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Educación
I Congreso Internacional de Educación Rural: “Utopías realizables donde estar y ser”
En un pueblo blanco, entre montañas, se ha dado una reunión heterogénea de personas para hablar de la ruralidad y el papel de la educación frente a la despoblación. Se trata de Cortes de la Frontera, un pueblo con alrededor de 3 mil habitantes en el Valle del Guadiaro, al oeste de la provincia de Málaga, en la Serranía de Ronda rozando Cádiz entre la Sierra de Grazalema y el Valle del Guadiaro. Con 45 comunicaciones -12 se realizarán de forma online, 24 proceden de España y el resto de Brasil, Argentina, Colombia, Chile, Filipinas, Camerún y Guatemala- 120 personas se encuentran para discutir la educación rural y el papel que puede jugar en la lucha contra la despoblación.
Este I Congreso Internacional de Educación Rural para el siglo XXI ha sido organizado principalmente por la Confederación de centros de desarrollo rural (COCEDER) en colaboración con Colectivos de Acción Solidaria (CAS), dos entidades enfocadas en la transformación social en lo rural. COCEDER, además, es el marco en torno al que se organizan un gran número de Centros de Desarrollo Rural (CDR), participando en la organización y el asociacionismo en los colectivos de medio rural. También han apoyado la Diputación de Málaga, el grupo de investigación Profesorado, Comunicación e Investigación Educativa de la Universidad de Málaga (ProCie-UMA), Colectivos de Acción Solidaria, el Instituto Paulo Freire, el Ayuntamiento de Cortes de la Frontera y el Centro de Desarrollo Rural Montaña y Desarrollo de la Serranía de Ronda.
Por una educación rural para la repoblación
El objetivo de este encuentro es ofrecer “un cambio de paradigma, para afrontar los problemas desde un orden global, agroecológico y con dimensión humana”, según la organización. Bajo el título “Por una educación rural para la repoblación” se abordaron los desequilibrios territoriales, profundizando en las características sociohistóricas, culturales y políticas de la situación actual del medio rural, contando con la población afectada.
A lo largo de los tres días, los debates han estado organizados en torno a áreas temáticas sobre repoblación rural, la educación rural y metodologías alternativas. El formato ha tomado forma de mesas-ponencias, así como mesas de proyectos con talleres simultáneos, estableciendo distintos tipos de diálogo entre participantes. Los espacios donde se han dado estos debates han sido la biblioteca municipal y el Ayuntamiento, generando una sinergia con el territorio. Cabe destacar el papel de la biblioteca y su bibliotecaria, en un pueblo cuyas calles están llenas de poemas y boleros y una biblioteca que no tiene solo libros, sino también semillas.
“Utopías realizables donde estar y ser” es un mantra que se ha repetido a lo largo del encuentro, siendo una de las frases finales de la ponencia de Ángel Marzo Guerino, especialista en educación no formal, en su búsqueda de una comunicación que no aísle.
Conocer a quien habita y trabaja el campo: Jeromo Aguado
Entre ponencias y comunicaciones de proyectos, me siento con Jeromo Aguado en unas escaleras frente al galpón municipal donde se celebraba el congreso. Y es que cómo no hablar del campo, de quien lo habita y quien lo trabaja en un Congreso sobre ruralidad. Jeromo, pastor jubilado de Tierra de Campos, se define como campesino ante todo, ya que “es una actividad que nunca se deja de hacer, es para toda la vida” al ser “una apuesta por vivir en un territorio y ser naturaleza, no sólo trabajarla”. Para él se trata de una forma de vivir con una relación con la tierra, con la producción de alimentos y con las personas que habitan el territorio.
Jeromo recuerda que su abuelo dejó de trabajar a los 50 años porque ya tenía varios hijos trabajando, tomándole el relevo, y lo define como “una calidad de vida excepcional”, en un calendario de fiestas paganas -que luego la iglesia se lo apropió- donde celebrar la vida con eventos como la vendimia o la recolección.
Jeromo, como activista de La Vía Campesina, explica que sus socios son el Sindicato Labrego, el Sindicato Obrero Andaluz (SOC), ENHE Bizcaia y la Coordinadora de Organizaciones de Agricultores y Ganaderos (COAG). La COAG fue parte de La Vía Campesina desde su inicio pero “se ha empobrecido ideológicamente” aunque siga participando y desarrollando internamente debates sobre los modelos de producción. Jeromo deja claro que “el problema es la producción industrial” pero que todo “ha estado muy entremezclado, en estos momentos es muy difícil hacer un análisis de lo que acontece en el campo, si no conoces las reglas del juego de las corporaciones del agronegocio”.
También en el Congreso tuvo una fuerte presencia el Movimiento de los Trabajadores Rurales Sin Tierra (MST), un movimiento político-social brasileño que lucha por la Reforma Agraria y la justicia social mediante la organización de los trabajadores rurales y la sociedad. Se trata de un ejemplo de lucha campesina, que, junto a La Vía Campesina, muestran la capacidad de incidencia política del campesinado organizado. El MST defiende que “sin educación no hay revolución” por eso Jeromo cree que “la educación son procesos lentos” para “transformar la realidad con la comunidad con la que vives” Y es que si un nombre se ha repetido a lo largo del Congreso, ha sido el de Paulo Freire y su educación transformadora.
“El acto amoroso de cuidar la tierra es proteger las semillas de la esperanza que germinan para ofrecer cosechas repartidas entre las personas cercanas al territorio donde estas crecen”Cuando empezamos a hablar de revoluciones, Jeromo cuenta que ha “participado en las movilizaciones desde que tenía 14 años” y que por eso entiende las movilizaciones actuales, aunque haya decidido no unirse. “El propio sector agrícola lo está pasando muy mal como fruto del propio modelo que va expulsando a los que no pueden competir”, explica. Sin embargo, advierte de que hay gente en “la misma dinámica de acaparamiento de tierras de un banco” y que en estas movilizaciones “la propia agroindustria mandaba mensajes de que había que salir a las carreteras”. Y es que Jeromo deja claro que “la derecha siempre supo actuar con el campesinado, más que la izquierda” al saber aprovechar el poder de la propiedad, que era “un medio de vida”. En esta línea denuncia que autores académicos han llegado a definir al campesinado como “pobres, feos, tontos y de derechas” sin llegar a “interpretar o conocer la esencia de ser campesino”.
Jeromo comienza su ponencia en el Congreso definiendo la agroecología campesina como “el acto amoroso de cuidar la tierra, proteger las semillas de la esperanza que germinan para ofrecer cosechas repartidas entre las personas cercanas al territorio donde estas crecen”
Para él es importante definir para evitar vaciar de contenido los conceptos en una tendencia a “políticas de reacción, pero sin propuestas”. Denuncia que los “Sindicatos están burocratizados” como respuesta a una PAC que tenía “como objetivo cargarse el campo y lo ha conseguido” Para Jeromo “la PAC se ha cargado el campo, el campesinado y la agricultura familiar” y defiende que ahora lo que queda son “pequeñas resistencias”. Jeromo fue uno de los primeros productores ecológicos de Castilla y León y denuncia que ahora está lleno de grandes empresas -y a veces no tan grandes- que buscan un “productivismo ecológico que sigue las mismas lógicas que la revolución verde, sólo ha cambiado el sello”.
“Nos plantamos”: conectar con las tendencias recientes del mundo rural
Sin embargo, Jeromo se muestra esperanzado y toma ejemplos como la Confederación paysanne francesa bajo la creencia que “surgirá un nuevo movimiento campesino de la gente joven que está volviendo al campo”. Se ha emocionado en el congreso por ver el relevo generacional, ver a la gente joven. Para él a veces hay que dar ese paso atrás porque “sino nos convertimos en imprescindibles y eso mata los movimientos sociales”. Por ello, defiende a la plataforma Nos plantamos como “nueva propuesta que está surgiendo para conectar con las tendencias recientes del mundo rural” y “articular los distintos movimientos” más allá de ser “un conjunto de siglas” sino para “construir espacios donde nos sintamos arropados”.
“El campo es de todas las personas, igual que los recursos, aunque estemos en una economía capitalista que se los ha apropiado”, afirma cuando denuncia que “los bienes comunes están apropiados por los grandes propietarios de tierra”. Propone así una visión comunitaria donde estos encuentros son clave, con predecesores como el Foro por el mundo rural vivo, para “vivir de diferente forma en una sociedad que come todo”.
Destaca el caso de Amayuelas como éxito “de vuelta al campo” cuando “el territorio se ha abandonado y es necesario que vuelva gente” donde la clave es “crear puentes entre los que ya están y los que llegan”. Jeromo critica que “el error del que viene es que cree saberlo todo” y del que está “que no se facilita el acceso a tierra a los que llegan”, por eso la clave es la enseñanza de “campesino a campesino”. Deja claro que “si quieres ser horticultor vete un año con un horticultor, a trabajar la tierra” por eso él lleva “más de 20 años dejando una porción de tierra a neorurales que han aprendido con ella a ser horticultores”. Frente a las preguntas sobre rentabilidad, Jeromo se cuestiona “¿por qué nadie pregunta lo feliz que soy?” y vuelve a definirse como “campesino que es tierra” frente al “agricultor que trabaja la tierra”.