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Ciencia
La divulgación científica en tiempos postmodernos
Cuando se habla de ciencia, a menudo se piensa en un concepto totalmente aislado de la política, como si fueran dos conceptos opuestos que “no comparten ni dependen el uno del otro”. Sin embargo, la complejidad de la ciencia provoca la existencia de un abismo entre la investigación científica y la sociedad. La explicación de los resultados o los estudios demasiado específicos rara vez logran transmitirse de manera efectiva sin un intermediario: el divulgador científico. Este rol se encarga de desglosar los estudios científicos y de transmitir de manera clara la necesidad, la metodología, los resultados y, finalmente, las conclusiones.
Aunque estos divulgadores ofrecen charlas presenciales, hoy en día las plataformas como YouTube, Instagram o X (anteriormente Twitter) se han vuelto los medios más efectivos de comunicación científica. Cuantos más seguidores, más alcance. Tanto es así, que los divulgadores científicos se han convertido en una especie de influencers de la ciencia. Este fenómeno puede ser positivo: llevar la ciencia a cualquier parte del planeta e incentivar a los jóvenes a seguir el método científico ante cualquier problema, a cultivar una mente crítica y a tener “resiliencia” para estudiar y obtener una carrera. Pero ¿es realmente tan positivo? ¿Cómo le dicen a un adolescente que quiere entrar a la universidad y conseguir su ansiada carrera, que depende del nivel socioeconómico de su familia para lograrlo? La respuesta: no lo hacen.
Para unos padres sin el graduado escolar se traduce en una probabilidad del 30% de que sus hijos terminen una formación profesional y de un 18% de que se gradúen de la universidad
La divulgación científica actual rara vez tiene en cuenta el contexto social. Todos pueden ser científicos o ingenieros si se lo proponen, dogma neoliberal en estado puro. Sorpresa, según el Ministerio de Universidades, el principal motivo de abandono de los estudios universitarios viene dado por un bajo nivel socioeconómico. Además, el nivel de estudios de los progenitores también importa. Para unos padres sin el graduado escolar se traduce en una probabilidad del 30% de que sus hijos terminen una formación profesional y de un 18% de que se gradúen de la universidad. Datos obtenidos en España, sin tener en cuenta que una gran parte del público que consume la divulgación científica vive en Latinoamérica.
Surgen más preguntas al ver a divulgadores científicos compartir espacio con voces permisivas de la conspiratoria social como el gran remplazo, okupaciones, inmigración y delincuencia… temas sociales desmentidos una y otra vez con datos al alcance de cualquiera, pero divulgadores incapaces de alzarse al no ser de su “campo”. Parece ser que hablar de temas sociales, ciencias más “inexactas”, asusta a aquellos que se hacen llamar divulgador científico. ¿Será que les da miedo posicionarse, ya que pueden perder su “estatus” de influencer y, por ende, disminuir los seguidores? ¿Tan fácil es desmentir el terraplanismo y, sin embargo, tan difícil desmentir la relación inmigración-delincuencia? ¿O será que realmente lo piensan, y por eso comparten mesa con aquellos que lo gritan a los cuatro vientos?
Al mirar al pasado, recuerdo el surgimiento de la empresa Space X del magnate y ahora parte del gobierno de Trump, Elon Musk, como “un héroe espacial y un hombre hecho a sí mismo”. Su imagen evocaba al mismísimo Mayor Tom de David Bowie y despertaba elogios entre algunos divulgadores científicos españoles. La conquista del espacio a cualquier precio se presentaba casi como una especie de “porno científico”. Los satélites Starlink y el daño astronómico que provocan, las cartas abiertas por parte de los trabajadores sobre despidos y acosos y, el pasado de Musk con las minas de esmeraldas, parecían temas de “poca importancia”. Todo se justifica con la consigna de “separar al artista de su obra”.
Divulgación científica separada de la realidad social y además partícipe del neoliberalismo y el fascismo ascendiente europeo. Y lo mejor de todo es que no se esconden, es fácil encontrar divulgación científica en diarios nacidos en el 36 para ser eco de la propaganda de las FET de las JONS, o hablar en un podcast y comentar sin despeinarse que “hoy en día no se puede decir nada ya porque la población se ofende por todo”, vestigios del pasado de cuando los nazis trabajaban para la NASA.
La divulgación científica parece ser una ramificación más de la élite de los influencers
Imagen desalentadora viendo la compañía, los mensajes y los no-mensajes de los divulgadores científicos. Sin financiación pública no se puede crear ciencia y hago un hincapié en la financiación pública porque las empresas privadas también reciben dinero público, o como lo llaman ellos, “modelo público-privado”. Una lástima que la astronauta reserva escogida en la ESA hable de feminismo y de empoderamiento de la mujer sin tener en cuenta la conciencia de clase y apoyando a su vez el expolio público. Al final, la divulgación científica parece ser una ramificación más de la élite de los influencers. Firmeza contra el negacionismo científico, pero permisividad y oídos sordos ante el negacionismo social.