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Educación
La literatura viva no existe en el instituto
¿Tendrán que pasar 300 años para que en las clases de Secundaria y Bachillerato se hable de quienes publican hoy? Suena exagerado pero es posible: la saturación curricular, la falta de tiempo y la obsesión por las pruebas de acceso a la universidad obligan al profesorado a omitir las lecciones sobre la literatura actual.
Invitar a leer una novela titulada Deseo de ser punk en clase de 4º de Enseñanza Secundaria Obligatoria es una propuesta que suena diferente. Y con mucho sentido: Martina, su protagonista, mira la vida a los 16 años de una manera que puede conectar con la de quienes asisten a ese curso en el instituto. Sin embargo, encontrar a una profesora que sugiera el libro de Belén Gopegui como lectura a sus alumnos en la asignatura de Lengua Castellana y Literatura a esas alturas de la ESO no resulta fácil. Y que su recomendación no despierte reacciones encontradas, menos todavía.
Le pasó a finales del curso 2018/19 a Sandra Sanz de Miguel, profesora en un centro público de Madrid. La madre de un alumno le recriminó con insistencia esa lectura. “Me preguntó que por qué eso y no otras cosas, le debió de sonar mal el título y me cuestionó bastante la elección de esa lectura, pero me acogí al currículum”, recuerda la docente a El Salto.
La anécdota revela alguna de las dificultades que encuentra el profesorado para introducir en las clases de instituto los nombres y obras de quienes publican en la actualidad, esos escritores cuyos títulos aparecen en la estantería de novedades en las librerías y se pueden encontrar —y si no, pedir— como últimas entradas en la biblioteca pública del barrio. Poetas, dramaturgos y autoras de hoy que mantienen vivas las letras, pero que son un mundo inexplorado, prácticamente inexistente, para la educación.
Sanz de Miguel no cejó en su empeño y al final de ese curso entregó a sus alumnos un cuadernillo de antología poética actual, con nombres como los de Ana Rosetti, Blanca Andreu, Olvido García Valdés, Agustín Fernández Mallo, Juan Carlos Mestre, Jorge Riechmann o Elena Medel, aunque lamenta que no diese tiempo a leer más que un poema o dos de cada firma. “Al menos, que sepan que sigue siendo algo vivo y que se sigue haciendo”, afirma la profesora. En el curso recién comenzado, en el que da clase de 2º de Bachillerato, ha conseguido incluir una lectura de Juan Mayorga para la tercera etapa, la que comprende desde 1975 hasta nuestros días.
Para ella, y pese a reconocer que su experiencia aún es breve, la falta de tiempo es determinante en esta ausencia de lo actual en los contenidos de la asignatura de Lengua Castellana y Literatura: “Con el adelanto de la evaluación extraordinaria, el septiembre de toda la vida, a junio, la realidad es que el tiempo para impartir contenidos se ha acortado mucho más y como tienes que elegir, te vas a los más conocidos: ¿cómo se van a ir de la ESO sin leer a Lorca? También por inercia, que es lo que tendríamos que modificar”.
Sin embargo, esta profesora entiende que está en su mano incluir algunos contenidos en la asignatura. “Está bastante más abierto de lo que se puede pensar, incluso de lo que yo pensaba antes de empezar a trabajar. Depende mucho del Departamento”.
Según el Real Decreto 1105/2014, de 26 de diciembre, por el que se establece el currículo básico de la Educación Secundaria Obligatoria y del Bachillerato, publicado en el Boletín Oficial del Estado el 3 de enero de 2015, el bloque de Educación Literaria en esta etapa de la formación “asume el objetivo de hacer de los escolares lectores cultos y competentes, implicados en un proceso de formación lectora que continúe a lo largo de toda la vida y no se ciña solamente a los años de estudio académico”.
El texto legal describe esta asignatura a lo largo de los cuatro cursos como un marco conceptual que alterna la lectura, comprensión e interpretación de obras literarias cercanas a los gustos personales de los alumnos y a su madurez cognitiva, con la de textos literarios y obras completas que aportan el conocimiento básico sobre algunas de las aportaciones más representativas de nuestra literatura.
Ese trayecto se divide en dos etapas. En la ESO se aborda un estudio progresivo de la literatura en el que se parte de un acercamiento a los géneros literarios y se continúa planteando progresivamente una visión cronológica desde la Edad Media hasta el siglo XX, siempre a través de la selección de textos significativos. Será en los dos cursos de Bachillerato cuando el alumnado profundice en la relación entre el contexto sociocultural y la obra literaria.
Junto a la teoría, el Real Decreto apunta al conocimiento mediante el fomento, por lo que considera importante favorecer la lectura libre de obras de la literatura española y universal de todos los tiempos y de la literatura juvenil. Se trata —según se lee en el diario oficial español— de formar “personas críticas capaces de interpretar los significados implícitos de los textos a través de una lectura analítica y comparada de distintos fragmentos u obras, ya sea de un mismo periodo o de periodos diversos de la historia de la literatura, aprendiendo así a integrar las opiniones propias y las ajenas”.
Para Alonso Gutiérrez, responsable de estudios de la Federación de Enseñanza de Comisiones Obreras, la “continua referencia” en el texto legal “al estudio de obras de elección libre y acorde a sus gustos e intereses” deja claro que el alumnado “puede realizar lecturas de los periodos de la literatura más próximos a su contexto, con independencia de que haya una aproximación a otros periodos de la literatura. El estudio de los textos de diferentes épocas se establece que debe ser un estudio comparado, analizando las similitudes y diferencias”.
“Segundo de Bachillerato no debería ser solo una academia para la EBAU”, opina la profesora Sandra Sanz de Miguel
Todo esto sobre el papel. Entremos ahora en un aula. Por ejemplo, una del instituto público Juan de Lucena en La Puebla de Montalbán, provincia de Toledo, “la tierra de Fernando de Rojas”, precisa Óscar García Lucas, profesor de Lengua Castellana y Literatura en este centro. Para él, la preparación de la Evaluación del Bachillerato para el Acceso a la Universidad (EBAU, lo que antes se llamaba Selectividad) marca todo lo relativo a la asignatura en 2º de Bachillerato, tanto los contenidos como el enfoque o los tiempos con los que se trabaja. “Tienes los temas que se abordan de una manera teórica y una serie de lecturas que, en el caso de Castilla-La Mancha, son de una serie de autores que se han seleccionado desde la Coordinación de Selectividad. Y de ahí no te salgas. Pero es que, además, esos autores los tienes que ver a salto de mata. Es una cosa ingrata y sin sentido. La prueba lo condiciona absolutamente todo porque al final es lo que demanda la clientela”, explica a El Salto.
Este maestro, cuya experiencia previa incluye cinco cursos como profesor de Griego en un instituto público en Toledo y otros cuatro impartiendo Lengua en un centro concertado en Madrid, recuerda una circunstancia que ha influido notablemente en cómo se imparte literatura en la enseñanza preuniversitaria y por qué la mirada a la actualidad está proscrita en esta materia. “Cuando Lengua y Literatura estaban separadas —comenta García Lucas—, cuando tenían su autonomía y horas de clase, tenías la Selectividad al fondo. Podías dedicarte a la lectura de los autores que van a aparecer en el examen, como Machado o Blas de Otero, pero ibas más allá, tenías mayor margen, mayor anchura. Ahora es un despropósito porque la literatura se aborda desde un plano teórico, básicamente se reduce a dos folios que les das a los chicos, que ellos van a memorizar. No tienes capacidad para intentar darle un sentido porque no tienes tiempo. La prueba marca que hay una historia de la literatura hasta los géneros que se trabajan después de la muerte de Franco, pero suele ser un tema que se desecha en la práctica a la hora de evaluarlo en la EBAU”.
Al respecto, Sanz de Miguel deja una frase clarividente —“Segundo de Bachillerato no debería ser solo una academia para la EBAU”— y resume la situación: “Hay un tema para Selectividad, la novela española desde 1975 hasta hoy, pero lo tienen que contar en una hoja y media en el examen, como mucho. La nómina es tan grande y el espacio tan limitado que solo te da para los más consagrados, como Luis Martín Santos o Eduardo Mendoza”.
Un horizonte inalcanzable
En los estándares de aprendizaje evaluables en 2º de Bachillerato relativos a Literatura se repiten dos sintagmas: “del siglo XX” y “hasta nuestros días”, como marco temporal, principio y fin de lo que el alumno debe saber al terminar el curso. Así, el Real Decreto incluye como objetivos saber desarrollar con coherencia y corrección las características temáticas y formales de los movimientos literarios entre esas dos fechas, analizar fragmentos literarios, interpretar de manera crítica, comparar textos de diferentes épocas o desarrollar un tema de la historia de la literatura sucedida entre ambos sintagmas. Pero el “hasta nuestros días” parece un horizonte inalcanzable.
En la Federación de Enseñanza de Comisiones Obreras no hay constancia de presiones al profesorado para que se estudien o se lean unas autoras o unos autores en concreto
No es algo exclusivo del último curso de Bachillerato, puesto que, como asegura García Lucas, en 4º de la ESO, “que tendría que llegar hasta la literatura posterior a 1975, o al menos algún libro significativo de las corrientes actuales, ni siquiera se aborda la literatura de después de la guerra. Nos quedamos siempre en la Generación del 27”. El saturado currículo que han de impartir obliga a los docentes a cribar, siendo conscientes, reconoce este profesor, “de que vas poder abordar una tercera parte, como mucho, y tienes que seleccionar las cosas esenciales. Al alumno le tienes que hablar de Bécquer, del modernismo, del 27, de la generación posterior a la guerra”.
Aunque Gutiérrez afirma que en CC OO no hay constancia de presiones al profesorado para que se estudien o se lean unas autoras o unos autores en concreto, también señala que, en cuanto a la elección de las obras, el “canon” viene marcado “a veces” por los manuales de Historia de la Literatura y por la propia selección que hacen los libros de textos de diferentes editoriales. Pero también indica que “la decisión de unas u otras lecturas completas puede estar condicionada por el ofrecimiento que las editoriales hacen a los centros de oferta de visita de autores, o de ediciones adaptadas al nivel del alumno o con actividades elaboradas que pueden ser de gran interés didáctico”.
“Todo parte de una idea de la educación completamente equivocada, una idea utilitaria, un pragmatismo que no beneficia en nada”, explica el profesor Óscar García Lucas sobre el ostracismo de la asignatura de Literatura
Los recortes presupuestarios, otro de los caballos de batalla de la educación pública en los últimos años, afectan “a la calidad del aire en el aula, al funcionamiento del día a día”, considera García Lucas, pero en cuanto a resolver las carencias de contenidos de Lengua Castellana y Literatura, la solución pasaría, en su opinión, por “volver a separar las dos materias y hacer de la literatura algo más que un repaso deprisa y corriendo de dos o tres cosas y poder alcanzar una literatura más cercana en el tiempo”. Utilizando el gran angular, este profesor toma una fotografía que ilustra el papel de la literatura en la Educación Secundaria y muestra las razones que han llevado a ello: “Ocupa el mismo papel que el Griego y el Latín, asignaturas totalmente arrinconadas, devaluadas. Como la exigencia que se hace, además de formar a un individuo, es una exigencia de mercado; como tenemos una visión productiva de la educación, en términos de mercado, la literatura está ahí, olvidada. Todo parte de una idea de la educación completamente equivocada, una idea utilitaria, un pragmatismo que no beneficia en nada”.
Los olvidados de Galicia
El Real Decreto 1105/2014 señala que el alumnado debe cursar la materia Lengua Cooficial y Literatura del bloque de asignaturas de libre configuración autonómica en aquellas comunidades autónomas con lengua cooficial y que esta materia recibirá un tratamiento análogo al de la asignatura Lengua Castellana y Literatura.
Eladia Diéguez es profesora desde hace 20 años en centros públicos gallegos y también lo fue en tres cárceles. Ahora ejerce en la localidad pontevedresa de Vila de Cruces. Explica a El Salto que, en el caso de Galicia, el currículo está bastante pautado en 3º de la ESO: “La literatura medieval es inexcusable, no se puede entender la historia de la literatura gallega sin ella. También vale para entender cómo es la lengua gallega, cuáles son sus orígenes y por qué es la misma lengua que el portugués”. En 4º de ESO, “no estamos tan sometidos como los profesores de Literatura española, podemos acompañar la parte teórica con libros actuales, aunque sea saltándose un poquito el currículo, pero para eso está la libertad de cátedra”.
En cuanto a 2º de Bachillerato, coincide en señalar que, según su experiencia, es un curso totalmente enfocado a la prueba de acceso a la universidad: “La presión del currículo y la cantidad de materia es tal que los alumnos no te escuchan, solo quieren preparar el examen. Lo marca todo, es una presión social absurda que lo envuelve todo: los padres, los compañeros, el equipo directivo del centro... No pueden tener la sensación de que estás perdiendo una clase. Es mejor que no te pongas enferma nunca porque casi van a ir a buscarte a casa”.
“Lo que mandemos leer puede hacer que un escritor pase un buen año, terminas haciendo un poco de comercial”, reconoce la profesora gallega Eladia Diéguez
Hablando de las ausencias de escritores actuales en la asignatura, Diéguez señala una particularidad de la literatura gallega, que es la corriente reintegracionista: autores que utilizan una norma ortográfica muy próxima al portugués actual, diferente a la oficial aprobada por la Academia gallega. Esa corriente no es tratada en las clases de instituto. “La mayoría de las editoriales —afirma la profesora— publican según la normativa oficial, los libros de texto también, el gallego administrativo. Ese sector reintegracionista está poco visibilizado, jamás aparecen recomendaciones ni lecturas en clase. A mí nunca me han dicho nada por incluirlos aunque sea un poco con calzador, pero creo que es porque no los conocen. Los padres no se meten mucho en esto, se meten más en temas sexuales”.
Diéguez considera importante que las lecturas que se proponen en clase sean próximas a los niños, para no “aburrirlos mortalmente con un género encriptado y solo para eruditos”. También reconoce que, en su tarea docente, se entrecruza el negocio —“lo que mandemos leer puede hacer que un escritor pase un buen año, terminas haciendo un poco de comercial”— y concluye con una llamada a la acción a quienes están en la otra orilla: “Los escritores se quejan de que no venden pero ellos siguen en sus atalayas, no se acercan a los centros. Los niños tienen que saber que no están muertos, que son gente viva”.