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El 4 de diciembre de 1993, Carlos Cano señalaba en un discurso público que, 20 años después, volvía a encontrarse con su pueblo “con las viejas heridas de siempre, con su collar de corazones rotos, de horizontes perdidos. (…) Estamos corrompidos por la crueldad, el egoísmo y el silencio. No tenemos capacidad de reacción y, contentos con nuestros señores, somos una bicoca para el poder de turno. Años servidores (…). Incapaces de interpretar los signos, con sus viejos, aburridos y arcaicos discursos, los partidos políticos ignoran las claves esenciales de la vida (…) y nos conducen al abismo de la desesperación y la apatía (…)”. Han pasado 25 años desde estas palabras.
Parecen lanzadas hace apenas unos días ante la reivindicación de #RecuperarLaNuestra, que resume la lucha de gran parte de la plantilla de la RTVA, Canal Sur Radio y Televisión, al límite, en protesta por sus condiciones laborales, la casposa parrilla televisiva, el despropósito del ente público con el coste de la excesiva producción externa —rentable para las productoras llamadas de ‘pata negra’ y pésima en calidad para andaluzas y andaluces— o su dependencia respecto a las luchas partidistas, que mantienen en la provisionalidad la dirección y el consejo de administración de la cadena andaluza, eso sí, con sueldos astronómicos.
Y así seguimos.
En uno de los episodios del documental Hijos de Andalucía, precisamente de Canal Sur, Carlos Cano cuenta que “hace algunos años, en el anterior régimen, llegó un ministro a Sevilla y, ante las peticiones de trabajo para los andaluces, este señor, que ahora es demócrata, respondió, muy en serio, que lo que los andaluces teníamos y tenemos que explotar es la gracia, el salero, las playas, los toros, el flamenco”.
Esa visión simplificada de una Andalucía de pandereta es una de las cuestiones que denuncia #RecuperarLaNuestra, como ejemplo de una programación deficitaria, increíblemente, tanto tiempo después. Qué poco han aprendido los partidos y dirección del ente público de nuestra propia historia. ¿Hemos aprendido el pueblo andaluz?
El quejío de una tierra invisible, nuestra tierra —qué profunda es esa palabra y cuánto la entendemos, aun riéndonos de nuestra sombra mientras sudamos en el trabajo diario—, debe hacerse poderoso hasta hacer temblar el poder y la hipocresía. Y mostrar, tejer sin descanso, esa lucha cotidiana de la gente que habita Andalucía. Una batalla llena de honestidad, solidaridad y apoyo mutuo, que sigue siendo invisible, porque interesa que lo sea. Cuántas ganas de contarla y de construir el futuro desde El Salto Andalucía. Más que nunca. ¿Lo hacemos?
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Es un buen propósito convertir esa apatía en compromiso, y el compromiso en proyecto de futuro para Andalucía. En la campaña de la plantilla de RTVA hay compromiso, y ojalá la adhesión de la ciudadanía convierta este compromiso en proyecto de futuro para unos medios públicos independientes y de calidad, fieles al mandato de articular Andalucía.