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Feminismos
Feminismo desde la Afro-españolidad
Empoderamiento femenino comunitario desde una perspectiva afrocentrada. Así es como denomino mi ideología, que pretende ir en busca de la raíz, alejándose de las perspectivas más eurocéntricas.
Soy humana, soy mujer, soy hija, soy nieta, soy madre.
Soy negra, soy blanca, soy mestiza, soy mulata (pero no la hija de una yegua y un burro), soy afroespañola, soy guineanohispana, soy afrodescendiente, soy lo que yo decida ser.
Y empiezo así porque creo que es importante nombrar el lugar desde donde una actúa, desde el que una reflexiona, y por lo tanto, desde el cual una escribe.
A las personas afro o racializadas desde la opresión, la vida se nos complica a muchos niveles, sobre todo cuando no hemos nacido en el lugar que se supone debemos nacer en la mente de lxs demás, lxs que te limitan y te excluyen a la otredad, los que cuando te preguntan de dónde eres, y tú dices, “de aquí”, lo niegan con un “NO, ¿pero de dónde?, de verdad”. Aunque lo que realmente quieren saber es por qué soy del color que soy, pero no se atreven a preguntar, son atrevidxs, pero no valientes.
La identidad por sí misma es transmutable, un eje con diferentes aristas. Las más visibles son el género y la raza, casualmente dos términos inventados por el hombre, que casualmente le enaltecen a él, al hombre blanco, que es quien ha decidido desde tiempos inmemoriales en la mayoría de territorios, desde cómo debemos comportarnos estas personas no masculinas, no blancas, no euro-céntricas y no cristianas, hasta quién debe morir y quién debe vivir, como si de su mismo dios católico apostólico castigador se tratase. Para entender más sobre esto, os recomiendo leer Necropolítica de Achille Mbembe.
Cada vez hay un mayor número de mujeres dentro del feminismo que se abren a incluir otras realidades desde la escucha activa y el respeto.
Con todo esto que nos precede, gran parte de la población debería aliarse para combatir. Pero en ocasiones, en lugar de esto, las personas que están abajo de estos hombres blancos, pero encima de muchxs otrxs, deciden ocupar su escalón y aprovechar el privilegio que se les otorga, no para ayudar a los de abajo en su gran mayoría, sino para estar por encima y pisar sobre blandito. Sabemos que arriba del todo está el hombre blanco, después la mujer blanca, el hombre negro y, abajo del todo, la mujer negra, y cuanto más oscura, más oscuro su futuro. Durante décadas, desde los movimientos civiles en EEUU, mujeres como Zora Neale Hurston, Patricia Hill Collins, y más adelante Angela Davis, Bell Hooks, Assata Shakur y otras muchas han luchado no solo contra el patriarcado, sino también contra un feminismo hegemónico, con el fin de que las feministas blancas las tuvieran en cuenta. Es cierto que las mujeres negras en la lucha contra el racismo y a favor de los derechos civiles han tenido que ir de una manera comunitaria con sus hombres, al contrario que las compañeras feministas no racializadas, que no tienen en cuenta a sus compañeros, que en realidad no tienen ninguna lucha, más allá de sostener el patriarcado que les ha beneficiado casi desde el mismo día en que nació el capitalismo. Pero esta es una historia que más o menos todas conocemos.
Desde mi perspectiva y como mujer mestiza, criada por unos abuelxs blancxs, y en un cole 99,7% blanco, aunque con la suerte de tener mucho contacto con la parte negra, empecé sufriendo antifeminismo o antisororidad en el colegio. Mi “mejor amiga” (así lo entendía yo), y vecina, era muy maja conmigo hasta que se enfadaba y me llamaba “negra de mierda”. Esto, para una niña de 8 o 9, es muy doloroso, pero yo siempre volvía cuando ella ya estaba bien, alguna vez se disculpaba. Y ¿qué podía hacer yo con esa limitada conciencia y ninguna herramienta? Pues seguir siendo amiga de una niña violenta. Y, probablemente, así ha sido la vida de muchas. Y sigue siendo, no nos engañemos. España es así, al menos en un gran porcentaje de su población. Lo peor es cuando hace 2 años, esta ex compañera de cole, en mi muro de Facebook, me rebatió cierta denuncia racista. Y cuando le recordé lo que decía en el cole, qué casualidad, no se acordaba.
Creo que hay vidas repletas de experiencias similares, y peores. Tengo compañeras más mayores que se las han visto con los nazis en Barcelona o Madrid, que han sido agredidas físicamente y han tenido que correr solo por su color de piel.
Feminismos
Nuestra lucha: mujeres migrantes negras en España
A muchxs de nosotrxs, la sociedad nos ha hecho muy complacientes, de manera que nos callamos mucho cuando nos hacen sentir violentadas con frases, palabras o preguntas absurdas, porque preferimos sentirnos mal a hacer sentir mal a la otra persona. Yo, hace tiempo, decidí no callarme siempre que fuera posible y, aún así, sigue habiendo situaciones en las que, por no violentar el ambiente, debemos seguir callándonos, y sufrimos esa falta de libertad de expresión.
Si bien es cierto que, por lo general, las mujeres tenemos una empatía y asertividad mucho más amplia que los compañeros varones, aún queda mucho por hacer, a pesar de que cada vez hay un mayor número de mujeres dentro del feminismo que se abren a conocer e incluir otras realidades y experiencias desde la escucha activa y el respeto, incluso abriéndose a los compañeros, con los que a mi modo de ver debemos sanar esta herida ancestral que tenemos.
Mi incursión en los feminismos nació hace unos años leyendo mujeres afroamericanas. Pero me di cuenta que mi realidad no tenía nada que ver con el contexto americano, es más, en mi familia ecuatoguineana, africana, he tenido ejemplos de feminismo, de sororidad, y en lugar de subir hacia el Norte, como solemos hacer, empecé a mirar hacia abajo, hacia el Sur, miré a mis tías, a mis abuelas y a las mujeres africanas que siempre fueron lo que se denomina ahora feministas, grandes reinas y heroínas de antaño, como la reina Nzinga de Angola o las amazonas de Dahomey. Si buscamos mujeres más contemporáneas, encontramos a Winnie Mandela, y otras grandes autoras y pensadoras como Ama Ata Aidoo, Aminata Traoré, Mariama Ba, Oyeronke Oyewumi, las ecuatoguineanas de habla española Remei Sipi, Trinidad Morgades, Melibea Obono. La cultura africana es sororidad en estado puro, como cualquier cultura no occidental. Ha sufrido una gran aculturación y occidentalización, que nos ha hecho creer que África es machista, patriarcal y siempre lo fue. Es lo que ocurre cuando la historia la cuentan los ganadores, que lo hacen a su manera. Ojo, no niego que pudieran existir actitudes patriarcales, pero intento siempre ir a la raíz, y ver las cosas con perspectiva y en contexto.
En ocasiones la línea que separa aliadas de no aliadas es, simplemente, la manera de sentarse a escuchar.
A día de hoy yo puedo presumir de pertenecer a un colectivo que es la Escuelita Feminista, donde somos mujeres de todo el mundo con un enorme respeto las unas por las otras y por conocer y enriquecernos de otras culturas, tenemos representación de varios pueblos de Abya Yala, Caribe, África, y por supuesto, este territorio español, y han pasado muchas nacionalidades de mujeres que buscan apoyo y un espacio seguro. Cada una tenemos nuestra identidad y nuestra realidad, ya sean las personas migrantes o nacidas y vividas aquí. Y nuestro modelo de empatía y asertividad ha hecho que esto sea posible, las alianzas son posibles, y cada vez lo vemos más materializado, pero estas premisas son imprescindibles. Muchas no nos acercamos a espacios blancos porque no queremos sentirnos violentadas, con comentarios o preguntas que no vienen al caso y que no nos respetan, ni aportan nada al discurso. Ya llevamos demasiado sobre nuestras espaldas, y nos cuidamos. Aún así, nos encontramos con espacios o personas sin ninguna consideración en nuestro día a día, lamentablemente, y para combatir esto, lo que hacemos es crear nuestros espacios y buscar aliadas deconstruidas. En ocasiones la línea que separa aliadas de no aliadas es, simplemente, la manera de sentarse a escuchar.
No me gustaría terminar sin añadir que, dentro de los diferentes feminismos, hay cuestiones muy variadas. Yo entro dentro del comunitario y el africano. Ambos son muy similares, me gusta la manera de construir con todxs, la familia, la tribu. Veo una gran diferencia con otros feminismos que me resultan muy individualistas. Algo que veo dentro del feminismo euro-céntrico es el tema de posicionarse siempre de parte de la mujer, solo por ser mujer, y sin conciencia crítica de cada situación. A día de hoy tenemos hermanos en pro de las mujeres que tienen miedo al feminismo, nos temen, porque hay mujeres sin esta conciencia, que en ocasiones no pueden posicionarse en el lado del hombre, porque piensan que para ser feministas debemos odiarlos y luchar contra ellos, como si no fueran padres, hermanos o hijos. ¿Que debemos luchar contra el patriarcado? Sí. ¿Que debemos vivir en una lucha constante con ellos solo por haber nacido hombres? No. El mundo debe cambiar y, para ello, todas y todos debemos poner de nuestra parte. Creo muy importante apelar a una coherencia y una responsabilidad, para desarrollar un sentido crítico y valorar cada situación, enfocada a encontrar un balance, especialmente cuando hay niños y niñas, que, en ocasiones, acaban sufriendo por una mala gestión de la situación entre los progenitores.
No debemos olvidar que la base de lo femenino en términos universales es la fertilidad, la capacidad de crear vida, tal como hace la madre tierra. Pero también necesitamos al masculino más allá de la fecundación, ya que todas las personas, energéticamente hablando, tenemos estas dos polaridades, masculina y femenina, y deben ser equilibradas, aun sabiendo que, quizá por ser nosotras más fuertes que ellos mentalmente, nos toca hacer un mayor trabajo.
Crezcamos juntas y juntos, que es la base del feminismo africano. Terminaré con una palabra que viene de Sudáfrica, de las lenguas zulúes y xhosa. Os invito a que busquéis su significado, tanto literal como espiritual en vosotras:
¡Ubuntu!