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Educación
Tengo la cabeza como un bombo
Anotaciones al borde de colapsar entre apuntes: Dos semanas repletas de trabajos a entregar y exámenes que hacer. No hay vida más allá de esto. Es la jodida presión de saber que si no apruebas tienes que ir a la recuperación.
Con la cabeza como un bombo. Como quien sale de la comisaría tras varios días encerrado. Así he salido del examen de Sociedades y Contratos Mercantiles. El último puto examen de Diciembre, a esperas de los finales de Enero. Ya me queda menos para terminar la universidad de los cojones. Sólo cuatro asignaturas, sólo cuatro asignaturas. Vamos, coño. Sé fuerte.
Dos semanas llenas de trabajos a entregar y exámenes que hacer. Para quien se dedica sólo a estudiar, ya te lleva bastante tiempo como para no hacer mucho más en la vida y estar amargado. Y si encima quieres sacar buena nota, ni te cuento. Pero si además de estudiar, trabajas o participas en otras actividades y proyectos, esto es una puñetera locura. No hay vida más allá de esto.
Es la jodida presión de saber que si no apruebas tienes que ir a la recuperación. Y que si suspendes repites el mismo proceso un año más, pagando el doble por la asignatura. Y nadie quiere volver a pasar por lo mismo… no te gusta la asignatura, no te motiva una mierda, te quita tiempo y salud. Es eso de no saber qué puede caer en examen y tampoco de cómo te van a corregir, que genera una ansiedad constante que no tiene fin y desgasta hasta la última gota de nuestras energías. Pero ya he salido del último examen. Y siento como que vuelvo a ser libre (¿entonces antes estaba esclavizado?). He vuelto a sobrevivir a las semanas de exámenes. Ya veremos con qué éxito, eso es otro tema…
Es la jodida presión de saber que si no apruebas tienes que ir a la recuperación. Y que si suspendes repites el mismo proceso un año más, pagando el doble por la asignaturaA la salida de clase, como quien busca contar sus penas, nos ponemos a hablar unos compañeros. Cómo no, del puto examen. “Yo prefiero no saber nada”, les digo. Se ríen, me río, pero estamos tan obsesionados con el examen que no podemos dejar de hablar de ello. Ya no tiene vuelta atrás. Es como una droga. Al cabo de un rato, por fin, hablamos de otras cosas. También nos encontramos a gente nueva de camino a la Renfe, como un grupo de combatientes que vuelven de la batalla. Y es ahí cuando me doy cuenta de que estoy tan fundido psicológicamente que no tengo ánimos de saludar a nadie, ni de hablar con nadie, ni de hacer nada. Tengo el cuerpo y el cerebro tan desgastados que cualquier cosa me da pereza. Sólo quiero llegar a casa, tirarme en el sofá. Dormir. Y volver a nacer. Ahora… ahora sólo soy un muerto viviente.
Pero no me queda otra que socializar. Por respeto, por costumbre o por yo que sé qué ostias. Y quiero hacerlo. Me encanta hacerlo. Pero mi cuerpo está deshecho y mi mente echando humos. No puedo. Me cago en todo, que no puedo. Y decido no intervenir mucho, como quien no quiere jugar y se sienta voluntariamente en el banquillo. “Estoy fundido psicológicamente y físicamente” le digo a Dani. “Soy un mal (o buen) estudiante y me meto en dos semanas lo de varios meses”, le cuento mientras miro por la ventanilla del Renfe. “Entonces todos somos malos estudiantes”, me dice él riéndose. Dani y el resto siguen la conversación. Apenas puedo seguirla. Poco después nos despedimos, casi sin fuerzas, como automáticamente.
Todos somos malos estudiantes… y este es el sistema educativo de siempre. Y este es el método de estudio de siempre. Y más o menos funciona, porque la mayoría suele aprobar. ¿Entonces somos buenos estudiantes? ¿Funciona para qué? ¿Aprobar es aprender? No tiene puñetero sentido. Meternos todo el temario al final, de un sólo trago. Y todos los exámenes y trabajos seguidos, uno detrás de otro, como una mala racha. Pero no puede ser de otra manera, porque lo que más cuenta es el examen final, y al final todo se evalúa por acumulación. O todo o nada, ahí se juega el aprobado. Y así acabamos todas… con indigestión. Enfermos. Deprimidas. Con ansiedad.
No me jodas, así nadie aprende, esto es una farsa. Nos metemos las cosas a presión, con embudo, rápidamente, como quien se come el plato de pasta en 5 minutos sin masticar porque tiene que salir de casa echando ostias. No interiorizamos bien lo que leemos, no lo ponemos en práctica y pasa que se te olvida casi todo en una semana. Y si además lo que nos enseñan son tostonazos que no motivan una mierda y nos los meten por las orejas sin darnos autonomía alguna, pues uno acaba asqueado. Nos dicen qué estudiar, sin preguntarnos qué queremos aprender y cómo queremos hacerlo… Ya lo decía María, “¿Nos enseñan a pensar o nos enseñan lo que ellos piensan?”. ¿Que qué he aprendido? He aprendido a desaprender. A odiar el sistema educativo. A no querer seguir aprendiendo de esta manera. Esta es la terrible realidad de la mayoría de estudiantes: haber estado estudiando y pagando durante cuatro, cinco o seis años y sentir que apenas has aprendido, que apenas hay trabajos. Y que los que hay, son una mierda.
No interiorizamos bien lo que leemos, no lo ponemos en práctica y pasa que se te olvida casi todo en una semana. Y si además lo que nos enseñan son tostonazos que no motivan una mierda y nos los meten por las orejas sin darnos autonomía alguna, pues uno acaba asqueadoNos hemos despedido y estoy por fin solo. Voy a petar. Tengo mil informaciones diferentes en la cabeza. Mi cerebro ve un torno mientras piensa en el órgano de Administración de la Sociedad Mercantil. Veo a gente y mi cerebro piensa en las instrucciones de los socios de la Junta General de accionistas. Veo el logo de Metro de Madrid y pienso en el objeto social de una sociedad mercantil. O quizás en sus estatutos. Me cago en todo ¡Fuera de mí, puto demonio!
Sí, he exagerado un poco. Pero lo cierto es que voy caminando por el intercambiador de Nuevos Ministerios como si fuese un cerebro errante o un alma en pena. Estoy tan desgastado que no tengo fuerza para mirar más allá de mí. Me la suda por completo la gente que hay a mi alrededor. Y también lo que pasa. Como si alguien se tira a las vías, que no tengo ánimo ni conciencia para reaccionar. Sólo pienso en mil mierdas diferentes, en las que voy saltando una por una. Estoy completamente enajenado de la realidad. Tengo tanta teoría encima que me pesa el cerebro. Tanto, que se me olvida que tengo cuerpo.
Llego a casa y trato de pensarme en calma. Estoy completamente desregulado. Fuera de mis casillas. La universidad me enferma, pero no me da un psicólogo para curarme… Las dos semanas de exámenes me han transformado. Como si fuese un proceso de metamorfosis. De repente, mis tardes libres sólo las dedicaba al estudio. No pensaba en más cosas que sacar adelante trabajos y exámenes. He dejado de hacer todas las otras cosas, que me importan cien veces más que esto. Durante dos semanas no tengo ni familia, ni amigos, ni pareja, ni conciencia, ni hobbies, ni nada. Soy sólo un hacedor de trabajos y exámenes.
Quiero soltar toda esta mierda que llevo encima. Quiero vivir, joder. Y que le jodan al puto sistema educativo. El instinto del subconsciente y los sentidos suelen ser sabiosHe sido un hermitaño encerrado en su habitación. Aislado del mundo, enajenado de todo. Como si viviese en una burbuja. No había mundo ahí fuera. Cambié mi rutina, cambié mis comidas. Y hasta cambié el orden de mi habitación. Una montaña de apuntes, manuales y leyes ahora custodian mi escritorio. ¿En qué se diferencia esto de un arresto domiciliario…?
Ya en casa, sólo hay una opción: tirarse, dejarse caer. En el sofá, en el silla delante del ordenador, donde sea. Como buen drogadicto, la pantalla del portátil me sugiere ideas. Por eso lo enciendo y me pongo música. Quiero soltar toda esta mierda que llevo encima. Quiero vivir, joder. Y que le jodan al puto sistema educativo. El instinto del subconsciente y los sentidos suelen ser sabios, y me acuerdo de Fisurados. Lo estoy viviendo en primera persona. Estoy fisurado. Y no voy de punki, ni me meto heroína, pero también me siento identificado con Cerebros destruidos. Estoy consumido y esto me alivia. No tanto como si dejase de haber exámenes para siempre, pero estas canciones son como alguien que te entiende, como si te abrazasen. Intento calmar ese sentimiento de que me ahogo en esta realidad. Necesito saber que algo va a cambiar.
Creo que no he sobrevivido a la semana de exámenes. He vuelto a morir en ella. Pero también tengo más ganas de vivir. Lo que tengo cada vez más claro es que aprender y vivir debería ser otra cosa. Algo, por lo menos, un poco más agradable. Porque esto se parece a una tortura…