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El Salto
El Salto tenía que ser radical
El Salto iba a ser Radical, y a punto estuvo de serlo. El salto tenía que ser radical, no quedaba otra: nueva etapa, nuevos aires, nueva vida. Cuatro años después, el desmadre de aquellos meses de cambio parece casi ingenuo y, desde aquí, se ve con otros ojos. También con alegría, que nunca sobra.
A principios de 2017, Radical era uno de los muchos nombres que se barajaban para bautizar el nuevo proyecto comunicativo impulsado por Diagonal: una página web geolocalizada y una revista mensual con varias ediciones territoriales en la que participaran diferentes agentes ya activos o por activar. También algo de radio y tele, si se pudiera. Y mejorar de paso las condiciones laborales de las personas empleadas. Una transformación total para darle la vuelta a un calcetín que se había quedado pequeño. Menudo lío. Hoy vemos el vaso más lleno que vacío, pero sigue siendo un chato de vino en una bodega que ha multiplicado por mil su oferta. Y con mucho garrafón.
Hoy vemos el vaso más lleno que vacío, pero sigue siendo un chato de vino en una bodega que ha multiplicado por mil su oferta. Y con mucho garrafón
Radical acabó siendo el título de la revista de cultura, pensamiento y acción de El Salto. La sección de culturas de esta publicación, vaya. Un espacio sujeto a discusión y atravesado por contradicciones, como las personas que lo habitamos. Un campo sin puertas pero que conviene acotar para ofrecer un producto reconocible y un cuarto propio en el que analizar las expresiones culturales que nos rodean, tanto las que nos encandilan como aquellas otras que no tanto pero que nos apelan y están ahí. Que lo estemos consiguiendo, o que sea un objetivo deseable para un medio de comunicación que observa la transformación social como horizonte, solo lo podéis decir quienes estáis al otro lado, leyendo estas páginas y contribuyendo a que existan. Muchas gracias por hacerlo.
La semilla de la sección de Radical estaba plantada desde el último año de Diagonal. La idea, sencilla pero con enjundia: poner la lupa en la producción cultural que se lleva a cabo desde los márgenes y que acaba contaminando necesariamente a la corriente principal. Y también fijarnos en los fenómenos que se producen en esta, no estar completamente ajenos a ella. Entre otras cosas, porque es imposible. Hilar fino se puede llamar a esta pretensión que tenemos. Y hacerlo sin entrar en polémicas estériles ni buscar el segundo de fama que hoy ofrecen las redes sociales. Porque no podemos y nos faltan recursos para ello, pero sobre todo porque no queremos.
Otras tres líneas de trabajo en Radical son el análisis de las condiciones en las que se crea la cultura (malas tirando a pésimas), la crítica del entorno que forjan las grandes corporaciones y la recuperación de lo que podemos llamar memoria histórica cultural, fijándonos en movimientos, personajes u obras que han caído en el olvido pero laten en el presente.
Y una intención, siempre vigente aunque difícil de alcanzar en muchas ocasiones, es buscar la sorpresa, el arqueo de cejas de quienes leéis Radical, que os parezca raro que eso se publique aquí pero que, al final, tras la lectura, os encaje. Es arriesgado, claro, pero como se escuchaba en la redacción en aquellos meses de 2017, también hemos venido a jugar.
Como veis (y leéis), muchas piezas para encajar en un puzle, muchas combinaciones de materias primas para amasar, muchos verbos que conjugar… pero también muchos motivos para intentarlo. En octubre de 2019 entrevistamos a Martín Arnal Mur, exiliado durante 40 años en Francia y participante en la colectividad agraria de su pueblo, Angüés, en 1936. Él, a sus 98 años, nos iluminó el camino para cambiar las cosas mediante la palabra, el material con el que trabajamos: “Tendríamos que educar a los niños en las escuelas, hacerles ver que otro mundo es necesario, otra vida es necesaria. Entonces sí que sería una revolución social y económica que se podría hacer. Pero así, de golpe y porrazo, no podríamos porque las mismas armas que nos mataron ayer nos matarían hoy, otra vez. Y morir para nada es triste. Pero si por mí fuera, el mundo lo cambiaría desde ya, esta noche, y mañana os despertaríais con la esperanza”.
Despertarnos mañana con esperanza y educar en el convencimiento de que otro mundo y otra vida son necesarios son las dos razones últimas que dan sentido a la sección cultural
Despertarnos mañana con esperanza y educar en el convencimiento de que otro mundo y otra vida son necesarios son las dos razones últimas que dan sentido a la sección cultural de un medio de comunicación como El Salto. Para que siga siendo así es imprescindible que la comunidad que nos sostiene crezca y por ello os pedimos que nos ayudéis en ese propósito con vuestra suscripción a este proyecto comunicativo. Si lo hacéis antes del 8 de marzo, os regalamos el facsímil editado por la Fundación Anselmo Lorenzo del primer número de la histórica revista Mujeres Libres, que salió a la luz en mayo de 1936.
Esas mujeres libres que nos precedieron y abrieron sendas, de las que también nos habló Martín Arnal con emoción y gratitud, las mismas con que terminamos estas líneas y os queremos transmitir: “Eran una riqueza para nosotros. Los jóvenes eran movilizados para el frente y había que continuar trabajando en la colectividad. Ellas mismas se organizaron y fueron a vendimiar, a coger olivas, a recuperar los sarmientos de la viña, a hacer paquetes. Fueron maravillosas. Culturalmente fueron más maravillosas que los hombres”.