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Tecnopolítica
Tecnología y libertad: Hacia una soberanía tecnológica
Cada vez hay menos actividades que no se realizan por Internet o que sólo se pueden realizar por Intern: selección de candidaturas a un puesto de trabajo, horarios de trabajo de riders, policía predictiva, fronteras “inteligentes”, plataformas online para diversos propósitos como YouTube, Twitter, Dropbox o Tinder, por no hablar de nuestros correos electrónicos o los sistemas operativos como Android o Windows. ¿Estamos preparados para dejar todo en manos de empresas privadas?
Los escándalos relacionados con las empresas tecnológicas, sobre todo las principales mundiales conocidas por las siglas GAFAM – Google, Apple, Facebook, Amazon y Microsoft –, se suceden a un ritmo vertiginoso. Como si de la doctrina del shock de Naomi Klein se tratase, la ciudadanía se enfrenta a diario a titulares sobre brechas de seguridad, el uso ilegal de datos personales, léase el caso Cambridge Analytica, el creciente poder de vigilancia de empresas privadas (Amazon doorbells1 y Google Maps2) y lo frágil de un ecosistema digital global donde un presidente puede dejar obsoletos millones de smartphones a golpe de tuit, como ha estado a punto de pasar tras el bloqueo de Trump a Huawei. Por si esto no fuera poco, políticos de todo color piden que estos oligopolios tecnológicos, o “gangsters digitales”3, hagan "más" para solucionar todo tipos de problemas sociales: desde impedir la manipulación de elecciones, prevenir delitos de odio (o de terrorismo) o impedir infracciones de derechos de autor.
Frente a estas sinergias, activistas y “hacktivistas” de derechos humanos como EDRi, EFF, Access Now y muchos otras entidades han reaccionado organizándose en redes a todos los niveles para resistirse a muchas de las dinámicas más negativas, desde la vigilancia corporativa o de los Estados, a la lucha por la cultura libre o los defensores del software libre. La anulación de la invasiva Directiva de retención de datos en 2014 o la aprobación del Reglamento General de Protección de Datos (RGPD) son muestras de victorias colectivas. Pese a los avances, estas victorias no son suficiente.
La nueva Presidenta electa de la Comisión Europea, Ursula Von der Leyen, ha propuesto en su mapa de políticas para el ejecutivo europeo la soberanía tecnológica como uno de los objetivos4. De tomarse en serio la iniciativa, la Unión Europea deberá redoblar esfuerzos para alcanzar más pronto que tarde un modelo productivo basado en empresas sociales en el que el software y el hardware producido sean libres, es decir, máquinas que permitan ser auditadas por terceros y no las actuales "cajas negras" que son las aplicaciones, ordenadores, smartphones y sistemas operativos dominantes. Asimismo, para poder huir del capitalismo de la vigilancia, los poderes públicos deben impulsar el uso, o crearlos si no existen, de software libre y de servicios que se están convirtiendo en básicos, tales como direcciones email seguras, redes sociales, servidores de alojamiento de contenidos “nubes” tipo Dropbox como Nextcloud (la Universidad de Sevilla dio un paso atrás en este sentido5 ), y proveedores de redes virtuales (VPN) cuyo sistema de negocio no se base en analizar la vida privada de los usuarios y usuarias para convertir estos datos en publicidad personalizada.
Otro pilar es la puesta en marcha de un programa de educación a distintos niveles, desde desarrollo de código al uso básico de un ordenador personal, si queremos que la juventud de hoy produzca las aplicaciones libres del mañana, y si queremos evitar que un segmento importante de la población quede fuera de la sociedad sin poder acceder incluso a ciertos servicios sociales básicos, como ocurre en Francia6.
Por último, no hay soberanía que valga sin derechos humanos fortalecidos y defendidos de manera colectiva. Si bien hay un sinfín de maneras de protegerse de la vigilancia masiva7 no vamos a acabar con el capitalismo de vigilancia a base de usar Linux y aplicaciones de alta seguridad, de la manera que no frenaremos el cambio climático llenando el carro del supermercado ecológico. Las asociaciones de derechos humanos, tradicionales o no, deben unir la lucha por los derechos en Internet a sus tareas ordinarias. En un mundo donde ya no nos conectamos a Internet, sino en el que estamos en activo todo el tiempo, y en el que las plazas públicas se combinan con los altavoces (privados) de las plataformas como Twitter, la lucha por los derechos online es de primera necesidad. O bien es la ciudadanía la que decide qué tecnología quiere, o será la tecnología la que decidirá cómo seremos, cómo nos relacionaremos, nos comunicaremos, trabajaremos y consumiremos.
1 https://www.eff.org/deeplinks/2019/08/five-concerns-about-amazon-rings-deals-police
2 https://www.bitsoffreedom.nl/2019/05/15/hey-google-which-way-we-being-led/
3 https://www.theguardian.com/technology/2019/feb/18/a-digital-gangster-destroying-democracy-the-damning-verdict-on-facebook
4 https://ec.europa.eu/commission/sites/beta-political/files/political-guidelines-next-commission_en.pdf
5 http://sat.us.es/la-universidad-de-sevilla-se-vende-a-microsoft/
6 https://www.monde-diplomatique.fr/2019/08/BRYGO/60129
7 http://www.eldiario.es/cultura/tecnologia/privacidad/Edward-Snowden-explica-proteger-privacidad_0_457754864.html