío y zumos o algo fresco durante el calor”. Sonia Pérez es una vendedora ambulante mexicana y forma parte de la junta directiva del sindicato de vendedores ambulantes de Nueva York, el Street Vendor Project.
“La pandemia ofrece algunas oportunidades para avanzar en nuestra agenda”, dice Eric Nava-Pérez, coordinador del sindicato. La organización, que apoya a más de 2.000 vendedores, está pidiendo al alcalde y al ayuntamiento que establezcan una moratoria en las multas relacionadas con la falta de permisos y licencias.
En enero de 2021, el ayuntamiento aprobó la Intro 1116, una nueva legislación que entrará en vigor el próximo año y que creará 4.000 nuevos permisos durante los próximos diez años. Pese al progreso que esto representa, la moratoria supondría un alivio inmediato.
Las multas a los vendedores que operan sin permiso pueden oscilar entre los 250 y los 1000 dólares. Actualmente, la ciudad limita el número de permisos para los vendedores de comida, flores, camisetas y otros productos a unos 6.000
Las multas a los vendedores que operan sin permiso pueden oscilar entre los 250 y los 1000 dólares. Actualmente, la ciudad limita el número de permisos para los vendedores de comida, flores, camisetas y otros productos a unos 6.000. Además del permiso, que puede costar varios miles de dólares, los vendedores ambulantes de comida también necesitan una licencia. La licencia cuesta 50 dólares cada dos años.
Antes de la pandemia, el sindicato calcula que había unos 20.000 vendedores ambulantes en toda la ciudad. Ahora, creen que hay incluso más, porque las personas que perdieron sus empleos buscaron instalarse en la calle. Actualmente hay 11.926 vendedores en lista de espera para obtener un permiso, según New York City Open Data, una recopilación pública de información relacionada con las agencias y organizaciones de la ciudad.
Sylvie Cui trabaja en Midtown y recoge comida de vendedores ambulantes de camino a su casa en Long Island. “Los vendedores ambulantes tienen un papel fundamental, especialmente durante la pandemia, porque la gente se siente más cómoda comprando y comiendo fuera que dentro”, dice Cui.
José, que no quiso compartir su apellido porque no tiene licencia ni permiso, vende fruta en Times Square. Se trasladó aquí desde Ecuador con su mujer y su hija hace tres meses. Actualmente gana unos 160 dólares al día. “Me gustaría que la policía dejara de darme problemas y multas”, dice. “Sólo quiero tener un permiso para poder ganarme la vida y estar tranquilo con mi pequeño negocio”. José dice que el elevado coste de obtener una licencia y un permiso le ha impedido conseguir cualquiera de los dos.
Según Nava-Pérez, el actual límite en el número de permisos para los vendedores de comida ha forzado un mercado clandestino. Explica que algunos vendedores que los tienen, los alquilan a otros por entre 15.000 y 25.000 dólares.
Saraí Rodríguez tiene su propia licencia, pero alquila su permiso por 10.000 dólares al año. Sirve quesadillas y tacos en Midtown. Es madre soltera de cuatro hijos y dice que sigue trabajando para poder cuidar a sus hijos. “Antes de la pandemia, ganaba unos 1.300 dólares al día, trabajando de 10 de la mañana a 3 de la tarde. Ahora básicamente me quedo aquí hasta que gano unos 500 o 600 dólares”, dice.
Los miembros del ayuntamiento están divididos sobre el tema. La demócrata Margaret Chin votó a favor de aumentar el número de permisos disponibles para los vendedores ambulantes. Durante la votación en enero de 2021, dijo: “Esta legislación traerá esperanza y oportunidad a los neoyorquinos trabajadores que son inmigrantes, que históricamente han sido excluidos de muchas de las ayudas del gobierno”.
El también demócrata Mark Gjonaj votó en contra del proyecto de ley. “No dudo de la intención, pero hay un honesto desacuerdo sobre el impacto que esta legislación tendrá en nuestras pequeñas empresas en dificultades, muchas de las cuales son propiedad de mujeres, minorías e inmigrantes”, dijo durante la votación.
El sindicato de vendedores ambulantes cree que el consejo municipal está retrasando la acción hasta que una nueva administración asuma el cargo el próximo año. Pero esperan que con la aplicación de la Intro 1116 en enero y un nuevo alcalde, sus miembros vean progresos.
Rodríguez espera el cambio. “No quiero quedarme como estoy con un carro. Tal vez quiera un segundo y a partir de ahí quiero abrir un restaurante en Manhattan. Y siento que después de todo lo que he pasado, al final lo conseguiré”.
Entrevista Eric Nava-Pérez
Hablamos con Eric Nava-Pérez, organizador del proyecto de Street Vendor Project, el sindicato de vendedores ambulantes de la ciudad de Nueva York. El sindicato es una de las organizaciones que está bajo el paraguas del Urban Justice Center, centro que acoge múltiples organizaciones que trabajan para la justicia urbana.
¿Cuál es la situación de los vendedores ambulantes en la ciudad de Nueva York?
Hay un límite en el número de permisos y licencias disponibles para los vendedores ambulantes. Los permisos se consiguen a veces, pero conseguir licencias es prácticamente imposible. Entonces, la gran mayoría de ellos no venden legalmente, sino que lo hacen de manera informal.
¿Cómo ha afectado la pandemia al sector?
Calculamos que el número de vendedores ambulantes que hay en las calles de Nueva York ha aumentado, porque la pandemia ha hecho que mucha gente que trabajaba por ejemplo, en el sector de la restauración, perdiera su trabajo y saliera a vender a las calles.
¿Y actualmente siguen vendiendo en la calle o han vuelto a su trabajo anterior?
Bueno, hay de todo. Pero es posible que terminen no queriendo volver al otro empleo, porque ahora trabajan por su propia cuenta. Además, muchos se sienten cómodos con el trabajo de vendedores ambulantes, no tienen un jefe y pueden socializar de otro modo y conocer a gente.
¿Cuántos miembros tenéis en el sindicato?
Hay aproximadamente 2600 miembros en la organización, y formar parte de ella tiene un coste de 100 dólares al año. A cambio, reciben apoyo, acompañamiento y asesoramiento legal y jurídico.
¿Tenéis alguna campaña activa?
Sí, a nivel local estamos pidiendo al ayuntamiento y al alcalde Bill de Blasio, que aprueben una moratorioa para las multas a los vendedores ambulantes. Eso implicaría dejar de poner multas y eliminar las que han sido puestas durante la pandemia.
¿Y habéis obtenido respuesta?
No, no ha habido mucha respuesta. El 2 de noviembre son las elecciones de la ciudad y esto provoca que la administración actual postergue decisiones como esta, y que sea la nueva administración la que tenga que coger el relevo.
¿Y cómo ha cambiado el covid las demandas del sindicato?
Una pandemia brinda oportunidades para avanzar en nuestra agenda. De algún modo, lo estamos intentando, pero es complicado y lo que estamos viendo es que la mayoría de vendedores apenas sobreviven con lo que venden diariamente. Si además reciben una multa de entre $250 y $1000, les es imposible pagarla. Lo que nos gustaría ver es más educación y menos sanciones.
Lo que estamos viendo es que la mayoría de vendedores apenas sobreviven con lo que venden diariamente. Si además reciben una multa de entre $250 y $1000, les es imposible pagarla. Lo que nos gustaría ver es más educación y menos sanciones
¿Ha cambiado el uso de la fuerza policial hacia los vendedores ambulantes a raíz de la pandemia?
Sí, la fuerza policial no ha sido tan agresiva, o ha sido menos agresiva que antes de la pandemia. Porque antes igual les destrozaban sus paradas y les tiraban todo el producto a la basura, y ahora les dan avisos o multas. Pero el problema es que recientemente se ha empezado a hablar de “limpiar las calles”, y esto es preocupante, porque los vendedores ambulantes son parte de las calles.
¿Nos puedes hablar de las ayudas económicas para trabajadores excluidos?
Los trabajadores excluidos son los que no tienen capacidad para acceder a los programas disponibles para otros trabajadores. Por ejemplo, si no tienes seguro de desempleo cuando otros sí pueden disponer de él, eres un trabajador excluido. Los vendedores ambulantes forman parte de este grupo que, aunque han estado proporcionando servicios esenciales, no pueden disponer de ningún tipo de ayuda si, por ejemplo, enferman de covid. Esto les pasó a muchos, sobre todo al principio, ya que estaban en primera línea.
¿Qué es la Intro 1116 y cómo ayudará al sector?
Como el número de permisos está limitado, hay un mercado subterráneo. Porque el sistema permite que el propietario del permiso no esté presente y eso hace que haya personas o familias que tienen muchos permisos y los alquilan por entre 15.000 y 25.000 dólares cada año o cada dos años. Y esta es la razón por la cual luchamos para que se aprobara la Intro 1116. Con esta legislación, se crean 4.000 nuevas licencias, repartidas durante 10 años, es decir, 400 licencias por año. Ahora mismo hay una lista de espera, y estas nuevas licencias irán siendo asignadas a las personas de esta lista por orden.
¿Una conclusión?
El mayor problema de la ciudad de Nueva York es el sector inmobiliario, que es muy poderoso y que siempre presionará para tener todo el control y la mínima competencia posible. Los vendedores ambulantes pagan licencias y permisos, pero no un alquiler mensual y eso es inasumible para un sector tan fuerte como este.
El mayor problema de la ciudad de Nueva York es el sector inmobiliario: Los vendedores ambulantes pagan licencias y permisos, pero no un alquiler mensual y eso es inasumible para un sector tan fuerte como este
Entrevista a Saraí Rodríguez
Saraí Rodríguez es una migrante mexicana que llegó a los Estados Unidos hace 20 años. Vive en Queens (Nueva York) y después de diversos trabajos en el mundo de la restauración se decidió por abrir su propio negocio: un carro ambulante de quesadillas y tacos en el centro de Manhattan.
¿Por qué viniste a los Estados Unidos?
La mayoría de inmigrantes vienen con un sueño. Yo no. Cuando vine era muy chiquita, tenía solo 16 años y me agarraron las ganas de conocer algo nuevo, diferente. Estuve un tiempo, trabajando de taquera en restaurantes y en carritos de otras personas. Entonces hubo un momento que se me dio la oportunidad y me hice con mi propio carrito.
¿Cómo fueron tus inicios en los Estados Unidos y en el negocio que tienes?
Cuando empecé yo estaba sola, ni tan siquiera mi familia me apoyó. Lo único que tenía eran mis hijos y mi negocio. Y mi carro me salvó, era mi consuelo y lo que me obligaba a estar centrada en lo que quería hacer.
¿Y cómo es tu trabajo?
Es fácil y es difícil. Fácil porque a mí me gusta, he trabajado en el sector, sé cómo es vender comida, sé preparar las carnes y todo lo que se refiere a comida mexicana es fácil para mí. Difícil porque a veces nos cierran muchas puertas, por ejemplo con los permisos.
¿Tienes permiso y licencia?
Tengo licencia para vender comida, pero el permiso lo rento y eso es muy costoso. Son entre 15.000 y 20.000 dólares de una sola vez, mientras que a los que me lo rentan les ha costado solamente 500 dólares. Y para juntar eso, uno tiene que ir ahorrando y ahorrando sin parar.
¿Cómo es un día a día en tu vida?
Yo vivo en Queens. Me despierto a las 5:30 de la mañana para preparar las cosas, todo lo que me voy a traer. El coche que me pasa a recoger llega a las 6:30h, vamos a por el carro y venimos hacia Manhattan. Luego estoy aquí hasta las 16h y al llegar a casa preparo la cena para mis hijos y las cosas para el día siguiente. Finalmente me ducho, descanso y a las 12:30 me voy a dormir. Es duro, pero cuando veo a mis hijos pienso que es lo único que tienen y mientras no se valgan por sí mismos, voy a seguir trabajando para sacarles adelante. Aunque esté enferma, aunque me sienta mal, hay días que me he sentido derrotada. A veces no salen los números y pienso que no sé qué voy a hacer con los gastos. Pago $2000 de renta, $250-300 de teléfono, el garaje para el carro, la trabajadora que me ayuda. A veces siento que no puedo, pero luego me pongo a pensar y digo: si pude al principio, ahora puedo. Tal como yo estoy pasando todo esto, miles de personas lo están pasando igual o peor.
Vivo en Queens. Me despierto a las 5:30 de la mañana para preparar las cosas, todo lo que me voy a traer. El coche que me pasa a recoger llega a las 6:30h, vamos a por el carro y venimos hacia Manhattan. Luego estoy aquí hasta las 16h
¿Y cómo ha afectado la pandemia a tu trabajo?
Antes de la pandemia ya era un poco complicado, pero estaba buena la economía y se vendía. Después de la pandemia, ha estado mal. El trabajo ha bajado mucho. Vendo la mitad de lo que vendía antes. A veces me desespero, me dan ganas de tirar la toalla, pero digo no, porque poquito es poquito y sale para los gastos de la casa y de los hijos. Pero ha cambiado mucho. Antes, en un día facturábamos hasta $1.400. Ahora yo vengo más temprano y salgo más tarde y vengo sacando $500 o $600. Pero he llegado a sacar solamente $300 dólares en un día.
¿Has tenido algún problema hasta el momento?
Sí, los negocios que tengo alrededor siempre me estaban haciendo mover el carro. Hasta que un día dije ya basta, ya no me muevo. A mí no me van a mover, estoy en mi derecho de estar aquí, porque si otros carros están, ¿por qué yo no? Siento que es por motivación racista, ya que en el centro de Nueva York, no hay muchos hispanos con carros.
¿Qué has aprendido a lo largo de los años?
Soy una mujer que se ha caído y levantado tantas veces... Y yo no me quiero quedar como estoy con un carro, yo quiero tal vez otro carro y de ahí, quiero un restaurante. Y mi idea no es ponerlo en Queens, en Brooklyn. Mi sueño es ponerlo aquí en Manhattan. Y yo siento que después de todo lo que he pasado, eso va a ser mi recompensa.
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