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Pensamiento
Neoliberalismo 'work in progress': la democracia fascista
En España se instauró la democracia, oficialmente, en 1978, con la aprobación por referéndum de la Constitución del mismo año. Pero, ¿se instauró una verdadera democracia en la que el pueblo interviene en el Gobierno?
En España se instauró la democracia, oficialmente, en 1978, con la aprobación por referéndum de la Constitución del mismo año. Pero, ¿se instauró una verdadera democracia en la que el pueblo interviene en el Gobierno? ¿O tan solo se avaló constitucional y jurídicamente la teoría política favorable a la intervención del pueblo en el Gobierno? Salvo las votaciones populares —de masas menguantes— cada cuatro años, ¿en qué y cuándo interviene el pueblo en el Gobierno? Y si el pueblo no interviene efectivamente en el gobierno de la nación, ¿qué clase de régimen político se instauró?
Vayamos a lo obvio. El término democracia “proviene de dos palabras griegas: demos, que significa pueblo, y cratos, autoridad; expresa la idea de que el poder pertenece al pueblo”. Esto dice el Diccionario Unesco de Ciencias Sociales, año 1987. Y añade: “En el uso popular, esta palabra va normalmente referida a la democracia de carácter político. Así el Diccionario de la Lengua, de la Real Academia Española, entiende por democracia un cuerpo de doctrina política favorable a la intervención del pueblo en el Gobierno”. (1)
Si no gobierna el pueblo, este régimen político no es estrictamente una democracia. ¿Qué modo de gobierno se ejerce en España? Tampoco es un claro estado fascista. Menos aún, un estado totalitario. Para definir el fascismo, el mismo Diccionario Unesco —en la acepción restringida se refiere al fascismo italiano— dice: “Según la acepción amplia, […el fascismo está], en general, en cualquier sistema de gobierno que se declare antiliberal, antidemocrático y totalitario”.(2)
Para el fascismo italiano, Umberto Eco es preciso e inteligible en su artículo “Ur-Fascismo” (El fascismo eterno). Define y diferencia el fascismo de un sistema totalitario:
En cuanto a sus manifestaciones, ninguno de estos partidos es ni ha ejercido como un partido fascista al uso. Salvo la debilidad ideológica, líquida —se adapta al recipiente que la contiene en cada momento—, diría Bauman, el actual sistema político español de partidos tiene una difícil definición, si se es honesto intelectualmente. El recipiente que engloba nuestro sistema político —en general el de todos los pueblos del mundo— es el recipiente económico dominante: un neoliberalismo cada día más salvaje.
Los partidos gobernantes españoles, ¿han permitido, impulsado o, tan siquiera, favorecido que el pueblo intervenga en el Gobierno? O, simplemente, ¿han impulsado, favorecido y ejercido acciones para que el pueblo se limite a votar cada cuatro años lo que las directivas o, primariamente, el líder factótum de cada uno de ellos les presentaba electoralmente? Han sido, hasta ahora, programas electorales partidistas y, más o menos, diferentes, pero que tenían y tienen un denominador común: unas mínimas pautas económicas, que se ajustan a los intereses de los poderes fácticos de cada momento y, por tanto, ejecutaban y ejecutan lo más efectivamente posible lo que le dictaban y dictan —dictar, dictadura—, “sugieren” al grupo líder de cada partido.
Estos días estamos viendo-escuchando —gracias y desgracias del comisario Villarejo— los vínculos con el Banco Santander y BBVA del PSOE y PP —los partidos aún efectivos al servicio del poder—.
Tanto el PP como Ciudadanos —éste aún aspirante a gobernar y ligado, al menos que se sepa, al banco Sabadell— se declaran liberales. En realidad, en una actitud vergonzante y, sobre todo, mendaz, pues con el concepto liberal enmascaran la aplicación de la filosofía económica neoliberal, la cual solo tiene raíces nominales en el concepto del liberalismo decimonónico pero no, desde luego, la esencia de su acción y su maquinación final en el constructo social.
La finalidad de estos partidos, al menos lo que se puede colegir del programa de C’s —con sus matices más o menos actualizables—, y los que se colige de las prácticas reales y del programa social decimonónico-franquista del PP, es que ambos no consideran las necesidades y deseos reales del pueblo. Se trata de imponer al pueblo las directrices ideológico-económicas del partido gobernante ejecutor. Claro que, como vemos estos días en Andalucía, los partidos, que se consideran vencedores, alegan ser representantes del “todo el pueblo”, obedecer el mandato y voluntad de todo el pueblo, cuando ni, tan siquiera, los votos recibidos representan el 50% de la población andaluza. Con sus características particulares, los presupuestos gubernamentales del PSOE son los mismos: imponer las directrices económicas fundamentales de los poderes fácticos, ya asumidas como propias.
Con el control de la mayoría de los medios de comunicación convencen-adiestran a amplias franjas de población, sobre todo las conformadas por los menos instruidos, los más indefensos intelectualmente y, aunque preparados, a los más conformistas y resignados. Los convencen de que sus deseos de una sociedad en la que vivir felices en comunidad es, en realidad, el constructo de la sociedad que el partido candidato al Gobierno de la nación les propone como única posible. Con la continua e inestimable ayuda de los grandes medios de comunicación, que hoy en día ejercen en este país, han convertido a la gran mayoría social española en “el cuerpo social más dócil y cobarde que se haya dado jamás en la historia de la humanidad”. (Giorgio Agamben, ¿Qué es un dispositivo?). Agamben, naturalmente, no se refiere específicamente a España, sino que generaliza sobre la sociedad occidental. En cada país, según sus mass media.
Como sostienen muchos autores, el fascismo-totalitarismo franquista nunca se ha ido del todo de esta España. El atado y bien atado de Franco, más que en lo político, se puede comprobar cotidianamente en lo sociológico. Pero ni el fascismo ni el franquismo de hoy en día ya no son los mismos que fueron ayer. Las influencias neoliberales en todo el mundo están transformando las nuevas estructuras sociales en nacional-fascistas bajo el paraguas de una supuesta democracia. Nos dice Umberto Eco que no veremos, nunca más, la parafernalia de aquel fascismo del siglo pasado —y la de sus inevitables acompañantes totalitarios: nazismo y estalinismo, con sus variantes nacionalistas particulares, como lo era el falangismo franquista—. Es posible que solo lo veamos, añado yo, en países de una potencia de segundo o tercer grado en la política internacional. Cuando lo vemos, como hoy vemos manifestaciones de corte nazi-fascista en Hungría, Ucrania, es porque el gran capital financiero lo organiza para advertirnos al resto de ciudadanos de lo que nos puede ocurrir si no nos conformamos con la sumisión a los poderes económicos neoliberales.
Hoy por hoy no tendremos que soportar un Gobierno abiertamente totalitario, porque las grandes corporaciones internacionales y del IBEX35, que promueven y sostienen el actual neoliberalismo, no están unificados ni en los propósitos comunes de los intereses particulares de las propias corporaciones ni en el interés de un solo ente —ya sea individual o corporativo—. Las corporaciones financieras, por el momento, están concitadas en la confrontación de unas con otras al tiempo que saquean, conjuntamente cuando es necesario, al planeta Tierra y sus gentes. Y, si es posible, tratan de despojarse —desplumarse— entre sí, hasta la extinción de la corporación rival o, al menos, de la absorción de unas por otras.
E ho trovato l'invasor
El fascismo neoliberal —work in progress—, en consecuencia, tiene características propias. La actualización del fascismo está en función de las necesidades de gobernanza del gran capital. Como todo líquido se adapta a las formas del recipiente que se precisa en cada momento para contenerlo.Líder y liderazgo
Hoy, gracias al marketing que se ejerce a través de los media, el carisma se ha trasladado a las marcas comerciales, la cara atractiva de las corporaciones codiciosas y rapaces, que nos venden, sobre todo, necesidades inexistentes. Las marcas adoptan una personalidad propia, entre el mito débil y fugaz de lo concreto, y la superstición de la promesa de un mundo mejor, que enmascara la personal realidad de los oscuros dueños que se ocultan tras ellas.
Ciñéndonos a España, ¿alguno de ustedes percibe carisma alguno en dirigentes como Casado, Rivera, Abascal o, incluso, en ese líder único, luminaria de la geopolítica mundial, llamado Aznar? Cierta y seguramente, conciben utopías sociales (distopías para los mortales pensantes y sufrientes) en una mixtura entre las que concebían los fascistas italianos y los franquistas españoles. Cada uno de ellos se ve como líder supremo, por supuesto, salvador indispensable de la patria, primero, y del pueblo al que pretenden “ordenar”. Patria y pueblo, como si ambos fueran sujeto distinto.
Es en el franquismo donde asientan la idea de una España uniformada ideológicamente, no con la camisa azul de la Falange, sino con una cerrada camisa de fuerza punitiva -leyes mordaza y normativas dirigidas a imponernos la voluntad de las ambiciones de la derecha española tutelada por los intereses del Ibex35.
Tal uniformidad gira en torno a lo fuliginoso de lo corrupto, color que cada uno de ellos fundamenta y justifica moralmente igual, aunque lo maticen en función de sus respectivos intereses y adeudos personales. Estos días fundamentan sus justificaciones y sus propuestas políticas sobre y contra la cabal conspiración de la izquierda bolivariana, populista, comunista, destructora de la patria, a la que añaden —ya sin reparos tras la irrupción de Vox— las conspiraciones feminazi y LGTBI. Y, ya van incluyendo, a los masones, yihadistas musulmanes, nacionalistas catalanes y vascos —cuando no son necesarios para alcanzar la gobernabilidad—. Nacionalistas que, por supuesto, no defiendan la sagrada unidad de España, sagrada unidad que ellos sí defienden. Lo suyo no es nacionalismo. Debe ser, por lo visto, un imperativo de lo eterno.
No rechazan nominalmente la democracia, por el momento, como lo hizo el fascismo italiano. Afirman sostenerse en ella, al tiempo que pretenden enterrarla en una construcción similar a aquella hipérbole de la democracia orgánica del franquismo. Es decir, la democracia del ordeno y mando corrupta y corruptora disfrazada de ética del bien común —de los ricos y poderosos del régimen— al que debemos someternos, hasta la miseria y la esclavitud, el resto de mortales.
Filosofía política salvadora
Rivera ha navegado por diversas corrientes ideológicas de la derecha, llegando a militar en falange, en las juventudes del PP, a votado a CiU en alguna ocasión. Al menos este historial se puede ver en algunas páginas de internet.
¡Qué decir de Aznar, que se siente padre-tutor de las tres criaturas! Escritor “falangista” y opositor a la actual Constitución, esa con la que se llenan la boca.
Ninguno de ellos posee una filosofía propia, pues esta requiere reflexión individual. Además de la ideología impuesta por los poderes fácticos a los que obedecen, manifiestan la cólera adquirida por herencia de sus ancestros, que sienten siempre este tipo de derechas, porque creen que les han arrebatado su exclusivo derecho a ser ellos quienes gobiernen dictando.
Estos coléricos, montaraces y corruptos —intelectual y moralmente— personajes, no son más que la manifestación autorizada, empujada al centro del escenario social por el darwinismo neoliberal, administrado por el IBEX35 y las grandes corporaciones internacionales imbricadas todos ellos a través de la gran banca española —Banco Santander, BBVA, Caixa, Banco Sabadell, etc.— e internacional.
Y así es con este régimen social que, desde los años 80, en España y resto del mundo nos va fabricando e imponiendo el darwinismo neoliberal. Darwinismo que se manifiesta en un totalitarismo difuso, impreciso, que construye un collage con todas las ideologías, viejas y nuevas, liberadoras y esclavistas, anarquistas, anarcoides y dictatoriales, místicas y depravadas, etc. Como en una para-botica self service seleccionada por ellos, todas estas y otras ideologías nos son ofrecidas por una homeopatía ideológica amalgamada. Nos las ofrecen en un violento e incesante maremoto de manifestaciones a través de la matrix mediática, torrente informativo que nos arrastra hasta ahogarnos en la nada ideológica, en el vacío de los conceptos. Una new age caleidoscópica y fuliginosa de individualismo, egoísmo insolidario que, incluso, nos lleva a no considerar nuestro propio bien ni el de nuestros hijos, que ya viven y, aún peor, heredarán y sufrirán esta sociedad. Estructurada en torno a nuestra pobreza y esclavitud por estos brutales poderes y proclamada por estos intelectual y moralmente insubstanciales personajes. A la mayoría de la masa social apenas si le importa su propio futuro más allá de a unos meses-años vista, pues no tienen —tenemos— la capacidad intelectual ni conocimientos, ni información verídica, para analizar el futuro que nos están fabricando.
Algunos, sobre todo seudointelectuales, que pretenden permanecer al margen de este constructo social, pueden agarrarse a una de esas ideologías que nos presentan como tablas de salvación y que, ingenuamente, creen percibir les facilitarán desembarcar en la playa de alguna certeza moral y/o intelectual. Con un poco de un confuso concepto general heredado en su medio ambiente, otro poco de algún impreciso movimiento social aprendido de lo políticamente establecido, un poco de otra revelación religioso-mística insertada en la más ingenua infancia y unas gotas de new age vintage de los años 60, algunos creen que pueden realizar su propia construcción especulativa y tratar de salvarse huyendo de esta realidad. Aferrarse a su propio constructo atiborrado de movedizas medias verdades, constructo realmente vacío, esclavizador económica y socialmente. Los tontos útiles del poder. Atado y bien atado, que dijera Franco. Cada uno se ahorca como cree que quiere.
Socialmente, cada uno podremos creernos a salvo, que sobrevivimos bien porque nos sentimos alejados y protegidos de esa brutal realidad al cerrar los ojos de nuestro entendimiento. Y, al menos física y, quizás, económicamente, lo estaremos.
Siempre que tal salvación no signifique un peligro mínimo, nimio, tan siquiera, para el régimen. La dureza, cuando lo creen oportuno, cuando sienten que puedes ser un peligro para ellos, es implacable. Vemos como, por una letra de canción, un mal chiste, una manifestación reivindicativa, una disidencia moral o religiosa, el Régimen político actual persigue, juzga, reprime económicamente, encarcela y, si es necesario como escarmiento social, asesina. Sin importarles si es preciso cometer un crimen contra un individuo o el genocidio a modo de escarmiento.
El estamento judicial, ajustándose a la aplicación de las leyes –lo suficientemente difusas para poder optar las necesarias interpretaciones a favor del poder del que emanan- se olvidan de la aplicación de la Justicia, si ello implica una molestia para el poder, del que forman parte subordinadamente. Cuando el ejercicio de la ley capitula con el espíritu de la Justicia, es porque el sistema no solo no se siente en peligro, sino que lo utiliza para consolidarlo.
No se permite el pensamiento libre. Se favorece, se estimula el discurrir amorfo de la vida en la genérica matrix de los media y redes informáticas subordinadas al sistema económico dominante.
Racismo, otra Solución Final
Hoy el holocausto contra los untermensechen —sub-hombres— se lleva a cabo a través de las campañas repeliendo al inmigrante en el Mediterráneo. Se efectúa ejecutando verdaderas masacres, con la destrucción de países organizados —Libia, Afganistán, Siria, Yemen, Irak, Sudán, Congo…—. La finalidad es adueñarse de la riqueza de sus materias primas. Se les reduce propagandísticamente a lo que hoy se denomina, para ocultar a nuestra sociedad el crimen perpetrado, como estados fallidos.Nunca se dice que quién no ha fallado ha sido el pueblo al que se ha masacrado y reducido a la miseria mientras se le expolia de sus riquezas naturales. Nunca se dice que quienes han fallado han sido los dirigentes corruptos interpuestos por el gran capital para dominar los países. Nunca se dice que las potencias occidentales, a través del crimen y su rapacidad, han destruido esos estados y sus organizaciones sociales para favorecer no a los pueblos, sino a las grandes corporaciones económicas.
Se utiliza el mecanismo político-ideológico del terrorismo integrista musulmán como culpable de casi todos los males de violencia, como si el integrismo cristiano de la cultura occidental racista no se manifestara, todos los días del año, en el presunto derecho del blanco occidental y, sobre todo, centro y noreuropeo del protestantismo contra el sur católico y, por supuesto, contra el musulmán y el africano. Siempre que sureuropeos, musulmanes y negros no sean individualmente ricos. ¿Hace falta decir que si, además, eres mujer que forma parte de estos grupos pobres…?
El terrorismo integrista musulmán, declarado como enemigo de la sociedad mayoritaria occidental, de la clase media, la mayoritaria —en realidad o por convicción (3)— es el terrorismo de los pobres, aquel que se puede ejercitar con el ser humano bomba, una furgoneta, un camión, un simple coche como arma para asesinar, o vulgares cuchillos de cocina. Tanto este terrorismo del pobre como todo atentado brutal ejecutado con armas de fuego, es curioso que suele coincidir con el hecho de que tales terroristas, en alguna manera, siempre están relacionados con los servicios de inteligencia del país en que se ejecuta el acto criminal.
En nuestra España, primariamente por parte de Vox y el PP, se predica el racismo con el espíritu del integrismo religioso del “viejo reconquistador” hispano, y un gran componente de aporofobia —odio al pobre—. Se aplican, sobre todo, al musulmán y al africano. Y, en menor medida, al “sudaca”.
Nos dice Roberto Calasso —La Actualidad Innombrable (Anagrama, 2018)— que hoy “irrumpe una forma de terrorismo que consiste en matanzas aleatorias, en las que las víctimas pueden ser cualesquiera con tal de que sean lo más numerosas posible”.
En 1915, Rosa Luxemburgo escribió su famoso dictamen: socialismo o barbarie (4). Con el neoliberalismo llegó la barbarie con sus leyes xenófobas, segregacionistas, machistas, sustentadas en un claro autoritarismo de marcado carácter fascista bajo las formas más externas de la democracia. Un mundo de guerras destruyendo países, masacrando poblaciones, empobreciendo pueblos, con la única finalidad de enriquecer a unos pocos. Guerras para seguir alimentando el capitalismo salvaje de las grandes corporaciones mientras se van destruyendo las condiciones viables para la vida en el planeta.
Hoy por hoy: neoliberalismo work in progress. La democracia fascista.
2.- El artículo sobre el Fascismo lo escribe E. Fuenzalida Faivovich, en Diccionario Unesco de Ciencias Sociales, 1987, vol. II, p. 868. En mi opinión, se ha quedado muy incompleto.
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Impecable analisis.
Pero carente de esperanza (esa que ofrece la magia religiosa) y de alternativa (que puede venir de la fusión de ecologistas y anticapitalistas).
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Nota: Enlazo este buen artículo publicado en Roar que nos ofrece 'Red Rosa Luxemburg' pàr recuperar el internacionalismo como herramienta en la batalla ante el colapso. https://roarmag.org/magazine/towards-new-internationalism/