Entrevista La Poderío
María Gil Zapata: “El machismo en la mecánica no solo lo sufre la mujer, también el hombre”

¿Puede un lugar tradicionalmente masculinizado convertirse en un espacio seguro? María Gil Zapata (Almería, 1991) lo ha conseguido con su filosofía. Desde hace un año es propietaria de un taller de automoción en El Quemadero y ha incrementado en 200 sus clientes, siendo 180 de ellas mujeres.
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María Gil Zapata, en su taller mecánico situado en El Quemadero, Almería Marian León
La Poderío
20 abr 2024 06:00

El motor ha estado siempre en la vida de María: “Mi padre era piloto de rally y tenía un taller. Desde muy niña, yo competía con motos y a los 16 años empecé a trabajar con él”. Aficionada a montar puzzles y a desmontar coches teledirigidos y otros juguetes desde pequeña, su deriva a mecánica de coches se fue dando de forma natural, de forma que “para mí era un hobby, yo iba al taller de mi padre a ayudarle y me ponía a limpiar herramientas. Luego empezó a explicarme y a enseñarme”. 

De ingeniera aeronáutica a diseñadora gráfica

Un accidente la desvió de su vocación inicial, ser ingeniera aeronáutica: “Cuando estaba en segundo de Bachillerato iba en moto, me atropelló un coche y me quedé en silla de ruedas cerca de un año. Ya había elegido el Bachillerato Tecnológico en primero y tenía muy buenas notas, pero este suceso me dejó con una parálisis del nervio ciático en la pierna y un preparador físico me dijo que no lo iba a conseguir nunca”. 

Para una persona tan deportista (practicaba karate y baloncesto) y con las ideas tan claras desde tan joven, esta noticia fue devastadora. Pero la resiliencia siempre la ha caracterizado y se refugió en otra de sus pasiones, la artística. Recuerda de entonces que “mi madre encontraba dibujos míos por casa y me preguntaba de dónde habían salido, porque estaban tan bien que no se creía que los hubiese hecho yo. Como vio mucho potencial, habló con un amigo suyo pintor para que me formara. Me iba a su estudio en Pechina y me dejaba cuadros que no quería terminar para que yo experimentara, mientras me iba dando indicaciones”. 

Así acabó estudiando en la Escuela de Arte de Almería, donde se sacó Arquitectura Efímera y Gráfica Publicitaria en solo tres años. Después empezó una intensa actividad en el mundo creativo: “Estuve en Francia, hice logotipos y diseños, trabajé en ferias, di charlas para asociaciones y hasta hice un libro de colorear para niños. Tenía mi carrera bastante encaminada”. 

La mecánica como forma de vida

El trabajo como mecánica de coches siempre ha sido el principal sustento económico de María, desde que se independizó a los 18 años de la casa familiar, durante sus estudios, y hasta el momento en el que se encontraba emprendiendo como diseñadora. Entonces llegó el COVID y, como para casi la mitad de la población mundial, sus proyectos se tambalearon, o más bien aceleraron una decisión que había pospuesto para un futuro. 

Había montado una empresa de diseño, pero la pandemia se la llevó por delante
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María Gil Zapata, con una clienta en la puerta de Quemadero, su taller Marian León

En ese momento, “había montado una empresa de diseño, pero la pandemia se la llevó por delante. Casi al mismo tiempo mi padre enfermó, y decidió jubilarse de un día para otro. Aunque mi idea inicial era compatibilizar el diseño con la mecánica, las circunstancias hicieron que le comprara el taller, y desde entonces estoy plenamente dedicada a él”. 

Este mes de abril ha hecho un año de aquella decisión apresurada. 365 días como emprendedora, como propietaria de un taller en el almeriense barrio de El Quemadero, que antes siempre había pertenecido a su padre. Este es el lugar en el que prácticamente se crio y donde la conocen como “La Niña”, un apodo cariñoso que le pusieron por ser la hija de Pedro. María lo describe como “el típico barrio obrero de toda la vida, que al final tiene mala fama, como casi todos los barrios pobres. Pero al final es un barrio normal y claro que puede haber machismo, como en todos los barrios. No es lo mismo que abras un taller en Chueca o en la Gran Vía de Madrid a que lo abras en Almería, el culo del mundo, en un barrio humilde”. 

Tener que demostrar más por ser mujer

Aunque me cuenta que todo el mundo la quiere, siempre ha sido mucho el afecto que su vecindario le ha profesado en la parte humana, es ahora cuando la buscan específicamente a ella cuando quieren un servicio. “Eso ha sido mucho trabajo mío, de estar ahí a pico pala muchos años y al final crear una confianza. A mí me ha costado mucho tiempo lo que mis compañeros se ganaban la primera semana trabajando”.

Y ahí sí que ha influido que vivamos en una sociedad donde esta profesión sigue siendo mayoritariamente masculina. “Cuando yo empecé, tuve que demostrar mucho. Muchísimo. A mí se me ha puesto en duda siempre. Yo tenía clientes, que sigo teniendo a día de hoy, pero que al principio le decían a mi padre: ‘la niña que no me toque el coche’”. 

La gente cree que hay mucho machismo en los talleres, pero no tiene nada que ver a lo que había antes, cuando yo empecé hace 15 años

Cuando hablamos de la evolución de la profesión, le confieso que en mi cabeza un taller de coches sigue siendo un lugar con calendarios de tías en bolas y con mecánicos que exclaman todo tipo de barbaridades a las mujeres que pasan por la puerta. Algo que “sigue siendo así en algunos lados, hay cosas que para que cambien totalmente tiene que pasar mucho tiempo. Yo confío en que cada vez somos más mujeres las que estamos aquí y eso crea un cambio. La gente cree que hay mucho machismo en los talleres, pero no tiene nada que ver a lo que había antes, cuando yo empecé hace 15 años”.

Pasión por las cosas bien hechas

La naturaleza de María es inquieta y nunca ha dejado de estudiar. Para ella la enseñanza es muy importante y procura que sus dos empleados estén en continua formación, como ella. Sin embargo, aunque ha hecho muchos cursos, nunca estudió un ciclo formativo de automoción, ya que pudo conseguir el título haciendo un pequeño examen con los conocimientos adquiridos a través de su padre desde muy joven. 

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María Gil Zapata, durante la reparación de uno de los vehículos que llevan a su taller Marian León

“Pero el trabajo de mecánica es mucho más que eso”. María me confiesa que es muy testaruda y que puede tirarse una noche entera estudiando y viendo vídeos técnicos, hasta que da con la tecla y resuelve el asunto. “Esto es un problema a nivel de jefa y de empresaria, porque no sabes la de horas que le puedo dedicar a un coche. Y ese trabajo nunca lo cobro, porque no se puede cobrar”. ¿Y al final merece la pena?, le pregunto. “Para mí, sí, porque la próxima vez en vez de tardar 24 horas, tardaré 14, y la próxima 6… y a lo mejor llega un punto en el que ese tipo de problemas será para mí como cambiar una batería”, me responde María. 

Para mí, es muy importante sentirme en ese espacio seguro y tenía muy claro que quería que mis trabajadores lo tuvieran cuando yo fuera jefa

Aunque esto ha sido motivo de preocupación por parte de su padre y de su mujer, sobre todo al principio, cuando empezó sola por no tener dinero para contratar a nadie, María no puede evitar que salga su carácter apasionado y tenaz. En cierto modo es su forma de afrontar la vida y el trabajo la que la ha llevado a construir su propio taller, que ahora cuenta con dos empleados y un ambiente donde se respira confianza, porque “para mí, es muy importante sentirme en ese espacio seguro y tenía muy claro que quería que mis trabajadores lo tuvieran cuando yo fuera jefa”. 

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María, revisando un vehículo con Paco, empleado del taller mecánico Marian León

Un espacio de seguridad y confianza

A veces, cuando llega la hora del cierre y queda algún trabajo por terminar, María les dice a sus empleados que se laven la grasa de la jornada, se cambien el mono de trabajo y se vayan con sus familias, pero estos hacen oídos sordos y siguen trabajando, y “Paco me dice que es la primera vez que quiere quedarse”. 

María me habla de Paco y se emociona porque confiesa que le ha salvado la vida. Este trabajador, que está a punto de jubilarse, le hacía las sustituciones y las bajas a su padre y le ha ayudado mucho desde que pudo contratarlo, cuando su situación se hizo más sostenible. Está muy agradecida con él “porque al final dejó su trabajo y se vino a trabajar conmigo y se ha convertido en mi confidente, en mi encargado de taller y en mi padre, muchas veces. Hace poco tuve un mes muy malo porque estoy intentando quedarme embarazada y había días que llegaba tarde o que no tenía la capacidad de hacer nada. Paco estuvo ahí, abriendo, cogiendo el teléfono, atendiendo a los clientes… Paco lo resolvió todo y cuando llegó el final de mes le dije ‘esto es lo que te pertenece porque has hecho un trabajo que no te correspondía’”.

Sigo manteniendo la clientela anterior, pero he crecido en aproximadamente 200 clientes nuevos, de los cuales 180 son mujeres. Me he dado cuenta de que he fidelizado mucho a estas clientas porque les doy seguridad

También ha establecido una relación de confianza con sus clientes, y “sigo manteniendo la clientela anterior, pero he crecido en aproximadamente 200 clientes nuevos, de los cuales 180 son mujeres. Me he dado cuenta de que he fidelizado mucho a estas clientas porque les doy seguridad”. Me cuenta que una de ellas estaba harta de que le ofrecieran presupuestos desorbitados por un problema que se podía solucionar de otra manera más económica hasta que descubrió su taller. Un día tuvo un percance con el coche y, a pesar de que la grúa le ofreció llevarlo al sitio más barato, pidió que trajeran su coche al taller de María. “Tú te involucras con el problema, lo resuelves y no me engañas”, le dijo. 

Un taller feminista y LGTBIQ+ friendly

Los pequeños grandes cambios empiezan con gestos muy sencillos. Por eso cuando un matrimonio de hombre y mujer va a su taller, María se dirige a los dos en su explicación: “Muchas veces la mujer me dice que mejor se lo explique a su marido. Y yo me paro y le pregunto si su marido ha estudiado mecánica. A lo que me responde que no. Entonces le digo que los dos saben lo mismo y que si ella conduce es importante que sepa lo que le pasa a su coche y en qué gastan su dinero. Tengo clientas mujeres que antes venían siempre con su marido y ahora vienen solas”.

El taller de María también es un espacio seguro para la comunidad LGTBQ+ y así lo hace saber en su dirección de Google, donde podemos leer un sello que indica que es ‘amigable con la comunidad LGTBI+’. Fue una decisión que tomaron entre Lourdes, su pareja, y ella. Comenta que “en estos espacios no solo sufre mofas la mujer. El machismo lo sufre muchísimo también el hombre y en este mundo donde tienes que ser un macho alfa, mucho más”. 

Yo soy joven y cuando voy vestida de trabajo parezco más niña todavía y al lado tengo a un señor mecánico de toda la vida que aparenta ser el jefe del taller. Estas situaciones son raras, pero he aprendido a tomármelas bien

A veces, cuando llegan clientes nuevos, se van directamente a hablar con Paco. “Yo soy joven y cuando voy vestida de trabajo parezco más niña todavía y al lado tengo a un señor mecánico de toda la vida que aparenta ser el jefe del taller. Estas situaciones son raras, pero he aprendido a tomármelas bien”, reconoce.

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Un taller de automoción también conlleva una gran carga de tareas de gestión Marian León

El taller como espacio de confidencias

Hace poco salió una entrevista en un medio donde presentaban a ‘la única mecánica mujer de Andalucía’. María me cuenta divertida que sus clientes se indignaron muchísimo y estuvieron a punto de llamar al programa para desmentirlo, mientras que a ella le parece bien “que se dé visibilidad, pero también me parece mal que porque yo sea una mujer mecánica se me ponga en un trono. No. Yo no me considero mejor que mis compañeros, me considero igual que ellos”. 

Sin darte cuenta, entras en la dinámica de conocer el problema de todos tus clientes y empatizas con ellos, y a cada uno le ofrezco una facilidad diferente

Un taller al final es como una barra de un bar o como una peluquería, y un profesional de la mecánica se puede convertir también en un confidente porque las reparaciones suelen ser costosas, para “gente que por motivos X no tiene ese dinero, pero también por motivos X necesitan el coche para el trabajo, para mil cosas. Y ahí, sin darte cuenta, entras en la dinámica de conocer el problema de todos tus clientes y empatizas con ellos, y a cada uno le ofrezco una facilidad diferente”.

Algo que también le da mucha rabia a María es que relacionen su bisexualidad con su profesión o su pasión por el motor: “Al final esto también lo provoca el machismo. Soy una mujer femenina y me siento muy cómoda con mi cuerpo y con mi persona. Mi sexualidad no está asociada con mis gustos o mis habilidades”. 

Aunque ahora mismo esté volcada en cuerpo y alma con el taller, María nos confiesa que algún día volverá al diseño gráfico. De hecho, “tengo tres currículums diferentes, porque si la gente viera los tres mezclados pensaría que no tengo claro lo que quiero en la vida. Y no tiene nada que ver, soy inquieta y he estudiado cosas que no tienen que ver la una con la otra, he trabajado en muchas cosas diferentes. Si me interesa un tema lo estudio, y si me canso, lo cambio. ¿Por qué me tengo que quedar toda la vida en el mismo sitio?”.

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